Cool It Down, de Yeah Yeah Yeahs

Escupiendo desde la orilla del mundo

Por Marcos Arenas

Si hay una banda que en general no padece los grandes males del rock y el pop de esta época, como la redundancia, la falta de carisma y la tendencia a la pose de cartón pintado que deja muy a la vista la autoconciencia baladí o -de manera complementaria- los hilos del mainstream que casi todo lo mueve cuando existen jugosos billetes detrás, es Yeah Yeah Yeahs, una verdadera anomalía que pertenece a la generación del revival rockero de principios del Siglo XXI, aquella de gente variopinta como por ejemplo The Strokes, The Libertines, The Black Keys, The White Stripes, Arctic Monkeys, Franz Ferdinand, LCD Soundsystem, The National, Arcade Fire, The Dandy Warhols, Death Cab for Cutie, Interpol, The Rapture, Black Rebel Motorcycle Club, The Vines y muchos grupos más. Las principales herramientas de Yeah Yeah Yeahs para no derrapar en los problemas de siempre de demasiados colegas, en tantas ocasiones enraizados en la ausencia de ideas novedosas y el agotamiento de la cultura del pastiche posmoderno como horizonte artístico, pasan primero por la excelente amalgama entre la vocalista, letrista y pianista Karen Lee Orzolek alias Karen O, una de las personalidades más singulares y despampanantes que haya dado el rock del nuevo milenio, y el resto de la banda/ trío, léase el guitarrista y tecladista Nick Zinner y el baterista Brian Chase, y segundo por un generoso volumen de canciones extraordinarias que si bien recuperan el latiguillo infaltable de la música masiva desde finales del Siglo XX hasta el presente, eso de acumular géneros e influencias como si se tratase de una colección de ítems sonoros, por lo menos el grupo utiliza a la mentada superposición de una manera en verdad brillante que no sólo les ha permitido pulir un estilo muy característico de ellos, volcado en términos identitarios al punk de Ramones, The Heartbreakers, New York Dolls, The Stooges y Blondie y al post punk de Television, Wire y el primer Nick Cave and the Bad Seeds, sino que también nos ha legado -como decíamos antes- álbumes decididamente memorables que niegan aquello que resulta recurrente en el desarrollo del retro rock, la mediocridad escalonada y el olvido.

 

Fever to Tell (2003), el primer LP de Yeah Yeah Yeahs, funciona como uno de los grandes clásicos del rock del período junto a Is This It (2001), de The Strokes, White Blood Cells (2001), de The White Stripes, Up the Bracket (2002), de The Libertines, Turn On the Bright Lights (2002), de Interpol, Transatlanticism (2003), de Death Cab for Cutie, Rubber Factory (2004), de The Black Keys, Franz Ferdinand (2004), de la banda británica homónima, Funeral (2004), de Arcade Fire, Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not (2006), de Arctic Monkeys, y High Violet (2010), de The National. El trabajo, una explosión de punk y post punk con el pulso colérico del garage rock, estaba plagado de composiciones majestuosas en sintonía con Rich, Date with the Night, Man, Tick, Black Tongue, Pin, Y Control y la muy famosa Maps, sobre la relación entre Karen O y el frontman de Liars, Angus Andrew, placa que por cierto tuvo dos secuelas inmejorables, Show Your Bones (2006), una insólita ampliación hacia el rock gótico, el hard rock y el cuasi heavy metal, e It’s Blitz! (2009), una jugada más que esperable -“esperable” porque la muchacha y los muchachos respetan el desarrollo histórico o reconversión del punk modelo años 80- en esta oportunidad vinculada al dance pop y una new wave con alguna que otra pincelada de house, disco y funk. La agrupación, a decir verdad, nunca abandonó del todo el sonido primigenio sino que lo condimentó con ingredientes y especias foráneas de un modo muy inteligente y delicado, algo en lo que siempre tuvo mucho que ver el productor que los acompañó desde el inicio, Dave Sitek de TV on the Radio, algo así como un cuarto integrante no oficializado que los fue guiando hacia “nuevos viejos” terrenos con la ayuda de otros colaboradores, de esta manera Mosquito (2013) siguió el camino de It’s Blitz! y Show Your Bones para volcar la coctelera hacia la heterogeneidad del art rock ya sin maquillaje, amén de flamantes detalles de hip hop e incluso un inesperado góspel.

 

La banda se tomó nueve largos años para regresar con placa nueva en esencia porque Karen O, quien siempre colaboró con muchos colegas por fuera de Yeah Yeah Yeahs y sobre todo con aquel Spike Jonze -otra de sus parejas románticas- de Donde Viven los Monstruos (Where the Wild Things Are, 2009) y Ella (Her, 2013), estuvo embarazada y parió a su hijo Django en 2015, fruto de su matrimonio con el realizador publicitario y de videoclips Barnaby Clay, lo que de todas formas no impidió que la estadounidense nacida en Corea del Sur nos entregase un par de discos que sinceramente no estuvieron a la altura de sus trabajos con Yeah Yeah Yeahs, el cuasi acústico y embrionario Crush Songs (2014) y el más ampuloso aunque no mucho mejor Lux Prima (2019), en este caso a dúo con el prolífico Brian Joseph Burton alias Danger Mouse, conocido por sus trabajos de producción para The Black Keys y su exitoso dúo de neo soul con CeeLo Green, Gnarls Barkley, señor que en ocasión de Lux Prima construyó una mixtura de rock psicodélico y pop orquestal que no siempre funcionaba del todo o resultaba verdaderamente gratificante. Cool It Down (2022), la esperada vuelta de Yeah Yeah Yeahs a la arena discográfica después de la espantosa pandemia del coronavirus, continúa ampliando el catálogo -ahora se suman el trip hop y reformulaciones algo tardías y ochentosas del glam como el new romantic y el synthpop- y puede no llegar al nivel inalcanzable del legendario Fever to Tell pero sí iguala a los maravillosos Show Your Bones e It’s Blitz! al punto de asimismo superar el trabajo anterior, Mosquito, quizás el menos interesante de los cinco discos lanzados a la fecha aunque aún así una obra muy digna para el estándar cada día más alicaído de los otros proyectos anglosajones del revival rockero de dos décadas atrás.

 

Un beat triphopero noventoso a full y una capa ambiciosa -por momentos digna del rock progresivo- de teclados cuasi apocalípticos marcan el pulso y el sentir del primer tema y corte inaugural de difusión, Spitting Off the Edge of the World, temazo que incluye vocalizaciones del invitado Michael Alden Hadreas alias Perfume Genius y que explora el choque entre por un lado la juventud, hoy en la disyuntiva de reproducir errores del pasado o generar un cambio a través de la rebeldía contracultural/ marginal, y por el otro lado las generaciones previas, esas que en los versos de Karen O son denunciadas como las grandes responsables de llevar al mundo al colapso actual, tanto a nivel climático y ecológico como social, político, económico y hasta bélico, con una pobreza siempre creciente, una derecha cada vez más ignorante y fascista y un discurso neoliberal que considera que cualquiera que no esté dentro del “sistema” o aparato de explotación capitalista es un enemigo a muerte. Entre el downtempo y el chill out, Lovebomb sigue la misma estela de la canción anterior con un subibaja emocional que combina los momentos de quietud de las mínimas estrofas con el agite -ahora más reposado y melancólico, vale aclarar- del estribillo sobre obra base triphopera y un mantra de sintetizadores símil el dream pop más etéreo de Cocteau Twins y This Mortal Coil, todo al servicio de una letra de cadencia más bien poética/ abstracta/ intuitiva que medita acerca del tiempo, el romance, el acercamiento entre extraños y la hipnosis frente a las estrellas del cielo pero también las luces más tenues. El disco comienza a mostrar su apego por el pop elegante y ultra comercial del new romantic modelo Duran Duran y Soft Cell de la mano de Wolf, otro temazo asimismo emparentado con el synthpop más bowiesiano de Pet Shop Boys y Eurythmics y por supuesto con aquel sophistipop de los dos últimos álbumes de Roxy Music, Flesh and Blood (1980) y especialmente Avalon (1982); composición que resume de pies a cabeza el fascinante sex appeal de la cantante, los latiguillos sensuales paradigmáticos a nivel de los versos -incluido ese hechizo infernal de los licántropos que anticipa el título, hambre y soledad indómita de por medio- y el clásico cuidado de Yeah Yeah Yeahs + Sitek en materia de los arreglos celestiales de los temas, ahora con un puente de idiosincrasia house y ultra bailable que pronto vuelve a dejar paso a las montañas refulgentes y ochentosas de teclados.

 

Muy cerca de Siouxsie and the Banshees y el Blondie circa Parallel Lines (1978), Eat to the Beat (1979) y Autoamerican (1980), Fleez es un asalto popero a las pistas de baile pero con un riff de guitarra muy funk que sostiene una letra delirante y muy graciosa y constantes chistes melómanos internos que tienen de base en primera instancia a ESG (Emerald, Sapphire & Gold), un colectivo underground que influyó considerablemente en el campo del hip hop, el dance y el post punk, y en segundo lugar a una canción concreta, Moody, aparecida en los dos trabajos más famosos de la banda, un EP, ESG (1981), y un LP, Come Away with ESG (1983), sample reglamentario incluido. El dejo góspel frenético de algunos pasajes de Mosquito regresa con todo en Cool It Down para Burning, segundo single de la presente colección, otra de las grandes epopeyas del disco y ejemplo supremo de la efervescencia de Yeah Yeah Yeahs, casi siempre moviéndose entre el rock alternativo a lo The Pretenders, el art rock de David Bowie y la furia post punk de The Slits, aquí incorporando el piano de Karen O, una arquitectura orquestal, un gran trabajo de percusión de Chase y otra de esas arengas marca registrada sobre la resurrección desde un mar y unas llamas que se entrelazan hasta ese éxtasis del espíritu que se ubica entre lo religioso, lo pagano y lo existencial evidentemente lunático.

 

Los beats triphoperos no dan el brazo a torcer y retornan para la hipnótica Blacktop, una composición que acelera apenas un poquito el ritmo con respecto a lo hecho en el rubro por artistas como Massive Attack, Tricky, Portishead, Morcheeba y Lamb, entre muchos otros, y se ubica más del lado de la genial Lana Del Rey que de la bizarra y a veces soporífera Björk en función de una letra apesadumbrada que gira alrededor de una separación leída intermitentemente como una danza narcótica, una hamaca o columpio, un viaje cuesta abajo e incluso una canción interpretada entre cadenas que atrapan como las profundidades del océano. Different Today se mueve muy cómoda entre el big beat y el french house de los años 90 de impronta psicodélica, otro signo de la madurez de Yeah Yeah Yeahs y su capacidad de coquetear con estilos en apariencia lejanos al punk de los comienzos aunque en realidad encarados desde la misma actitud de choque, nuevamente reemplazando las guitarras por los teclados y las gloriosas capas de sintetizadores hiper ochentosos para versos de Karen O que celebran -y al mismo tiempo se asustan ante- esa frontera en la que la velocidad del mundo circundante pasa de placentera cual arrebato sensorial a “salirse de control” y dejarnos afuera, a puro caos o maquiavelismo, de aquello que creíamos entender o en lo que nos sentíamos partícipes fundamentales, más allá de las prototípicas líneas sobre la sinceridad amorosa y la metamorfosis en la vida en general. La última canción de la placa, la diminuta y cósmica Mars, nos regala a la querida vocalista recitando sobre una base deliciosa y sutil de pop barroco un poema acerca de un orbe que parece ser el Sol, porque controla la luz sobre la superficie cambiante del mar, pero que el hijo de Orzolek, Django, interpreta semejante a Marte con un brillo en sus ojos.

 

Cool It Down por un lado sintetiza el acervo más bailable y lisérgico de la banda, cercano a esa desnudez emocional que antes estaba referenciada en los bonus tracks acústicos de It’s Blitz! y hoy aparece tamizada por las oleadas de teclados y el minimalismo de los beats, y por el otro lado profundiza y redirecciona el periplo de los dos álbumes previos haciendo que la new wave de la placa del 2009 le gane la pulseada al eclecticismo un poco menos atractivo de Mosquito, de allí que el combo “dream pop + house tácito + trip hop + góspel” se unifique primero con el post punk de los comienzos y después con ingredientes adicionales tanto del new romantic como del dub, planteo que nos deja con un trabajo apasionante que refuerza la idea del público y la crítica de que Yeah Yeah Yeahs sólo vuelve al ruedo cuando tiene algo para decir que no caiga en la simple redundancia o los automatismos comerciales de tantas agrupaciones de hoy en día -sean honestos o no, en verdad ya no importa- porque el horizonte es la búsqueda de calidad y una coherencia homologada al crecimiento artístico verdadero. La placa que nos ocupa, además, hace gala de una capacidad prodigiosa de resumen porque en apenas ocho tracks y poco más de media hora de duración logra dejar en claro los flamantes intereses musicales de Zinner, Chase y Karen O esquivando egos inflados, caprichos autoindulgentes y/ o toda esa sobreproducción del mainstream del nuevo milenio, esquema industrial que siempre promedia hacia abajo, suele saturarlo todo con la horrible “guerra del volumen”/ loudness war, decidió dejar de apoyar a las corrientes emergentes valiosas -las que no son moda transitoria- y encima genera mashups ridículos de artistas de plástico vía algoritmos de YouTube o Spotify. Yeah Yeah Yeahs continúa en un oasis cultural totalmente autónomo que “escupe desde la orilla del mundo” -hoy para colmo saltando desde su casa discográfica histórica, Interscope, hacia una equivalente del indie, Secretly Canadian- y ofrece un recorrido artístico, a la par sensato y adictivo, basado en un tesoro que hoy por hoy ya casi nadie parece recordar, hablamos de buenas canciones y de una actitud avasallante aunque también serena y convincente que las sostenga.

 

Cool It Down, de Yeah Yeah Yeahs (2022)

Tracks:

  1. Spitting Off the Edge of the World
  2. Lovebomb
  3. Wolf
  4. Fleez
  5. Burning
  6. Blacktop
  7. Different Today
  8. Mars