El karma del artista maltrecho en general y el correspondiente a su modalidad virtuosa, la del genio que se sabe incomprendido por un contexto que lo resiste, han sido funcionales en innumerables ocasiones tanto al cine como al rock, dos campos en los que la audacia y el conformismo suelen ir de la mano gracias a ese matrimonio por conveniencia entre arte y mercado, con el usufructo al final del arco iris eliminando -casi siempre- las distancias. Paradojas de lado, bien podemos afirmar que Love & Mercy (2014) es el sueño húmedo de todo fan de Brian Wilson y/ o los Beach Boys, ya que literalmente estamos ante la mejor película posible según el material histórico de base y el cúmulo de anécdotas relacionadas.
Desde el vamos conviene aclarar que la propuesta no nos exceptúa como espectadores de la obligación de conocer de antemano los detalles macro de una carrera bastante peculiar: en esencia hablamos de una reformulación minimalista del andamiaje de I’m Not There (2007), ahora volcado hacia una lectura sutil y fragmentada de los dos períodos más célebres en la vida del californiano, su cumbre artística en la década del 60 (la concepción del Pet Sounds y la debacle en torno al álbum trunco Smile) y su ruina personal durante los 80 (nada menos que la “terapia” del Doctor Eugene Landy, un oportunista que controló y manipuló la psiquis de un Wilson sobremedicado y cada vez más frágil, al borde del colapso definitivo).
Precisamente el guión de Michael A. Lerner y Oren Moverman, quien colaboró en la obra maestra de Todd Haynes, toma prestado el ardid símil Ese Oscuro Objeto del Deseo (Cet Obscur Objet du Désir, 1977) centrado en seleccionar a distintos actores para representar un mismo papel. Así las cosas, hoy es el turno de Paul Dano como el Brian veinteañero y de John Cusack en la piel del Wilson de mediana edad, circunstancia que genera un desnivel interpretativo porque el primero supera con creces al segundo en lo referido a la proeza de retratar al músico. Mientras que Dano le saca provecho al límite entre la cordura y la demencia, un Cusack bienintencionado cae en algunos clichés del “paciente alienado”.
Aun así, el opus de Bill Pohlad, un productor con escasa experiencia en la silla del director, no se resiente en ningún momento ya que el susodicho consigue imprimirle un maravilloso dinamismo a cada una de las escenas, siempre preocupado por construir -de manera meticulosa- el sustrato emocional del protagonista excluyente y de los secundarios que lo acompañan en su viaje. Como era de esperar, los catalizadores del desarrollo son el mítico ataque de pánico de 1964 (primer síntoma de sus problemas mentales) y el encuentro con Melinda Ledbetter, quien se convertirá en su segunda esposa (una sorprendente Elizabeth Banks encarna a una mujer apacible que debe lidiar con el entorno chupasangre de turno).
Más allá del excelente desempeño de Paul Giamatti como Landy y de la perspicacia detrás del análisis de los vínculos de la familia Wilson, resultan francamente prodigiosas las secuencias de Brian ideando/ grabando en el estudio el Pet Sounds, en especial porque se ha ficcionalizado cada pormenor y exquisitez sobre los que tantos melómanos hemos leído a lo largo de años y años. Love & Mercy es ante todo un magnífico ejemplo del arte celebrando al arte, un pantallazo amoroso por el misterio que esconde el talento del californiano y por las inconsistencias de su devenir; desde la resistencia al cambio encabezada por Mike Love, pasando por la “cocina” de Good Vibrations, hasta la memorable emancipación del final…
Love & Mercy (Estados Unidos, 2014)
Dirección: Bill Pohlad. Guión: Oren Moverman y Michael A. Lerner. Elenco: Paul Dano, John Cusack, Paul Giamatti, Elizabeth Banks, Jake Abel, Joanna Going, Kenny Wormald, Graham Rogers, Brett Davern, Erin Darke. Producción: Bill Pohlad, Claire Rudnick Polstein y John Wells. Duración: 121 minutos.