La Abadesa de Crewe, de Muriel Spark

Entre el mito y la historia

Por Martín Chiavarino

Un escándalo estalla alrededor de la Abadía de Crewe, una antigua institución de monjas en el noroeste de Inglaterra que por un lado se inclina por las tradiciones por sobre las indicaciones modernizadoras del Concilio Vaticano II y por otro incursiona en cursos de electrónica y se sume en rumores de espionaje que salpican a la nueva y joven abadesa, Alexandra, que ha reemplazado a la fallecida Hildegarde en una polémica y reñida elección. Esta es la trama de la decimotercera novela de la gran escritora escocesa Muriel Spark, La Abadesa de Crewe (The Abbess of Crewe, 1974), un inusual policial sobre el escándalo alrededor del control de una congregación por parte de una joven e inescrupulosa abadesa en su sinuoso camino hacia el poder.

 

La novela narra los pormenores de las intrigas de Alexandra, una joven monja que confabula con un par de correligionarias para conseguir ser elegida abadesa de Crewe, una congregación religiosa que ha utilizado la herencia de sus monjas para construir un costoso y completo laboratorio de electrónica desde el que se mantiene una comunicación inconstante con la esquiva hermana Gertrude, una taciturna y lacónica monja de origen alemán que ha decidido embarcarse en la ecuménica labor de llevar sus ideas evangelizadoras a los rincones más remotos del planeta. Pero detrás de una supuesta misión humanitaria hay un entramado de espionaje con micrófonos y cámaras que expanden la mirada y los oídos de las intrigantes monjas hacia todo el convento. Los rezos quedan a un costado en esta novela de intrigas religiosas en la que monjes jesuitas se confabulan en la elección de la nueva abadesa tras la muerte de Hildegarde, la abadesa de Crewe, que tiene a la hermana Alexandra como su lugarteniente junto a las confabuladoras hermanas Mildred y Walburga, dos conspiradoras que promueven la elección de Alexandra como abadesa. Pero la aparición de la díscola Felicity en la televisión británica tras escapar de la Abadía con su amante, un monje jesuita, y su abandono de los hábitos tras perder la elección, atrae la atención de la prensa y la policía sobre las inusuales prácticas electrónicas en Crewe, cuestión que pone nerviosos a los obispos y las altas esferas del Vaticano, que también inician una investigación y desconfían de las intrincadas explicaciones de la nueva y sospechosa abadesa. Las revelaciones de Felicity, derrotada candidata a abadesa con ideas más heterodoxas y libertinas, desencadenan un torbellino que hace tambalear el mito teogónico sobre el que la nueva abadesa asienta su cuestionable accionar.

 

Mientras tanto, la hermana Gertrude media entre las disputas que dividen a sectas religiosas en el Himalaya y las comunidades veganas y tribus caníbales en los Andes, pero en la Abadía de Crewe Alexandra le solicita constantemente que abandone su importante labor ecuménica para retornar a la convulsionada Abadía que se debate entre la rebelión de Felicity y el retorno a las arcaicas prácticas de Alexandra, dos aproximaciones de la juventud ante las tradiciones, la insubordinación y el respeto ciego. Mientras que las acciones y las ideas de Felicity son conducidas por sus pasiones, las de Alexandra buscan entrelazar la historia y el mito confundiendo las verdades que puede aportar la primera para crear una era mitológica que lleve a la Abadía a su esplendor a partir de la tecnología.

 

Aquí el conflicto de poder parece un cuento de hadas pérfido, donde no hay ni buenos ni malos, ni culpables ni inocentes, pero sí personalidades avasallantes brillantemente construidas, parsimoniosas conversaciones donde la información es inconducente y solo lleva a la confusión, al igual que la erudición, una retórica artística del desconcierto que suena en la sala de control mientras la Abadía se hunde en una disputa de poder por el cargo máximo que tendrá consecuencias inesperadas que romperán la apacible tranquilidad del convento.

 

Si la temática de las novelas de Muriel Spark está marcada por su conversión al catolicismo y por su participación en el sector de inteligencia en el esfuerzo bélico durante la Segunda Guerra Mundial, su prosa -profusa en flashforwards y en cavilaciones imaginarias- confluye en oraciones concisas donde la moral y el deber siempre son parte del horizonte de ideas que la autora de The Public Image (1968) trabaja. La Abadesa de Crewe es una novela sobre las paradojas de la religión respecto del avance técnico, con una trama tan atrapante como imprevisible donde el control y la vigilancia funcionan como una metáfora de la paranoia que siempre circula alrededor del poder como un virus que corrompe la confianza y la convivencia, generando escándalos, rupturas y mentiras que se expanden hasta el infinito. Picaresca e ingeniosa, La Abadesa de Crewe es también una brillante reformulación sobre el Caso Watergate, como un espejo de agua que busca reflejar la inmoralidad de la cuestión más como una farsa que como una tragedia. Las intrigas entre las monjas más que generar suspenso crean una cómica complicidad con el lector sobre unas prácticas tan absurdas como innecesarias, una demostración del estilo cáustico inglés y de la estética literaria de Muriel Spark, una escritora que cultivó una larga amistad con el escritor Graham Greene, con el que compartió tópicos y puntos de vista muy similares.

 

Muriel Spark fue galardonada en varias oportunidades por su extensa obra que incluye novelas, cuentos, poemas y ensayos con premios como el James Tait Black Memorial Prize por su novela The Mandelbaum Gate (1965), uno de los galardones más antiguos de Gran Bretaña, y el David Cohen Prize por su obra completa en 1997. La autora de The Comforters (1957) siempre mantuvo un meticuloso registro de su carrera como escritora, creando un cuantioso archivo que sería la base de su autobiografía, Curriculum Vitae (1992).

 

La Abadesa de Crewe fue editada por la editorial independiente argentina La Bestia Equilátera con tres tapas distintas para todos los gustos y es la quinta novela de la autora de La Plenitud de la Señora Brodie (1961) publicada por el sello editorial, ya que años atrás había publicado Los Encubridores (Aiding and Abetting, 2000), Robinson (1958), Memento Mori (1959) y Muy Lejos de Kensington (A Far Cry from Kensington, 1988), todas novelas que tuvieron al menos una reedición. La traducción a cargo de Lucrecia M. de Sáenz es excelente y recrea el estilo cínico que Muriel Spark le imprime a sus intrincados personajes, individuos que complotan y esconden siempre alguna verdad bajo escombros inexpugnables de mentiras que confunden todo para terminar revelando al lector una máxima intempestiva, que el conocimiento de la verdad es casi siempre una imposibilidad soberana y que tan sólo somos los receptáculos de una serie de mentiras deliberadas creadas a medida para tranquilizar nuestra ansiedad.

 

La Abadesa de Crewe, de Muriel Spark, La Bestia Equilátera, 2020.