Sesión Espiritista en una Tarde Húmeda (Seance on a Wet Afternoon)

El truco que legitima el truco

Por Emiliano Fernández

Sesión Espiritista en una Tarde Húmeda (Seance on a Wet Afternoon, 1964), dirigida y escrita por Bryan Forbes a partir de la novela homónima de 1961 de Mark McShane, es una película sumamente inusual y admirable porque se posiciona como uno de los mejores exponentes de su época en dos rubros casi siempre opuestos, hablamos de las odiseas de secuestros infantiles y los dramas descarnados de pareja, y si bien resulta indudable que el primer formato narrativo impone en general su preeminencia sobre el segundo tampoco se puede discutir que la crisis psicológica y romántica de fondo aporta el motor necesario para que la trama delictiva continúe avanzando de manera firme y sostenida. Mucho más cerca de la vertiente clásica del viejo arte de capturar y retener a purretes ricachones, en sintonía con las recordadas Rescate (Ransom!, 1956), de Alex Segal, Bunny Lake ha Desaparecido (Bunny Lake Is Missing, 1965), de Otto Preminger, y La Noche del Día Siguiente (The Night of the Following Day, 1969), de Hubert Cornfield, que de la pata posmoderna símil Educando a Arizona (Raising Arizona, 1987), de los queridos hermanos Joel y Ethan Coen, El Sustituto (Changeling, 2008), de Clint Eastwood, y Sin Salida (No Exit, 2022), opus de Damien Power, entre muchas otras, el drama criminal de Forbes por un lado representa la quintaesencia de ese quid deprimente británico, sustentado como está en una melancolía lluviosa que deriva en un delirio más o menos compartido, y por el otro lado sorprende además por la ridiculez absoluta de su premisa de base, eso del secuestro de una nena para que una médium ya cuarentona reciba el reconocimiento que cree merecer “presagiando” detalles varios vinculados con el caso, lo que le agrega una pátina de ardorosa verosimilitud a la propuesta porque no existe nada más cercano al absurdo que las personas de carne y hueso y los sucesivos trucos y engaños que suelen concebir para legitimar trucos previos.

 

Emparentada muy lejanamente con la posterior ¿Quién le Teme a Virginia Woolf? (Who’s Afraid of Virginia Woolf?, 1966), clásico de Mike Nichols protagonizado por Elizabeth Taylor, Richard Burton, George Segal y Sandy Dennis, en especial en materia de toda esta claustrofobia emocional doméstica y el rol determinante de la falta de hijos en el declive de un matrimonio, ya sea porque éstos nunca existieron o debido a que murieron de repente al punto de que llevaron al hombre y la mujer de turno a inventarse su presencia para rellenar el espacio vacío, Sesión Espiritista en una Tarde Húmeda se centra en la pareja de Myra (Kim Stanley) y Billy Savage (el también productor Richard Attenborough), una pareja que se sostiene económicamente gracias a las sesiones habituales de la primera, una ocultista de la pequeña burguesía londinense, ya que el segundo, varón de carácter sumiso que obedece religiosamente a su esposa para evitar todo conflicto, no puede trabajar por su asma y un pánico cuasi patológico al polvo y lo que éste podría hacerle a sus pulmones. Ambos viven bajo la figura asfixiante de Arthur, el único vástago del dúo, un bebé que murió al nacer y con el que Myra dice comunicarse a diario gracias a su don psíquico, incluso afirmando que fue el finado quien le dio la idea de capturar a una nena llamada Amanda (Judith Donner), hija de la Señora Clayton (Nanette Newman, esposa de Forbes) y del magnate industrial Charles Clayton (Mark Eden), para hacerse famosa ayudando a la parentela y la policía y luego devolver a la chiquilla y el jugoso dinero del rescate, unas 25 mil libras. Todo en un principio sale según lo planeado, desde el rapto bien burdo en el colegio hasta el encierro en una habitación de la casa de la pareja que simula ser un cuarto de hospital, no obstante el acoso policial crece y para colmo Myra se vuelve más inestable y le reclama al marido que mate a Amanda para que pueda estar en compañía de Arthur en las regiones de ultratumba.

 

La película de Forbes, un profesional polirubro que fue actor, guionista, productor, director y jefe del estudio inglés EMI Films entre 1969 y 1971, desde el cual apoyó la realización de El Hombre que se Perseguía a sí Mismo (The Man Who Haunted Himself, 1970), de Basil Dearden, Hoffman (1970), obra de Alvin Rakoff, De Repente, la Oscuridad (And Soon the Darkness, 1970), de Robert Fuest, y El Mensajero del Amor (The Go-Between, 1971), de Joseph Losey, explora la idiosincrasia promedio de la clase media en lo que respecta a la convivencia, en esencia barriendo los problemas debajo de la alfombra y dejando que se acumule una bola de nieve de nervios en picada y tan inmanejable que destroza la psiquis de todos los involucrados cuando finalmente aquello negado o no reconocido sale a la luz, en pantalla en la escena del último acto en la que Billy le comunica a su esposa que siempre fue ella la que hablaba en su mente y no Arthur y luego en la sesión ocultista final con los esbirros de la ley, el Detective Beedle (Gerald Sim) y el Superintendente Walsh (Patrick Magee), momento tan memorable como el anterior en el que Myra revela, sin proponérselo y ya completamente enajenada, todo este desquiciado proyecto de ascenso a las “grandes ligas” del espiritismo nacional. La dinámica de poder entre los sexos y el retrato de cada uno de ellos asimismo constituyen factores muy importantes en nuestro desarrollo retórico porque ella está construida como una criatura tan femenina/ afectada/ seductora sutil como obstinada y manipuladora desde el punto de vista anímico mientras que él se asemeja a un castrado conceptual, debido a su docilidad de entrecasa y la excusa apática de su asma, que aún la quiere aunque sabe que el matrimonio murió con el purrete no nato y con el inicio de la presente fábula compensatoria -y cada vez más enrevesada y criminal- en torno a primero personificar al fantasma de Arthur y después imaginar la reclusión de la mocosa, Amanda.

 

Para mediados de la década del 60 Attenborough, futuro director de renombre, ya había demostrado que era un actor magnífico en una serie de films que lo etiquetaron un poco por demás como intérprete especializado en faenas bélicas y por ello Sesión Espiritista en una Tarde Húmeda resultó una revelación en materia de poner al descubierto una faceta oscura de su identidad que de todos modos ya estaba insinuada en el Pinkie Brown de El Joven Scarface (Brighton Rock, 1948), de John Boulting, y terminaría de explotar en el magistral y terrorífico John Christie de 10 Rillington Place (1971), de Richard Fleischer. Stanley, por su parte, también se luce con uno de los mejores desempeños de la historia del cine inglés, intérprete que asimismo había anticipado su genialidad en epopeyas previas, pensemos en su mínima intervención como la narradora de Matar a un Ruiseñor (To Kill a Mockingbird, 1962), de Robert Mulligan, y sobre todo en aquella Emily Ann Faulkner de La Diosa (The Goddess, 1958), opus hoy injustamente olvidado de John Cromwell con guión de Paddy Chayefsky, sin embargo lo suyo siempre fue el teatro y la TV al punto de que a posteriori sólo volvería a la pantalla grande en ocasión de Frances (1982), de Graeme Clifford, y Los Elegidos de la Gloria (The Right Stuff, 1983), de Philip Kaufman. Al nivel de los mejores trabajos de su trayectoria y en algunos casos hasta superándolos, léase Mientras Sopla el Viento (Whistle Down the Wind, 1961), El Cuarto Indiscreto (The L-Shaped Room, 1962), El Caudillo de los Desalmados (King Rat, 1965), Los Susurradores (The Whisperers, 1967) y Las Esposas de Stepford (The Stepford Wives, 1975), Sesión Espiritista en una Tarde Húmeda es otro estudio esplendoroso de personajes por parte de un Forbes que exprime las sombrías fotografía de Gerry Turpin y música de John Barry y posee la paciencia suficiente para sopesar las paradojas humanas y convertir a las fortalezas en debilidades y viceversa…

 

Sesión Espiritista en una Tarde Húmeda (Seance on a Wet Afternoon, Reino Unido, 1964)

Dirección y Guión: Bryan Forbes. Elenco: Kim Stanley, Richard Attenborough, Judith Donner, Mark Eden, Nanette Newman, Gerald Sim, Patrick Magee, Lionel Gamlin, Marian Spencer, Godfrey James. Producción: Bryan Forbes y Richard Attenborough. Duración: 116 minutos.

Puntaje: 10