Padres indiscutibles del big beat, aquella amalgama de drum and bass, techno y funk que posteriormente se abrió al house y el trip hop, The Chemical Brothers fueron los artífices de un movimiento revolucionario dentro de la música electrónica del que también participaron artistas como The Prodigy, Fatboy Slim, Propellerheads, The Crystal Method, Groove Armada y Basement Jaxx, entre muchos otros, en esencia “presentándole” al público rockero de la década del 90 las posibilidades concretas de los samples y la intensidad sonora altisonante que supieron eclosionar tiempo antes mediante el krautrock, la new wave y la misma cultura hip hop (rap, MCs, graffitis, DJs, etc.). Si bien el período de oro discográfico del dúo británico, conformado por Tom Rowlands y Ed Simons, ya ha quedado en el pasado, nos referimos a ese que incluyó los álbumes Exit Planet Dust (1995), Dig Your Own Hole (1997), Surrender (1999), Come with Us (2002) y Push the Button (2005), a decir verdad su nueva placa, No Geography (2019), continúa el rumbo auspicioso que había trazado Born in the Echoes (2015) y definitivamente levanta la puntería con respecto a los trabajos más desparejos de la agrupación, We Are the Night (2007) y sobre todo Further (2010); lo que por supuesto constituye un signo de vitalidad irrevocable tratándose de uno de los colectivos electrónicos más longevos y originales de la escena mainstream internacional.
En la arrebatadora Eve of Destruction el impulso trance bailable paradigmático de la segunda fase de la carrera de los señores se unifica con la voz de Aurora Aksnes, una joven e interesante cantante noruega que debutó con el ameno All My Demons Greeting Me as a Friend (2016), una línea hiper funky de bajo, todos los truquitos clásicos rimbombantes de los británicos en cuanto a la percusión, un segmento final rapeado a cargo de la japonesa Nene, un sample del hitazo Weekend de 1983 de Class Action, y una letra apocalíptica que subraya la lobotomización masiva contemporánea, la tendencia capitalista a justificar las políticas de ajuste/ “sacrificio” popular, la pobreza global en general y el problema de la falta de agua potable por la superpoblación humana. Inmediatamente el fluir del tracklist nos engancha a Bango, una suerte de continuación directa del tema anterior con una base rítmica sutilmente más enérgica y cercana a lo que sería una combinación de percusión africana y aquel drum and bass de la época de los dos primeros discos de la banda, en esta oportunidad con un segmento ulterior con detalles de sintetizadores símil dream pop y una Aksnes reincidente que entona versos centrados en una “pareja desbalanceada” en la que la personalidad aguerrida de ella parece no compatibilizar con el silencio sumiso y aburrido del hombre, circunstancia que provoca que la fémina reclame agite vitalista bajo la forma de un “trueno” que debe ser entregado en tiempo y forma so pena de dar por terminada la relación (o matar al muchacho de turno, vaya uno a saber…).
El tema que da el título al álbum, No Geography, es otra invitación al desplazamiento inmaterial/ etéreo/ psicodélico marca registrada de The Chemical Brothers, ahora enfatizando ese típico subibaja emocional -y en materia del tempo de la canción- que hasta incluye una especie de conductor/ maestro de ceremonias que nos invita a “dejar todo atrás” y sumergirnos en planicies musicales que neutralizan cualquier contorno geográfico reduccionista porque aquí lo que domina es la fastuosidad de esos beats saturados de eco y esos sintetizadores alucinados que despliegan en una misma jugada las sensaciones de movimiento y de volar bien alto sin necesidad de abstracciones, drogas o placebo alguno, ya que aquí basta un par de parlantes para elevarnos por sobre el suelo. Construida alrededor de un delicioso sample coral de la adictiva Dance with Me de 1978 de Peter Brown, Got to Keep On es un nuevo clamor apocalíptico aunque en esta ocasión desparramando algo de esperanza que viene enmarcada dentro del influjo bien soulero/ música disco de la composición, la cual cuenta con un segmento intermedio tranquilo que les permite a los ingleses primero hablarnos de un cielo que llora lágrimas de lluvia -casi como tratando de remediar la sequía causada por los hombres en Eve of Destruction– y a posteriori reutilizar su viejo “efecto aspiradora” para de inmediato hacer que las bases bailables vuelvan a explotar como es debido, ayudadas por esa hermosa superposición de argucias e ingredientes varios que enriquecen la experiencia sonora y nos regalan un remate minimalista a la Kraftwerk.
Para la completamente instrumental Gravity Drops tenemos un combo de beats house, una cadencia lejanamente post punk y sintetizadores a mitad de camino entre la new wave y el ambient, a lo que se agrega el gustito de siempre de la dupla para con esas estampidas disruptivas que tanto fascinan al público rockero, el cual se identifica con el grupo por la sencilla razón de que comparte su apego por la experimentación más o menos pronunciada, la algarabía hiperbólica y una ciclotimia que suele deparar gratificaciones en cada escucha. Un mantra de sintetizador en primer plano abre The Universe Sent Me con el objetivo de pronto dejar paso a Aksnes y su letra de cuelgue lisérgico con pretensiones divinas tracción a un viaje existencial sin rumbo fijo que parece responder a un mandato del propio universo y desconocer las leyes del tiempo, por lo menos a ojos de una narradora misteriosa cuyo éxtasis es acompañado por Rowlands y Simons a través de un “in crescendo” sónico proclive a saturar el espectro audible no sólo con la suma de elementos en conjunción sino también con la misma potencia de teclados que hacen las veces de guitarras distorsionadas que arremeten con todo durante el desenlace del tema.
La creatividad de la banda para manipular los samples queda reflejada de manera brillante en We’ve Got to Try, tema que arranca con -y va retomando luego- una cita de I’ve Got to Find a Way de 1973 de The Halleluiah Chorus, clásico olvidado del soul que funciona perfectamente como contrapunto de un beat freak e intoxicante de los británicos que hasta incorpora detalles orquestales y un trabajo magistral con las bases durante el final que recuerda a cosillas varias de Come with Us y Push the Button, amén de una letra minúscula -basada en el sample- de reafirmación de una necesidad imperiosa de apertura hacia nuevas sendas que parece empardada a la efervescencia identitaria del gospel. La maravillosa Free Yourself combina un pulso big beat prototípico circa el dance del Surrender y un sample de la última parte del conocido recitado de la poeta norteamericana Diane di Prima de su Revolutionary Letter #49 (1969); mixtura que desde la pista de baile impulsa al oyente a liberarse para luego continuar con el lazo social emancipando al prójimo de la mano del ritual del movimiento masivo, en cierta medida reemplazando las diatribas políticas concretas del texto original por un sustrato conceptual/ corporal/ casi robótico muy en sintonía con la movida de Madchester y el corte de las cadenas de la rigidez artística imperante, apostando más a la fusión de géneros y perspectivas distintas.
Ahora sirviéndose de programaciones floridas, una batería tocada en vivo y un glorioso sample de la hilarante y genial I’m Mad as Hell de 1977 de El Coco, The Chemical Brothers en ocasión de MAH redondean otra epopeya trance enajenada y despampanante que hermana el enojo/ la cólera con una premura -fiel al estilo de los señores- que sube y baja su intensidad según un régimen de acumulación que de golpe explota en un hechizo absorto de furor, después se diluye paulatinamente en detalles funky y finalmente vuelve a reclamar un ajetreo ensordecedor que se lleva puestos a todos los que osan apuntar sus oídos hacia los parlantes. Catch Me I’m Falling, la última canción de la placa, está armada desde un ideario de trip hop recargado que combina dos samples vocales muy bien entrelazados, con Bears on My Trail de 2014 de Snowbird para las estrofas y A Letter from Vietnam de 1968 de Emanuel Lasky para el estribillo y los pasajes espirituales, ingredientes que unificados construyen un tema ampuloso tendiente en simultáneo a celebrar la capacidad de protección que ofrece el amor y subrayar el temor individual a perderlo todo sin el más mínimo preámbulo; ahora con secuencias y filtros finales que reproducen una amalgama virtual y bien freak de “no saxo” y “no cuerdas” prestas a desvanecerse vía los clásicos arrebatos impetuosos desconcertantes de los ingleses.
Como decíamos al inicio, No Geography es la muestra cabal de la buena salud de una banda que a esta altura de su trayectoria no ofrece verdaderas novedades pero -a diferencia de tantos otros colegas con un derrotero escénico y/ o discográfico semejante, casi todos ellos hoy por hoy ultra mediocres- logra crear nuevos trabajos dignos que no sólo no pasan vergüenza al compararlos con el pasado sino que resultan muy disfrutables porque el talento lúdico de los señores está prácticamente intacto: hablamos de esa destreza natural de Rowlands y Simons para sacar el mayor jugo posible de los samples, diseñar aventuras sónicas de un dinamismo prodigioso y en especial desarticular cualquier ortodoxia en el enfoque musical con vistas a enriquecer las canciones desde una potencialidad intrínseca que se abre tanto hacia la danza narcótica como hacia la libertad que subyace en la música en sí, un enclave que como todo arte siempre debería apuntar a planteos iconoclastas. Si pensamos a este noveno disco de estudio -el primero en cuatro años- de The Chemical Brothers en términos de las dos vertientes principales de su carrera, podemos afirmar que el álbum descansa más en el costado psicodélico de su producción que en la amalgama hiphopera e indie que suele caracterizar a su otra faceta, estrategia compositiva que por cierto no descuida el arsenal big beat de antaño aunque juega más a seguro al momento del despliegue creativo, sin recurrir tanto a aquellos fascinantes autosabotajes en el devenir correspondientes a las grandes obras maestras del dúo, léase Exit Planet Dust y Dig Your Own Hole, y optando en cambio por un jolgorio más predecible pero también muy disfrutable y poderoso, como si estuviésemos compartiendo un momento con amigos a los que les conocemos todos los tics sin que ello repercuta negativamente en la experiencia en sí ya que el terreno en común está a la orden del día y sus oscilaciones continúan representando un festín incomparable.
No Geography, de The Chemical Brothers (2019)
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