Guerra Civil (Civil War)

El fratricidio nacional

Por Emiliano Fernández

A esta altura resulta indudable que los dos primeros films como director del británico Alex Garland, los geniales Ex Machina (2014) y Aniquilación (Annihilation, 2018), un par de reformulaciones del Frankenstein de Mary Shelley y el acervo literario de los hermanos Arkadi y Borís Strugatski, superan por mucho a los dos siguientes, Hombres (Men, 2022) y el flamante opus Guerra Civil (Civil War, 2024), sin embargo la merma de calidad del caso -o falta de un relato tan apasionante y redondo como los anteriores- está en gran medida compensada en el segundo díptico por una coherencia ideológica a toda prueba y por una vocación polémica casi inexistente en el cine actual, ese que cada vez que intenta shockear cae en redundancias y clichés tendientes al reduccionismo conceptual promedio de la posmodernidad. Efectivamente ya lejos de la ciencia ficción cerebral de las obras citadas y Devs (2020), su serie para FX on Hulu, Garland sí mantiene una continuidad artística mediante su vocación por reformular las reglas de los géneros clásicos en sintonía con lo hecho en sus guiones para terceros, pensemos por ejemplo en el terror de Exterminio (28 Days Later, 2002), de Danny Boyle, el cine de acción de Dredd (2012), de Pete Travis, y esa misma fantasía especulativa de siempre de Sunshine: Alerta Solar (Sunshine, 2007), también de Boyle, y Nunca me Abandones (Never Let Me Go, 2010), de Mark Romanek, planteo que nos lleva hacia su reconstrucción surrealista del horror en ocasión de Hombres y especialmente hacia su relectura minimalista o más bien ascética del cine catástrofe y distópico en la presente Guerra Civil, un formato narrativo muy trabajado por Hollywood y el resto de las cinematografías nacionales del planeta debido a la alienación de los seres humanos del Siglo XXI, quienes en su gran mayoría han perdido la capacidad de imaginar un mundo alternativo al capitalista horrendo que construyeron, este hambreador y represivo que nos rodea, por ello -como han señalado los sectores más lúcidos de la ciencia y de la prensa- a los idiotas del mainstream cultural les resulta más fácil concebir un apocalipsis o hecatombes semejantes que un cambio en las estructuras de explotación y rapiña mundial.

 

Una vez más el amigo Alex apuesta por la controversia más sana y enriquecedora porque así como Hombres exploraba las distintas causas de la violencia sexual/ romántica/ privada/ identitaria masculina y femenina, una de las múltiples temáticas que se mueven por detrás de la confrontación simbólica a escala global entre los payasos fascistoides de la llamada “derecha alternativa” y los tarados de la seudo izquierda woke sin conciencia social ni intereses reales más allá de los prejuicios en función de los genitales de cada uno, Guerra Civil adopta un enfoque opuesto aunque complementario ya que indaga en los efectos de esta misma vehemencia política/ económica/ cultural pero ya sin explicitar posición alguna, en este sentido la maraña de argumentos persuasivos superpuestos del opus del 2022, signo del choque de posiciones que parecen irreconciliables y que dejan mal parados a todos por la imposibilidad de un diálogo o de siquiera puntos en común, hoy considerados utópicos, en la nueva faena de Garland se transforma en un fratricidio nacional estadounidense de la mano de bandos con agendas ignotas que suelen girar alrededor del apoyo o del rechazo a un presidente imbécil, corrupto, demagogo, intolerante y asesino que se parece a Donald Trump, Jair Bolsonaro en Brasil o Javier Milei en Argentina, entre otros energúmenos que hicieron un espectáculo de sus mentiras e ignorancia. Justo como hiciese Alan Clarke en su legendario mediometraje Elefante (Elephant, 1989), film acerca del Conflicto Norirlandés (1968-1998) entre los partidarios de la independencia de Irlanda y aquellos que pretendían seguir formando parte del Reino Unido, la sucesión de masacres de Guerra Civil resultan muy confusas -quién es quién es un misterio- para subrayar que los bandos en lucha son prácticamente idénticos y la conflagración no pasa de ser un absurdo monumental como los enfrentamientos discursivos de fondo, aquí aparentemente divididos en cuatro facciones, léase los Estados Leales del este y centro del país, esa Alianza de Florida del sudeste, el Nuevo Ejército del Pueblo del noroeste y unas hilarantes Fuerzas Occidentales, coalición irónica entre los republicanos fanáticos de Texas y los demócratas fanáticos de California.

 

La película no posee una trama tradicional ya que opta por seguir el esquema de las road movies bajo la excusa de un viaje en una camioneta hacia Washington D.C. por parte de cuatro periodistas para entrevistar a nada menos que el presidente de yanquilandia (Nick Offerman), un dictador que atraviesa su tercer mandato, antes de que sea derrocado por las fuerzas rebeldes, hablamos del grupo de Sammy (el siempre cumplidor Stephen McKinley Henderson), un periodista veterano, Joel (el actor brasileño Wagner Moura), otro reportero especializado en zonas de conflicto, Lee (Kirsten Dunst en formato masoquista y quizás entregando el mejor trabajo de su carrera), una fotoperiodista de amplia trayectoria con estrés postraumático debido a las muchas carnicerías que presenció a lo largo y ancho del planeta, y finalmente Jessie (Cailee Spaeny), muchacha que idolatra a la anterior y desea dedicarse al periodismo fotográfico, lo que la lleva a arriesgarse más de la cuenta entre los disparos y las explosiones. Condimentado con otros colegas, sobre todo una dupla de reporteros de Hong Kong, Tony (Nelson Lee) y Bohai (Evan Lai), y una cronista inglesa y su cameraman, Anya (Sonoya Mizuno) y Dave (Jefferson White), el periplo nos pasea por una estación de servicio del camino en la que hallan a un par de milicianos torturados por tropas improvisadas, un helicóptero destruido en el estacionamiento de un mall, un combate contra miembros del ejército leal que a posteriori son fusilados sumariamente, un campo de refugiados edificado en lo que fuese un estadio deportivo, una pequeña ciudad que vive en una burbuja de paz por fuera de las matanzas cruzadas nacionales, un episodio de tensión con un francotirador rebelde en un rancho temático, el encontronazo con un pelotón hiper chauvinista al mando de un desquiciado (Jesse Plemons) que mata a los hongkoneses y a la postre provoca la muerte de Sammy, una base de las Fuerzas Occidentales donde se enteran que la ciudad de Washington D.C. está próxima a caer porque los Estados Leales sufrieron derrotas, y por supuesto el asalto final contra la capital del país para reventar al energúmeno automitologizado en el poder, cobarde que se oculta en lo más profundo de la Casa Blanca.

 

Recuperando en simultáneo aquella intercambiabilidad de los bandos en pugna de la citada Elefante, el viaje hacia la locura bélica progresiva de Apocalypse Now (1979), de Francis Ford Coppola, el “vale todo” caótico de la franquicia que comenzase con La Noche de la Expiación (The Purge, 2013), de James DeMonaco, y la desolación a ojos de una cofradía heterogénea de la propia Exterminio, fuente también para la tenebrosa viñeta castrense con el estupendo Plemons, la epopeya juega con las distopías, los relatos marciales y las road movies aunque su verdadero quid responde a las faenas ochentosas del periodismo en zona de debacle militarizada, un rubro que abarca a Rojos (Reds, 1981), de Warren Beatty, El Año que Vivimos en Peligro (The Year of Living Dangerously, 1982), de Peter Weir, Bajo Fuego (Under Fire, 1983), de Roger Spottiswoode, Los Gritos del Silencio (The Killing Fields, 1984), de Roland Joffé, y Salvador (1986), de Oliver Stone, amén de ejemplos más recientes como Bienvenidos a Sarajevo (Welcome to Sarajevo, 1997), propuesta de Michael Winterbottom, Fuego sobre Bagdad (Live from Baghdad, 2002), de Mick Jackson, Testigos de Guerra (Triage, 2009), de Danis Tanovic, Fotógrafos de la Muerte (The Bang Bang Club, 2010), de Steven Silver, y Mil Veces Buenas Noches (Tusen Ganger God Natt, 2013), de Erik Poppe, entre otras. Garland en pantalla vuelve a apelar a los diálogos sinceros, el humor negro, los personajes mundanos y su laconismo visual/ expresivo marca registrada para construir una contienda pesadillesca y genocida que por un lado invita al debate, de hecho jugando con el exploitation de alarma social porque le exhibe sin filtro alguno al público los posibles resultados truculentos a mediano plazo de sus “batallas culturales” más necias o pueriles, y por el otro lado funciona como una antiépica hollywoodense idiota y maniquea, señalando la insensibilidad popular, tanto escarnio rutinizado, la sandez de las fuerzas armadas y desde ya la antinomia entre periodismo de la verdad y medios masivos audiovisuales de la mentira, amén de homologar a los corresponsales de guerra al miedo, el suicidio, la adrenalina e incluso la irresponsabilidad ética flagrante para con sus prójimos…

 

Guerra Civil (Civil War, Reino Unido/ Estados Unidos, 2024)

Dirección y Guión: Alex Garland. Elenco: Kirsten Dunst, Wagner Moura, Stephen McKinley Henderson, Cailee Spaeny, Jesse Plemons, Nick Offerman, Jefferson White, Sonoya Mizuno, Nelson Lee, Evan Lai. Producción: Allon Reich, Andrew Macdonald y Gregory Goodman. Duración: 109 minutos.

Puntaje: 8