Clementina (2022, de Constanza Feldman y Agustín Mendilaharzu, Competencia Internacional)
Durante el confinamiento pandémico, Constanza Feldman y Agustín Mendilaharzu concibieron una comedia fantástica en cinco episodios, en un principio pensada como una serie para streaming y finalmente adaptada como largometraje, acerca de una pareja obligada a convivir en un departamento ubicado en el barrio de Chacarita en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a fines del 2020.
Clementina (Constanza Feldman), una profesora de educación física, se ha mudado al departamento de su novio, Guillermo (Agustín Mendilaharzu), un realizador de documentales educativos, para convivir junto a él durante la cuarentena ante la incertidumbre producto de las restricciones impuestas para contener el avance del coronavirus. Mientras que él se la pasa trabajando en su computadora dando clases a distancia, Clementina se dedica a leer, ejercitarse, escuchar música ficta, hacer las tareas del hogar y supervisar los distintos arreglos que le realizan al departamento que Guillermo le alquila desde hace varios años a una señora mayor. En el caos de la convivencia hay entre ellos un orden en el desorden en el que habitan. Para ambos la convivencia significa aprender a estar con el otro, Clementina a aceptar que Guillermo es un acumulador de objetos que fabrica o que colecciona de sus viajes, muñecos, figuras y artefactos que aparecen por cualquier parte de la casa. Pero los otros que pueden traer consigo el virus son el infierno, y de ellos ambos se protegen y se alejan con suma paranoia, espiando por el ojo de la puerta, hablando en susurros para que los vecinos no los escuchen en escenas de locura colectiva típicas del primer año de la pandemia.
Por supuesto, todo lo que uno teme ocurre, se corta el agua, se corta la luz, se inunda el sótano, aumentan las expensas para pagar los múltiples arreglos, una gran cantidad de personajes ajenos al edificio terminan entrando a realizar reparaciones, el padre de la chica le pide favores y la dueña del departamento fallece y se deben mudar. En esta comedia donde el drama se transforma en objeto de risa todo lo que sucede parece algo fantástico, salido de la imaginación de algún escritor, pero no, todas son escenas plausibles de una pandemia cotidiana que nos tocó vivir.
Clementina (2022) es una fantasía cómica surrealista, plena de imaginación y exageración. Uno de los mayores aciertos de Feldman y Mendilaharzu es el acoplamiento de la historia con la música ficta de la época que algunos historiadores denominaron Edad Media, cuestión que entronca perfectamente con la comparación entre la última cuarentena y las cuarentenas medievales, principalmente producto de la peste negra o bubónica, pero que también tenían su correlato con la lepra o la tuberculosis, enfermedades altamente contagiosas que fueron la causa de muerte de aproximadamente un cuarto de la población europea durante esa época.
Feldman ofrece una gran interpretación como una protagonista que intenta sobrevivir a un novio aniñado que aún juega con sus muñequitos, le teme a la responsabilidad y tiene un derrumbe cuando se debe mudar del departamento que alquila desde hace muchos años. Clementina es un film que aborda la pandemia desde la comedia para analizar una convivencia forzada, un lazo que puede afianzar o destruir una pareja, pero que principalmente deja en claro que la vulnerabilidad es intrínseca al comportamiento que exalta la fortaleza de espíritu y la voluntad de superar los escollos.
A Novelist’s Film (2022, de Hong Sang-soo, Trayectorias)
Una exitosa novelista que no encuentra estímulos para continuar con su labor viaja desde Seúl hasta un barrio alejado de otra ciudad para reencontrarse con una vieja amiga de su juventud, otra escritora que también ha abandonado el oficio para ejercer como librera junto a una mujer que estudia lenguaje de señas. Este viaje la conducirá a un reencuentro con ella misma a través de un director de cine con que trabajó en el proyecto trunco de adaptar una de sus novelas al cine, y con una joven y talentosa actriz retirada con la que decide emprender una aventura cinematográfica. Tras dejar a su amiga con la intensión de regresar a Seúl la novelista visita un icónico edificio, donde se encontrará con el director de cine con el que tuvo distintos altercados durante el intento de adaptación de una de sus obras. Junto a la pareja visitará un parque, donde conocerá a una actriz que la inspirará a volver a escribir, esta vez un guión para un mediometraje junto al sobrino de la actriz, un estudiante de cine anonadado con su suerte. En la librería se topará con un extrovertido y locuaz poeta que bebe demasiado alcohol y tampoco escribe demasiado. La nostalgia de las tertulias pasadas se mezclará con la efervescencia de las posibilidades futuras que abre la colaboración entre la escritora y la actriz.
A Noveslist’s Film (2022), escrita y dirigida por el aclamado realizador surcoreano Hong Sang-soo, es una obra circular en la que el histrionismo contenido de los actores estalla sutilmente para ofrecer interpretaciones maravillosas, de matices y tonalidades diversas que divierten, impresionan y promueven una reflexión sobre la producción y la vida de los artistas. Aquí tenemos actuaciones exquisitas y una fotografía en blanco y negro impecable que resalta los primeros planos con tomas estáticas de varios minutos, acercamientos y juegos con el color en un meta film que discurre sobre la búsqueda de las esquivas fuentes de la creatividad en una brillante conjunción de talentos puesta a punto por Hong Sang-soo. El film avanza con filosos diálogos en los cuales los personajes ponen a prueba las intensiones de cada uno, exponiéndolas, cuestionándolas en su propia lógica en un juego retórico bello y aleccionador que lleva las charlas cotidianas hasta las profundidades del lenguaje. A Novelist’s Film descubre con gran delicadeza los recovecos de las decisiones personales que marcan la vida, la sensación de fracaso y vergüenza, dejando a los protagonistas expuestos a la mirada de un otro inquisitivo. Hong Sang-soo construye una obra que habla consigo misma, en la que el director busca en sus propias influencias y se pregunta por su propia creatividad, que explora en la unión de la imagen y la palabra una concordancia reveladora de todas las motivaciones y las miserias que los personajes acarrean por el sinuoso camino de la vida.
Amancay (2022, de Máximo Ciambella, Competencia Argentina)
En su segundo largometraje, primero en solitario, el realizador argentino Máximo Ciambella construye un film sobre aprender a vivir protagonizado por un grupo de jóvenes cerca de los treinta años que navegan por la noche porteña en un derrotero en el que se destacan las actuaciones de Lucía Araoz de Cea y Adriano La Croce como dos amigos que comparten cerveza, cocinan y hablan de sus relaciones, nutriendo una intensa y hermosa amistad.
El film narra el vínculo a partir de escenas aparentemente independientes que van creando un gran mosaico cotidiano en el cual los protagonistas analizan las consecuencias emocionales de un aborto, van a visitar a sus familiares muertos al cementerio, acuden a una clase de yoga gimnástico, inician una sesión de espiritismo, o tan solo deambulan por una noche que nunca termina. Amancay (2022) es una obra íntima de heridas abiertas en proceso de cicatrización, donde lo casual y lo cotidiano se funden con lo trascendental de la vida, la amistad y los rituales, forjando recuerdos que vivirán para siempre.
En Amancay los diálogos aluden a cuestiones de las que es difícil hablar, en una época en la que expresarse y comunicarse es cada vez más imposible. Filmada en blanco y negro, la película ofrece una sensación de presenciar situaciones imperecederas, con las cuales el espectador se puede identificar, escenas que podrían ocurrir en cualquier calle de la ciudad, conversaciones que se podrían tener con cualquier persona.
Tenemos excelentes canciones, diálogos bien porteños, de jóvenes soñadores, de actores de teatro que se buscan en la vida, que necesitan escuchar lo que realmente quieren aunque enunciado por su psicólogo, que anhelan estar en pareja, pero saben que todo lo que dulcemente empieza tiene un agrio final. Ciambella logra un film sutil, en el que todo es incertidumbre. Una duda que surca toda la vida de los jóvenes, el amor, las relaciones, y por sobre todo, el aborto y el miedo a las enfermedades venéreas son los ejes de conversaciones en las que el presente parece inconscientemente infinito, pero encierra un pasado que no se puede olvidar y un futuro incierto que genera ansiedad y preocupación.
Carrero (2022, de Fiona Lena Brown y Germán Basso, Competencia Internacional)
Ale (Rodrigo Varela), un adolescente que trabaja como repositor junto a su hermano en un almacén de la ciudad de La Plata para ganarse unos mangos y ayudar a su madre desocupada mientras intenta terminar el secundario, es el protagonista de esta historia sobre las expectativas sociales de los sectores humildes de las grandes ciudades argentinas. Cansados del maltrato de la dueña del almacén y de la monotonía de la desgastante rutina, ambos descubren en el trabajo manual del carrero, recorriendo la ciudad en busca de objetos desechados para venderlos como chatarra por unos pocos pesos, una ocupación más regocijante que la de repositor y más divertida, aunque también mal remunerada. Junto al dueño del caballo, Luna, y del carro, el Rengo (Carlos Gastón Castillo), recorren las calles y las diagonales de La Plata para recoger todo tipo de objetos y hasta robar motos baratas estacionadas para malvender. La dura ocupación de carrero lleva a Ale por un camino sinuoso que disminuye su rendimiento escolar y lo lleva a tomar riesgos en el robo de motos mientras que la relación con su novia, Maca (Aldana Jara), sigue su curso y la relación con su madre se deteriora. Ale termina abandonando el hogar materno para ir a vivir junto al Rengo y su hermana menor, pero la llegada del vehemente hermano mayor, recién salido de la cárcel, genera rispideces en la convivencia por lo que Ale decide construir una precaria vivienda en un paraje para vivir con Maca. La relación con el hermano del Rengo llegará a un punto de tensión máximo cuando Ale se lleve a Luna y descubra a su hermana junto al adolescente en el descampado en el que vive.
Carrero (2022) es un film hiperrealista que busca retratar la vida de las clases humildes, la falta de oportunidades de mejora de las condiciones sociales, la tentación de la droga, las nuevas dinámicas de la cultura popular, la deserción escolar, la desocupación estructural, la importancia de los comedores para la alimentación de las comunidades, la solidaridad de clase y la relación de la pobreza con el crimen, en una mirada descarnada de una sociedad que mira para otro lado cuando la pobreza asoma. Fiona Lena Brown y Germán Basso construyen aquí una película honesta, en la que la música busca crear climas de tensión y las interpretaciones del elenco logran un realismo intenso e íntimo con un entorno periférico que pugna por buscar un camino mientras las diferencias sociales no hacen más que acrecentarse.
La propuesta se enmarca en la tradición de obras de carácter social realista que cobraron brío con la descomposición social de la década del noventa, como los films de los directores Bruno Stagnaro y Pablo Trapero, realizadores que construyeron un cine social de gran calibre en los años de la aplicación de políticas neoliberales en nuestro país. Brown y Basso siguen los mismos pasos aquí para retratar sin juicios morales una realidad social invisibilizada o criminalizada, especialmente por el periodismo y los discursos de las derechas, pero que siempre se las arregla para encontrar un canal de expresión a través del cine contracultural.
A Vendredi, Robinson (2022, de Mitra Farahani, Competencia Internacional)
La valiente realizadora iraní Mitra Farahani indaga en A Vendredi, Robinson (2022) acerca del arte como encrucijada a partir de los diálogos por correo electrónico entre el director francés Jean-Luc Godard y un realizador y escritor iraní radicado en Inglaterra desde mitad de la década del setenta, Ebrahim Golestan. En este emprendimiento cinematográfico experimental, Farahani, productora de los últimos films de Godard, une las visiones del cine de ambos realizadores, cuyas carreras comenzaron en la década del sesenta pero que nunca se conocieron, para poner en tensión dos caminos del arte con la vida, dos formas de hacer una revolución desde el arte. En este ejercicio experimental, los dos cineastas se escriben correos todos los viernes durante veintinueve semanas en un juego sutil de comentarios, fotos y mensajes que van interrelacionándose hasta cuestionar todo el estatuto del arte y especialmente su relación con el cambio social. Farahani aprovecha los distintos contextos en los cuales los directores desarrollaron su arte paralelamente para contrastar perspectivas con un espíritu de transformación social que los conecta como dos polos de un cambio que dejó su marca en el cine, aunque no logró trascender a todas las capas sociales.
En esta tertulia intelectual propuesta por Farahani, cada viernes contiene un tópico en forma de aforismo sobre el que los directores discuten en un debate sobre el cine y el arte sin igual, con la directora iraní captando las reacciones de cada uno ante las respuestas del otro en este inclasificable film ensayo donde los dos grandes directores lanzan un sinnúmero de citas que van desde la literatura de James Joyce y Antón Chejov hasta la pintura de Henri Matisse.
A pesar de haber sido filmada en 2014, A Vendredi, Robinson es un film de reclusión y aislamiento que remite al encierro pandémico en que Godard y Golestan discurren sobre la actualidad del cine, léase el devenir del mismo desde los años sesenta, con una mirada tan imprescindible como sardónica. El título mismo, que remite al personaje de Robinson Crusoe, un náufrago, solitario protagonista de la novela del Siglo de las Luces del escritor inglés Daniel Defoe, hace alusión a la soledad y la reclusión en uno mismo, y a la relación imaginaria o en este caos mediada con un otro que se encuentra del otro lado de la vasta red. Esta soledad, que conecta dos puntos de Europa y de la historia del cine con la literatura, el pensamiento y el arte, es un estudio sobre la cultura actual, su gestación y la herencia de todo el arte, una forma de mirarnos en el pasado para pensar el futuro que queremos, un ejercicio al que Farahani nos conduce de la mano de dos de los más grandes pensadores del cine.
L’état et moi (2022, de Max Linz, Competencia Internacional)
El tercer largometraje del realizador alemán Max Linz es una comedia disparatada sobre un compositor prusiano simpatizante de la Comuna de París que misteriosamente se desmaterializa en los turbulentos días de la revuelta francesa para materializarse en un museo de cera de Berlín en la actualidad, generando confusión y caos por toda la ciudad y poniendo en entredicho el código penal prusiano redactado durante la época de la Comuna para reprimir las protestas de los revolucionarios teutones.
El film regresa hasta los días de la aprobación del código penal prusiano para resaltar cómo la planificación de uno de sus artículos estuvo basada en los sucesos de la Comuna de París, precisamente para disuadir y castigar a los responsables de una revuelva en caso de que ocurra en Prusia. Así las cosas, solicitan la extradición de un compositor que simpatiza con la Comuna y se encuentra en París, pero tras su arresto el compositor misteriosamente desaparece y reaparece aún más enigmáticamente en el susodicho museo de cera de Berlín de hoy en día. Después de escapar del museo, no sin antes dejar varios destrozos tras de sí, es arrestado tras chocar un carruaje, lo que genera un proceso judicial que pone en entredicho todo el sistema penal alemán. El compositor, siempre acusado en un juego de palabras por un comunista, inicia un periplo de accidentes tras los cuales es contratado como actor en una obra de teatro sobre la Comuna y como pianista de la sobrina de la jueza de su proceso.
L’etat et moi (2022) es una comedia de enredos en los cual el compositor no para de meterse en problemas al igual que el ayudante del fiscal, que se convierte en ayudante de la jueza, y a su vez es el novio de la sobrina de la jueza, una aspirante a violonchelista. En esta comedia donde el absurdo se hace presente en todo momento, la jueza es confundida constantemente con el compositor, la justicia se burla de sí misma y de sus protocolos y la fiscalía conspira con la policía y el ejecutivo para conservar intacto el código penal, al igual que los magistrados y ministros del Siglo XIX en una comparación de épocas en la que las similitudes opacan a las diferencias.
Max Linz construye en esta historia plena de simpáticos y divertidos gags una crítica al sistema jurídico alemán indagando en sus contradicciones y en las fuentes de su sinsentido para encontrar una salida del atolladero legal desde el arte, resaltando la mímesis entre las puestas en escena teatrales y los solemnes procesos jurídicos. El realizador alemán se nutre de las herramientas cómicas para atacar esta solemnidad ceremonial y desarrollar su crítica sin ataduras, ofreciendo así una fresca mirada de la justicia desde el arte.
Happer’s Comet (2022, de Tyler Taormina, Competencia internacional)
El realizador estadounidense Tyler Taormina crea en su segundo film, Happer’s Comet (2022) una elegía nocturna que sigue los pasos del cine de David Lynch, en un film con destellos surrealistas acerca de lo que acontece en los suburbios cuando las luces del mundo se apagan, un homenaje a films como Terciopelo Azul (Blue Velvet, 1986), Carretera Perdida (Lost Highway, 1997) o Imperio (Inland Empire, 2006), películas que parecen atravesadas por el imaginario de las periferias retratadas por el pintor Edward Hopper.
Filmada sin sonido con efectos sonoros creados por el propio director en la post producción, la obra recorre las calles de los suburbios para construir un caleidoscopio de historias aparentemente inconexas a partir de personajes que no quieren toparse con nadie, que buscan el cobijo de la noche para realizar sus actividades en medio de una pandemia que invita a esconderse. Happers’s Comet es una elegia al movimiento, de la imagen y del sonido, que se funden, una transgresión al encierro forzoso. Los personajes se debaten aquí entre la adrenalina producto de la sensación de liberación generada por la transgresión y el miedo a ser atrapados, a cruzarse con otro, a ser descubierto.
Happer’s Comet es un film sobre la forma en la que una comunidad reacciona a la pandemia, una experiencia sensorial sin una trama convencional, sin diálogos, para disfrutar del hipnotismo de las imágenes y perderse junto a los protagonistas, actores no profesionales que salen en patines a pasear por las calles sin interactuar entre sí. Al igual que los cortos de David Lynch, el film de Taormina necesita de un espectador abierto a este tipo de propuesta, que pueda apreciar como la alienación suburbana conduce a un escape hacía un vacío nocturno en el que nada sucede, o más bien todo, en un devenir constante que fluye sin un sentido aparente, como el comportamiento errático de las personas mismas.
Corazón Azul (2021, de Miguel Coyula, Nocturna)
El realizador cubano Miguel Coyula se adentra en Corazón Azul (2021) en la esencia de la Revolución Cubana y el mito del hombre nuevo, eje de la política del gobierno local desde que los revolucionarios tomaran el poder en aquel primero de enero de 1959. En la Cuba castrista de fines de los años setenta un proyecto para suprimir los llamados defectos genéticos es acogido por el gobierno cubano tras diversos problemas legales y éticos en Estados Unidos. Un grupo de superhombres y supermujeres perfeccionados con distintos poderes son diseñados en un laboratorio y criados para convertirse en estandartes del nuevo socialismo. Pero las cosas no salen como el poder quiere y los nuevos hombres y mujeres se rebelan, escapan y hasta emprenden ataques terroristas, huyendo de la justicia y combatiendo a las fuerzas de seguridad de la isla.
Corazón Azul es un film que combina ciencia ficción con terror en una historia demasiado enrevesada que tiene una premisa atrapante y un desarrollo caótico. Con una estética experimental y una estructura narrativa confusa que maneja diversos tonos, la película avanza de la ciencia ficción hacia el terror con un relato en que las motivaciones de los protagonistas para sus acciones nunca son claras y cada escena sorprende. Coyula propone así una crítica feroz al devenir de la Revolución en políticas represivas y principalmente a la búsqueda imposible de un hombre nuevo y todas las ideas asociadas con ese proyecto político.