Adiós a mi Concubina (Ba wang bie ji)

En la Ópera de Pekín

Por Emiliano Fernández

Los realizadores de la Quinta Generación del cine chino, denominada así porque artistas como Zhang Yimou y Chen Kaige, sin duda alguna las dos figuras fundamentales de la vertiente, formaron parte de aquella quinta promoción de la Academia de Cine de Pekín, constituyeron junto a artistas de menor orden, como Huang Jianxin y Tian Zhuangzhuang, y realizadores más veteranos, en línea con Wu Tianming y Xie Jin, un frente tácito que modernizó al cine autóctono alejándolo de lo panfletario/ obrerista/ chauvinista del pasado, incorporando géneros distintos a los habituales como la fantasía y la sátira y logrando una fuerte penetración en el mercado internacional primero mediante el circuito de festivales y luego ya en términos de éxitos de taquilla. Aprovechando un relajamiento en la censura y los controles por parte de los esbirros del Partido Comunista Chino como consecuencia del colapso de la Revolución Cultural (1966-1976), período de bonanza que finalizaría con la vuelta de la represión y las prohibiciones de siempre con motivo de las Protestas de la Plaza de Tiananmén de 1989, los artistas de la Quinta Generación popularizaron el cine chino en Occidente durante las décadas del 80 y 90 y de manera tangencial terminaron de subdividir a la industria local del séptimo arte del nuevo milenio, por un lado demostrándole a los estudios y las compañías productoras orientales la necesidad de asociarse con los gigantes de Hollywood para erigir blockbusters exportables y de paso copar el mercado vernáculo con productos propios que le ganen a los yanquis, algo que tiene que ver con la integración al mercado internacional capitalista de la República Popular China bajo los preceptos del mandamás gubernamental Deng Xiaoping, y por el otro lado desencadenando una reacción condenatoria por parte de cineastas indies que pasaron a formar una Sexta Generación que mantiene vínculos estrechos con los festivales europeos aunque niega la pata industrial más comercial porque considera que ello implica diversas concesiones creativas ante el Partido Comunista o la sonsera promedio del mercado audiovisual masivo, de allí que autores como Jia Zhangke, Lou Ye, Wang Xiaoshuai y Zhang Yuan, entre otros, se hayan volcado a un cine intimista, clandestino o casi documentalista que permita esquivar los núcleos de poder.

 

Chen, al igual que Zhang y otros directores de la Quinta Generación, era un hijo frustrado de la Revolución Cultural y hasta había participado denunciando a su padre y condenándolo de inmediato a trabajos forzados, hablamos de una locura masiva llevada adelante por los Guardias Rojos, un movimiento reaccionario estudiantil, y encabezada por los testaferros de Mao Zedong en pos de recuperar el poder dentro del Partido Comunista Chino y purgar a la competencia política/ militar, la Banda de los Cuatro, conformada por la esposa de Mao, la actriz Jiang Qing, y tres colaboradores, Zhang Chunqiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen, todos luego arrestados por las masacres, “reeducaciones” y atropellos de toda clase y condenados a muerte o a años de cárcel aunque eventualmente puestos en libertad y muriendo a edad avanzada. La mejor película de Chen, aun por encima de Tierra Amarilla (Huang tu di, 1984), Luna Seductora (Feng yue, 1996) y El Emperador y el Asesino (Jing ke ci qin wang, 1998), es Adiós a mi Concubina (Ba wang bie ji, 1993), una típica epopeya fastuosa y barroca de la Quinta Generación que combina un enfoque individual de índole melodramática u hogareña, basado en la débil mundanidad del ciudadano común debiendo adaptarse a las metamorfosis sociales, económicas y doctrinarias de su entorno, y un paneo histórico por aquella convulsionada China del Siglo XX, empezando por la Revolución de Xinhai de 1911 que derrocó a la última dinastía imperial, la Qing, y fundó la República de China, y continuando con la Era de los Señores de la Guerra (1916-1928), unos conflictos entre los principales caudillos regionales del país, y con el comienzo de la Guerra Civil en 1927, refriega muy violenta entre el Kuomintang o Partido Nacionalista de Chiang Kai-shek y el Partido Comunista de Mao que incluyó un período de unión para hacer frente al invasor japonés durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa (1937-1945), luego de la cual se retomaron las batallas y así salieron victoriosos los comunistas en 1949 al punto de que fundaron la República Popular China y obligaron a los nacionalistas a refugiarse en la Isla de Taiwán, desde donde vieron la pérdida paulatina de poder de Mao y su aprovechamiento de la Revolución Cultural para recuperar el dominio hasta su muerte en 1976 a los 82 años.

 

Todo comienza en 1924 cuando una prostituta entrega a su vástago pequeño, Douzi (Ma Mingwei y Yin Zhi), a una compañía teatral especializada en la Ópera de Pekín y le corta un sexto dedo deforme de su mano derecha a instancias del jerarca de la institución, el Maestro Guan (Lü Qi), quien le dice que aberraciones como esa asustan al público. En la compañía, una especie de orfanato donde los niños son ejes de una pedagogía del castigo brutal para que incorporen el canto y una actuación de amplio espectro físico con la meta de que paguen su deuda cuando lleguen a adultos, Douzi se hace amigo de un compañero intérprete, Shitou (Fei Yang y Zhao Hailong), que es entrenado para los roles varoniles/ jing mientras que el anterior es adiestrado para sus homólogos femeninos/ dan, sin embargo todo deriva en tragedia cuando después de una fuga efímera al exterior por parte de Douzi y de otro muchacho, Laizi (Yang Yongchao y Li Dan), éste se suicida ahorcándose de puro terror al presenciar las palizas del Maestro Guan sobre Douzi, quien asimismo arrastra el trauma de ser violado por un viejo pederasta y rico con la venia de Guan, Zhang, el Eunuco (Tong Di). Douzi y Shitou con el tiempo crecen y se convierten en actores famosos, bajo los seudónimos de Cheng Dieyi (Leslie Cheung) y Duan Xiaolou (Zhang Fengyi), que suelen interpretar la ópera tradicional Adiós a mi Concubina, crónica del enfrentamiento entre los reyes Chu y Han hasta que el segundo vence al primero y por ello Chu pretende que su caballo y su Concubina Yu escapen del asedio y la muerte, no obstante la mujer se mantiene fiel al extremo de cortarse la garganta con una espada luego de una danza ritual. Dieyi, un homosexual con rasgos mujeriles desde siempre, está enamorado de Xiaolou pero éste se casa con una ex prostituta del burdel La Casa de las Flores, Juxian (Gong Li), y así el otrora Douzi termina en brazos de un mecenas del ambiente de la ópera, Yuan Shiqing (Ge You). El dúo actúa para las autoridades nacionalistas, niponas y comunistas ya sea para salvar al otro, no perder el trabajo o por simple vocación, pero en la Revolución Cultural Dieyi se vuelve adicto al opio, Yuan es asesinado, los protagonistas se acusan mutuamente de traición y Juxian pierde un embarazo y después se ahorca al oír que su marido no la ama.

 

A pesar de sus 171 minutos de duración la propuesta, basada en un guión de Lu Wei y Lee Pik-wah alias Lilian Lee a partir de la novela homónima de esta última de 1985, en sí es sencilla y muy llevadera porque empareja en marginalidad social a las furcias y los actores, dos oficios ancestrales que se alejan de la farsa de la respetabilidad y de las profesiones promedio de la modernidad metropolitana, y ataca en simultáneo al fundamentalismo de las diversas ideologías, disciplinas e identidades del caso, desde las foráneas y bélicas hasta las hiper rigurosas y laborales y aquellas dos que enmarcaron a la Guerra Civil China, y sobre todo a una Revolución Cultural devastadora que Chen conocía bien y de primera mano, por ello en el desenlace aparece no sólo el sustrato caníbal del asunto, vía Xiaolou acusando de gay a Dieyi ante los Guardias Rojos y éste de ex puta a Juxian, sino también el carácter irónico e intergeneracional de las carnicerías y denuncias cruzadas símil caza de brujas, en este sentido basta con recordar que el principal verdugo y “señalador” es Xiao Si (Li Chun y Lei Han), un joven que el propio Douzi encontró abandonado cuando bebé en las calles de Pekín y que llevó al orfanato/ compañía teatral para que lo adopten salvándolo de morir en el desamparo, llegando incluso a la perfidia de reemplazar de manera compulsiva a su figura paterna en las funciones de Adiós a mi Concubina en el rol de Yu, situación a la que para colmo accede el cobardón de Xiaolou, luego del hecho de que Dieyi cobijó a Xiao Si de adolescente y continuó su entrenamiento a posteriori del fallecimiento del Maestro Guan y de la disolución del cónclave artístico. Chen, quien luego probaría suerte en Hollywood con la flojísima Mátame Suavemente (Killing Me Softly, 2002) y sólo ofrecería una única película valiosa más, Soñando Juntos (He ni zai yi qi, 2002), debido a que el resto de su producción del Siglo XXI varía entre lo fallido y una corrección que roza el olvido, en esta oportunidad apuntala un tono retórico que se mueve entre el naturalismo y los planteos sutilmente oníricos o poéticos, edificando un extrañamiento por momentos fascinante, y explora las paradojas del sacrificio masoquista y/ o denigratorio en pos de un ideal cada día más utópico o alejado de la realidad prosaica, abnegación ciega que funciona en tanto eje de sanciones sádicas en secuencia aunque también de una perfección escénica, identitaria y cuasi ascética o autodidacta que jamás se podría alcanzar con las mariconadas burguesas occidentales o con cualquier otro tipo de educación basada en supuestas caricias de ínfulas estamentales e hipócritas que ocupen el lugar de esta andanada de golpes repetidos y bien sinceros que desconocen la tolerancia ante el fallo; y por supuesto el cineasta de sopetón aquí desenmascara la “fealdad” detrás de esta fachada de glamour porque hace colisionar sin freno las miserias políticas maquiavélicas de cada época, las dos posturas principales en pugna -Xiaolou defendiendo a la profesión y situándose en contra de los japoneses y Dieyi sin prurito alguno en eso de actuar para todos los bandos por igual- y desde ya la enorme belleza del vestuario de Chen Changmin, el diseño de producción de Yang Zhanjia y Yang Yuhe, la dirección de arte de Chen Huaiai y en especial el maquillaje de Xu Guangrui y Fan Qingshan, amén del exquisito talento de unos Leslie Cheung, Zhang Fengyi y Gong Li que construyen a personas reales repletas de contradicciones e idas y vueltas psicológicas cual espejo de los múltiples vaivenes de la historia china a lo largo del Siglo XX hasta el cenit por antonomasia de las purgas fraternales o nacionales, una Revolución Cultural en la que las familias se separaron, los vínculos afectivos entraron en combustión espontánea y, como dijimos con anterioridad, el realizador llegó a acusar a su progenitor, el también director Chen Huai’ai, del mismo modo en que en pantalla se destruye de manera progresiva el triángulo amoroso de base -hasta llegar al suicidio de Douzi/ Dieyi arriba del escenario de los minutos finales, respetando el destino de la Concubina Yu en la metaficción- tanto por su dinámica interna como por la influencia de un afuera colectivo que resulta todavía más ciclotímico e imprevisible que los antojos de ese círculo íntimo ampliamente conocido…

 

Adiós a mi Concubina (Ba wang bie ji, República Popular China/ Hong Kong, 1993)

Dirección: Chen Kaige. Guión: Lu Wei y Lilian Lee. Elenco: Leslie Cheung, Zhang Fengyi, Gong Li, Yin Zhi, Ma Mingwei, Zhao Hailong, Fei Yang, Ge You, Lü Qi, Lei Han. Producción: Hsu Feng. Duración: 171 minutos.

Puntaje: 10