Street Trash

El suburbio menesteroso se derrite

Por Emiliano Fernández

Durante la década del 80, fase de transición entre el cine para adultos de los años 70 hacia atrás y la etapa infantiloide para retrasados mentales que venimos padeciendo desde los 90, el grueso de los productos hollywoodenses se dedicó a ratificar/ rubricar el neoliberalismo de los inmundos Ronald Reagan y Margaret Thatcher, quienes a su vez habían tenido como antecedente más o menos inmediato en materia de su política económica y social a Richard Nixon, por ello el mainstream estadounidense se dedicó a ensalzar a la avaricia de la época y sobre todo al dinero como un fin excluyente en sí mismo que habilitaba cualquier táctica maquiavélica porque la especulación -de tipo financiera, inmobiliaria, comercial, etc.- había reemplazado al trabajo como fuente de riqueza dentro del capitalismo, el cual entró en una espiral de crisis infinitas debido a la salida del patrón oro en 1971, la escalada inflacionaria automática, el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la privatización y desregulación generalizada de la economía, ahora con la estratificación comunal llevada hasta la hipérbole de la miseria en función de salarios bajísimos, falta de protección estatal, persecución del poder oligopólico contra los sindicatos y especialmente ascenso de un mercado salvaje que elimina la industria nacional en pos de importar productos asiáticos más baratos, amén de problemas específicos de yanquilandia que todo lo agravan como esos sistemas de salud y de educación ultra elitistas, donde asimismo dominan las entidades privadas y la cultura del privilegio petrificado. Dentro de este panorama por suerte existieron algunas películas que no sólo optaron por negar a la codicia como objetivo social sino que incluso parodiaron el asunto desde el típico anarquismo caótico de la Clase B o el indie en general, pensemos en el trayecto que va desde Of Unknown Origin (1983), opus de George P. Cosmatos, pasa por Street Trash (1987), de J. Michael Muro, y llega hasta The Vagrant (1992), de Chris Walas, tres comedias negras de marco terrorífico que han satirizado el neoliberalismo hambreador.

 

A diferencia de The Vagrant y Of Unknown Origin en cuanto a su obsesión con adoptar el punto de vista del yuppie egoísta del período, en la anatomía de Bill Paxton y Peter Weller, que ve su vida destruirse por la influencia de un agente externo que hace las veces de esos miserables que el entramado capitalista de explotación genera a diario a montones, en la primera un vagabundo y en la segunda nada menos que una rata, Street Trash funciona como un relato colectivo que prefiere privilegiar la perspectiva de los propios excluidos aunque sin romantizarlos como si se tratase de una hipotética relectura ultra demente de Los Olvidados (1950), la joya de Luis Buñuel, condimentada con los cuerpos destruidos de The Meaning of Life (1983), de Terry Jones, y The Stuff (1985), de Larry Cohen, y con mucho de aquel derretimiento asqueroso de The Incredible Melting Man (1977), de William Sachs, y la contemporánea RoboCop (1987), del querido Paul Verhoeven. El film está basado en el corto homónimo de 1984 del propio Muro, su único largometraje como realizador porque a posteriori se consagraría a la dirección de fotografía y a diversos encargos televisivos, y fue escrito por el también productor y a veces realizador Roy Frumkes, señor conocido por un documental sobre George A. Romero, Document of the Dead (1980), y después responsable de un recordado thriller de acción con Tom Berenger, The Substitute (1996), opus dirigido por Robert Mandel, y de un documental para el mercado hogareño acerca de nuestra Street Trash, The Meltdown Memoirs (2006). Aquí el catalizador del desastre es Ed (M. D’Jango Krunch), dueño de una licorería que en su sótano encuentra una caja repleta de botellas de un elixir muy barato que tiene 60 años, Tenafly Viper, el cual comienza a vender a un dólar la botella a los indigentes, pordioseros y menesterosos sin hogar de Brooklyn, en la ciudad de Nueva York, provocando sin saberlo una retahíla de muertes porque el simpático líquido desencadena que el consumidor se derrita de inmediato de una manera bastante espantosa.

 

Lo más parecido a un protagonista clásico es Fred (Mike Lackey), vagabundo y pícaro que tiene por amigos a otros mendigos, como Paulie (Bruce Torbet) y Burt (Clarenze Jarmon), y vive con su hermano menor Kevin (Mark Sferrazza), ambos refugiándose en una guarida semi secreta de un depósito de chatarra automovilística propiedad de Frank Schnizer (Pat Ryan), gordo que suele intentar violar a su secretaria/ asistente, la asiática Wendy (Jane Arakawa), quien a su vez está enamorada de Kevin y gusta de ayudar y alimentar a otros pordioseros. Mientras se van acumulando los cadáveres derretidos en esta zona equivalente a un suburbio miserable y comienza a investigar un policía un tanto lunático y corrupto, Bill (Bill Chepil), pronto conocemos al mandamás de los homeless, Bronson (Vic Noto), violento veterano de la Guerra de Vietnam que tiene una suerte de consorte, la estrafalaria Winette (Nicole Potter), y un lambiscón que suele antagonizar con Fred, Wizzy (Bernard Perlman), amén de un episodio adicional vinculado al personaje de Lackey encontrándose con una linda borracha en la calle e intentando tener sexo con ella (Miriam Zucker), hembra que termina violada en grupo por una colección de habitantes del depósito de chatarra de Schnizer. Si por un lado el policía sospecha del novio de la occisa, un mafioso dueño de un restaurant que responde al nombre de Nick Duran (Tony Darrow), por las palabras de un portero verborrágico sin nombre conocido (James Lorinz), por el otro lado el relato también se entretiene con una contienda entre Fred y Bronson que deriva en el pene cortado de otro mendicante (Frank M. Farel) cuando sin darse cuenta el susodicho orina sobre el ex militar que mutó en psicópata luego de tener que recurrir al canibalismo para sobrevivir durante el conflicto armado, pretexto para que todos los menesterosos se pasen entre ellos el miembro a carcajadas cual balón de fútbol americano. A posteriori de reventar a Bill, Bronson fallece a manos de los hermanos y concretamente a raíz de un tubo de aire comprimido símil misil.

 

Entre John Waters, Frank Henenlotter, el mencionado Cohen y los primeros Sam Raimi y Peter Jackson, a lo que por supuesto se suma el sustrato desprejuiciado de Roger Corman y aquel Lloyd Kaufman de Troma, Street Trash saca provecho de su tono caricaturesco, los primeros planos furiosos, la multiplicidad de personajes, unos efectos especiales simples pero siempre imaginativos, algunas tomas subjetivas esporádicas, diálogos chabacanos muy hilarantes, detalles coloridos por doquier, actuaciones decentes, títeres más que simpáticos, unas cuantas tetas y culos y ese buen uso del grotesco más rimbombante para despedazar el culto a la opulencia conservadora aporofóbica del excrementicio reaganismo/ thatcherismo, una verdadera fábrica de pobres cuyas recetas se siguen aplicando sistemáticamente en el nuevo milenio. Si bien el doblaje de los actores es precario, hay poco gore en términos prácticos y la edición resulta apenas potable ya que por momentos la experiencia se siente demasiado extensa o derrapa en baches narrativos o cómicos, el verdadero núcleo del film pasa por su andanada de barrabasadas y lo lejos que se ubican de toda corrección política o la necesidad apócrifa de caerle bien a los imbéciles que se ofenden por todo o no consumen cine realmente independiente, pensemos en el canibalismo, el acoso sexual laboral, algún perro maricón, las tetas derretidas de Winette, el pene amputado y su match deportivo, los policías y militares enajenados, aquella violación en grupo, la necrofilia posterior por parte del panzón, ese Paulie borracho que se va por el inodoro, los yuppies aburridos del montón, el camión policial lleno de putas engreídas, los golpes sin anestesia contra las mujeres, la presencia de vómitos y orina a discreción, la celebración de la sana costumbre de robar los supermercados y esos entrañables insultos homofóbicos, antisemitas, racistas y misóginos. Lejos de la flojísima e inofensiva remake de Ryan Kruger, Street Trash (2024), la obra de Muro incluso entrega buenas secuencias pesadillescas para la criatura del perfecto Noto…

 

Street Trash (Estados Unidos, 1987)

Dirección: J. Michael Muro. Guión: Roy Frumkes. Elenco: Mike Lackey, Vic Noto, Bill Chepil, Mark Sferrazza, Jane Arakawa, Nicole Potter, Pat Ryan, Clarenze Jarmon, Bernard Perlman, Bruce Torbet. Producción: Roy Frumkes. Duración: 101 minutos.

Puntaje: 6