Resulta hiper sintomático de la concentración y la pobreza del mercado cinematográfico del nuevo milenio -tanto en lo que atañe al financiamiento y la producción como en lo referido a la postproducción, la distribución y la exhibición o llegada al público- el hecho de que la última película de John Woo, la muy mediocre Venganza Silenciosa (Silent Night, 2023), haya conseguido estrenarse en Latinoamérica y en buena parte del planeta, proeza que por cierto no sucedía desde la lejana y también anodina El Pago (Paycheck, 2003). El punto en común de ambas realizaciones, por supuesto, es el dinerillo hollywoodense detrás y lo que aconteció en el medio, a lo largo de estas dos décadas de “no películas en inglés”, fue un intento bastante trasnochado de retomar su etapa asiática de gloria, aquella iniciática del “gun fu” y la querida Matanza Heroica/ Heroic Bloodshed que nos regaló una andanada de neoclásicos eternos de la talla de A Better Tomorrow (Ying Hung Boon Sik, 1986), A Better Tomorrow II (Ying Hung Boon Sik II, 1987), The Killer (Dip Huet Seung Hung, 1989), Bullet in the Head (Dip Huet Gai Tau, 1990), Once a Thief (Chung Hang Sei Hoi, 1991) y Hard Boiled (Lat Sau San Taam, 1992), casi todos protagonizados por el extraordinario Chow Yun-fat, actor fetiche del realizador hongkonés en aquellos años de popularización en todo el mundo del cine de su país, tan poético y apabullante como bizarro y pirotécnico.
Para entender cómo llegamos al punto en el que Woo se muerde la cola y regresa de golpe a un mainstream estadounidense del que salió espantado tiempo atrás hay que tener presente que en primera instancia efectivamente casi todo le salió mal en yanquilandia porque su única odisea memorable fue la deliciosamente ridícula Contracara (Face/ Off, 1997), un exilio plagado de propuestas sin el brillo de antaño como la citada El Pago más Operación Cacería (Hard Target, 1993), Código Flecha Rota (Broken Arrow, 1996), aquella Misión Imposible II (Mission Impossible II, 2000), Códigos de Guerra (Windtalkers, 2002) y las televisivas Once a Thief (1996), remake de su propio film de 1991, y Blackjack (1998), faena impresentable con Dolph Lundgren. La esperable vuelta a Asia no mejoró mucho el asunto porque el otrora maestro del cine de acción más revolucionario, el que mezclaba las artes marciales con el film noir y el western, apenas si entregó un díptico verdaderamente potable, el de Red Cliff (Chi Bi, 2008) y su secuela del 2009, y se empantanó con otra épica dividida en dos partes, The Crossing (2014) y The Crossing 2 (2015), acerca del muy poco conocido en Occidente naufragio de 1949 del buque Taiping, y con sendos ejercicios dentro de las artes marciales tradicionales y de la Matanza Heroica, las también decepcionantes u olvidables Reign of Assassins (Jian Yu, 2010) y Manhunt (Zhui Bu, 2017), respectivamente.
Este Woo septuagenario, que parece sellar a futuro su dignidad maltrecha símil “venta del alma al Diablo” -por segunda vez, para colmo- porque tiene en carpeta una remake hiper sacrílega y hollywoodense de su opus insignia, The Killer, repite en Venganza Silenciosa el mismo tono rutinario que había caracterizado a Reign of Assassins y Manhunt, dos películas con algunos momentos inspirados en materia de las escenas bombásticas de acción y unas historias centrales lastimosas que parecían haber sido escritas por un púber de quince años o menos, panorama que trae a colación el hecho de que las tramas del cine de Woo nunca fueron muy elaboradas que digamos pero por lo menos mantenían cierta tensión o suspenso y funcionaban de maravillas para justificar los ultra estilizados enfrentamientos/ duelos entre los adalides del honor de turno. Nuestro relato gira alrededor de Brian Godlock (Joel Kinnaman), un electricista casado con Saya (la colombiana Catalina Sandino Moreno) y progenitor de Taylor (Anthony Giulietti), un mocoso de siete años que termina asesinado accidentalmente en la Nochebuena del 2021 por una bala perdida de un cruel tiroteo entre pandillas, lo que genera que el hombre caiga en la depresión, su esposa luego lo abandone y él decida matar a todos los responsables del asunto, con el líder pandillero Playa (Harold Torres) a la cabeza y sin pedir ayuda al Detective Dennis Vassel (el rapero lelo Kid Cudi).
Con la excusa -o más bien el latiguillo simbólico- de un disparo en el cuello de Godlock por parte de Playa que lo deja mudo, todo porque el padre desesperado sale en pos de los homicidas de su vástago justo después del óbito del nene, el director abandona todo diálogo y opta por narrar visualmente la historia más alguna pincelada radial y chispazos de prensa escrita, planteo retórico limitante que a priori resulta loable aunque sinceramente no suma ni resta demasiado a la hora de presentar una trama tan esquemática como la craneada por Robert Archer Lynn, un guionista Clase B hasta la médula y sin talento alguno. Entre alusiones implícitas a El Globo Rojo (Le Ballon Rouge, 1956), de Albert Lamorisse, El Vengador Anónimo (Death Wish, 1974), de Michael Winner, The Driver (1978), de Walter Hill, John Wick (2014), de Chad Stahelski, y La Redada (Serbuan Maut, 2011), de Gareth Evans, Venganza Silenciosa juega con el melodrama, el vigilantismo setentoso, la súper acción, el neo film noir y desde ya un western crepuscular homologado a ensoñaciones muy dolorosas y a mucha paranoia de derecha sobre la escalada en violencia de unas pandillas del Siglo XXI que en pantalla se parecen a las hiphoperas de los años 90. El protagonista, a mitad de camino entre Charles Bronson y un Sylvester Stallone en modalidad emotiva, atraviesa una metamorfosis identitaria que se siente hiper forzada desde el padre de familia amoroso a un “loco de la guerra” que puede cargarse a todos los maleantes de la metrópoli ficticia en cuestión, Las Palomas, en el Estado de Texas, además la redundancia masoquista inunda la propuesta, transcurren demasiados minutos hasta que empieza la carnicería, el sustrato lacrimógeno resulta cansador, no se aprovecha a la maravillosa Sandino Moreno y hasta se podría aseverar que los típicos ballets de la muerte en cámara lenta peckinpahneana y la fotografía etérea marca registrada de Woo no envejecieron del todo bien -al igual que su obsesión con El Samurái (Le Samouraï, 1967), joya insuperable de Jean-Pierre Melville- porque fueron duplicados hasta el hartazgo por el mainstream desde Desperado (1995), de Robert Rodríguez, Asesinos Sustitutos (The Replacement Killers, 1998), de Antoine Fuqua, y sobre todo The Matrix (1999), el blockbuster de los hermanos Larry y Andy Wachowski. Si bien Kinnaman está bastante bien y el último acto recupera algo de la magia de antaño del realizador, hoy más cerca de un videojuego de tiroteos que de las tomas secuencias más artesanales de los 80, la faena parece el producto de un grito ahogado y/ o poco inspirado porque los aires de Sentencia de Muerte (Death Sentence, 2007), de James Wan, y Valiente (The Brave One, 2007), de Neil Jordan, lo cubren todo y aquella Heroic Bloodshed ahora está muy desbalanceada en función de una sensiblería naif que se come a la brutalidad y el desenfreno, algo representado en la insistencia con una cajita de música de Taylor que a su vez hace las veces de los restos de humanidad que le quedan al electricista después de esta masacre racista contra unas pandillas latinas que le disputan los suburbios a la burguesía…
Venganza Silenciosa (Silent Night, Estados Unidos/ México, 2023)
Dirección: John Woo. Guión: Robert Archer Lynn. Elenco: Joel Kinnaman, Catalina Sandino Moreno, Harold Torres, Kid Cudi, Yoko Hamamura, Vinny O’Brien, Anthony Giulietti, Angeles Woo, John Pollack. Producción: John Woo, Lori Tilkin, Christian Mercuri, Erica Lee y Basil Iwanyk. Duración: 104 minutos.