Si dejamos de lado los grandes estereotipos en torno a Hildegart Rodríguez Carballeira (1914-1933), aquello de que fue una niña prodigio española que se convirtió en abogada y escribió una colección de libros sobre educación sexual hasta que la desquiciada de su madre, Aurora Rodríguez Carballeira (1879-1955), la asesinase a los 18 años de edad por considerar que era suya y porque la ninfa pretendía emancipación, lo más interesante del caso es lo que se mueve por detrás, precisamente el cúmulo de las ideas que motivaron el comportamiento tanto de la mocosa como de su progenitora, como decíamos esta última una delirante que supuestamente eligió como padre a un hombre que no pudiese reclamar al vástago, un sacerdote militar llamado Alberto Pallás Montseny, y que en términos prácticos funciona como una versión exacerbada e híbrida/ compuesta de un conjunto de corrientes de pensamiento muy de moda a finales del Siglo XIX y comienzos de la centuria siguiente, hablamos desde ya del socialismo marxista, el anarquismo, la primera ola del feminismo y sobre todo el neomalthusianismo, primer intento de comprender la sobrepoblación humana achacándosela no al sistema de explotación capitalista sino al proletariado, chivo expiatorio aislado de siempre, alrededor del cual surgieron diferentes tipos de paternalismo vinculados sobre todo a la eugenesia y la planificación familiar con el objetivo de evitar el hambre y la miseria del estrato popular controlando la confluencia entre sexualidad, reproducción y maternidad/ paternidad, lo que a la postre facilitó una liberación sexual que contradecía los mandatos del matrimonio y la vida doméstica rosa y recién explotaría en la década del 60.
Como ocurrió una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad y sus ideas, luego de un período de auge viene la crisis, el olvido y la reconversión en otra cosa por cuestiones sociopolíticas varias, por ello el neomalthusianismo deriva primero en el fascismo, también obsesionado con la eugenesia, y después de la Segunda Guerra Mundial en el Estado de Bienestar primero, con sus muchos mecanismos de control familiar, y en el neoliberalismo racista/ aporofóbico después, ese que utiliza el argumento del crecimiento poblacional para destruir todo el sistema jubilatorio moderno, lo que sitúa en primer plano la “amplitud” de interpretación que tenían los conceptos de base. La muerte absurda de Hildegart, de tres disparos en la cabeza y uno en el corazón, parece anticipar no sólo la metamorfosis de su filosofía, por suerte más cercana al socialismo y el anarquismo que al feminismo o el neomalthusianismo a secas, sino también el colapso de la Segunda República con motivo de la Guerra Civil Española (1936-1939), aquel prólogo para la dictadura franquista. Esta seguidilla de frustraciones corroe incluso las adaptaciones cinematográficas del derrotero de nuestra dupla, hablamos de Mi Hija Hildegart (1977), de Fernando Fernán Gómez, y La Virgen Roja (2024), de Paula Ortiz, dos trabajos apenas correctos que modifican diversos detalles y no terminan de aprovechar las implicaciones y la riqueza del periplo de la filicida y su retoño, la primera una tragedia judicial adusta con baches narrativos y unos diálogos algo cutres y la segunda un melodrama de triángulo amoroso tácito que asimismo vuelca hacia lo esquemático y burdo la dinámica de fondo de nociones utópicas pero muy valiosas.
Así como Mi Hija Hildegart se centraba en aquel punto de vista de Aurora (Amparo Soler Leal) y su defensa posterior al homicidio de la adolescente (Carmen Roldán), todo a través de una colección de flashbacks que la mostraban como una mujer patética que descendía hacia la locura paranoica viendo una conspiración internacional filofascista que pretendía alejarla de su lado mediante un viaje a Londres con un cuasi novio de la púber, Antonio Villena (Pedro Díez del Corral), La Virgen Roja adopta el enfoque opuesto celebrando la perspectiva de víctima de Hildegart (Alba Planas), de hecho una prodigio que mutó en abogada, escritora de libros y artículos periodísticos sobre sexología y militante marxista/ feminista en el Partido Socialista Obrero Español, mientras transforma a su madre (Najwa Nimri) en una psicópata con todas las letras que considera a la niña un experimento o proyecto en pos de construir a la “mujer del futuro”, una hembra pretendidamente libre y eugénica que en suma Aurora trata con todos los vicios de la burguesía, la masculinidad y el capitalismo hambreador y represor, léase controlándola con aires de posesión absoluta como si se tratase de un perro sometido a un entrenamiento riguroso conductivista o a una jaula de trabajo ad infinitum enriqueciendo a un tercero. Si la política en el film de Fernán Gómez, tan importante para entender el periplo identitario de las protagonistas, terminaba engullida por el semi thriller legal, ahora asimismo se nos presenta inicialmente como crucial para luego perderse en las arenas de un melodrama prolijo, celos de Aurora de por medio a raíz de Abel Velilla (Patrick Criado), interés romántico de la joven en el PSOE.
Típica película post MeToo o de decadencia del discurso woke/ progre/ agendista, el film de Ortiz, una realizadora bastante mediocre como lo demuestran De tu Ventana a la Mía (2011), La Novia (2015), Teresa (2023) y su incursión anglosajona, Al Otro Lado del Río y entre los Árboles (Across the River and Into the Trees, 2022), se preocupa por balancear las facetas de víctima y victimaria de la feminidad, para dejar a todos contentos y no recibir acusaciones de chauvinismo rosa, y sin duda es el mejor trabajo a la fecha de la realizadora, en esta oportunidad por un lado entregando una obra con una factura técnica impecable y muy buenas actuaciones del trío protagónico, Nimri/ Planas/ Criado, y por el otro lado cayendo en algunos defectos del cine para streaming -Amazon Prime Video, en este caso- como por ejemplo diálogos redundantes, la metáfora baladí de la escultura rajada, símbolo del vínculo en crisis entre madre e hija por esta última querer independizarse o algo así, y el giro policial infaltable y demasiado forzado del último acto, cuando el guión de Eduard Sola y Clara Roquet insólitamente saca de la galera una subtrama de robos y violaciones a cargo de Antonio (Pablo Vázquez), marido anarquista de la criada de las dos burguesitas, Macarena (Aixa Villagrán), para que Aurora pueda meter a Velilla en la cárcel, supuesta competencia a la hora de influir en su “criatura”. En última instancia La Virgen Roja entretiene, esquiva planteos misándricos/ feminazis potenciales y retrata con solvencia un caso de explotación y darwinismo hogareño que definitivamente daba para mucho más en materia discursiva, ideológica y temática en general, anticipo de la violencia por venir…
La Virgen Roja (España/ Estados Unidos, 2024)
Dirección: Paula Ortiz. Guión: Eduard Sola y Clara Roquet. Elenco: Najwa Nimri, Alba Planas, Patrick Criado, Aixa Villagrán, Pepe Viyuela, Fernando Delgado-Hierro, Jorge Usón, María Alfonsa Rosso, Pablo Vázquez, Pep Ambròs. Producción: Stefan Schmitz y María Zamora. Duración: 115 minutos.