Santiago Craig construye en Castillos (2020) una novela de capítulos breves y concisos sobre la aventura vacacional de una familia argentina de profesionales de la capital que intenta desconectarse de su trabajo y de las preocupaciones cotidianas durante su descanso anual en una playa cerca de La Pedrera, en Uruguay, Punta Rubia. Allí la angustia universal ante el tedio de la vida cotidiana se convierte en una reflexión sobre las oportunidades perdidas y la adultez como aceptación de las responsabilidades que se acumulan, a la vez que la extrañeza vuelve las vacaciones una experiencia tan inolvidable como aterradora.
Castillos se adentra peligrosamente con un estilo llano y coloquial en la neurosis de la clase media argentina en la actualidad, asediada por el mandato de acumulación de experiencias, esclavizada por el teléfono celular y sus aplicaciones, mensajes, llamadas y notificaciones constantes e interminables, la adicción a las redes sociales y la relación bipolar respecto del trabajo que oscila entre la realización laboral y la sensación de esclavitud producto de la imposibilidad de desconectarse, cuestión exacerbada por la modalidad del trabajo desde la casa. La búsqueda de la realización laboral de los profesionales se mezcla aquí con la extensión de la juventud y la consiguiente falta de asimilación de las responsabilidades, que parecen imposiciones externas que se realizan sin reflexión alguna pero con una incomodidad progresiva.
Elvira y Julián son una pareja consolidada de más de cuarenta años con dos hijos pequeños en primer grado y jardín de infantes, Sofía y Camilo, una familia perfecta, ideal, exitosa, progresista, típica, que se ama, planifica sus vacaciones en el exterior, ajusta sus gastos, sueña con más pero sabe hasta dónde puede aspirar. Julián anhela convertirse en escritor mientras lee las conversaciones de François Truffaut con Alfred Hitchcock. Elvira lee novelas ligeras, ambos son la contracara del otro, su anverso, conviven, son celosos de su espacio personal y son respetuosos del espacio del otro, intentan salir de lo cotidiano pero saben que la rutina los alcanza siempre, estén donde estén. En Uruguay sienten una similitud con la Argentina, una extraña semblanza que los turba y que se hace carne durante un robo que los sume en una aventura. La mirada idílica del exterior se convierte en pesadilla cuando las vacaciones se transforman en una lucha contra la burocracia, la desidia policial y la mentalidad de los habitantes del lugar. Lo extraño y lo cotidiano se confunden en una nueva normalidad aún más perturbadora que las costumbres de la playa. Encima, el robo convierte a Julián y a Elvira en protagonistas de la única historia que circula por el páramo vacacional, ya sea entre los ciudadanos o entre los otros turistas, incomodándolos aún más y colocándolos en un lugar del que no sabrán cómo escapar.
Los recuerdos de una vida más tranquila y menos acelerada en la niñez, en los años ochenta, se mezclan con la sensación de que el mundo es un lugar de dicotomías, donde en el mismo Álbum Blanco de The Beatles se pueden encontrar una canción inocente como Ob-La-Di, Ob-La-Da y un tema tan perturbador como Helter Skelter, dos composiciones de Paul McCartney inmortalizadas por la consolidación de la industria discográfica alrededor del rock & roll y The Beatles como la gran banda que ejemplifica todos sus valores.
El alegre carnaval se acerca y aunque la pareja pretendía irse antes de la celebración el robo trastoca los planes y une cada vez más a la pareja con la comunidad con la que no querían interactuar demasiado. Castillos indaga en el temor de la clase media porteña a la pobreza, a los ritos del campo, a lo desconocido que se convierte en el núcleo de las pesadillas, a una extrañeza amenazante. Punta Rubia parece una playa tranquila, lejos de la gran ciudad, ubicada en Uruguay, hace sentir a los argentinos que pueden viajar y conocer el mundo en medio de las crisis endémicas que aquejan al país, pero también es uno de esos lugares donde lo paradisíaco puede volverse siniestro. Lo siniestro en la novela de Craig no es algo identificable, es una sensación, un temblor atávico que recorre el cuerpo pero que nadie puede expresar ni describir, una respuesta ante los planes desarticulados, ante la irrupción de la realidad en la fantasía de los personajes.
Escrito en tercera persona, Castillos también tiene autoreferencias a la vida del autor, a su experiencia personal, a sus intereses y fantasmas, a su vocación y su búsqueda literaria, e incluso al proceso de escritura de esta novela, una obra sobre cómo el período vacacional de descanso puede transformase súbitamente en una aventura digna de un libro.
Castillos, de Santiago Craig, la primera novela del autor de los libros de cuentos El Enemigo (2010) y Las Tormentas (2017) y del poemario Los Juegos (2012), fue publicada por la editorial independiente argentina Entropía y es una gran aproximación psicológica a la extrañeza de la cotidianeidad familiar, su aspecto siniestro y el desconcierto del presente, una lectura insoslayable para reflexionar sobre los vínculos familiares en tiempos percibidos como normales y épocas de pandemia y confinamiento que invitan a repensar lo dado por sentado.
Castillos, de Santiago Craig, Entropía, 2020.