Desde ya que la frontera entre evadirse de la realidad y crear mundos nuevos en el campo abstracto resulta bastante tenue y forma parte de las características fundamentales del ser humano desde siempre, no obstante desde fines del Siglo XX la primera parte del binomio, esa correspondiente a la fantasía narcisista, alienante y perjudicial para el sujeto, se ha comido en gran parte en el inconsciente colectivo a la capacidad de concebir un estado de cosas distinto y mejor, precisamente por ello en las sociedades globalizadas -o cada vez más desglobalizadas quizás, regionalismos furiosos mediante- del nuevo milenio tiende a predominar la crítica irrestricta de lo presente pero sin la propuesta compensatoria en torno a qué iría en su lugar, qué ocuparía el espacio de lo considerado nocivo y destinado a la destrucción, suerte de nihilismo negativo que ataca y ataca sin cesar pero cuando llega el momento de construir algo, lo único que hace es rascarse la cabeza o reflotar soluciones fallidas del pasado que derivaron en desastre a corto plazo. En este sentido, el infantilismo social del Siglo XXI tiene mucho que ver con la nostalgia, la abulia, el fanatismo ciego, la cultura del reciclaje ideológico y la franca y llana estupidez de unas mayorías cuya nula voluntad de acción le deja todo servido al maquiavelismo cruel y sin imaginación del poder capitalista y sus seudo soluciones cada día más raquíticas, sustentadas en muchas patrañas.
Buena parte de todo esto, en su vertiente indie y más minimalista, se mueve por detrás de Todos Somos Extraños (All of Us Strangers, 2023), una película bienintencionada aunque por momentos ultra soporífera de Andrew Haigh, cineasta británico y gay que de hecho exploró la homosexualidad en el bodrio Pete, el Griego (Greek Pete, 2009) y la interesante Fin de Semana (Weekend, 2011), amén de la olvidable serie para HBO Buscando (Looking, 2014-2015). Pese a quien le pese, en realidad lo mejor de la carrera de Haigh no tiene que ver con sus memorias de burguesito gay del Primer Mundo, un detalle que Todos Somos Extraños viene a ratificar de manera rotunda, sino con la exploración de otras temáticas variopintas como la crisis de las parejas veteranas de 45 Años (45 Years, 2015), la pobreza planetaria y el amor por la naturaleza de Apóyate en mí (Lean on Pete, 2017) y la brutalidad decimonónica en alta mar de La Sangre Helada (The North Water, 2021), aquella miniserie para la BBC con Jack O’Connell, Stephen Graham y Colin Farrell. Para colmo de males aquí se propone adaptar Extraños (Ijin-tachi to no Natsu, 1987), novela de Taichi Yamada que ya había sido trasladada a la gran pantalla en la recordada Los Desencarnados (Ijin-tachi to no Natsu, 1988), de Nobuhiko Ôbayashi, aunque ahora cambiando a puro capricho autobiográfico el romance heterosexual por uno gay forzado que no agrega nada de nada.
La acepción del director y guionista inglés del libro de Yamada, o su remake heterodoxa encubierta del film del querido Ôbayashi, gran responsable del delirio avant-garde House (Hausu, 1977), se centra en Adam (Andrew Scott), un guionista solitario que vive en una torre de lujo de Londres y que comienza a escribir acerca de su infancia en 1987, cuando a los doce años de edad perdió a sus dos padres producto de un accidente automovilístico durante Navidad porque el automóvil en el que viajaban patinó sobre la ruta congelada. El protagonista empieza una relación romántica con un vecino al que había estado observando, Harry (Paul Mescal), y en simultáneo tiene una retahíla de encuentros sobrenaturales en la otrora casa familiar con sus progenitores (Jamie Bell y Claire Foy), panorama que deriva en instantes que se mueven entre el conflicto y el raudo asombro ya que sus padres arrastran la mentalidad de fines de los años 80, una poco tolerante frente a los diferentes, mientras que Adam se desembaraza de la realidad y se muestra siempre deprimido por el fallecimiento y ciertas actitudes de ayer y hoy, como por ejemplo el hecho de que su padre no entrase en su cuarto cuando lo escuchó llorar de niño, porque era víctima de bullying escolar, o el sutil asco y preocupación que exuda su madre cuando el guionista le cuenta que es homosexual, una revelación que aparentemente la toma por sorpresa en esta encarnación post mortem.
Haigh, aquí sin duda atrapado entre Sexto Sentido (The Sixth Sense, 1999), de M. Night Shyamalan, y un final hiper previsible de “todo es pura ilusión enajenada” a lo Un Suceso en el Puente de Owl Creek (An Occurrence at Owl Creek Bridge, 1890), el famoso cuento de Ambrose Bierce, no sólo trastoca la orientación sexual del protagonista y de la historia en general, en esencia para incluir una reflexión muy trasnochada y sobre terreno político ampliamente ganado en el nuevo milenio en lo que respecta a la discriminación social y aquella lejana estigmatización de los gays en relación al VIH/ SIDA, sino que además se vuelca hacia una interpretación lírica distinta en materia del componente fantástico del relato, léase los encuentros con los padres, porque en vez de homologarlos simplemente a fantasmas, como ocurría en la novela original japonesa, el realizador británico opta por insinuar que son producto de la imaginación trastornada de Adam, todo con la idea de pensar el proceso del duelo -uno demasiado largo, por cierto, porque el protagonista supera los 40 años- y derivando sin querer en el bucle psicológico pueril del nuevo milenio y esa costumbre que señalábamos al principio de dejarse controlar por el “nudo” cultural del escapismo que niega lo real y abraza entelequias del pasado. Las actuaciones son buenas y se agradece la intención de también indagar en la necesidad de amor, el aislamiento de las ciudades y el peso comunal de la homofobia, hoy en parte desdibujada y hasta empardada a la soledad heterosexual estándar, sin embargo el film resulta demasiado repetitivo, lánguido y redundante y el protagonista en general aburre con su ir y venir entre la autoindulgencia, el masoquismo, sus traumas familiares y la propensión a fabular un cariño, tanto el de sus progenitores como el del por supuesto asimismo finado Harry, que le brinde algo de paz…
Todos Somos Extraños (All of Us Strangers, Reino Unido/ Estados Unidos, 2023)
Dirección y Guión: Andrew Haigh. Elenco: Andrew Scott, Paul Mescal, Jamie Bell, Claire Foy, Carter John Grout, Ami Tredrea, Cameron Ashplant, Jack Cronin, Zachary Timmis, Sean Tizzard. Producción: Graham Broadbent, Peter Czernin y Sarah Harvey. Duración: 106 minutos.