Todos aquellos que alguna vez trabajamos en el rubro educativo/ académico/ institucional pedagógico o entramos en contacto con las diferentes instancias que lo componen sabemos de sobra que no es precisamente el más edificante porque allí opera el antiguo e hilarante adagio del gran Woody Allen, “si no sabe hacer nada, enseña, y si no sabe enseñar, enseña educación física”: desde ya que hay excepciones maravillosas que honran a la enseñanza y todo lo que significa para el progreso intelectual del hombre cuando está orientada hacia valores humanistas, no obstante el grueso del ecosistema en todos sus estratos -primario, secundario y terciario o universitario- es un asco a mediano y largo plazo porque los alumnos suelen ser unos bravucones o soberbios que se autovictimizan, sus padres unos idiotas insoportables tendientes a la irresponsabilidad, los profesores unos loros anodinos que reproducen material predigerido sin aporte individual alguno y los administrativos y directivos en general unos zombies que no resuelven ningún problema como corresponde o se desentienden de todo o caen en el facilismo de la corrección política. A este tragicómico panorama se suman otros dos factores que resultan muy importantes para entender el clima claustrofóbico de turno, primero la competitividad de estas profesiones burguesas basadas en caritas sonrientes en público y cuchillos en la espalda ante la primera oportunidad de trepar en la escalera educativa, sin duda todo un clásico del gremio, y segundo la influencia embrutecedora de los niños y adolescentes sobre los maestros, quienes arrancan su periplo profesional con valores excelsos y lo cierran cansados y destilando un cinismo apocalíptico.
La Sala de Profesores (Das Lehrerzimmer, 2023), película escrita y dirigida por el alemán de ascendencia turca Ilker Çatak, construye un retrato de este estado de cosas sirviéndose de una anécdota que parece pequeña aunque va creciendo como una bola de nieve hasta trastocar por completo la estabilidad del colegio primario ocasional: Carla Nowak (Leonie Benesch) es una profesora idealista que se ha incorporado hace poco a una escuela germana y ya ve con indignación las tácticas agresivas que utilizan sus colegas para dar con un ladrón que viene robando dinero desde hace tiempo en las instalaciones, como por ejemplo revisiones sorpresivas de billeteras o el hecho de forzar a algunos alumnos a delatar a posibles sospechosos de los hurtos, así cuando un jovencito es acusado formalmente, el mocoso árabe Ali (Can Rodenbostel), Carla tiene la idea de tenderle una trampa en la sala de profesores al verdadero responsable, aparentemente una colega suya ignota a la que espía robando las monedas del cochinillo solidario que aglutina las donaciones por el café brindado a los docentes, sin embargo la estrategia subrepticia revela que la responsable es otra, una empleada administrativa llamada Friederike Kuhn (Leonard Stettnisch) que queda registrada en un video vía la cámara de una laptop cuando sustraía el dinero del monedero del saco marrón de Nowak, éste convenientemente “olvidado” en una silla, por ello Carla le muestra el registro visual a la directora, la Dra. Bettina Böhm (Anne-Kathrin Gummich), quien presenta una denuncia ante la policía que conduce hacia la violencia y la depresión al vástago de Kuhn, Oskar (Leonard Stettnisch), para colmo un estudiante de la protagonista.
Çatak, aquí coescribiendo el guión junto a Johannes Duncker, con el que también trabajó en Lo que Vale es la Palabra (Es Gilt das Gesprochene Wort, 2019), se aparta del formato rutinario de realización que venía utilizando, léase el drama romántico con trasfondo social light, y opta en cambio por una exploración de lo más intensa del costado pesadillesco de la vida y estructura corporativa escolar, todo muy basado en los diálogos al borde del colapso nervioso entre Carla y el resto de los personajes, la música símil suspenso altisonante de Marvin Miller, la edición siempre precisa de Gesa Jäger y las caras de angustia de la misma Benesch, una actriz genial que parece moverse en el terreno comunal agitado del realismo social inglés modelo Ken Loach, Mike Leigh y Alan Clarke y que en esencia es conocida en Alemania por sus muchos trabajos televisivos y en el mercado internacional gracias a sus intervenciones en propuestas como La Cinta Blanca (Das Weiße Band: Eine Deutsche Kindergeschichte, 2009), de Michael Haneke, Colores en la Oscuridad (Satte Farben vor Schwarz, 2010), de Sophie Heldman, 8 Segundos (8 Saniye, 2015), de Ömer Faruk Sorak, y Lecciones de Persa (Persischstunden, 2020), opus de Vadim Perelman. El film analiza con meticulosidad el choque entre la ideología algo naif o poco realista/ pragmática de Carla y otra colega de corazón tierno, Lore Semnik (Kathrin Wehlisch), y la óptica más derechosa o menos tolerante del dúo docente de Thomas Liebenwerda (Michael Klammer) y Vanessa König (Sarah Bauerett), un turco y una colorada que sin confrontar al cien por ciento dejan entrever que dejaron atrás toda posición conciliadora en lo referido al trato con los purretes.
El director no sólo le pega a los wokes estatales o la izquierda hippona/ pacifista inofensiva, contrapeso inútil a la hora de lidiar con los fascistas del enclave educativo o los burócratas inconducentes como Böhm, sino que además juega con los recursos del thriller porque va encerrando a Carla en un laberinto de su propia creación que se construye a partir de sus buenas intenciones y el detalle de no entender cómo funciona el dominó de una profesión bien sadomasoquista, en este sentido la protagonista se gana una catarata de enemigos que incluyen a la acusada del robo, esa Kuhn que es reconocida en el video por su blusa con estrellitas, a su hijo Oskar, quien en un arrebato de locura le pega en el rostro con la laptop y luego arroja la computadora en un río, a los otros estudiantes, los cuales pretenden vengar el linchamiento colateral de Oskar con una entrevista tergiversada a Nowak para la revista del colegio, y al plantel de profesores y los padres de los mocosos, quienes en conjunto -y a pura hipocresía- se hacen los indignados frente a la presencia en la escuela de tanto una administrativa cleptómana como una docente que anda filmando a la fauna educativa sin su consentimiento. Por supuesto que La Sala de Profesores no tiene nada de original porque todos estos temas ya se han trabajo en el pasado, incluso peca de redundante por las peleas en la clase de gimnasia -asimismo a cargo de Carla- y el conflicto entre el nerd sensible de Oskar y un semi bully llamado Tom (Vincent Stachowiak) que aprecia a su maestra y la defiende, pero el film logra elevarse por sobre la mediocridad del séptimo arte actual para subrayar la rapidez con la que en nuestro Siglo XXI el idealismo termina hecho añicos…
La Sala de Profesores (Das Lehrerzimmer, Alemania, 2023)
Dirección: Ilker Çatak. Guión: Ilker Çatak y Johannes Duncker. Elenco: Leonie Benesch, Leonard Stettnisch, Eva Löbau, Michael Klammer, Anne-Kathrin Gummich, Kathrin Wehlisch, Sarah Bauerett, Can Rodenbostel, Vincent Stachowiak, Özgür Karadeniz. Producción: Ingo Fliess. Duración: 98 minutos.