A los pocos minutos del comienzo de De Palma (2015) ya tenemos una idea de cuál es la perspectiva de este documental de Noah Baumbach y Jake Paltrow: un plano medio del maestro sentado domina la pantalla y él mismo nos va guiando en un recorrido cronológico por toda su carrera, con inserts continuos de imágenes de sus obras y alguna que otra fotografía ilustrativa que complementa sus palabras. Pronto la sensación que se apodera del espectador corre en sintonía con lo que sería presenciar una master class de índole multimedia, ya que la mediocridad de los directores le termina jugando a favor a la película porque le traslada todo el peso del relato al señor que habla, y el enorme Brian De Palma no sólo soporta la carga sino que eleva el trabajo hacia el estatuto de un maravilloso retrato de una trayectoria fascinante y esos sacrificios y concesiones detrás del hecho de filmar en Hollywood. Poco importa que de las 30 horas de entrevista hayan quedado apenas estos 110 minutos de metraje y que la edición sea un tanto disruptiva y fragmentada, aquí lo único valioso son las impresiones, anécdotas y muchas ironías del septuagenario realizador.
En gran medida la propuesta adquiere la forma de un racconto hilarante sobre la reticencia de los jerarcas de los estudios y parte de la prensa y el público, lo que nos ha llevado a una situación paradójica en la que muchos farsantes que ahora lo alaban, casi en simultáneo critican a otros directores de nuestros días que siguen sus pasos con los mismos argumentos utilizados para atacarlo tiempo atrás (ya sabemos que el grueso de los mortales desconoce conceptos como arte, originalidad o experimentación formal, así que no podemos pretender que algo valioso crezca desde la negligencia y la falta de curiosidad cultural…). En este sentido, resulta muy interesante la contradicción que anida en el propio documental: De Palma es un homenaje en vida extremadamente sencillo, en especial si tenemos presente que el agasajado es uno de los autores más inteligentes, preciosistas y manipuladores de la historia del cine, un genio sutil en el arte de atraparnos con ficciones en donde el anclaje retórico está a la par de los rasgos del dispositivo técnico empleado para narrar, en esencia otro de los adeptos de Stanley Kubrick del glorioso Nuevo Hollywood de la década del 70.
Todas las dimensiones de un De Palma multifacético se dan cita a lo largo del trabajo: sus comienzos en el documental por encargo, su ópera prima avant-garde Murder à la Mod (1968), la trilogía contracultural de impronta godardiana -y protagonizada por Robert De Niro- compuesta por Greetings (1968), The Wedding Party (1969) y Hi, Mom! (1970), el clásico de culto El Fantasma del Paraíso (Phantom of the Paradise, 1974), el gran éxito de Carrie (1976), el recordado ciclo hitchcockiano de los 70 y 80 conformado por Hermanas Diabólicas (Sisters, 1973), Obsesión (Obsession, 1976), Vestida para Matar (Dressed to Kill, 1980), Blow Out (1981) y Doble de Cuerpo (Body Double, 1984), los sinsabores de opus como La Furia (The Fury, 1978) y La Hoguera de las Vanidades (The Bonfire of the Vanities, 1990), la trilogía gansteril de Caracortada (Scarface, 1983), Los Intocables (The Untouchables, 1987) y Carlito’s Way (1993), y aquel díptico de denuncia contra las atrocidades cometidas por la milicia estadounidense en las invasiones a Vietnam e Irak, compuesto por Pecados de Guerra (Casualties of War, 1989) y Samarra (Redacted, 2007).
Baumbach y Paltrow también interrogan a De Palma acerca de las obras centrales de los 90 –Demente (Raising Cain, 1992), Misión Imposible (Mission: Impossible, 1996) y Ojos de Serpiente (Snake Eyes, 1998)- y la experiencia amarga de Misión a Marte (Mission to Mars, 2000), la principal causa de que abandone el infantiloide sistema hollywoodense vigente y se exilie en Europa para la concepción de Mujer Fatal (Femme Fatale, 2002), La Dalia Negra (The Black Dahlia, 2006) y Pasión (Passion, 2012). El homenajeado lanza munición pesada contra algunos señores en particular (Cliff Robertson, Oliver Stone y Sean Penn, entre otros) y con razón afirma que el mainstream norteamericano actual, el de los tanques huecos tracción a CGI, impone un ambiente de presión e idiotez cuyos valores son los opuestos a los necesarios para la creación artística y la realización de buenas películas. La genial definición de los directores como “observadores” apunta a la administración de la interacción entre los egos involucrados en cualquier filmación, lo que nos habla de un cine vivo que se ubica enfrente de su homólogo muerto, el de los blockbusters contemporáneos.
Sin duda uno de los análisis más interesantes que aporta De Palma llega con motivo del desarrollo digital en torno a Misión Imposible: el cineasta explica que la mediocridad de las secuencias de acción de nuestros días viene de la mano de las técnicas de pre-visualización que los ejecutivos de los estudios piden -y en el fondo, terminan encargado por sobre el director asignado- a los especialistas en renderización, todo con la excusa del elevado costo de dichas escenas (lo que esconde el control y el poder de veto de los esperpentos de marketing y de diversos personajes similares que no saben absolutamente nada de arte, ni tampoco les preocupa…). El asunto de inmediato deriva en moldes fílmicos prefijados por el software de gráficos y en un proceso ridículo que abarca meses y a veces años, de allí la ausencia total de marcas autorales en los productos resultantes y la repetición ad infinitum de los mismos latiguillos visuales al momento de las persecuciones, los combates o las explosiones. Observaciones como esta convierten a De Palma, a pesar de las limitaciones de los realizadores a cargo, en un trabajo imprescindible para todo cinéfilo de izquierda…
De Palma (Estados Unidos, 2015)
Dirección y Guión: Noah Baumbach y Jake Paltrow. Elenco: Brian De Palma. Producción: Noah Baumbach y Jake Paltrow. Duración: 110 minutos.