Todo Phil Collins

En el aire esta noche

Por Lao Human y Marcos Arenas

Introducción, por Lao Human:

 

No importa cuando leas esto: en este momento en FM Aspen está sonando alguna canción de Phil Collins. Puede ser el espíritu ganador de Sussudio o Something Happened on the Way to Heaven, la delicadeza de Against All Odds (Take a Look at Me Now) o One More Night, o la magia de In the Air Tonight o I Wish It Would Rain Down. Sin embargo, hubo un tiempo en que su presencia no estaba reducida a la “radio de los clásicos”. Allá por fines de los 80, cuando las FMs tenían un peso determinante en la música que se consumía, siempre había un Phil Collins a mano.

 

Desde sus comienzos en Genesis, durante los primeros años de la década del 70, ya había probado que era un baterista excepcional, sosteniendo el ritmo y aportando voces a clásicos absolutos del rock progresivo como Nursery Cryme (1971), Selling England by the Pound (1973) o The Lamb Lies Down on Broadway (1974). Para 1981, momento del lanzamiento de su carrera solista, Phil Collins ya llevaba seis años al frente de la banda luego de la salida de Peter Gabriel, un espacio que supo ocupar con hidalguía. El nuevo Genesis dejó un par de discos excelentes que sirvieron como muestra de todo lo que el pelado era capaz de hacer. Los dos primeros, los fantásticos A Trick of the Tail (1976) y Wind & Wuthering (1976), estaban a la altura de lo mejor que grabó la banda con Gabriel.

 

El siguiente, And Then There Were Three (1978), el primer disco de Genesis como trío luego de la partida del guitarrista Steve Hackett, cerraba con Follow You Follow Me, uno de los primeros verdaderos hits del grupo. El excelente Duke de 1980, además de aportarle un speech a Patrick Bateman en Psicópata Americano (American Psycho, 2000), fue la primera transición del grupo hacia el formato pop, con estructuras más sencillas y menos saltos armónicos que tenderían un puente a las radios.

 

En ese contexto se editó Face Value (1981), que iniciaría una de las carreras solistas más exitosas de los años 80, trasformando a Collins en una de las máximas estrellas de la década, alguien que jugaba en la liga de Michael Jackson, Prince, Bruce Springsteen o Madonna. Los músicos argentinos más atentos no le perdían pisada, nombrándolo como influencia o dejando que sus canciones lo hagan. Como muestra de la enorme popularidad que tenía en nuestro país, en 1995 llenó el Estadio de River Plate.

 

Sin embargo, hace años que Collins está fuera del canon. Los repasos de los mejores discos y canciones de los 80, la década en la que forjó lo mejor de su obra solista, no suelen tenerlo en cuenta, quizás por asociarlo a algunos de los pecados de esa década (artificialidad, idolatría pomposa, superficialidad, cámaras por todos lados, etc.), muchos de los cuales continúan siendo sinónimos -hoy mismo- de la industria cultural en general. Para colmo, desde Testify (2002) no saca un disco con canciones de su autoría (Going Back de 2010 fue un álbum de covers).

 

Quizás el señor no tenga un disco clásico de punta a punta, como pueden serlo dentro de un estilo similar Rumours (1977) de Fleetwood Mac o Aja (1977) de Steely Dan, pero muchas de sus canciones perviven por méritos propios entre lo mejor de los 80. Así que como forma de reivindicarlas y de prepararnos para su visita a nuestro país por primera vez en más de 20 años (con entradas agotadas), dedicamos este dossier de Metacultura a la carrera solista de estudio de Phil Collins. Porque ya sabés, como dijo en alguna canción, podés correr y esconderte pero él no se irá hasta que te decidas a acompañarlo en su viaje…

 

 

 

Face Value (1981), por Lao Human:

 

TUTUM TUTUM TUTUM. 1981. Phil Collins era un músico conocido mundialmente. Baterista de Genesis casi desde los inicios, llevaba un lustro y monedas ocupando los -grandes, aunque a veces sobrevalorados- zapatos de Peter Gabriel, liderando con éxito la banda y componiendo grandes discos y canciones. Pero nada podía preparar al mundo para In the Air Tonight. Los primeros minutos transcurren como entre brumas, transmitiendo una sensación de peligro. Hay explosiones eléctricas de guitarras que aparecen y desaparecen de fondo, y hay una historia en la que el narrador describe imágenes de personas esperando una mano para no ahogarse, silencios que causan dolor, muchos reproches, resentimiento y expectativas. Todo ese clima de amenaza se concreta al minuto 3:41 con ESA secuencia de golpes (el mejor fill de batería de la historia según Ozzy Osbourne) que se sostienen hasta el final, mientras el cantante repite como un mantra “I can feel it coming in the air tonight, oh, Lord/ I’ve been waiting for this moment for all my life, oh Lord”.

 

¡Qué forma de arrancar una carrera en solitario! In the Air Tonight, una de las mejores canciones que haya compuesto Phil Collins en su vida, es también uno de los grandes temas de esa década y por qué no, de la historia del pop. También se creó el mito de que la letra está basada en una historia centrada en un episodio en el que el cantante vio a alguien ahogándose y no lo ayudó, algo que retomaría Eminem en su tema Stan, perteneciente a The Marshall Mathers LP (2000), y que el propio Phil negaría rotundamente en diversas entrevistas.

 

Después de ese increíble comienzo, es difícil sostener lo que sigue. No obstante Collins lo intentó: This Must Be Love es un delicado soft pop radial con toques de guitarra acústica, y Behind the Lines es su homólogo bailable y con vientos, muy en el estilo del futuro clásico Breakout de Swing Out Sister. El nivel de calidad se eleva con The Roof Is Leaking, otra de las grandes canciones del debut. Estamos ante una dramática balada de piano, a la que se van sumando slides de guitarra y un ukelele en el estribillo. Un techo que gotea y una casa que se congela constituyen la metáfora de una familia que se deshace (definitivamente la del propio cantante, que acababa de separarse). La mini suite formada por los instrumentales Droned y Hand in Hand divide el álbum en dos. El primero es una climática pieza polirítmica que se va construyendo sobre un arreglo de piano, al que se le suman percusiones y coros. El segundo, apuntalado en coros de niños y vientos ganadores, le aporta un color latino al disco.

 

I Missed Again, otro excelente lamento pop en torno al divorcio de su ex Andrea Bertorelli, incluye el saxo del enorme Ronnie Scott. You Know What I Mean es una preciosa balada de piano y voz, formato que da vida a una de las futuras marcas registradas de la casa, la cual alcanzaría el cenit absoluto tres años después con Against All Odds (Take a Look at Me Now). Del otro lado, la azucarada If Leaving Me Is Easy es uno de los puntos más flojos del disco. Con canciones como Thunder and Lightning y I’m Not Moving, Collins se ponía a jugar de igual a igual en la misma liga de Steely Dan, por entonces los reyes indiscutidos del sonido pop rock FM.

 

Face Value tendría también un impacto entre los músicos argentinos, quienes lo eligieron como segundo Mejor Disco del Año en la encuesta de la revista Pelo de 1981, con votos de Charly García, David Lebón y los tres futuros GIT, entre otros. (Okay, el tercer lugar fue para Ghost in the Machine de The Police y el primero para… Televisión de Raúl Porchetto). Para cerrar el disco llega una correcta versión del Tomorrow Never Knows beatle, una de las canciones más vanguardistas de la historia del pop. Sorprendentemente tratándose de un baterista, el cover dejaba de lado la percusión original de Ringo Starr, sin duda uno de sus “toques” más característicos.

 

En cierto modo resulta elocuente la imagen de la portada, ese primer plano de Collins mirando de frente como anunciando al mundo que lo suyo iba en serio. Y tenía con qué: sostenido por un tema excepcional y algunas muy buenas canciones, Face Value no defrauda nunca y sigue siendo uno de los puntos más altos de su carrera.

 

 

Hello, I Must Be Going! (1982), por Marcos Arenas:

 

La segunda placa de estudio del amigo Phil sigue la misma senda triunfal -tanto comercial como artística- del álbum previo, Face Value (1981), logrando un sonido orgánico que todavía no coloca en primer plano esos sintetizadores que pronto tomarían preeminencia, manteniéndose dentro del campo del “en vivo” con reverberaciones y truquitos de estudio ya clásicos del período cortesía del gran Hugh Padgham, productor de los maravillosos primeros cuatro discos del artista y del desparejo Dance into the Light (1996).

 

Hello, I Must Be Going! arranca con cuatro composiciones furiosas. I Don’t Care Anymore es un temazo de ruptura con una carga importante de animosidad a caballo de un gran trabajo vocal y de batería que recuerda a la pirotecnia de Duke (1980), de Genesis. En I Cannot Believe It’s True la separación se vuelca a un pop bailable y súper contagioso que le debe mucho a la cadencia disco del Off the Wall (1979), de Michael Jackson, en especial a la intoxicación colorida de Don’t Stop ‘Til You Get Enough. Like China, por su parte, es quizás el mejor tema del disco, o indudablemente el que más se suele pasar por alto, una pequeña joyita de amor no correspondido que no tiene nada que envidiar a los mejores momentos de Abacab (1981), aquella síntesis perfecta entre el pasado arty de Genesis y la riqueza del pop aguerrido marca registrada de Collins. Do You Know, Do You Care? nos ofrece otro gran trabajo en batería para un tema ominoso sobre divorcio y pasadas de factura enfatizadas por la voz furibunda de Phil, acentuando aún más aquel tono oscuro característico del Face Value.

 

En su tramo intermedio el álbum no afloja y sigue disparándonos grandes tracks. You Can’t Hurry Love es un excelente -y muy exitoso- cover del clásico de clásicos de The Supremes, ahora reproduciendo con un gran detallismo la sonoridad cruda y urgente del original… y de paso adelantando décadas lo que sería Going Back (2010), un trabajo centrado en recrear hits y perlitas de la Motown y el soul en general. En It Don’t Matter to Me las reminiscencias al Off the Wall regresan fuerte, hablamos de algo así como un retrato bien festivo de un ninguneo hacia la contraparte femenina apoyado en los míticos vientos de The Phenix Horns. Thru These Walls es sin duda otro de los contrincantes para el título de “mejor tema del disco”: un comienzo similar a In the Air Tonight, en el que Collins relata una situación de voyeurismo morboso para con una pareja haciendo el amor del otro lado del muro a lo Paper Thin Hotel de Leonard Cohen, perteneciente a Death of a Ladies’ Man (1977), da paso a una reflexión melancólica sobre la soledad y la imaginación, apuntalada a su vez en otro gran trabajo de percusión a la par de I Don’t Care Anymore.

 

Ya llegando al final, Don’t Let Him Steal Your Heart Away se abre camino como la balada emblema del disco, más allá de también ser una de las mejores canciones de amor que Phil haya compuesto en toda su carrera: una bella oda a luchar y no deprimirse ante los fallidos, tracción a piano y un arreglo de cuerdas de lo más portentoso. The West Side es el único instrumental del álbum, aquí los vientos y los aires al Off the Wall del inicio de a poco van mutando hacia un terreno híbrido entre aquel jazz ochentoso sensual y cierta impronta lejana vinculada a los trabajos de Peter Gabriel, tanto solistas como intra Genesis. De la mano de Why Can’t It Wait ‘Til Morning lamentablemente el disco cierra con el tema más flojo del lote, una balada melosa que anticipa sus incursiones futuras e impersonales en los soundtracks de los productos de la factoría Disney, en la línea de Tarzan (1999) y Brother Bear (2003).

 

Mientras que en primera instancia podemos decir que la placa profundiza y la da un mejor acabado a las inquietudes sentimentales plasmadas en Face Value, diversificando aún más su espectro sonoro para alejarse del rock progresivo de Genesis y desnudar a las canciones en consonancia con los “sincericidios románticos” que acompañan al álbum en su conjunto, en segundo término Hello, I Must Be Going! confirma la voz e idiosincrasia individual de Collins por fuera de Genesis y lo que sería el rumbo de su carrera de allí en más, eso de combinar historias de amor tortuoso y comentarios sobre la pauperización social con creaciones de raigambre bailable y hasta temas de naturaleza más lúdica y a veces semi experimental.

 

 

No Jacket Required (1985), por Marcos Arenas:

 

Desde el inicio del No Jacket Required, un trabajo discográfico extremadamente exitoso a escala planetaria, se deja bien en claro que las drum machines y la velocidad de los beats constituirán el horizonte artístico del álbum. Phil y su productor Hugh Padgham demuestran una gran valentía en la decisión de llevar al extremo las programaciones y dejar de lado en buena medida las baterías reales, a riesgo de enajenarse a los pocos fans del Genesis modelo Peter Gabriel que todavía lo seguían y apostando a cosechar una nueva tanda de seguidores que abrazarían la alegre reconversión (en los análisis de éste, su disco más afamado entre los fans circunstanciales y/ o menos exigentes, se suele pasar por alto el hecho de que el señor jamás renunció a su costado meloso baladístico… simplemente dicha vertiente quedó un poco relegada frente a la preponderancia de los beats aptos para el público masivo de las FMs y las pistas de baile del globo).

 

La placa abre con Sussudio, un mega hit con todas las letras que condensa en una burbuja de tiempo aquel pop dance ochentoso, en esta coyuntura retomando -para taparlos bastante con las baterías electrónicas y los sintetizadores- los vientos de los temas más reconocibles de Hello, I Must Be Going! (1982); la base rítmica está inspirada en la muy superior 1999 de Prince, perteneciente a la obra maestra homónima de 1982, y la letra nos regala un típico intento de acercamiento a una señorita que ni siquiera conoce al narrador. En Only You Know and I Know las drum machines no dan respiro y superan lo hecho en el track anterior, ahora gracias a un tema rabioso y desesperado sobre conflictos románticos y un argot compartido por la pareja, más para lo negativo que para lo positivo (peleas, peleas y más peleas). En Long Long Way to Go nuevamente las alusiones a In the Air Tonight están a la orden del día a través de esta hermosa incursión en lo que podríamos definir como una “versión a lo Collins” de una diatriba de protesta sobre la pobreza y las guerras del período, todo con Sting colaborando en coros y arrimándonos de sopetón -precisamente- al The Police más sosegado (el trasfondo pesadillesco reaganeano/ thatchereano del tema sigue igual de vigente en la actualidad porque la enorme mayoría de bípedos descerebrados continúa votando a la derecha). I Don’t Wanna Know es casi una secuela conceptual de It Don’t Matter to Me del Hello, I Must Be Going!, ahora con un “corte romántico” tajante vinculado a dejar de escuchar lo que la mujer tiene para decir, sin duda un tema pop perfecto con sintetizadores en los lugares exactos y una energía general envidiable.

 

Y sí, luego viene One More Night, un clásico ochentoso elevado a la enésima potencia, una balada hiper dulce y adictiva de súplica amorosa plagada de ecos y una angustia sutil detrás de la letra. En Don’t Lose My Number la interrelación entre baterías programadas y sintetizadores llega al cenit gracias a este temazo misterioso sobre un tal Billy que está escapando de una organización luego de lo que parece ser un asesinato accidental, a lo que se suma la disposición del narrador de encontrarlo cuanto antes. Las furibundas líneas de teclados enmarcan Who Said I Would, una joyita solapada acerca de una arpía manipuladora a la que no le importa nada ni nadie salvo sí misma… la vocecita robótica del estribillo representa la quintaesencia de los 80. Doesn’t Anybody Stay Together Anymore es la primera gran excepción del disco en cuanto a la poca importancia concedida en general a la creatividad marca registrada de Phil en lo que atañe a las bases de batería; hablamos de una excelente canción -muy oscura y meditabunda- sobre la profusión de divorcios alrededor del cantante (muy buenos coros durante el puente).

 

Por su parte Inside Out es la segunda excepción en el campo de la percusión, también tocada en vivo, una composición muy parecida a la precedente aunque más volcada al análisis sobre la confusión existencial y con interesantes solos de saxo y guitarra. Un beat electrónico guía la estructura de Take Me Home, la cual acumula tensión cual góspel y/o soul recargado de la mano de coros en los que participan Sting y Peter Gabriel, apuntalando un tema eficaz inspirado en la novela One Flew Over the Cuckoo’s Nest (1962) de Ken Kesey, llevada a la pantalla grande por el genial Milos Forman en 1975 con un extraordinario Jack Nicholson como R.P. McMurphy. El bonus track de la edición en CD de la época del No Jacket Required, We Said Hello Goodbye, es una canción orquestal pomposa que tira el disco hacia abajo en términos cualitativos, justo como Why Can’t It Wait ‘Til Morning hizo con el Hello, I Must Be Going!, en esta oportunidad vía una letra acerca de la necesidad de lidiar con el cambio que traen la pérdida y el dolor.

 

Si pensamos en las características históricas del trabajo en cuestión, no podemos pasar por alto aquella adorable misoginia ochentosa camuflada, comprensible por el asuntillo del divorcio de Phil y sus malas experiencias cíclicas en el campo del corazón, y esos teclados que sobrepasan a los vientos en los temas más movidos, enarbolando de paso un pulso bailable casi continuo a lo largo de los 55 minutos. No Jacket Required confirmó al artista como uno de los gigantes de la industria cultural de la década del 80 y asimismo funcionó como la antesala inmediata del extremadamente popero Invisible Touch (1986), un trabajo que por un lado le permitió seguir acumulando hits a diestra y siniestra y por el otro incluyó algunos chispazos de rock progresivo adaptados al “lenguaje musical” de la etapa (en el Genesis de Collins nunca faltaron del todo los arquetipos aggiornados de los 70 como las historias de personajes pintorescos, los temas largos, los segmentos instrumentales enrevesados, un tono por momentos algo tétrico, ese humor negro inglés siempre hermanado a la sátira social, etc.).

 

 

But Seriously (1989), por Lao Human:

 

Luego de la exitosa vuelta de Genesis y los dos megahits de 1988 –A Groovy Kind of Love y Two Hearts– que incluyó en el film Buster (en el que también actuó), But Seriously fue la continuación real de No Jacket Required (1985), aquel Grammy al Disco del Año y uno de los álbumes más vendidos de la década del 80. Estaba claro que en 1989 a Phil Collins le quedaba poco por probar. Entonces, ¿qué es But Seriously? Justamente, un intento en pos de que se lo tome más en serio como artista.

 

El comienzo es con el marchoso y efectista Hang in Long Enough. Mucho más sutil es That’s Just the Way It Is, cocinado a fuego lento y con un puente inesperado. (Esta canción muestra todo lo que Charly García escuchaba al inglés: basta comparar su introducción con la del tema que le da el título al disco Filosofía Barata y Zapatos de Goma, editado un año después).

 

Do You Remember? es un medio tiempo pero nacido para ser clásico radial, con coros y ecos varios del True (1983) de Spandau Ballet. Something Happened on the Way to Heaven es otro hitazo con un gancho detrás de otro. Las estrofas son tan pegadizas que el estribillo (“you can run and you can hide/ but I’m not leaving less you come with me…”) parece de hecho un puente. El terreno experimental del disco está cubierto por los casi nueve minutos de Colours, una canción que comienza como delicada balada para pasar a una segunda sección en la que se ponen todos los trucos del “sonido Collins” en la parrilla.

 

A continuación llegan, uno tras otro, los dos golpes maestros del disco. Primero I Wish It Would Rain Down, con una de sus performances vocales más emocionantes, iluminada por un coro góspel y un Eric Clapton inspiradísimo, haciendo gemir a su guitarra como 20 años atrás lo hiciera en While My Guitar Gently Weeps de George Harrison. Todo asimismo sosteniendo una letra tremenda, empapada de remordimiento y autoflagelación. La dramática Another Day in Paradise (Grammy 1991 a la Grabación del Año) es otra lección de cómo se escribe una canción pop. Una indeleble melodía de teclado y un homenaje a los homeless ante la indolencia del mundo y en especial del estado y las corporaciones, para un tema que tuvo decenas de versiones durante los años venideros.

 

Lo que sigue en el disco es bastante más convencional. Heat on the Street es un tema pop con vientos bien adelante. All of My Life es un midtempo, que arranca con un solo de saxo de ¡un minuto! (eran los 80, no había nada de irónico en ello…). Saturday Night and Sunday Morning es un interludio de vientos de un minuto y medio que da lugar a otra balada pretendidamente lacrimógena, Father to Son, con los consejos de un padre a un hijo: la canción sufre mucho la falta de un estribillo. El cierre con Find a Way to My Heart es cien por ciento Collins aunque a decir verdad no aporta demasiado.

 

Algo desparejo en su constitución final pero con dos canciones geniales y otros dos hits planetarios que lo redimen, But Seriously fue la manera de Collins de cerrar los 80 -SU década- mirando a todos desde la cima.

 

 

Both Sides (1993), por Lao Human:

 

Collins nunca se preocupó demasiado de que sus discos tuvieran coherencia estilística. Los más populares podían alternar sin solución de continuidad entre superhits bailables, baladas FM y canciones introspectivas. Pero después de dominar las radios por más de una década (solo y encabezando Genesis), con Both Sides por primera vez se enfocó en crear un álbum que se pudiera escuchar de punta a punta como un disco y no como una compilación. Para ello y en una movida a lo Prince, se hizo cargo también de tocar todos los instrumentos. Sin embargo, como existen “dos lados” de cada historia, están las intenciones y los logros. Y lo que tenemos es un álbum cansino, de un midtempo del que prácticamente no sale en sus 67 minutos.

 

Una de las pocas excepciones es la apertura con el marchoso y muy Springsteen Both Sides of the Story, lo único parecido a un hit. A partir de ahí en términos prácticos la trivialidad controla el ritmo. Can’t Turn Back the Years y Everyday son baladas AOR -“album oriented rock”- que Collins ya hizo antes y mejor.

 

Dentro de este mismo tono, Collins se permite homenajear a algunas de sus influencias recientes. I’ve Forgotten Everything, There’s a Place for Us y Please Come Out Tonight toman como molde el maravilloso Hats (1989) de The Blue Nile, aunque sin alcanzar su mágica elegancia nocturna. Por otro lado, el climático Can’t Find My Way no desentonaría en un disco solista de Peter Gabriel.

 

Uno de los pocos temas diferentes es We Wait and We Wonder, con un sonido cercano al heartland rock con el que ahora se lucen unos The War on Drugs, por ejemplo. We Fly So Close es un intento de hacer una suerte de “segunda parte” de In the Air Tonight (spoiler: no, no funciona). Los significantes son los mismos: comienzo climático, guitarras eléctricas que se dibujan a lo lejos, etc. La única novedad es una intro de guitarra española que parece una cita a Flashdance… What a Feeling de Irene Cara de 1983. Y todo esto a lo largo de 7 minutos y medio.

 

Justamente, uno de los grandes problemas que tiene el disco es la duración de las canciones: la mayoría promedian los 6 minutos. Sumado a que no es el momento compositivo más inspirado del inglés, todos los temas parecen prolongarse innecesariamente y la escucha se termina haciendo -con rapidez- bastante pesada.

 

Con Both Sides Phil Collins dejaba el terreno que siempre le resultó más cómodo (el de los hits) a cambio de una búsqueda más personal. De ahí en más y salvo pocas excepciones, sus nuevas canciones ya no volverían a sintonizar con el público masivo. Por el momento, no parecía preocuparle demasiado…

 

 

Dance into the Light (1996), por Marcos Arenas:

 

Después del flojo y bastante aburrido Both Sides (1993), aquel disco en el que Phil echó a su productor Hugh Padgham y se dedicó a tocar todos los instrumentos él mismo, aquí vuelve a trabajar con su colaborador habitual sin embargo el nivel de las canciones ya no es el de sus placas de la década del 80 y todo suena demasiado forzado y con el objetivo de fondo de recuperar la enorme difusión radial que tuvo su obra desde el Face Value (1981) hasta el But Seriously (1989), si la vemos desde el punto de vista de su carrera solista, y desde And Then There Were Three (1978) hasta We Can’t Dance (1991), si consideramos su trabajo con Genesis.

 

El álbum abre con la composición que le da el título, Dance into the Light, un lindo tema pop que recupera aquellos vientos de sus discos de los 80, ahora analizando la integración social y la libertad de pensamiento bajo un optimismo relacionado con el arte de bailar (dato clave: regresan las baterías tocadas en vivo en el estudio). That’s What You Said es un digno homenaje a The Beatles circa Help! (1965), a partir de una historia de amor malogrado y hasta un solo de guitarra símil George Harrison. Lorenzo es otra creación pasable, quizás uno de los primeros verdaderos exponentes de world music de la carrera de Collins, hoy utilizando melodías y percusiones africanas para musicalizar un poema de Michaela Odone sobre su hijo Lorenzo, aquel muchacho cuyo padecimiento bajo la sombra de la adrenoleucodistrofia fue retratado en el film Un Milagro para Lorenzo (Lorenzo’s Oil, 1992), dirigido por el infatigable George Miller.

 

El disco se empieza a caer rápido, empezando con Just Another Story: una base funk es el pivote de un retrato poco inspirado de una familia en proceso de autodestrucción con padre golpeador y frustrado, madre ausente e hija sufriendo bullying en el colegio. Love Police es una canción pop con un marcado estilo country que no despega del cliché de “volar para ser libre” y dejar atrás la sensación de encierro/ agobio. Wear My Hat funciona como otro ejemplo relativamente disfrutable de música africana, sencillo a nivel general aunque por lo menos con una hilarante letra de “afecto instantáneo” en la que el narrador termina sobrepasado por los acontecimientos y sin oponer mucha resistencia ante los embates amorosos. Con It’s in Your Eyes regresa el pulso beatlesco vía una composición amena hasta ahí nomás y bastante menos interesante que That’s What You Said. Oughta Know by Now nos entrega otra base cercana al funk que no es aprovechada del todo en ningún momento en este ruego maquillado dirigido a la mujer para que se decida de una buena vez y avance hacia la cama.

 

Take Me Down es un nuevo tema olvidable que se acerca a los trabajos de Phil para el emporio Disney, ahora en formato “popero movidito”, al que le sigue The Same Moon, una balada melosa y pobretona sobre estrellas, ruptura e intento de reconciliación. Para River So Wide el pulso africano muta en un rock acelerado, si tenemos en cuenta la quietud estándar de Collins: nos referimos a un tema apenas correcto sobre la igualdad entre todos los seres humanos y el terminar con los enfrentamientos eternos. No Matter Who es indudablemente la mejor balada de amor de la placa, lejos de las epopeyas románticas de los 80 pero -al fin y al cabo- una buena adaptación tranqui noventosa de aquellas, mucho más volcada hacia el campo del soft rock optimista de aquellos años. Resulta de lo más irónico que Collins decida finiquitar uno de sus discos más anodinos y vacuos con The Times They Are a-Changin’, el clásico de protesta de Bob Dylan, y más irónico aún es que este cover se ubique entre lo mejor del Dance into the Light, incluyendo guitarras bien entrelazadas y un insólito órgano que oficia de mantra sonoro (mejor dejemos de lado las comparaciones entre la voz nasal de Phil y la de Dylan… ambas pueden llegar a tornarse algo tediosas si caemos en la escucha desmedida).

 

La prolijidad de siempre de Collins y Padgham evita que el álbum caiga al subsuelo de lo insalvable pero tampoco logra que nos olvidemos que las letras del disco están entre las más flojas de toda la carrera del británico, siendo la mayoría de ellas muy esquemáticas y estereotipadas al punto de no dejar nada en la memoria del oyente atento. En su intento por recuperar el ímpetu comercial del pasado, y de paso ningunear aquellos tiempos de grunge y pop prefabricado y decadente, Dance into the Light termina transformándose en una faena muy pasatista: las buenas intenciones de fondo no pueden ocultar cierta pobreza en las composiciones y la chatura general de la producción, la cual indaga en los trucos históricos del cantante y baterista pero sin la potencia y la frescura de antaño.

 

 

Testify (2002), por Marcos Arenas:

 

En el último álbum de estudio de Collins con canciones propias, Testify, nos encontramos con una importante metamorfosis en la producción gracias a la intervención de Rob Cavallo, quien impone un sonido aggiornado con cambios repentinos en los temas, una mejor utilización de las herramientas del estudio, beats más interesantes símil hip hop y la incorporación de distintas texturas sutiles que desbaratan aquella monotonía que caracterizó al Dance into the Light (1996). Desde ya que no todo es color de rosa porque la placa asimismo nos condena a la estructuración por antonomasia de los trabajos discográficos posmodernos: excelente comienzo que se va cayendo de a poco hasta recuperar el buen nivel con la andanada de canciones del final.

 

Precisamente, Wake Up Call configura un muy buen inicio: hablamos de un rock que funciona como una llamada urgente a la acción con la condición previa de despertarse del marasmo/ estupidización contemporánea de gran parte de la población. Come with Me es otro gran tema, una suerte de reformulación -muy superior, por cierto- de aquellas tonalidades de world music del álbum anterior, ahora tomando la forma de una promesa de protección y cariño hacia la contraparte que alcanza su cenit en el maravilloso estribillo y en los coros del desenlace. El tercer track, la canción que le da el título al disco, es una balada prodigiosa, bien bien power, con un estribillo soulero a todo lo que da; el tema está apuntalado en un Phil que aprovecha como nunca su voz y prueba distintos registros a lo largo de la composición, llegando a un clímax a toda máquina símil Prince modelo décadas del 80 y 90. En ocasión de Don’t Get Me Started, Collins reflexiona con detallismo y lucidez -en una jugada que recuerda a la mordacidad de Genesis- sobre la saturación informativa de la actualidad y la catarata de mentiras que nos llegan desde los medios de comunicación mainstream y los gobiernos de turno a través de un rock inusualmente agitado que incluye un cambio de ritmo en el puente.

 

Ya en el “nudo” del Testify, una base hiphopera es el principal sostén de Swing Low, un tema ameno sobre seguir peleándola a pesar de los vientos adversos que nos presente el camino. El primer tropiezo llega con It’s Not Too Late, uno de los temas más flojos del lote, una composición bastante repetitiva con una línea de sintetizador que va y viene y una letra que puede ser interpretada como optimista o pesimista según la voluntad del oyente (la desaparición y/ o muerte está en el horizonte y los seres queridos de turno no se dejan de repetir a sí mismos que “no es demasiado tarde”). Por su parte This Love This Heart es una balada correcta de amor incondicional en la que Cavallo reutiliza el viejo truco ochentoso de incluir guitarras aguerridas en el estribillo para sumar tensión y dramatismo. En Driving Me Crazy una programación house deja bastante que desear y enmarca una canción que se acerca mucho a aquella historia de acoso y obsesión de Every Breath You Take de The Police, perteneciente al Synchronicity (1983).

 

Llegando al remate propiamente dicho del álbum, The Least You Can Do se abre camino en tanto una muy buena readaptación de aquellas baladas de Phil de los 80, basada menos en la simpatía lavada de los 90 y mucho más en las ganas de insultar a la mujer en cuestión, en este caso exigiéndole una explicación en un estribillo memorable tracción a una melodía muy pegadiza. Can’t Stop Loving You es otra maravillosa y convulsionada balada sostenida en una batería en primer plano que se complementa a la perfección con los sintetizadores del estribillo, todo alrededor de una anécdota chiquita -y bien bluesera- centrada en el interés romántico partiendo en el tren matutino para ya no volver nunca más. Thru My Eyes ofrece un buen trabajo de batería para un bello tema sobre madurar paulatinamente y el arte perdido de ponerse en el lugar del prójimo, nuevamente con aires lejanos de world music aggiornada. Finalmente You Touch My Heart es una balada amigable con una melodía sutil que cierra con dignidad la placa, ponderando al compañerismo y ese apoyo recíproco que aporta el amor verdadero.

 

A pesar de que seguimos en una segunda línea con respecto a los cuatro primeros trabajos de Collins como solista, el resultado final es satisfactorio porque por un lado el disco nos presenta a un viejo “lobo de mar” recurriendo a todas sus destrezas de siempre, y por el otro lado aquí la producción en más de la mitad de las canciones ayuda -y mucho- a extraer/ aprovechar toda la emotividad marca registrada del artista, siempre a mitad de camino entre la explosión de furia y la desesperación contenida, amén de que las propias composiciones levantan bastante la puntería en relación a sus homólogas de Both Sides (1993) y el susodicho Dance into the Light. Phil redondea un canto del cisne -en lo referido a material 100% nuevo- que cumple con las expectativas acumuladas, en especial considerando los generosos baches de años y años entre cada álbum y todo lo que ocurrió en el mundo y en la industria de la música durante sus silencios discográficos.

 

 

Going Back (2010), por Lao Human:

 

El “disco de covers” es toda una institución en el rock. Algunos, que le dieron una oportunidad a la fórmula, lograron joyas absolutas (Johnny Cash, Bob Dylan, Nick Cave and the Bad Seeds), otros aprobaron aunque quedaron lejos de su propio standard de calidad (David Bowie, John Lennon, George Michael), y finalmente otros han pegado enormes patinadas (Duran Duran, Rod Stewart… la lista puede ser eterna). Ante un disco de covers siempre cabe hacerse la consabida pregunta, ¿por qué? Y si somos malintencionados, ¿era necesario?

 

¿Qué pasa entonces con Going Back? En principio, es un homenaje de Phil Collins a la música de Motown y a los girl groups de la década del 60 con los que creció. También fue su vuelta al estudio de grabación después de ocho años, contados a partir del ameno Testify (2002). En ese sentido, el británico partía con un crédito abierto, ya que había tenido un éxito en los 80 con una muy buena versión de You Can’t Hurry Love de The Supremes.

 

Muchas de las elecciones recaban en algunas gemas de la cantera mágica de Holland-Dozier-Holland, compositores de temas que artistas como Martha and the Vandellas, los Four Tops o las ya mencionadas The Supremes trasformarían en los Everests de la canción pop del Siglo XX. Otras son canciones escritas por gente como Stevie Wonder y Curtis Mayfield. En favor de Collins hay que decir que es difícil salir indemne cuando uno se mete con semejantes tótems de la música popular.

 

En Going Back Collins no intentó versionarlas sino que suenen idénticas (a nivel arreglos, producción y ejecución) a las originales. Y eso es un problema, ya que por primera vez en su carrera se nota el desgaste del paso del tiempo en su voz, sobre todo en relación a un pasado que se hacía cada vez más lejano por los prolongados silencios entre disco y disco (la comparación con los intérpretes negros tampoco le ayuda mucho, a pesar de que en ningún momento pasa vergüenza). Así y todo, sería injusto decir que es un mal disco. De hecho, es un trabajo digno que logra captar el espíritu de las versiones originales y muestra el cariño que el inglés le tiene al género.

 

Seguramente para Collins habrá sido un placer grabarlo. Pero para el “no fan” Going Back funciona como una curiosidad que sólo dispara las ganas de conocer o volver a escuchar las versiones originales. Y deja con sabor a poco viniendo de alguien que en su momento de gloria supo crear con sus canciones sus propios standards del pop.

 

 

BONUS: Singles históricos no incluidos en los discos de estudio, por Lao Human:

 

Algunas de las canciones más populares de la carrera de Collins no se encuentran en sus discos oficiales (exceptuando grandes éxitos, claro), sino que aparecieron en distintas bandas sonoras y en álbumes de otros artistas, por lo que bien vale hacer un repaso a modo de “bonus” de este dossier.

 

Against All Odds (Take a Look at Me Now) fue un film de 1984 protagonizado por Rachel Ward y Jeff Bridges del que pocos se deben acordar. Sin embargo es difícil olvidar el tema que le dio nombre, una de las grandes canciones de amor de los 80 (y de siempre). Comienza como una balada de piano y voz que va creciendo en emoción a medida que las palabras del protagonista se transforman en una súplica a la amada que lo abandonó. Y todo está condensado en ese TREMENDO estribillo en el que absolutamente desarmado clama “so take a look at me now, there’s just an empty space/ and you coming back to me is against the odds, and that’s what I’ve got to face”. Para escuchar con el corazón en la mano.

 

Collins tendría también dos clásicos junto a otros artistas. Cuando produjo Chinese Wall (1984), disco solista de Philip Bailey (uno de los cantantes de Earth, Wind & Fire), se dio el gusto de cantar con él a dúo el superhit Easy Lover, que se balancea entre el pop y el rock duro con sutileza (¡ese solo!). El falsete de Bailey y el dramatismo de Collins funcionan a la perfección juntos para prevenir sobre una dama atractiva y peligrosa. Del mismo año es Separate Lives (del film White Nights), cantada junto a Marilyn Martin. Hablamos de una de esas baladas a dúo tan frecuentes en los 80, pero con un estribillo de corazón destrozado: “you have no right to ask me how I feel”. Categórico. Para archivar junto a otros grandes duetos como Up Where We Belong (Joe Cocker & Jennifer Warnes) y Don’t Know Much (Linda Ronstadt & Aaron Neville).

 

El film Buster (1988), que además lo tuvo como protagonista, le daría otros dos nuevos hits. El primero sería A Groovy Kind of Love, un cover de un tema popularizado por The Mindbenders que fue un éxito allá en 1965. Collins le borra el “toque sixties” de esa versión (prueben escucharlo: podría pasar por un tema de Los Gatos en inglés) y lo transforma en una delicada balada. Otro golazo. El segundo, Two Hearts, es uno de esos temas uptempo que a Collins se le caían de los bolsillos, un poco en la vena de aquel Part-Time Lover de Stevie Wonder.

 

Para finalizar tenemos You’ll Be in My Heart, tema principal de la banda de sonido de Tarzán (1999), su último verdadero hit a la fecha. Es una balada menor para el estándar del británico, pero en la actualidad es el tercer tema de su repertorio en cantidad de reproducciones en Spotify, detrás de In the Air Tonight e You Can’t Hurry Love y por delante de temas como Against All Odds (Take a Look at Me Now) y Another Day in Paradise. El sello de Disney parece haber ayudado a mantener su popularidad a lo largo de los años.