Operación Dragón (Enter the Dragon)

El maestro y su danza

Por Emiliano Fernández

Resulta difícil medir la influencia cultural de una figura revolucionaria como Bruce Lee porque el señor fue vanguardia en muchos ámbitos: el norteamericano de ascendencia china fue clave en la masificación de las artes marciales en Occidente, constituyó la primera verdadera estrella asiática trabajando en Hollywood, fue un ícono de la masculinidad que no acepta atropello alguno y defiende a las víctimas del imperialismo, se erigió como un gran precursor de lo que a posteriori serían las artes marciales mixtas creando su propio y famoso método filosófico y de entrenamiento gradual, el Jeet Kune Do o “Camino del Puño Interceptor”, ayudó a desbaratar la enorme discriminación que padecían los asiáticos en la industria cultural y en muchos países de Occidente, y en especial abrió el camino hacia el crecimiento del kung fu chino en un ecosistema global de las artes marciales dominado casi exclusivamente por el karate y el judo, ambos de Japón. Luego de un paso agridulce por la televisión que le trajo alegría, gracias al reconocimiento popular cortesía de su personaje Kato en El Avispón Verde (The Green Hornet, 1966-1967), y tristeza debido a que la Warner Brothers le robó su idea para una serie sobre un monje shaolin que recorre el Viejo Oeste, la cual desde ya se transformaría en la exitosa Kung Fu (1972-1975), con David Carradine, Lee llegaría a sus dos primeros protagónicos en cine de la mano de la productora Golden Harvest, The Big Boss (Tang Shan Da Xiong, 1971) y Fists of Fury (Jing Wu Men, 1972), ambos films dirigidos por Wei Lo, para luego encarar su ópera prima como director y guionista, The Way of the Dragon (Meng Long Guo Jiang, 1972), también para Golden Harvest, y la que hubiese sido la segunda parte de una trilogía como realizador y basada en el mismo personaje, Tang Lung, proyecto que se intituló Game of Death y que empezó a filmarse y tuvo que posponer cuando la misma Warner Bros. le ofreció protagonizar la que sería su obra maestra definitiva e inolvidable, Operación Dragón (Enter the Dragon, 1973).

 

En términos concretos la película que nos ocupa es una amalgama de lo más particular de distintas vertientes que estaban eclosionando a principios de la década del 70 o que ya atravesaban un período de franca madurez comercial, a saber: en primera instancia tenemos toda la parafernalia del cine de artes marciales hongkonés de la flamante Golden Harvest de Raymond Chow, desprendimiento a su vez de la monumental Shaw Brothers (elementos cruciales son la simplicidad absoluta del relato, el humor solapado, los primeros planos de los rostros, la cámara lenta para algunas fases de los enfrentamientos, los zooms histéricos a pura intensidad, la violencia bien cruenta y de tono melodramático, la recurrencia de tomas sin cortes para apreciar detalladamente las coreografías, etc.), en segundo lugar viene un insólito dejo blaxploitation que recién estaba comenzando a nacer vía películas como Sweet Sweetback’s Baadasssss Song (1971), de Melvin Van Peebles, y Shaft (1971), de Gordon Parks, la primera un típico exponente de la comarca indie y la segunda del mainstream más pomposo (además de la maravillosa banda sonora de influjo orquestal y funk del genial Lalo Schifrin, aquí tenemos peinados afro, discriminación policial hacia un muchacho de tez oscura y hasta referencias al “poderío amatorio” de la raza negra y su capacidad para abarcar varias señoritas en simultáneo), el tercer ingrediente es un sustrato a la James Bond/ 007 que se concentra en el carácter maquiavélico y exagerado del villano, el tremendo Han interpretado por Kien Shih (produce heroína a montones, se dedica a la trata de blancas vía chicas esclavizadas y convertidas en adictas, posee una mano de metal y hasta cuenta con una prisión personal llena de pobres artistas marciales que recolecta en torneos simulados en su isla), y no falta la obsesión hollywoodense con satisfacer al mayor público posible con actores de cada raza, una de las primeras jugadas de la historia en este sentido (está Lee por los asiáticos, John Saxon por los caucásicos y Jim Kelly por aquellos afroamericanos).

 

La trama en sí gira alrededor de una misión que le encarga Braithwaite (Geoffrey Weeks), un agente de inteligencia británico, a Lee (el amigo Bruce), un artista marcial e instructor experimentado, orientada a infiltrarse en la isla propiedad de Han -ubicada entre China y Japón- para investigar y reunir pruebas acerca de su participación en el tráfico de drogas y una vasta red de prostitución global, todo desencadenado por el hallazgo del cadáver de una muchacha con muchos pinchazos en sus brazos y una evidente sobredosis de heroína. Utilizando de excusa un torneo que el villano organiza cada tres años, su único contacto con el mundo exterior, y sirviéndose de un agente complementario/ de enlace, una tal Mei Ling (Betty Chung) que hace dos meses se infiltró en los dominios de Han, Lee llega a una isla en la que está terminantemente prohibido llevar armas y en la que se topa con otros dos grandes competidores, Williams (Kelly), un veterano de la Guerra de Vietnam que justo antes de abandonar Estados Unidos fue acosado por un par de oficiales de policía blancos, a quienes les dio una paliza y les robó el patrullero, y Roper (Saxon), un burgués chanta todo terreno y ultra ludópata que debe 150 mil dólares a la mafia del juego más 25 mil de “intereses”. El anfitrión les ofrece una enorme fiesta y bellas prostitutas a los contendientes, las luchas se desarrollan con normalidad y Lee entra en contacto con una Mei Ling que le confirma la cíclica desaparición de las mujeres del lugar, no obstante Williams termina torturado y asesinado porque el mandamás de la isla lo confunde con nuestro héroe en eso de salir del palacio reglamentario a espiar las actividades secretas, y Roper por su parte se entera de boca de Han que el torneo es una fachada para reclutar “nuevos talentos” cada tres años, todo sazonado con secuaces tenebrosos adicionales como por ejemplo Bolo (Bolo Yeung), algo así como el verdugo oficial de la isla y un gran adepto a asesinar en combate a sus víctimas, y O’Hara (Robert Wall), el adusto y muy sanguinario guardaespaldas de Han.

 

El mayor punto en común entre Operación Dragón y The Big Boss, Fist of Fury y The Way of the Dragon, amén del resto del cine de artes marciales hongkonés de los 60 y 70, pasa por la ridiculez vía acumulación hiperbólica de los motivos de base para la misión de Lee contra Han, hablamos de primero ajusticiarlo por ser un renegado del Templo de Shaolin al que supo pertenecer, utilizando para el mal las sabias enseñanzas del mentor avejentado de turno (Li-Jen Ho), también instructor del personaje de Bruce, segundo facilitar su detención por parte de Braithwaite en función de la catarata de diversos delitos que comete en su “reino” y fortaleza autónoma, la isla en cuestión, y tercero -y para colmo- vengar la muerte de su hermana, Su Lin (Angela Mao), ya que antes de partir hacia el torneo Lee se entera de que fue acosada por O’Hara y sus esbirros con intención de violarla y asesinarla, hasta el extremo en que sintiéndose acorralada y consciente de su destino se suicidó clavándose un vidrio roto en el abdomen. En lo que a las coreografías se refiere, todas cortesía de Lee, son sinceramente maravillosas y tienen el sello de siempre del señor, marcado por la fluidez, la energía, la libertad, la picardía y una velocidad que sólo se obtiene mediante una masa corporal que no sea tan pesada y se ubique a contrapelo del fetiche de buena parte del cine de acción hollywoodense -desde la década del 80 al presente- con los músculos y la fuerza en detrimento de la inteligencia, el brío y esa movilidad que todo lo puede porque engaña al oponente y lo marea con puñetazos y patadas sorpresivas. En general el film, asimismo, se beneficia muchísimo del voluminoso presupuesto de la Warner Brothers, uno que permitió la gloriosa participación de Schifrin y las también estupendas fotografía de Gil Hubbs, dirección de arte de Shen Chien y diseño de vestuario de Sheng-Hsi Chu, redondeando un producto sin duda mucho más pulido a escala visual que el promedio de la factoría Golden Harvest, cuna a posteriori de ineludibles del rubro como Jackie Chan, Jet Li y Donnie Yen.

 

El fallecimiento de Lee en ese mismo 1973 a los 32 años, durante una sesión de doblaje en Hong Kong para Operación Dragón y como producto de un edema cerebral a raíz de una alergia a uno de los componentes de un analgésico para el dolor de cabeza que estaba tomando, le impidió al maestro disfrutar de ese éxito en Occidente que tanto deseaba y que equiparaba a la difusión de la filosofía de vida y las artes marciales chinas en enclaves/ contextos/ naciones de todo el planeta que se mostraban reacias a respetar a los asiáticos desde la xenofobia y los prejuicios más idiotas y fascistoides. El correcto guión de Michael Allin, con evidentes aportes de Bruce no reconocidos, fue aprovechado con inteligencia por el director de la faena, Robert Clouse, el mismo que cinco años después de la muerte de Lee recibió el encargo por parte de Golden Harvest -en plena bruceploitation- de construir una película a partir de lo filmado por el susodicho para el proyecto inconcluso de Game of Death, lo que derivó en un largometraje de 1978 que roba planos de los films anteriores de la estrella y recupera sólo 11 minutos del metraje original, todos ellos con la legendaria sudadera amarilla con franjas negras que luego copiaría Quentin Tarantino en ocasión de Kill Bill: Vol. 1 (2003). En lo que atañe a las artes marciales en el cine y en Occidente en general, todo surge del querido Bruce Lee y todo vuelve al querido Bruce Lee, basta con pensar en la batalla campal del remate de Operación Dragón, cercana a sus homólogas de The Big Boss y Fist of Fury, o en el duelo del inicio, la escena del espionaje nocturno, el brutal enfrentamiento con O’Hara, la segunda incursión en los dominios de Han -nunchakus incluidos- y el combate final contra el villano manco y sus garras removibles símil bestia salvaje y con cuchillas, episodios dignos de la legendaria contienda con Chuck Norris en el Coliseo Romano de The Way of the Dragon y aquellas reyertas por niveles del desenlace de Game of Death, incluida la apoteótica “danza” macabra entre él y Kareem Abdul-Jabbar…

 

Operación Dragón (Enter the Dragon, Estados Unidos/ Hong Kong, 1973)

Dirección: Robert Clouse. Guión: Michael Allin. Elenco: Bruce Lee, John Saxon, Jim Kelly, Kien Shih, Robert Wall, Angela Mao, Betty Chung, Geoffrey Weeks, Bolo Yeung, Li-Jen Ho. Producción: Raymond Chow, Paul M. Heller y Fred Weintraub. Duración: 102 minutos.

Puntaje: 10