Aguas Siniestras (Night Swim)

El monstruo de la piscina

Por Emiliano Fernández

El terror como género siempre se ha nutrido de premisas que en un primerísimo momento parecen absurdas hasta que alguien, léase algún director o guionista o productor, consigue transformarlas en una película admirable y ello eventualmente repercute en la conciencia colectiva cinéfila y lo que antes era ridículo muta en un recurso estándar más de los muchos que el horror tiene a su disposición en su faceta cinematográfica. Ahora bien, en ocasiones el sustrato estrafalario de la premisa de turno es tan pronunciado que ni el mejor realizador del género puede rescatarlo para redondear un producto interesante, de esto mismo existen muchos ejemplos aunque con directores desparejos o no precisamente talentosos y por ello conviene pensar en los protagonistas excluyentes -sintetizados en los títulos- de Gusanos Asesinos (Squirm, 1976), de Jeff Lieberman, La Cama de la Muerte: La Cama que Come (Death Bed: The Bed That Eats, 1977), delirio de George Barry, El Ataque de los Tomates Asesinos (Attack of the Killer Tomatoes, 1978), de John De Bello, Babosas Asesinas (Slugs, 1988), de Juan Piquer Simón, y Serpientes en un Avión (Snakes on a Plane, 2006), opus de David R. Ellis, todos exponentes del trash o la Clase B que incluían alguna que otra escena divertida o pasable aunque sin lograr sacar partido del todo de semejante desvarío de fondo.

 

Quizás muchos no lo sepan pero el cine actual de supervivencia ha hecho un verdadero culto de las premisas ridículas sustentadas tanto en el thriller como en el terror, un subgrupo en el que es posible hallar un insistente contexto acuático y el latiguillo narrativo de “dos lindas hermanitas atrapas en…”, así hemos podido completar la frase con las rocas de las profundidades marítimas de Sin Aire (The Dive, 2023), de Maximilian Erlenwein, la jaula de buceo rodeada de esos tremendos tiburones de A 47 Metros (47 Meters Down, 2017), de Johannes Roberts, y la cobertura de fibra de vidrio de una piscina pública de A 3 Metros y Medio (12 Feet Deep, 2017), de Matt Eskandari. Aguas Siniestras (Night Swim, 2024), el debut en el largometraje del estadounidense Bryce McGuire y especie de expansión al formato de largometraje del corto homónimo de 2014, precisamente retoma la piscina del espanto de A 3 Metros y Medio y sustituye la idea absurda del film de Eskandari por otro adefesio de distinta naturaleza, en esta oportunidad haciendo que la pileta en cuestión esté embrujada y en simultáneo cuente con la capacidad de asesinar en serie, tomar posesión de sus diversas presas humanas e incluso concederles sus anhelos más íntimos porque además resulta ser un manantial/ acuífero natural que hace las veces de una “fuente de los deseos”.

 

Luego de un prólogo simpático que transcurre en el verano de 1992, en el que una niña llamada Rebecca Summers (Ayazhan Dalabayeva) se sumerge en la noche en la piscina de su bello hogar para sacar el barco de juguete de su hermano moribundo, Tommy (Joziah Lagonoy), y es succionada/ tragada por las aguas, la historia en sí salta hacia el presente y la familia de Ray Waller (Wyatt Russell), un beisbolista que se ve obligado a retirarse por padecer esclerosis múltiple progresiva y por ello termina comprando la casa con la pileta del averno ya que la médica le recomienda un ejercicio de bajo impacto como la natación. Waller, casado con una administrativa escolar, Eve (Kerry Condon), con la que tuvo dos vástagos, la púber Izzy (Amélie Hoeferle) y el mocoso Elliot (Gavin Warren), comienza a experimentar una evidente mejoría de salud que no cuesta mucho atribuir a las aguas de la piscina, no obstante los hechos inexplicables se acumulan como la desaparición del gato de la parentela y sucesivos encuentros que los dos hijos tienen con una figura monstruosa que habita más allá del desagüe, en un manantial subterráneo. En una fiesta populosa Ray es poseído por la entidad negruzca y casi ahoga a un adolescente del montón y de inmediato Eve contacta a la “figura de autoridad” del relato, la madre de Rebecca, Lucy (Jodi Long).

 

El film, para colmo el primer producto en conjunto de las compañías fusionadas de dos titanes de la industria del horror, ese James Wan de Atomic Monster y ese Jason Blum de Blumhouse Productions, se mantiene en la misma mediocridad del corto original, aquel muy esquemático dirigido por McGuire junto a Rod Blackhurst, y jamás pasa de los jump scares más previsibles de las maldiciones, los posesos, los secretitos sucios edilicios y hasta los “deseos cumplidos” que generan una catarata de debacles símil La Pata de Mono (The Monkey’s Paw, 1902), el legendario cuento corto de W.W. Jacobs. El director y guionista refrita no sólo la pileta bien esperpéntica del trabajo de Eskandari sino también el engendro titular de El Monstruo de la Laguna Negra (Creature from the Black Lagoon, 1954), de Jack Arnold, aquel padre enloquecido y filicida de El Resplandor (The Shining, 1980), de Stanley Kubrick, la dimensión paralela espectral de Poltergeist (1982), de Tobe Hooper, la amenaza sobre una familia suburbana asolada por el óbito de Cementerio de Animales (Pet Sematary, 1989), de Mary Lambert, y por supuesto el acecho hogareño del J-Horror modelo The Grudge (Ju-on, 2002), de Takashi Shimizu, redondeando así una propuesta demasiado rutinaria y contenida que marcha sin medias tintas hacia el tedio o el olvido automático…

 

Aguas Siniestras (Night Swim, Estados Unidos/ Reino Unido/ Australia, 2024)

Dirección y Guión: Bryce McGuire. Elenco: Wyatt Russell, Kerry Condon, Amélie Hoeferle, Gavin Warren, Jodi Long, Nancy Lenehan, Eddie Martínez, Elijah J. Roberts, Ayazhan Dalabayeva, Joziah Lagonoy. Producción: James Wan y Jason Blum. Duración: 98 minutos.

Puntaje: 4