Esposas y Concubinas (Dà hóng denglong gaogao guà)

En la casa de la Cuarta Señora

Por Emiliano Fernández

Esposas y Concubinas (Dà hóng denglong gaogao guà, 1991) forma parte de la primera e indudablemente mejor etapa de la carrera de Zhang Yimou, director por antonomasia -junto a Chen Kaige, aquel de Adiós a mi Concubina (Ba wang bie ji, 1993), Luna Seductora (Feng yue, 1996), El Emperador y el Asesino (Jing ke ci qin wang, 1998) y Soñando Juntos (He ni zai yi qi, 2002)- de la denominada Quinta Generación del cine chino, esa que surgió luego de los estragos causados por la Revolución Cultural (1966-1976) llevada adelante por los Guardias Rojos, un movimiento reaccionario estudiantil de impronta universitaria y secundaria, y encabezada por los testaferros de turno de Mao Zedong en pos de recuperar el poder dentro del Partido Comunista y purgar a la competencia política/ militar en general, la Banda de los Cuatro, conformada por la esposa de Mao, Jiang Qing, y tres colaboradores de la mujer, Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen, todos luego arrestados por las masacres y atropellos de todo tipo y condenados a muerte o a años de cárcel aunque eventualmente puestos en libertad y muriendo a edad avanzada. El film se corresponde a la retahíla de trabajos en conjunto entre Zhang y su actriz fetiche y musa de aquel tiempo, la bella y muy talentosa Gong Li, con quien incluso entablaría una relación romántica y filmaría clásicos de la talla de Sorgo Rojo (Hong gao liang, 1988), Ju Dou (1990), Qiu Ju, una Mujer China (Qiu Ju da guan si, 1992), Vivir (Huo zhe, 1994) y La Reina de Shanghái (Yao a yao, yao dao wai po qiao, 1995) que popularizaron el cine chino en todo el mundo y a su vez abrieron aún más las puertas de los festivales internacionales de Occidente a la producción asiática. El prolífico realizador después volvería a entregar obras interesantes como por ejemplo Ni uno Menos (Yi ge dou bu neng shao, 1999), El Camino a Casa (Wo de fu qin mu qin, 1999), Tiempos Felices (Xing fu shi guang, 2000), Un Largo y Doloroso Camino (Qian li zou dan qi, 2005), Amor bajo el Espino Blanco (Shan zha shu zhi lian, 2010), Regreso a Casa (Gui lai, 2014) y por supuesto su tetralogía en el campo del wuxia más aparatoso inspirada en el éxito de El Tigre y el Dragón (Wo hu cang long, 2000), de Ang Lee, hablamos de Héroe (Ying xiong, 2002), La Casa de las Dagas Voladoras (Shi mian mai fu, 2004), La Maldición de la Flor Dorada (Man cheng jin dai huang jin jia, 2006) y Sombra (Ying, 2018), sin embargo nada volvería a ser lo mismo porque mucha de aquella complejidad conceptual y esa riqueza de antaño desaparecería para dejar paso a la fastuosidad, la sensiblería y una complacencia comercial llevada al extremo de lo tolerable.

 

Mucho antes de que optase por coquetear con Hollywood de manera directa en Las Flores de la Guerra (Jin ling shi san chai, 2011), protagonizada por Christian Bale, y en La Gran Muralla (The Great Wall, 2016), estelarizada por Matt Damon, Willem Dafoe y Pedro Pascal, y de modo tácito a través de Una Mujer, una Pistola y una Tienda de Fideos Chinos (San qiang pai an jing qi, 2009), insólita aunque olvidable remake de Simplemente Sangre (Blood Simple, 1984), ópera prima de los hermanos Joel y Ethan Coen, Zhang rodó Esposas y Concubinas sirviéndose de la misma entonación retórica de Sorgo Rojo y Ju Dou, esa que retomaría también en ocasión de Qiu Ju, una Mujer China y Vivir porque todas se mueven en el terreno de un melodrama más o menos apesadumbrado que utiliza la excusa de las tribulaciones femeninas, prototípica capa superficial del discurso en una sociedad bajo un régimen autoritario como la china, para hablar, precisamente, de los cambios históricos que fue atravesando el país con el transcurso del tiempo y sobre todo a lo largo del Siglo XX, constituyendo la película que nos ocupa la más alegórica de todas las del período inicial del cineasta ya que la acción se concentra en un único entorno claustrofóbico, la mansión de un poderoso oligarca, que hace las veces de la comunidad vernácula y su rigidez en términos de una existencia cotidiana sometida a un conjunto de preceptos invariantes, la injustica, el mandato del cabecilla, mucha inequidad y un sistema general de poder que resulta tan frío y elitista como el de las democracias occidentales aunque con distinta idiosincrasia, aquí no maquillando el sustrato absolutista de fondo con demagogia y simplemente pisándole la cabeza a quien ose rebelarse contra las costumbres arraigadas símil leyes establecidas por el statu quo para su eterno beneficio. La coyuntura específica de Esposas y Concubinas es la de la llamada Era de los Señores de la Guerra (1916-1928), período caracterizado por una serie de conflictos entre los principales caudillos regionales del país que a nivel temporal se ubica entre la Revolución de Xinhai de 1911, la cual derrocó a la última dinastía imperial, la Qing, y fundó la República de China, y el comienzo de la Guerra Civil en 1927, una batalla encarnizada entre el Kuomintang o Partido Nacionalista de Chiang Kai-shek y el Partido Comunista de Mao que abarcó además un breve período de unión para hacer frente al invasor nipón con motivo de la Segunda Guerra Sino-Japonesa (1937-1945), impasse tras el cual se reanudaron todas las hostilidades hasta la victoria de los comunistas en 1949, la fundación de la República Popular China y la rauda fuga de Chiang hacia la Isla de Taiwán.

 

Ambientado en la década del 20, el relato comienza con la llegada de Songlian (Gong) al mega castillo de un Señor de la Guerra (Jingwu Ma), al que nunca vemos en primer plano y sólo conocemos desde la distancia, en calidad de “Cuarta Esposa o Señora”, eufemismo consuetudinario por concubina ya que resulta la más joven de lote luego de la semi anciana Yuru o Primera Esposa (Shuyuan Jin), la fémina de mediana edad Zhuoyan o Segunda Esposa (Cuifen Cao) y la treintañera Meishan o Tercera Esposa (Saifei He). Songlian es una muchacha de 19 años que estudió en la universidad durante seis meses hasta que se vio obligada a renunciar porque su familia ya no podía costear su educación debido al repentino fallecimiento del padre a la edad de 53 años, quien tenía una tienda de té que eventualmente se tuvo que cerrar por bancarrota y así la pequeña parentela quedó al mando de la madrastra de la chica (Weimin Ding), la cual a su vez la convenció de casarse aunque fue la propia Songlian la que decidió contraer nupcias con un hombre muy rico aceptando convertirse en concubina sin saber nada de la vida de turno. Con Yuru fuera de competencia porque está resignada al olvido después de haberle dado un hijo al Señor, el veinteañero Feipu (Chu Xiao), la Cuarta Esposa entra en un conflicto más o menos silente con Zhuoyan, un lobo con piel de cordero que se muestra siempre amable y hasta le regala vestidos de seda pero maquina estratagemas a puertas cerradas, y Meishan, una ex cantante de ópera y la favorita del patriarca que apuesta a sabotear a nuestra recién llegada afirmando estar enferma para acaparar el afecto del hombre y recibir más atenciones de parte de la servidumbre, como por ejemplo los signos supremos de que el amo del hogar “favorece” a una de las mujeres durante la noche en cuestión, léase un masaje de pies y una serie de linternas rojas que los criados encienden para la sesión de sexo reglamentaria y el sueño posterior. La protagonista finge estar embarazada con el objetivo de controlar al Señor durante jornadas sucesivas y de paso quedar efectivamente preñada, no obstante su celosa doncella personal, Yan’er (Lin Kong), una adolescente que también se acuesta con el amo, se confabula con Zhuoyan y le pasa una braga con sangre menstrual de Songlian que indica que todo es una farsa, llevando a la Segunda Esposa a sugerirle al patriarca que llame al médico familiar para que la revise cual chequeo de rutina, el Doctor Gao (Zhigang Cui), quien está protagonizando un affaire con Meishan. El engaño sale a la luz y el Señor castiga a la “no encinta” haciendo que tapen sus linternas con una tela negra y no volviendo a visitarla durante la noche, por ello Songlian se venga de la responsable directa, Yan’er, denunciando que en su cuarto de sirvienta tiene muchas linternas rojas como si se tratase de una esposa, una clara violación de la jerarquía, así Yuru decreta que todo sea quemado y la esclava tácita se quede a la intemperie en el frío adelante de la fogata y luego las cenizas hasta que pida disculpas, algo que no ocurre ya que la testaruda muchacha permanece inmóvil hasta enfermarse y morir a posteriori en un hospital. La Cuarta Concubina entra en crisis moral escalonada y de a poco parece llevarse bastante bien con Meishan, a la que suele escuchar cantar en soledad en patios que son mazmorras de oro al aire libre y quien por lo menos es sincera en términos de la competencia omnipresente porque sabe que lo único importante entre esos muros es darle un hijo varón al amo cuanto antes, proeza que ella consiguió y la Segunda Esposa aún no debido a que apenas si logró parir a una humillante niña que no sirve para nada en esta estructura falocéntrica y cosificante del poder. Con una nueva, avejentada y algo chismosa doncella para que la asista (Zengyin Cao), Songlian festeja en total soledad su cumpleaños número 20 emborrachándose con vino y dejando escapar frente a la Segunda Señora que Meishan mantiene un romance con el Doctor Gao, así la arpía aprovecha el dato y descubre con un pelotón de siervos/ soldados a los amantes en una cama de hotel de una ciudad cercana, lo que le gana a la Tercera Concubina el óbito según las ancestrales tradiciones del clan, siendo ahorcada en una torre del complejo especialmente destinada para ello. Cayendo en la locura progresiva y sintiéndose culpable por la desafortunada andanada de eventos, apenas un año después de su llegada el personaje de Gong divaga solo por el palacio y ve cómo es reemplazado por una flamante y más joven hembra, la Quinta Esposa de la casa.

 

La película de Zhang, como decíamos con anterioridad, utiliza el formato del melodrama femenino como pretexto para analizar dos temáticas interconectadas y para nada simpáticas al extremo de que pueden considerarse tabúes sociales, por un lado la dinámica caníbal entre los marginados, en esta oportunidad tanto esas siervas con el ego inflado bautizadas concubinas como los vasallos tradicionales que no gozan de independencia alguna, y por el otro lado la tendencia de las víctimas a convertirse en victimarios cuando en vez de luchar contra el sistema opresor optan por el facilismo acomodaticio/ pancista de aceptar las reglas del juego como vienen y sacar el mejor rédito posible reventando a quien se ponga enfrente bajo esa misma lógica antropófaga comunal de las elites, por ello en vez de un panfleto feminista berretón típico del Siglo XXI lo que tenemos frente a nosotros es un estudio del carácter contagioso y parasitario del poder ya que así como las concubinas descargan su frustración mediante las peleas entre ellas y la sensación de sentirse por sobre los siervos o hasta respetadas por ellos más por mérito propio que por miedo o la sombra acechante del dominio doméstico, el Señor por su parte termina desdibujado en este enfoque ya que su autoridad resulta tan incuestionable que ni siquiera es necesario darle un rostro verdadero porque su trivialidad y dejo apaciguado en pantalla señalan el hecho de que habita y se mueve en un estrato de la hegemonía china de la época con el que las hembras sólo pueden soñar, totalmente despreocupado de las mujeres porque éstas son intercambiables al punto de que hasta una criada, Yan’er, sirve para fornicar, pensemos asimismo que Songlian no cuestiona más que con una rabieta pueril pasajera que su marido polígamo le haya quemado su flauta, símbolo de su identidad y autonomía previa al casamiento, y se podría aseverar que por momentos el varón parece entretenerse viendo cómo los miembros de su harén se matan entre sí por unas migajas de respeto que no sólo abarcan al macho sino a todo lo que lo rodea, desde la mansión y sus empleados hasta la pompa autocelebratoria de los rituales y castigos en función de cada afrenta ante el esquema del poder. Tópicos adicionales como la depresión, un suicidio latente, los traumas psicológicos, la angustia, el encierro esclavista y el ser humano reducido a un adorno privado de los campeones de la fuerza y las mentiras públicas aparecen de manera complementaria a medida que el devenir de la protagonista se va ennegreciendo sin tener conciencia -hasta que ya es muy tarde- de dónde se metió, en este sentido su relación romántica platónica con Feipu, apenas insinuada vía un puñado de diálogos y secuencias compartidas, sirve para establecer un contrapunto entre su proceso de adaptación al maquiavelismo promedio del castillo del amo y lo que podría haber sido su vida si hubiese optado por no encarcelarse a sí misma bajo una quimera plutocrática de estabilidad y hubiese mantenido una relación clásica/ tradicional con un joven de su edad, planteo retórico que incluso señala la pusilanimidad y esa trágica inoperancia de base de Songlian porque pretendiendo ir contra Zhuoyan, su verdadera y más letal enemiga, termina cargándose a dos segundonas -consideradas desde el punto de vista femenino, el dominante en la trama- de la casa, Yan’er primero y Meishan después, para colmo de males sin contar con el valor suficiente para abalanzarse sobre Feipu como había hecho la Tercera Esposa sobre el Doctor Gao. Subdividida en las estaciones del año para simbolizar la degradación de la Cuarta Señora desde su humildad y sensatez del comienzo, recordemos que al inicio prefiere caminar antes que ser llevada en la “silla nupcial”, hasta su carácter envilecido y hasta trastornado de los actos posteriores del relato, en este caso basta con pensar en aquella escena en la que le corta una oreja a la Segunda Concubina con una tijera o la del desenlace en la que enciende linternas en la morada de la fallecida Meishan y reproduce un disco de ópera en una situación que la servidumbre interpreta -a pura ignorancia- como la aparición del fantasma de la occisa, Esposas y Concubinas, escrita por Ni Zhen a partir de la novela de 1990 de Su Tong, funciona como una representación visual y sonora exquisita, cortesía de la fotografía de Lun Yang y Zhao Fei y la música de Naoki Tachikawa y Zhao Jiping, de una inocencia corrompida a instancias de los pregoneros de una autoridad central sofocante que ni por un segundo deja de engendrar cómplices paradójicos y crueles entre el vulgo…

 

Esposas y Concubinas (Dà hóng denglong gaogao guà, República Popular China/ Hong Kong/ Taiwán, 1991)

Dirección: Zhang Yimou. Guión: Ni Zhen. Elenco: Gong Li, Saifei He, Jingwu Ma, Cuifen Cao, Lin Kong, Shuyuan Jin, Weimin Ding, Zengyin Cao, Zhigang Cui, Chu Xiao. Producción: Chiu Fu-sheng. Duración: 125 minutos.

Puntaje: 10