El realizador de videos musicales devenido en director cinematográfico Francis Lawrence, responsable de la introducción al cine del personaje creado por Alan Moore junto a Steve Bissette y John Totleben en Constantine (2005), para luego adaptar innecesariamente la extraordinaria novela de 1954 de Richard Matheson en Soy Leyenda (I Am Legend, 2007), dado que ya tenía dos excelentes versiones anteriores, El Último Hombre sobre la Tierra (The Last Man on Earth, 1964), dirigida por Ubaldo Ragona y Sidney Salkow, y El Hombre Omega (The Omega Man, 1971), de Boris Sagal, regresa a la adaptación de las exitosas novelas de la escritora estadounidense Suzanne Collins, Los Juegos del Hambre (The Hunger Games), saga iniciada con la publicación del libro homónimo en 2008 y su traslación cinematográfica de 2012 bajo la responsabilidad de Gary Ross, el cual sería apartado de la franquicia para darle su lugar a la nueva impronta del director de Gorrión Rojo (Red Sparrow, 2018).
Si la primera película tenía algunas buenas ideas trabajadas sobre la obra de Collins y se notaba que la autora había participado en el guión, en las siguientes adaptaciones, ya bajo la dirección de Lawrence, resultaba evidente que la escritora había sido excluida. En este sentido, en esta primera precuela de la saga, que transcurre 64 años antes de los acontecimientos narrados en el film del 2012, la presión por construir la película parece partir de dos lugares, primero el interés manifestado por el CEO de la productora Lionsgate, Jon Feltheimer, de narrar todo lo acontecido antes de la historia original, y segundo la imposibilidad de la propia autora de escapar a la franquicia que la hizo famosa, dado que no había publicado ninguna novela desde Sinsajo (Mockinjay, 2010).
En esta historia, Coriolanus Snow (Tom Blyth), el hombre que llegará a convertirse en presidente de la dictadura de Panem años más tarde, es un joven brillante con una gran ambición que estudia arduamente para sacar a su familia, su abuela (Fionnula Flanagan) y su prima Tigris (Hunter Schafer), de las penurias económicas en las que han caído tras la muerte de su padre, uno de los generales y lideres del país, durante la guerra de la capital contra los distritos. A punto de recibir el premio que le permitirá mejorar su vida y pagar las deudas por las que están por ser desalojados de su hogar, el gobierno comunica que las reglas han cambiado y que para obtener la preciada recompensa los estudiantes que compiten por el premio deberán ser los mentores de los tributos de los doce distritos que componen Panem para participar de Los Juegos del Hambre, una batalla a muerte en un domo con ecos de Mad Max 3: Más Allá de la Cúpula del Trueno (Mad Max Beyond Thunderdome, 1985), el film de George Miller y George Ogilvie. Snow es asignado como mentor de una jovencita bella y rebelde, Lucy Gray Baird (Rachel Zegler), cantante de origen gitano elegida a dedo por el alcalde del distrito doce por un altercado con el novio de la hija del mandamás de la jurisdicción. Snow toma la iniciativa para conseguir una ventaja y aprovecha las nuevas reglas del gobierno para proponer cambios que hagan más interesante el juego y atraigan sponsors y espectadores. Pero eso no es todo, también hay un castigo ejemplar, hay un romance adolescente, una canción de rebeldía que no es tal, un amague de escape de Panem, una traición y finalmente una lección sobre el poder y la lealtad.
Escrita por Michael Lesslie y Michael Arndt, este periplo adolescente tiene un sinnúmero de fallas desde su comienzo. Por un lado, el trabajo de edición es muy pobre y no hay una lógica que una a los distintos capítulos, lo cual genera un caos absoluto. Por otro lado, el esfuerzo narrativo para crear la personalidad de cada personaje es prácticamente nulo y las interpretaciones carecen de carisma y adolecen de la falta de dirección por parte de Lawrence, algo que suele ser normal en este tipo de propuestas pero que aquí es exacerbado a niveles intolerables.
Otro error imperdonable es el de dejar a la pareja principal sin historias paralelas de otros personajes que puedan apuntalar la trama, volcando todo el peso de la película en dos adolescentes bajo un pésimo guión y un relato monocromático y unidimensional. Tampoco ayuda demasiado que toda la trama oculta de la guerra y sus consecuencias sean más interesante que lo narrado en la obra de Collins, centrada en el personaje de Snow, más precisamente en su transformación de un joven ambicioso en un enfermo de poder que traiciona a todos sus amigos con el afán de que en la capital descubran que tiene el potencial para ser un buen dictador. No se sabe nada de la razón de la rebelión de los distritos y prácticamente nada del padre de Snow, salvo lo poco que le cuenta en el final el decano Highbottom (Peter Dinklage), lo cual para colmo no tiene demasiada importancia. No hay una contextualización del atentado terrorista contra el domo ni de la relación del mejor amigo de Snow, Sejanus Plinth (Josh Andrés Rivera), con los rebeldes. Todo lo que ocurre parece antojadizo y cada una de las partes del film es peor que la anterior. Si la primera parte alrededor de los juegos tenía múltiples fallas de toda índole, las dos siguientes ya parecen otra película distinta, sin relación con la anterior, y cuya conexión narrativa decae sin límites hasta la incoherencia total.
Peter Dinklage está completamente desaprovechado. Jason Schwartzman hace lo que puede en el papel de un joven presentador Flickerman, cuyo hijo Ceasar (Stanley Tucci) se convertirá en el histriónico presentador de los juegos años más tarde, y Viola Davis como la Doctora Volumnia Gaul, la desquiciada psicópata creadora del concepto de los juegos, sobresale en un rol ampuloso completamente alejado de todo el resto de las actuaciones, lo que hace que parezca una villana más cercana a las películas de Batman de Joel Schumacher que al film en cuestión. Tom Blyte y Rachel Zegler no llegan ni a los talones de Jennifer Lawrence y Liam Hemsworth, y el resto del elenco de los films anteriores, Tucci, Donald Sutherland, Woody Harrelson, Philip Seymour Hoffman, Julianne Moore, Elizabeth Banks y hasta Toby Jomes, había logrado construir buenas películas con una trama sólida sobre una rebelión que funcionaba, en sí protagonistas de una tetralogía que tenía sus problemas y que pretendiendo retomar el mito helénico de Teseo y el Minotauro parecía demasiado cercana -hasta el límite del plagio- al film japonés Battle Royale (Batoru Rowaiaru, 2000), dirigido por Kinji Fukasaku y escrito por su hijo Kenta Fukasaku en base a la novela homónima de 1999 del escritor japonés Koushun Takami.
A pesar de todo esto hay que destacar que la premisa de una sociedad distópica en la que la capital castiga a los distritos con un sacrificio para el entretenimiento masivo, debido a una cruenta guerra perdida, es una buena idea y que la historia de un joven brillante y pragmático que se debate entre un idealismo zonzo destinado al fracaso y la seguridad de los escalafones del poder tiene un cierto interés, sin embargo Collins y los guionistas se encargan de convertir este meollo en una colección de escenas adolescentes sin sustrato ni sentido alguno dado que la narración falla estrepitosamente en justificar el proceso de transformación, eje de toda la propuesta.
Por si fuera poco, hay un abuso de una estética similar a la de Brazil (1985), uno de los legendarios films de Terry Gilliam, con la sola justificación de comparar cómo la tecnología avanzó de los primeros juegos a los que transcurren 64 años más tarde en las primeras películas. El exterminio de los tributos de los distritos entre sí en sádicos enfrentamientos tampoco presenta demasiado interés y no se explica muy bien cómo las propuestas de Snow realmente salvan a los juegos de una cancelación prematura tras diez años de barbarie innecesaria por parte de los vencedores.
Los Juegos del Hambre: La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes (The Hunger Games: The Ballad of Songbirds & Snakes, 2023) es un film fallido y sin coherencia alguna que por momentos pierde completamente el rumbo. De vez en cuando hay alguna buena línea por parte de alguno de los protagonistas, pero los diálogos son en general sosos, desperdiciando una buena fábula sobre cómo el poder corrompe y las guerras y los enfrentamientos políticos sólo sirven para dividir a las personas y crear falsas expectativas para proponer cambios que no son tales y dejar siempre a los psicópatas hambrientos de poder al borde de la autocracia.
Los Juegos del Hambre: La Balada de Pájaros Cantores y Serpientes (The Hunger Games: The Ballad of Songbirds & Snakes, Estados Unidos, 2023)
Dirección: Francis Lawrence. Guión: Michael Lesslie y Michael Arndt. Elenco: Tom Blyth, Rachel Zegler, Josh Andrés Rivera, Viola Davis, Peter Dinklage, Jason Schwartzman, Hunter Schafer, Fionnula Flanagan, Burn Gorman, Ashley Liao. Producción: Francis Lawrence, Nina Jacobson y Brad Simpson. Duración: 157 minutos.