Copenhagen Cowboy

Heraldo de la vida y la muerte

Por Emiliano Fernández

Nicolas Winding Refn es uno de los pocos cineastas de autor que quedan trabajando en el reino de la basura intercambiable contemporánea, hablamos del mainstream audiovisual internacional del nuevo milenio, ese saturado de una uniformidad y de una repetición en verdad inofensivas orientadas al entretenimiento más vacuo y carente de cualquier riqueza discursiva verdadera. El danés, nacido en la capital, Copenhague, empezó su carrera en la comarca retórica del naturalismo callejero cuasi documental vinculado al film noir y el cine de John Cassavetes, Seijun Suzuki, Martin Scorsese, Kinji Fukasaku y Gillo Pontecorvo, etapa correspondiente a Bleeder (1999) y la recordada trilogía con Mads Mikkelsen y/ o Zlatko Buric, Pusher (1996), Pusher II (2004) y Pusher III (2005), las tres compartiendo referencias cruzadas y cada eslabón narrado desde el punto de vista de un personaje distinto y con una historia cien por ciento original, un enfoque maravilloso para la estructura de las sagas que lamentablemente nadie más utilizó desde entonces y que constituye una variante brillante con respecto al fetiche hollywoodense para con el adalid único del relato y su gesta monotemática, sea ésta de la envergadura que sea. La segunda fase de su trayectoria, una caracterizada por un surrealismo lánguido, asfixiante e hipnótico que retoma elementos varios del cine de Roman Polanski, David Lynch, Michael Mann y Stanley Kubrick para sintetizarlos y hacerlos propios, se intuye en su debut anglosajón con John Turturro, Fear X (2003), y termina de eclosionar de la mano de Bronson (2008), aquella gran joya con Tom Hardy que oficiaba por un lado de biopic mordaz del reo quijotesco Michael Peterson y por el otro lado de parodia de un sistema de represión estatal que siempre termina generando un daño mucho mayor que el ocasionado por los criminales comunes y corrientes. Luego de un experimento místico cual antiepopeya hollywoodense de aventuras, Valhalla Rising (2009), el reencuentro práctico con el inefable Mikkelsen vía un periplo de esclavos, vikingos y hasta cruzados, Refn logra notoriedad internacional a través de su Trilogía de Neón, Drive (2011), Only God Forgives (2013) y The Neon Demon (2016), tres obras estupendas en las que conviven su amor por el esoterismo de Kenneth Anger, David Cronenberg y Alejandro Jodorowsky y una estética de colores siempre saturados símil el primer Dario Argento, algo vinculado tanto a las preocupaciones estéticas del director como a su daltonismo extremo.

 

El primer coqueteo del danés con la televisión fue en el contexto de dos capítulos del 2007 para Agatha Christie’s Marple (2004-2013), serie británica de ITV basada en el popular personaje del título creado por la mítica escritora, Jane Marple alias Miss Marple (en la piel de Geraldine McEwan y después Julia McKenzie), sobre todo con el objetivo último de experimentar en carne propia cómo son los trabajos por encargo en el entorno anglosajón, faena que definitivamente no le interesó para nada -al contrario, nuevamente, de la enorme mayoría de los “esclavos felices” de hoy en día que se dicen directores y se sumergen sin culpa en los proyectos televisivos más anodinos e intercambiables- ya que sólo volvió al medio más de una década más tarde gracias a Too Old to Die Young (2019), extraordinaria saga criminal creada junto a Ed Brubaker para Amazon Prime Video y protagonizada por Miles Teller, John Hawkes, Babs Olusanmokun, Augusto Aguilera, Cristina Rodlo y Jena Malone, una odisea que supo unificar el naturalismo primigenio del realizador y el sustrato ampuloso de esa Trilogía de Neón que lo hizo conocido en todo el mundo y sobre todo por fuera del ámbito cinéfilo verdadero, ese que no ve únicamente productos hollywoodenses. Copenhagen Cowboy (2023), craneada para otro servicio de streaming, en este caso Netflix, retoma la obsesión reincidente de Refn con la mugre metropolitana antropófaga, siempre diferenciando a la oligarquía todopoderosa del hampa capitalista de los “soldados rasos” y sobrevivientes semejantes a duras penas, pero al mismo tiempo reduce el generoso volumen de personajes de Too Old to Die Young, ésta en gran medida un relato coral o en mosaico, y le da continuidad a esa inusitada vertiente entre onírica, mágica y sobrenatural que había aparecido en los capítulos finales de la serie de Prime Video, cuya génesis podemos hallarla en Fear X, Valhalla Rising, Only God Forgives y The Neon Demon, obras que asimismo conectaban el lenguaje de la violencia efímera a toda pompa con el bombardeo sensorial aunque curiosamente desde el silencio, la astucia, el minimalismo y la paciencia narrativa, cuatro herramientas cuasi extintas en el grueso del mainstream y el indie de nuestros días, ya sea que pensemos en la TV o el séptimo arte, por ello el acervo de Refn no teme echar mano de recursos del videoarte, la publicidad y el videoclip para volcarlos hacia la creación de una lectura adulta y macabra de las miserias, miedos, anhelos y compulsiones humanas.

 

La historia, desplegada a lo largo de seis episodios de unos 50 minutos aproximados cada uno, constituye el regreso de Refn a Dinamarca desde la ya lejana Pusher III y fue creada por el señor y desarrollada junto a Sara Isabella Jønsson Vedde, guionista sólo conocida en el ámbito nacional y especialmente por el film Persona non Grata (Hvor Kragerne Vender, 2021), de Lisa Jespersen: la protagonista excluyente, a la que remite el título masculino de modo irónico, es Miu (Angela Bundalovic), una hechicera/ arcángel/ santa/ mártir/ heroína/ experta en artes marciales de corta edad y muy pocas palabras que nació en un país sin identificar de Europa del Este y está presa de una red de trata de blancas de los suburbios de Copenhague desde los siete años, cuando su madre la vendió a sus captores, aunque no para el sexo sino en calidad de “amuleto de la suerte” para cualquiera que pague sus servicios, así las cosas una cuarentona nacida en Serbia y llamada Rosella (Dragana Milutinovic) la compra para que le garantice un embarazo con su esposo putañero Sven (Per Thiim Thim), un matrimonio arreglado -para conseguirle la ciudadanía danesa- por el hermanastro menor de la mujer, el albanés André (Ramadan Huseini), cabeza de un prostíbulo de extranjeras hermosas y esclavas que presiona a Rosella para que le entregue a Miu con la meta de rematar on line su supuesta virginidad, cosa que la veterana hace cuando no queda encinta y culpabiliza a la muchacha, la cual escapa clavándole unas tijeras a un guardia y motivando una fuga general de las furcias a pesar de que abusaron sexualmente de ella durante su cautiverio. En su huida la protagonista se topa con el restaurant chino de Madre Hulda (Li Ii Zhang), quien atestigua sus poderes cuando Miu le devuelve la vida a un bebé recién nacido de una mujer que pidió socorro, por ello se queda en el lugar aunque no sin antes incendiar la morada de Rosella con ella dentro, atada a su cama. Un día la joven acompaña a Madre Hulda a comprar un cerdo en una granja del rubro de una familia aristocrática que vive en un castillo y parece formar parte de una raza de vampiros caníbales y psíquicos, esa del psicópata Nicklas (Andreas Lykke Jørgensen) y sus progenitores, la gélida y radiante Beate (Maria Erwolter) y el estrafalario hasta la hipérbole Michael (Thomas Algren), el cual se dedica a recorrer el mundo exhibiendo su pene en mítines artísticos y pregonando las bondades de un coito falocéntrico y una futura “revolución biológica antropogénica”.

 

Como siempre en el caso del Refn adulto y extático, el concepto y la forma se amalgaman a la perfección del mismo modo que el realismo crudo y el esoterismo, las tonalidades azules y las rojas y/ o los dos mundos entre los cuales se mueven Miu y su adversario principal, Nicklas, hablamos de las dimensiones física y espiritual, por ello el oligarca bucólico puede mantener conversaciones espectrales con su hermana Rakel (Lola Corfixen) y con su madre -incesto o Complejo de Edipo no resuelto de por medio- y la chica, siempre vestida con un conjuntito andrógino azulado de pantalones y campera símil jogging, puede salvar al bebé, descubrir en la morada de Nicklas que el susodicho mató a una amiga suya de la temporada con Rosella y André, Cimona (Valentina Dejanovic), e incluso quitarle la migraña y leerle la mente a un tal Chiang (Jason Hendil-Forssell), mafioso que utiliza el restaurant de Madre Hulda de tapadera para un negocio de apuestas y peleas ilegales y como destino final de los eventuales cadáveres que surjan de ello, nuevamente cortesía de unos cerdos enormes que todo lo devoran y que la oriental tiene en la parte trasera de ese comedero “exótico” según la óptica danesa, señor que retiene a la hija pequeña de Hulda, Ai (Emilie Xin Tong Han), como castigo por un intento de escape de la madre y como clara garantía de que algo así no volverá a ocurrir. El quid de la trama, expuesto mediante humor negro y tableaux vivants a lo Peter Greenaway y Serguéi Paradzhánov, se resume en dos motivos clásicos de Refn, la misión ideológica suicida y la doble venganza, la primera vinculada a la tarea autoimpuesta por parte de Miu en pos de liberar a Ai, por ello Chiang le reclama una ignota y abultada suma de dinero que lleva a la prodigio de regreso al centro de Copenhague para traficar droga bajo el ala del dealer negro Danny (Ebriama Jaiteh), y en lo que atañe a la revancha cruzada, aquí más bizarra y desconcertante que nunca, tiene que ver primero con la idea de Miu de desquitarse con Nicklas por el homicidio de Cimona, todo en una escena magistral de combate a puño limpio que deriva en el burgués desmayándose en su propia granja de cerdos y siendo devorado en parte por los animales, y segundo con la intención del rubio glacial de cobrarse las atenciones recibidas, las cuales lo dejaron deforme y sin su preciado pene, “resucitando” a su enigmática hermana, quien hiberna en un féretro y es despertada con sangre menstrual de Beate para luego comer asado el corazón de un imbécil cualquiera.

 

A contrapelo de la previsibilidad, el trasfondo pueril y las pocas ideas detrás de la enorme mayoría de la producción televisiva y cinematográfica actual, Refn en esta ocasión vuelve a ofrecer un trabajo magistral, prácticamente una película de unas cinco horas de duración, que puede no ser tan despampanante como Too Old to Die Young pero aun así mantiene un nivel de calidad supremo y por ello resulta de lo más paradójico que integre el catálogo de Netflix, casi siempre de una mediocridad absoluta, lo que genera una situación comparable a la de pedir un manjar culinario exquisito en un McDonald’s o cualquier otro emporio de comida chatarra: el director recurre a sus nobles herramientas de siempre para edificar una pesadilla de lo más adictiva y misteriosa, pensemos por ejemplo en la bella iluminación de neón y los geniales travellings circulares de Magnus Nordenhof Jønck, la puesta en escena cercana al giallo, el horror gótico europeo y el film noir, el sublime diseño de producción de Gitte Malling y esa dirección de arte acorde de Thomas Karlsen y Camilla Bjørnvad, el ritmo pausado y meticuloso de la edición de Olivier Bugge Coutté, Allan Funch y Olivia Neergaard-Holm y finalmente la deslumbrante música de sintetizadores de Cliff Martínez, Peter Kyed, Julian Winding y Peter Schneidermann alias Peter Peter, todos colaboradores históricos del realizador, amén del gesto de traer de vuelta a los queridos Buric, de Bleeder y la trilogía Pusher y visto recientemente en la maravillosa Triangle of Sadness (2022), de Ruben Östlund, y Slavko Labovic, del primer y el tercer eslabón de la trilogía Pusher, con motivo de los personajes de Miroslav y Dusan, el primero un abogado de alto perfil del hampa de Copenhague, sujeto que transportó cuando infante a Miu hasta Dinamarca, y el segundo un amigo del anterior, quien es asesinado por la brujita tácita, nuestro heraldo de la vida y la muerte, por órdenes de Chiang, suerte de “segundo requisito” para devolver a Ai a su madre, una arpía que maquiavélicamente omitió el dato de que el mafioso chino es el padre de la mocosa. Bundalovic está sensacional, bailarina y actriz apenas conocida por la película Dark Horse (Voksne Mennesker, 2005), de Dagur Kári, y la serie The Rain (2018-2020), a cargo de Jannik Tai Mosholt, y el tremendo Nicolas, por su parte, apabulla con otra hazaña de idiosincrasia punk y trash a lo Paul Morrissey que por suerte no tiene nada de multitarget porque sólo está dirigida a sus devotos, el resto puede irse bien a la mierda…

 

Copenhagen Cowboy (Dinamarca, 2023)

Dirección: Nicolas Winding Refn. Guión: Nicolas Winding Refn, Sara Isabella Jønsson Vedde, Johanne Algren y Mona Masri. Elenco: Angela Bundalovic, Andreas Lykke Jørgensen, Li Ii Zhang, Jason Hendil-Forssell, Zlatko Buric, Valentina Dejanovic, Maria Erwolter, Ramadan Huseini, Lola Corfixen, Dragana Milutinovic. Producción: Christina Erritzøe y Lene Børglum. Duración: 314 minutos.

Puntaje: 9