Tres por las Malas (Three the Hard Way)

El nihilismo belicista negro

Por Emiliano Fernández

Tres por las Malas (Three the Hard Way, 1974), odisea gloriosa de Gordon Parks Jr. cuyo título inspiraría la canción homónima de Beastie Boys del genial álbum To the 5 Boroughs (2004), no sólo es uno de los mejores exponentes del blaxploitation, el cine de explotación centrado en los diversos clichés o latiguillos de la cultura negra de la década del 70, sino también una de las grandes realizaciones de acción de su época, amén de una de las más divertidas, delirantes y adictivas que hayan filmado los norteamericanos en el enclave indie en general, por entonces muy libre de las imposiciones biempensantes y la arquitectura del mainstream hollywoodense. Por sobre todas las cosas la propuesta fue el primer encuentro de tres de las luminarias más importantes del formato, los jugadores de fútbol americano reconvertidos en actores Fred Williamson y Jim Brown y el karateca profesional asimismo transformado en antihéroe de la gran pantalla Jim Kelly: de los tres el que tuvo una carrera más prolífica en el cine fue el primero, Williamson, señor que empezó trabajando en MASH (1970), de Robert Altman, y Tell Me That You Love Me, Junie Moon (1970), opus de Otto Preminger, para luego saltar hacia clásicos del blaxploitation como Black Caesar (1973) y Hell Up in Harlem (1973), ambas de Larry Cohen, Boss Nigger (1974), de Jack Arnold, Bucktown (1975), de Arthur Marks, y Take a Hard Ride (1975), de Antonio Margheriti alias Anthony M. Dawson, etapa de gloria que se complementa con mucho trash variopinto y adorable posterior a instancias de gente como Enzo G. Castellari, William Lustig, Lucio Fulci, Robert Rodríguez, John Woo, Joe Begos y ese Cohen futuro de Original Gangstas (1996); derrotero similar al de Brown con la salvedad de que éste empezó a actuar un poco antes en la gran pantalla, en la fase de Río Conchos (1964), de Gordon Douglas, The Dirty Dozen (1967), de Robert Aldrich, The Mercenaries (1968), de Jack Cardiff, Ice Station Zebra (1968), de John Sturges, The Split (1968), de Gordon Flemyng, y 100 Rifles (1969), de Tom Gries, lo que le permitiría obtener una mayor visibilidad que Fred y colaborar con Ralph Nelson, John Guillermin, Jack Starrett, James Toback, Paul Michael Glaser, Keenen Ivory Wayans, Tim Burton, Spike Lee, Joe Dante, Oliver Stone e Ivan Reitman; y en lo que atañe a Kelly, el “Bruce Lee negro”, se hizo conocido por Enter the Dragon (1973) y Black Belt Jones (1974), las dos de Robert Clouse, e incluso llegó a participar en Black Samurai (1976), obra de Al Adamson, antes de su semi retiro escalonado desde fines de los años 70.

 

El hilarante guión de Eric Bercovici, muy recordado por Hell in the Pacific (1968), de John Boorman, y The Culpepper Cattle Co. (1972), de Dick Richards, y de Jerrold L. Ludwig, profesional televisivo famoso por su otra colaboración con Bercovici, la mixtura entre spaghetti western y blaxploitation Take a Hard Ride, una secuela espiritual de la presente, rankea en punta como uno de los más estrambóticos de la historia del cine por su carácter desinhibido a la hora de combinar las premisas de la venganza por el asesinato del ser querido, el “robo de la puta”, el complot de limpieza racial del “Hombre” y el vigilantismo cooperativo cuando urge enfrentarse al ninguneo o complicidad de las autoridades y a los desvaríos genocidas de los fascistas de mierda de la sociedad civil: Jimmy Lait (Brown) es un productor discográfico que está en pareja con la deliciosa Wendy Kane (Sheila Frazier) y trabaja con un cuarteto soul, The Impressions, quienes son precisamente los encargados de la música del film, sin embargo la tranquilidad desaparece cuando un amigo suyo, House (Junero Jennings), escapa de un centro clandestino de experimentación médica y se aparece moribundo advirtiendo sobre un próximo genocidio de la población negra de yanquilandia, planteo narrativo que pronto trepa hasta el homicidio del susodicho en pleno hospital y el secuestro de Wendy, todo a través de una grúa que les permite a los malvados ingresar por una ventana, por ello Lait decide mandar al demonio al policía asignado al caso, el Teniente Di Nisco (Alex Rocco), y pedir ayuda a dos amigotes de correrías de otros tiempos, Jagger Daniels (Williamson), supuesto dueño de una empresa de relaciones públicas de Chicago, y Mister Keyes (Kelly), líder de un dojo consagrado al karate, un trío burgués que de a poco descubre que el meollo del asunto es una conspiración de una organización parapolicial/ terrorista/ neonazi de supremacistas blancos para asesinar a todos los bípedos de tez oscura con un veneno muy específico -creado por el Doctor Fortrero (Richard Angarola), un émulo de Josef Mengele, y financiado por Monroe Feather (Jay Robinson), el millonario apestoso de turno- que será vertido en los suministros de aguas públicas de Washington D.C., Detroit y Los Ángeles, dato al que acceden después de hacer torturar a uno de los neonazis por tres dominatrixes motociclistas, La Condesa (Pamela Serpe), una blanca, La Emperatriz (Irene Tsu), una asiática, y La Princesa (Marie O’Henry), una negra, lindas ninfas que enaltecen el placer sadomasoquista extremo y conducen a su eventual muerte al prisionero en cuestión.

 

Más allá del gracioso esquema de base del apocalipsis afroamericano vía una conspiración de la lacra de derecha, homenajeado/ parodiado en Undercover Brother (2002), de Malcolm D. Lee, y Black Dynamite (2009), joya de Scott Sanders, la película es la mejor de las tres colaboraciones del trío, siendo las otras dos Take a Hard Ride y One Down, Two to Go (1982), opus dirigido por el propio Williamson, y está repleta de secuencias memorables de acción y suspenso que se toman en serio a sí mismas y derivan en una hipérbole demencial gracias a una tonelada de explosiones, caídas, disparos, puñetazos y patadas, pensemos en la escena inicial del escape de House, la de su homicidio y el rapto de Kane, la del intento de asesinato contra Jimmy en el estacionamiento, la de la persecución callejera en Chicago con Jagger, esa magistral de los policías tratando de plantarle cocaína a Keyes, la de la balacera en el lavadero de automóviles, aquella de la cabina telefónica atropellada por el camión, las tres en cadena correspondientes a la misión de detener a los neonazis en las tres metrópolis -Jagger se encarga de la arremetida en Detroit con persecución automovilística incluida, Keyes trabaja sobre Washington D.C. a patada limpia y Jimmy se consagra a su Los Ángeles natal sirviéndose de unos cuantos tiros- y finalmente la pirotécnica ofensiva de los protagonistas contra la fiesta ultra oligárquica de los villanos blancos, todo mediante un arsenal colosal, ráfagas interminables de disparos y un montón de dinamita y vehículos destruidos que garantizan la incineración justiciera de Fortrero y Feather. En lo referido a la música y el erotismo, otros dos pivotes muy importantes en el blaxploitation que siempre complementan a la masacre contracultural de turno, Tres por las Malas se luce gracias a las composiciones incidentales hiper funk del ignoto Richard Tufo y a las cuatro excelentes canciones souleras que compuso para The Impressions, hablamos por supuesto de Wendy, That’s What Love Will Do, Three the Hard Way y Make a Resolution, y en materia de la “carne” desplegada en pantalla tenemos a las tres dominatrixes en topless, alguna que otra señorita que intima con Daniels en la oscuridad y desde ya los infaltables pectorales de Williamson y Brown para la platea femenina, un dúo que por cierto nunca tuvo demasiados problemas en esto de sacarse la ropa como lo demuestran sus respectivos desnudos de 1973 y 1974 para la revista Playgirl, aquella lectura rosa de la revolución sexual símil inversión de Playboy y Penthouse que terminó siendo consumida por todo el público gay masculino.

 

Para entender la ideología del film y quién fue Gordon Parks Jr., el cual lamentablemente moriría en 1979 a los 44 años por un accidente aeronáutico en Nairobi, Kenia, donde estaba rodando una película, la desaparecida The Bushtrackers (1980), que luego sería completada por el productor Gary Strieker, primero debemos comprender quién fue su padre, Gordon Parks, en esencia un renombrado fotógrafo que saltó al ámbito cinematográfico para la que sería la primera epopeya dirigida por un negro al servicio de uno de los grandes estudios de Hollywood, The Learning Tree (1969), faena autobiográfica producida y distribuida por Warner Bros.-Seven Arts, y para la que mutaría en la catalizadora de la pata mainstream del blaxploitation, Shaft (1971), muy exitosa faena de la Metro-Goldwyn-Mayer con Richard Roundtree como el personaje titular, esta última efectivamente una piedra fundamental en el género al igual que Cotton Comes to Harlem (1970), comedia algo tontuela de Ossie Davis, y Sweet Sweetback’s Baadasssss Song (1971), un alegato enfebrecido de ese Black Power según Melvin Van Peebles. El Parks Padre en su faceta director pronto se estancaría de la mano de Shaft’s Big Score! (1972) y The Super Cops (1974), la primera una secuela inferior del neo noir de 1971 y la segunda una comedia policial estándar de la época, no obstante su vástago retomaría la antorcha en ocasión de su trilogía inicial como realizador, nos referimos a Super Fly (1972), otra de las joyas cruciales del blaxploitation pero ahora protagonizada por Ron O’Neal y con una participación de la hermosa Frazier, Thomasine & Bushrod (1974), relectura afroamericana de Bonnie and Clyde (1967), de Arthur Penn, y la presente Tres por las Malas, su último opus valioso porque Aaron Loves Angela (1975), traslación de Romeo and Juliet (1597), de William Shakespeare, rápidamente caería en el olvido. El grueso del blaxploitation puede interpretarse no sólo como una crítica fulminante a los sectores más conservadores de Estados Unidos, esos que buscan chivos expiatorios para todos los males del mundo en las minorías desde una pusilanimidad verdaderamente patética, sino además como una parodia del hippismo, el pacifismo y el movimiento por los derechos civiles de los años 60, período de cambios sociales importantes que sin embargo dejaron todo igual en lo que atañe al aparato represivo estatal y los delirios paranoicos del poder, de allí el ímpetu del nihilismo belicista negro -el que salta de la defensa al ataque- y de la solidaridad marginal, incluso dentro de esta burguesía de buen pasar económico…

 

Tres por las Malas (Three the Hard Way, Estados Unidos, 1974)

Dirección: Gordon Parks Jr. Guión: Eric Bercovici y Jerrold L. Ludwig. Elenco: Jim Kelly, Fred Williamson, Jim Brown, Sheila Frazier, Jay Robinson, Richard Angarola, Junero Jennings, Alex Rocco, Irene Tsu, Marie O’Henry. Producción: Harry Bernsen. Duración: 90 minutos.

Puntaje: 10