Twinless

El milagro de la conexión afectiva

Por Emiliano Fernández

El director, guionista, productor y actor James Sweeney, artista gay originario de Alaska, se abrió camino seis años atrás como una de las voces más conspicuas del indie de América del Norte gracias a su debut, Straight Up (2019), película muy interesante de tono agridulce sobre el vínculo entre Rory (Katie Findlay), actriz fracasada y ex camarera con problemas para relacionarse con los otros mortales, y Todd (el propio Sweeney), veinteañero de dejo homosexual que sufría un trastorno obsesivo-compulsivo y detestaba los fluidos corporales, suerte de noviazgo platónico atrofiado porque el rechazo de ambos hacia el sexo terminaba llevándolos a la crisis ya que la chica acumulaba celos y contemplaba la posibilidad de algún día tener un hijo y Todd, por su parte, se cuestionaba el vínculo con la señorita como un caso de homofobia internalizada desde lo social que derivaba en impotencia, entre otros delirios paranoicos típicamente burgueses. El generoso tiempo trascurrido entre la ópera prima y la segunda aventura de Sweeney, esta también maravillosa Twinless (2025), por milésima vez enfatiza los problemas en producción y distribución del cine independiente en un nuevo milenio que ya casi no apuesta a las odiseas para adultos pensantes y a las voces iconoclastas o siquiera autónomas con respecto a un mainstream que aplana el discurso a través de la dictadura estúpida de las plataformas y el streaming. Twinless analiza temáticas varias como el duelo, la soledad, la alineación, la culpa, el amor, la obsesión, la mentira, las sospechas, la necrofilia y especialmente esa depresión masculina por la impronta siempre melancólica de Sweeney, por más maquillada que esté. Ahora nos topamos con diálogos existencialistas y reposados que sustituyen a los neuróticos y ultra veloces de Straight Up, del mismo modo que la falta de carnalidad de antaño deja paso a un coito que genera los mismos problemas que su ausencia, paradoja tendiente a un enamoramiento que siempre va más allá del plano físico más literal por más que la atracción juegue un papel importante.

 

Moviéndose entre un cameo al paso de Findlay y una inusual secuencia de créditos recién a los 20 minutos de iniciado el metraje, la faena vuelve a reservar un rol preponderante para el realizador que en pantalla compone a Dennis, muchacho que se enamora de un tal Rocky (Dylan O’Brien), espíritu libre por antonomasia con el que parece congeniar a la perfección pero el asunto no llega a buen puerto porque este último deja de contestarle los mensajes y ello frustra a Dennis al punto de seguirlo y descubrir que está saliendo con otra persona, George (Chris Perfetti), así las cosas lo distrae en la calle al insultarlo y sin querer provoca que sea atropellado. En el funeral de turno Dennis descubre que Rocky tiene un hermano gemelo pero heterosexual, Roman (O’Brien de nuevo), a quien asimismo escolta hasta un grupo de apoyo psicológico para gemelos que perdieron a su contraparte, de hecho optando por sumarse mediante la patraña de que perdió a su homólogo, Dean, debido a un accidente de tránsito también provocado por un colérico “fuck you”, parte de ese núcleo verdadero que se esconde en tantísimas mentiras. Roman y Dennis paulatinamente se hacen amigos y el idilio se corta cuando el primero empieza a salir con la recepcionista de la empresa en la que trabaja el segundo, Marcie (Aisling Franciosi), joven afable que descubre el embuste de Dennis y lo confronta para que le comunique la verdad a Roman cuanto antes, éste a su vez un sujeto violento que suele pelear por nimiedades con su madre, Lisa (Lauren Graham). La epopeya también incluye una graciosa oposición entre aquella oligarca/ empleadora/ jefa de Dennis, Sage (Susan Park), una arpía siempre fría e individualista, y la susodicha Marcie, eternamente cálida y servicial al extremo de que le cae bien a todo el mundo como si fuese un significante vacío reluciente que cada quien rellena con el significado que guste, recurso retórico que asimismo abarca -a ojos de un Dennis incapaz de olvidar y seguir adelante- la reconversión conceptual del hermano del atropellado en el mismísimo cadáver en cuestión.

 

En un principio el film adopta una estructura semejante a Rashômon (1950), joya de Akira Kurosawa, porque pasamos del punto de vista ingenuo de Roman al trasfondo groseramente manipulador de Dennis, ardid ya utilizado de manera fugaz en ocasión del desenlace de Straight Up, no obstante las perspectivas se unifican a partir de la entrada de Marcie dentro del andamiaje romántico, cuando la crisis se hace patente y/ o la burbuja del homosexual tiende a estallar. Twinless adquiere la forma de un retrato de seres que deambulan entre el humor negro y el melodrama morboso gay cercano a Pedro Almodóvar, Rainer Werner Fassbinder y Todd Haynes, sin olvidarnos de un latiguillo macabro del corazón digno de Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock, más reminiscencias de la pata meditabunda del tópico de los gemelos símil A Zed & Two Noughts (1985), de Peter Greenaway, y Dead Ringers (1988), de David Cronenberg, e incluso de la vertiente comercial bobalicona a lo Twins (1988), de Ivan Reitman, e It Takes Two (1995), opus olvidado de Andy Tennant que es citado de modo explícito. El sustrato intelectual de la ópera prima muta en una mundanidad estándar pero también centrada en la convivencia entre dos almas a priori semejantes o con necesidades parecidas dentro de la dinámica incompatible de lo gay y lo hetero cuando no se reconoce la existencia de la bisexualidad, en este sentido el latiguillo de los gemelos se utiliza en cuanto al relato como una especie de espejo interiorizado que revela facetas un tanto negadas de uno mismo, algo que por supuesto puede extenderse a todos los hermanos en general y no únicamente a los idénticos. El pariente fallecido constituye tanto un trauma o un fantasma insistente como una sombra identitaria o tal vez una versión alternativa de uno mismo como entidad cambiante y abierta al mundo, nunca del todo estable, detalle que se entrelaza con el aprovechamiento del motivo de fondo vinculado a las tragedias griegas, eso del asesino arrepentido confraternizando con un familiar o la pareja del finado reciente.

 

Las tomas fijas y el montaje seco del indie hasta la médula de Straight Up se transforman en clasicismo y algunos floreos como la pantalla dividida depalmiana de la fiesta o los dos momentos surrealistas de Dennis, el de los espejos mientras crea su mensaje de voz para llamadas entrantes y ese otro con él caminando por la calle y topándose con una seguidilla de gemelos que exacerban su desazón. El lazo que nace entre ellos, muy patológico desde ya, se desdibuja por la aparición de la recepcionista, por ello lo femenino pasa del tamiz positivo del primer film a lo negativo casi involuntario. Ambos hombres experimentan una doble amputación, en primera instancia por el óbito de Rocky, a raíz de una relación que no pudo desarrollarse/ subsanarse/ expandirse, y en segundo lugar debido a la unión fracturada compartida, con el secreto sobre el rol de Dennis en la muerte del gemelo gay funcionando como una olla a presión a punto de estallar. El trío redentor del final de Straight Up, cuando Todd y Rory abren el asunto a un ménage à trois con otro varón que aporta la chispa erótica mientras corren los títulos finales, en esta oportunidad cambia de signo discursivo porque la presencia invasiva de Marcie detona el apego visceral que quedaba y en el desenlace parece convertirlo en otra cosa, quizás un entendimiento mutuo que resulta superador para con el cariño prosaico del pasado. Aquí la estafa emocional deja un vacío similar al que siente la criatura de Sweeney por no haber tenido nunca un gemelo como siempre quiso, panorama maravillosamente ejemplificado a nivel visual en la secuencia en la que Dennis crea en el Photoshop un montaje a partir de dos fotos de su niñez, de hecho amalgamándolas como si hubiese existido de verdad un hermano análogo. En última instancia la faena es un retrato sincero y humanista de la incomodidad, el dolor y el anhelo romántico de larga data que nace del miedo a morir en soledad y la incomprensión que todos nosotros nos prodigamos recíprocamente en el trajín diario, cuya contracara es el milagro de la conexión afectiva…

 

Twinless (Estados Unidos, 2025)

Dirección y Guión: James Sweeney. Elenco: James Sweeney, Dylan O’Brien, Aisling Franciosi, Lauren Graham, Chris Perfetti, Susan Park, Tasha Smith, François Arnaud, Cree Cicchino, Katie Findlay. Producción: James Sweeney y David Permut. Duración: 100 minutos.

Puntaje: 8