Pistol

El trasfondo agridulce del punk

Por Emiliano Fernández

Pistol (2022), la miniserie de seis capítulos de 50 minutos aproximados cada uno para FX on Hulu dirigida por el inquieto Danny Boyle y creada y escrita por Craig Pearce a partir de Chico Solitario: Historias de un Sex Pistol (Lonely Boy: Tales from a Sex Pistol, 2017), memorias de Steve Jones -guitarrista histórico de los Sex Pistols- escritas con la ayuda de Ben Thompson, es un trabajo ampuloso, muy interesante y relativamente satisfactorio a escala cualitativa para el promedio siempre desparejo de las biopics cinematográficas y televisivas sobre estrellas del rock y ámbitos/ géneros aledaños, un rubro que va desde las primigenias La Historia de Buddy Holly (The Buddy Holly Story, 1978), exégesis de Steve Rash tomando por eje al malogrado Holly, Elvis (1979), telefilm de John Carpenter sobre Presley, La Hija del Minero (Coal Miner’s Daughter, 1980), opus de Michael Apted sobre Loretta Lynn, Sid & Nancy (1986), de Alex Cox y acerca de la pareja más famosa del punk, La Bamba (1987), de un Luis Valdez analizando la vida de Ritchie Valens, Grandes Bolas de Fuego (Great Balls of Fire!, 1989), de Jim McBride y sobre Jerry Lee Lewis, The Doors (1991), de Oliver Stone y sobre la célebre banda de Jim Morrison, Tina (What’s Love Got to Do with It, 1993), de Brian Gibson y alrededor de Tina Turner, y Velvet Goldmine (1998), una joya de Todd Haynes en torno a David Bowie, Iggy Pop y Lou Reed, hasta las recientes Ray (2004), obra de Taylor Hackford sobre Ray Charles, Johnny & June: Pasión y Locura (Walk the Line, 2005), convite de James Mangold acerca de Johnny Cash, Control (2007), de Anton Corbijn y sobre Ian Curtis de Joy Division, I’m Not There (2007), otra propuesta abstracta de Haynes aunque ahora sobre Bob Dylan, Love & Mercy (2014), de Bill Pohlad y acerca de Brian Wilson de The Beach Boys, Get on Up (2014), faena de Tate Taylor sobre James Brown, Straight Outta Compton (2015), de F. Gary Gray y alrededor de N.W.A., Bohemian Rhapsody (2018), de Bryan Singer y Dexter Fletcher sobre Queen y su vocalista Freddie Mercury, Rocketman (2019), también de Fletcher y acerca de Elton John, y Elvis (2022), de un Baz Luhrmann siempre mediocre hoy jugando con el Rey del Rock and Roll.

 

Para Pistol el querido Boyle evita toda alusión al socio reincidente de Pearce, precisamente el grasiento Luhrmann, para quien escribió las insufribles Estrictamente de Salón (Strictly Ballroom, 1992), Romeo + Juliet (1996), ¡Moulin Rouge! (2001), El Gran Gatsby (The Great Gatsby, 2013) y la mencionada Elvis, y se consagra en cambio a los grandes faros de toda biopic rockera y/ o todo musical posmoderno que se precie de tal, hablamos desde ya de Ken Russell y Bob Fosse, respectivamente, por ello a los latiguillos hiperquinéticos y fragmentarios de las epopeyas más rockeras del amigo Danny, en línea con Trainspotting (1996), el más que digno corolario T2 Trainspotting (2017) y Yesterday (2019), en esta ocasión se suman un preciosismo formal avasallante y un cuidado en verdad maniático por la reconstrucción histórica que se dan la mano -paradoja mediante- con la estética caótica del punk, ese nihilismo terrorista que lo movilizaba en términos ideológicos y sobre todo un subjetivismo llevado al extremo que viene amparado por el libro de memorias de Jones, de allí se explica el “pistol” en singular del título cual prólogo que desde el vamos especifica que la presente será una crónica en primera persona que igualmente incluirá al resto de la banda y su círculo cercano símil relato coral algo esquizofrénico y contradictorio, quizás el único modo de retratar a un cónclave con tantos matices y tan fugaz y revolucionario como los Sex Pistols, responsable del glorioso Never Mind the Bollocks, Here’s the Sex Pistols (1977), único disco del grupo británico y sin duda el pináculo del punk como movimiento contracultural de raigambre musical retroconservadora y doctrina general iconoclasta e hiper revulsiva que empezó siendo anglosajón para después expandirse a todo el globo bajo diversas etiquetas, en un inicio la furiosa estándar, luego la experimental del post punk y en tercera instancia la correspondiente al pop cada vez más inocuo y “radio friendly” de la new wave, en sí un derrotero que abarca el trayecto que va desde el pesimismo de los 70, posterior a la muerte de los ideales de cambio social del hippismo, hasta el thatcherismo neoliberal, farsesco y hambreador de los años 80, espejo del reaganismo de yanquilandia.

 

Aclarada la perspectiva parcial y sincera de la miniserie, vale decir que cada uno de los seis capítulos pone el acento en un protagonista más simbólico o espiritual que concreto que sintetiza el interés dramático del momento: Track 1: The Cloak of Invisibility gira en torno a Jones (el correcto Toby Wallace), quien cuando niño fue abusado por su padrastro, Ron Dambagella (Jay Simpson), y por ello se convirtió en un adicto al sexo, un delincuente juvenil que le roba equipos a Hawkwind y Bowie y sobre todo un analfabeto funcional con una baja autoestima que le impidió cantar en los Pistols, Track 2: Rotten se centra, como el título lo indica, en el mítico John Lydon (buen desempeño de Anson Boon), futura voz del grupo y otro adolescente que frecuentaba Sex, boutique avant-garde de Vivienne Westwood (Talulah Riley) y su pareja de aquel entonces, Malcolm McLaren (ese histriónico Thomas Brodie-Sangster), manager de los Pistols y un adepto al escándalo como autopista de bajo costo a la publicidad en un mainstream mediático de índole endogámica, elitista y ultra caníbal, Track 3: Bodies opta por presentarnos el derrotero de Pauline (Bianca Stephens), una enferma mental de Birmingham de tez oscura que se obsesiona con los Pistols después de asistir a uno de sus shows y por ello acecha tanto a Jones como a Lydon/ Rotten, a quien le muestra un feto abortado suyo -uno que lleva a todos lados en su cartera- en un instante muy bizarro que inspira la magistral canción que le da el título al episodio, Track 4: Pretty Vaaaycunt cuenta con un núcleo bipartito que se divide entre aquel primer bajista, Glen Matlock (Christian Lees), quien es despedido por no “encajar” con la estampa cruda del colectivo, sobre todo por su educación musical formal y su gusto por The Beatles, y un par de fans de Huddersfield que viajan a Londres para ver a la banda (Catriona Chandler y Sade Malone), Track 5: Nancy & Sid es por supuesto un retrato de Spungen (Emma Appleton) y Vicious (un meticuloso Louis Partridge), este último el reemplazo inmediato de Matlock, y Track 6: Who Killed Bambi? explora el rol siempre manipulador y lunático de un McLaren que expulsa a Lydon por los cuestionamientos del vocalista acerca de sus manejos espurios.

 

Entre el sincericidio y un masoquismo anímico tácito, Jones se pinta a sí mismo -de hecho, participó en su doble condición de productor ejecutivo y consultor del equipo, planteo que le agrega una pátina de “biografía autorizada” a la miniserie- como un músico improvisado que aprendió a tocar la guitarra por obligación cuando McLaren eligió a Lydon como su sustituto en tanto vocalista luego de un episodio de miedo escénico que le impidió cantar ante un público londinense freak, ya con Malcolm habiendo gastado unos morlacos para la sala de ensayo, a lo que se suma la gran cobardía de Steve en lo que respecta a cuestionar al manager, el cual “se comía” los adelantos que daban las compañías discográficas -como EMI y A&M Records, más adelante la Virgin- sin repartirlos entre los músicos, una actitud que se explica por la movida piadosa de McLaren de antaño de testificar en tribunales en favor de Jones después del robo de equipos de Hawkwind y su arresto por la policía, crimen que lo dejó cerca de una condena importante de prisión. Mientras que Steve oficia de títere de Malcolm, quien venía de explotar a los New York Dolls, en materia de echar a Glen por blando y a John por quejoso, este último saca partido de la triste apatía del guitarrista y del baterista de siempre, Paul Cook (Jacob Slater), para introducir a su amigo Vicious -nacido John Simon Ritchie- en lugar de Matlock vía un enroque que le saldrá caro porque Sid será un mamarracho como músico y un sujeto violento e impredecible una vez que comienza a inyectarse heroína y a noviar con Nancy, otra demente total, cóctel de frustraciones y egos en lucha que eventualmente deriva en la separación del grupo gracias a las ideas cada día más extrañas del manager, como esa gira por tugurios del sur estadounidense o el rodaje de La Gran Estafa del Rock ‘n’ Roll (The Great Rock ‘n’ Roll Swindle, 1980), película de Julien Temple (Lorne MacFadyen). A diferencia de la opinión de Cox, evidenciada en los 80 en Sid & Nancy, para el dúo de Boyle y Pearce la verdadera responsable de la conducta autodestructiva de Vicious era su progenitora, Anne Ritchie, y no Spungen, en pantalla una especie de retrasada mental, porque fue su madre la persona que lo introdujo en la heroína.

 

Más allá de un último capítulo que condensa demasiados sucesos, poca presencia de otros grupos del punk de los 70, una lectura caricaturesca de Malcolm semejante a la de Tony Wilson de 24 Hour Party People (2002), de Michael Winterbottom, el “olvido” en lo que atañe a la mediocridad del Jones post Pistols y cierta corrección política en materia de la innecesaria introducción de una fémina que no tuvo importancia alguna, Chrissie Hynde (Sydney Chandler), futura líder de The Pretenders y una yanqui que fue protagonista de un mínimo e irrelevante affaire con Steve, relación que es inflada mediante la presencia tan inofensiva como ridícula de la mujer en todos los capítulos, el trabajo de Boyle y compañía sí funciona como un retrato majestuoso y detallista de época que por un lado no le llega a hacer justicia del todo a Lydon, aquí recibiendo un mayor protagonismo que en Sid & Nancy aunque sin alcanzar aún el verdadero nivel del genio de Public Image Ltd. porque la metamorfosis del personaje en Pistol es algo precaria desde un misántropo irascible a un frontman astuto que batalla por su amigo, Vicious, deduce la corrupción de McLaren e incluso llega a un entendimiento final con su adversario, Jones, y por el otro lado ofrece un excelente soundtrack que incluye todo el Never Mind the Bollocks, Here’s the Sex Pistols más clásicos varios como Did You No Wrong, Lado B del single de God Save the Queen, No Fun, cover de The Stooges, Satellite, Lado B de Holidays in the Sun, y Substitute, cover de The Who, amén de temazos varios adicionales de Bowie, Sly & the Family Stone, T. Rex, Serge Gainsbourg, Shirley Bassey, Otis Redding, The Who, Bo Diddley, Lesley Gore, Alice Cooper, Elvis Presley, The Kinks, Yes, Betty Davis, Desmond Dekker & the Aces, Blondie, Dennis Brown, Buzzcocks, Eagles y The Modern Lovers. No hace falta ir muy lejos para sopesar el gusto agridulce aunque hipnótico que impone Pistol, una odisea que cuenta con la energía de The Dirt (2019), film de Jeff Tremaine sobre esos chistes vivientes musicales de Mötley Crüe, pero sin el trasfondo demacrado y adictivo de Pam & Tommy (2022), miniserie de Robert Siegel para Hulu acerca de Tommy Lee y Pamela Anderson…

 

Pistol (Reino Unido/ Estados Unidos, 2022)

Dirección: Danny Boyle. Guión: Craig Pearce. Elenco: Toby Wallace, Anson Boon, Louis Partridge, Sydney Chandler, Jacob Slater, Talulah Riley, Thomas Brodie-Sangster, Christian Lees, Jay Simpson, Emma Appleton. Producción: Danny Boyle, Craig Pearce, Steve Jones, Tracey Seaward, Gail Lyon, Paul Lee, Hope Hartman y Anita Camarata. Duración: 311 minutos.