Fuga a la Medianoche (Midnight Run)

El mutuo descubrimiento

Por Emiliano Fernández

Fuga a la Medianoche (Midnight Run, 1988), el tercer largometraje de Martin Brest dentro del ecosistema hollywoodense, constituye una de esas reliquias de un pasado que de remoto en términos cronológicos no tiene demasiado aunque la aceleración cultural del capitalismo se encarga de alejar vía la exacerbación de las diferencias sociales, políticas e industriales sobre todo en materia del tratamiento de los pivotes o latiguillos, en este caso el recurso de apelar a tres géneros que hoy en día están de capa caída aunque no extintos del todo, por suerte: en primera instancia tenemos la comedia, un rubro que cuenta con muchas vertientes y en este sentido todas y cada una de ellas están en crisis en el Siglo XXI porque hacer llorar al público o someterlo al espectáculo gigantista es muy fácil mientras que conducirlo a las risas, en cambio, resulta una misión complicada basada en una incorrección política y una inteligencia que hoy brillan por su ausencia; en segundo lugar viene el policial clásico, otro esquema narrativo que puede incomodar y mucho debido al retrato del costado menos “reluciente” de las metrópolis y los esbirros institucionales o sus puntos en común con el hampa, amén de una corrupción comunal que quiebra el maniqueísmo del streaming y las redes sociales del nuevo milenio ya que la avaricia y el egoísmo son características siempre generalizadas de la humanidad de una forma u otra; y finalmente está la road movie de tufillo existencialista que se vincula a la banalidad mainstream marca registrada, léase esa propuesta de viajes que desde el andamiaje del cine de entretenimiento pretende “decir algo” para una y otra vez caer en moralejas simples que por cierto, nuevamente, terminan siendo más valiosas que las del enclave audiovisual del Siglo XXI porque aquellas por lo menos se desprendían de la misma trama y no eran enunciadas con bombos y platillos por los personajes desde el lenguaje más ramplón como acontece en las películas y series del presente, las cuales hacen de la falta de imaginación y paciencia su núcleo en consonancia con pretensiones discursivas pomposas que se anulan por el cinismo insoportable de fondo.

 

Comparándola con otros ejemplos de la comedia de carretera de la década del 80, la odisea de Brest está más cerca de la mesura de Fuga al Amanecer (Into the Night, 1985), de John Landis, Mejor Solo que Mal Acompañado (Planes, Trains & Automobiles, 1987), de John Hughes, y Rain Man (1988), de Barry Levinson, que de la sátira freak de Los Hermanos Caradura (The Blues Brothers, 1980), también de Landis, Vacaciones (National Lampoon’s Vacation, 1983), obra de Harold Ramis, y Perdidos en América (Lost in America, 1985), de Albert Brooks, sin contar su evidente afiliación a la buddy movie o farsa de pareja más o menos dispareja en línea con las citadas Mejor Solo que Mal Acompañado y Rain Man y otras tantas propuestas de su tiempo que van desde el sustrato policial de las exitosas 48 Horas (48 Hrs., 1982), de Walter Hill, y Arma Mortal (Lethal Weapon, 1987), de Richard Donner, hasta la ridiculez naif de Locos de Remate (Stir Crazy, 1980), de Sidney Poitier, y La Magnífica Aventura de Bill & Ted (Bill & Ted’s Excellent Adventure, 1989), de Stephen Herek. La trama es casi inexistente, un rasgo repetido de aquella fase de transición entre la temple de antaño y el déficit de atención de los 90 en adelante, y se centra en Jack Walsh (Robert De Niro), un ex policía de Chicago que ahora está trabajando de cazarrecompensas en Los Ángeles por no dejarse sobornar por un capo de la mafia, Jimmy Serrano (Dennis Farina), quien ordena a dos secuaces, Tony (Richard Foronjy) y Joey (Robert Miranda), que maten a un contador que le robó quince millones de dólares para donarlos a la beneficencia, Jonathan “El Duque” Mardukas (Charles Grodin), precisamente el último encargo de un Walsh que suele ponerse al servicio de un fiador, Eddie Moscone (Joe Pantoliano). Jack halla a Jonathan en Nueva York y se compromete a entregarlo en Los Ángeles en cinco días para que Moscone recupere los 450 mil dólares que puso para su fianza, todo a cambio de 100 mil billetes verdes, no obstante les pisan los talones la mafia, otro cazarrecompensas, Marvin Dorfler (John Ashton), y un agente negro del FBI, Alonzo Mosely (Yaphet Kotto).

 

El guión de George Gallo, conocido por haber dirigido Embrujado por la Fortuna (29th Street, 1991) y por refritar la misma fórmula al escribir Dos Tipos Geniales (Wise Guys, 1986), de Brian De Palma, y Dos Policías Rebeldes (Bad Boys, 1995), el mamarracho de Michael Bay, se sostiene primero en toda la dinámica de enredos, callejones sin salida o superposiciones inverosímiles del caso, en sí los puntos de encuentro en el relato entre los distintos bandos que pretenden hacerse de El Duque, segundo en los pormenores de una travesía muy accidentada que parece condenada al masoquismo, como corresponde al rubro haciéndonos saltar entre los aviones, los trenes, los ómnibus y los automóviles propios y ajenos, tercero en una idiosincrasia cien por ciento masculina, perspectiva empardada a la torpeza y el ventajismo de influjo pancista así como las mujeres están homologadas a la traición y el sufrimiento porque la ex esposa de Walsh, Gail (Wendy Phillips), se casó con otro policía y lleva nueve años de acaparar a la hija adolescente de ambos, Denise (Danielle DuClos), y cuarto en la innegable química entre Grodin y De Niro, este último tratando de retrotraer su carrera hacia la comicidad de sus primeros trabajos avant-garde con De Palma en sintonía con Saludos (Greetings, 1968), La Fiesta de Bodas (The Wedding Party, 1969) y ¡Hola, Mamá! (Hi, Mom!, 1970), fase a la que asimismo pertenecen las recordadas El Rey de la Comedia (The King of Comedy, 1982), de Martin Scorsese, Brazil (1985), de Terry Gilliam, y No Somos Ángeles (We’re No Angels, 1989), de Neil Jordan, y en lo que atañe a Grodin el señor fue un comediante especializado en humor seco que interpretó al Doctor Hill en El Bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968), la obra maestra de Roman Polanski, para luego dedicarse a la televisión y muchos roles secundarios en el séptimo arte -siempre opacado por alguien más- hasta alcanzar cierta fama internacional bastante tardía de la mano de Beethoven (1992), aquel convite tontuelo dirigido por Brian Levant y escrito por John Hughes y Amy Holden Jones sobre un San Bernardo equiparado al desastre y el caos.

 

Brest jamás fue un realizador extraordinario ni mucho menos sin embargo en Fuga a la Medianoche redondea su mejor faena porque sabe balancear el desarrollo de personajes, las escenas de acción, el mutuo descubrimiento entre los dos protagonistas -Mardukas es un burgués quejoso y sermoneador y Walsh un proletario de esa represión ochentosa volcada al cuentapropismo- y desde ya el costado bufonesco del periplo que coquetea con -aunque nunca se lanza de cabeza en- Looney Tunes (1930-1969) y Fantasías Animadas de Ayer y Hoy (Merrie Melodies, 1931-1969). El director había empezado su derrotero con dos films durante su época de estudiante, Perros Calientes para Gauguin (Hot Dogs for Gauguin, 1972) y Mañanas Calurosos (Hot Tomorrows, 1977), y de hecho tendría su fase de oro a nivel profesional en los 80, no sólo por Fuga a la Medianoche sino también gracias a Un Golpe con Estilo (Going in Style, 1979), maravilloso heist film sobre la vejez con grandes trabajos de George Burns, Art Carney y Lee Strasberg, y Un Detective Suelto en Hollywood (Beverly Hills Cop, 1984), blockbuster de la comedia policial que transformó en estrella a Eddie Murphy y patentó el credo de los productores Don Simpson y Jerry Bruckheimer, amén de haber sido expulsado tanto de Rain Man como de Juegos de Guerra (WarGames, 1983), proyecto que sería completado por John Badham imponiendo un enfoque mucho más “luminoso” que el diagramado inicialmente. Martin nunca más volvería a este nivel de calidad porque sus tres películas posteriores dejaron mucho que desear, hablamos de las kilométricas Perfume de Mujer (Scent of a Woman, 1992) y ¿Conoces a Joe Black? (Meet Joe Black, 1998), la primera una remake deslucida con Al Pacino y Chris O’Donnell del film homónimo de 1974 de Dino Risi y la segunda un verdadero somnífero romántico/ fantástico con Brad Pitt, Anthony Hopkins y Claire Forlani, y la dolorosa Amor Espinado (Gigli, 2003), bodrio protagonizado por Ben Affleck y Jennifer López que a pura hipérbole descocada se suele catalogar como una de las peores realizaciones de la historia del cine…

 

Fuga a la Medianoche (Midnight Run, Estados Unidos, 1988)

Dirección: Martin Brest. Guión: George Gallo. Elenco: Robert De Niro, Charles Grodin, Yaphet Kotto, John Ashton, Dennis Farina, Joe Pantoliano, Richard Foronjy, Robert Miranda, Wendy Phillips, Danielle DuClos. Producción: Martin Brest. Duración: 126 minutos.

Puntaje: 8