Como recuerda el historiador Hans Belting en Antropología de la Imagen (Bild-Anthropologie: Entwürfe für eine Bildwissenschaft, 2001), en la antigüedad, cuando en la vida pública las imágenes tenían un efecto pernicioso o promovían ideas falsas, se pretendía sustraerlas. Eliminarlas implicaba destruir los medios en los que habían sido realizadas. Sin ningún medio, las imágenes dejaban de estar presentes en el espacio social.
¿Cuál es el medio? ¿Cuál es la imagen? ¿Quién las produce? ¿Qué producen? Y, sobre todo, ¿qué hacer con quien las produce? Éstos parecieran ser algunos de los planteos de la serie Menem (2025), encabezada en el rubro dirección por Ariel Winograd para Amazon Prime Video. Hablamos de un director de casi dos décadas de trayectoria desde su recordado debut con Cara de Queso: Mi Primer Ghetto (2006), aquella comedia filosa sobre las experiencias que dejó la década del 90 desde la perspectiva de una familia judía en un country, y asimismo responsable de la entretenida El Robo del Siglo (2020), la simpática comedia dramática El Gerente (2022) y la muy destacada Coppola: El Representante (2024-2026), serie de Star+ con la que la propuesta que nos ocupa presenta varios puntos en común aunque lamentablemente, en este caso, sin la valiosa presencia de Mariano Cohn y Gastón Duprat en el guión. En efecto, la serie recupera parte de la estética de la ficción sobre Guillermo Coppola (Juan Minujín), manager de Diego Armando Maradona, y una buena dosis de su ritmo narrativo vertiginoso. Abundan también los planos cortos, un empleo de la música de época muy bien logrado y especialmente una fotografía que hace de las luces y sombras toda una descripción (acaso moral) del período.
En cuanto a la trama, el fondo histórico explora el ascenso al poder de Carlos Saúl Menem (1930-2021) recorriendo varios de los eventos principales que ocupan su primera presidencia (1989-1995), anclada en parte en aquella narrativa del líder que delegaba a la par que “disfrutaba” de su posición de privilegio y del poder. Aquí la interpretación de Leonardo Sbaraglia en el rol titular es suprema, acompañado por una también excelente Griselda Siciliani como Zulema Yoma, su esposa, más los aciertos de Guillermo Arengo, Marco Antonio Caponi y una potente Mónica Antonópulos personificando a un par de asesores ficcionales y a María Julia Alsogaray, respectivamente. El “testigo” que ofrece Winograd para narrar la ficción es Olegario Salas (Minujín de nuevo), un fotógrafo de La Rioja y asumido antiperonista que por una situación fortuita debe reemplazar al anterior fotógrafo de Menem, accediendo a los acontecimientos más relevantes desde la interna peronista de 1988 entre Antonio Cafiero y el por entonces gobernador de La Rioja.
Lo más destacado de la ficción está dado por los primeros capítulos en donde “Carlos Saúl” se propone llegar a la presidencia. Allí la épica acompaña y todo el carisma sale a relucir. Se recupera el clima de discusión en torno a la renovación del peronismo que, en este caso y como sucedió en la realidad, parte primero de la construcción de una imagen de caudillo aunque sin olvidar la esencia de la política. Junto al Menem fenómeno-mediático coexiste un Menem que también recorre los pueblos y habla con cada uno de los vecinos que se encuentra para convencerlos de su proyecto y dialogar con ellos. Una reivindicación de lo que la política debe y puede hacer. Recorrer. Escuchar. Acercarse a los ciudadanos. Recordemos, aquí el escenario de campaña está dado por un gobierno radical en caída libre, el de Raúl Alfonsín, transitando ya la hiperinflación y los saqueos y haciendo frente a diversos intentos de Golpe de Estado.
El vínculo con los sectores militares tampoco está exento de polémica en su tratamiento. Hay una interpretación muy condescendiente respecto de los indultos de 1989 y 1990 a las cúpulas militares sobre su responsabilidad penal debido a sus crímenes de lesa humanidad, una decisión aquí vinculada a la necesidad de obtener gobernabilidad tras el fallido Golpe de Estado de 1990 de Mohamed Alí Seineldín, aquel levantamiento carapintada u Operación Virgen de Luján que implicó la ocupación del Edificio Libertador, el Regimiento de Patricios, la fábrica de tanques TAMSE, el Batallón de Intendencia 601 y otras unidades castrenses. Esto queda plasmado no solo en uno de los textos del epílogo sino también en el progresivo corrimiento de escena de éstos a continuación.
El resto de la serie prosigue el planteo sobre la imagen. Allí el fotógrafo, el productor de estas imágenes, no sólo dinamiza la narrativa sino que orienta e interviene en la ficción en las decisiones de Menem, siendo afectado él también (acaso cual espejo de Narciso) y dando lugar a una fábula muy superficial acerca del enriquecimiento de ciertos sectores medios que en los años 90 estaban vinculados al poder. Convive con el retrato del mandatario la subtrama familiar de Salas, vertiente de tintes morales tardíos y muy forzada de la que poco vale la pena rescatar.
Por último, esta disciplina de la imagen por supuesto acompaña a la convertibilidad y todo su proceso de implantación sobre la que mucho se aborda en relación a la macroeconomía y la estabilización monetaria, pero escasamente sobre sus catastróficas consecuencias sociales y económicas aunque vale aclarar que serán más graves más adelante en consonancia con la presidencia de Fernando de la Rúa y la Crisis de Diciembre de 2001. Esta praxis también envuelve en la ficción a Domingo Cavallo (Martín Campilongo), su creador, y lo escolta hasta su caída en desgracia tras la premeditada sobre-exposición que Menem le otorga para neutralizarlo. La acumulación será aquí, como lo es siempre, una metáfora de exclusión.
Menem (Argentina, 2025)
Dirección: Ariel Winograd. Guión: Ariel Winograd, Silvina Olschansky, Mariana Levy, Guillermo Salmerón, Federico Levín, Luciana Porchietto, Karina Wroblewski y Leandro Filozof. Elenco: Leonardo Sbaraglia, Juan Minujín, Griselda Siciliani, Marco Antonio Caponi, Guillermo Arengo, Jorgelina Aruzzi, Alberto Ajaka, Mónica Antonópulos, Cumelén Sanz, Martín Campilongo. Producción: Ariel Winograd, Mariano Varela, Flor Colombatti y Mariano Kohan. Duración: 250 minutos.