Entrevista a Rodrigo Cañete

Historia a contrapelo del arte argentino

Por Damián Jarpa

La historia de la República Argentina en estos últimos 40 años ha sido por lo menos bastante compleja, desde lo económico, sociocultural y político. Una cruel dictadura, la Guerra de Malvinas, una hiperinflación, la imposición de un régimen neoliberal en la década del 90 y la utopía de la pizza con champagne para terminar en el Argentinazo, que se llevó puestos a cinco presidentes a finales de 2001, helicóptero incluido.

 

Y para capturar un poco de la vasta historia de nuestro país, nadie mejor que Rodrigo Cañete, un voraz y ácido crítico de arte cuyo blog de sátira y crítica cultural, Love Art Not People, es marca registrada como si de un Charlie Hebdo vernáculo estuviésemos hablando.

 

Desde allí, la impronta de Cañete se ajusta perfectamente a nuestra disonante historia. Mordaz, incisivo y preciso como un AK-47, esboza una crítica feroz a la escena artística argentina y dice lo que muchos eligen no decir. Recientemente editó su primer libro publicado por Random House, Historia a Contrapelo del Arte Argentino (2021).

 

Si bien el libro habla de distintas etapas del arte argentino, el autor hace una referencia a los traumas que ha sufrido nuestro país para dar rienda suelta a las tensiones internas que aún sobreviven en el mundo artístico desde una mirada punzante. Al mismo tiempo, el autor está atravesando un momento de exposición algo inusitado ya que le han otorgado y retirado el Premio del Museo de Houston Peter C. Marzio, aduciendo razones éticas. El fenómeno de la “Cultura de la Cancelación” ha golpeado al crítico de arte. Pese a todo el torbellino que está atravesando, el autor se muestra siempre de buen humor y con entusiasmo para narrar con su estilo desenfadado el origen y los elementos que tuvo en cuenta a la hora de escribir el libro.

 

¿Por qué “Historia a Contrapelo del Arte Argentino”?

 

La palabra contrapelo proviene de Walter Benjamin, lo cual significa ir contra el canon. Tiene dos aspectos, además de ir contra el modo deductivo o generalista, en el que según ciertas teorías paranoides el arte argentino habría sido planteado por la crítica anteriormente en el tiempo. Parto desde el momento en que básicamente el arte argentino se expresaba como ciertos conflictos entre distintos grupos y movimientos pero nunca se llegaba al análisis del objeto visual. Entonces, una de las cosas que me interesaba era partir desde el objeto para construir la cultura. No desde ciertas presuposiciones, ya sean relaciones políticas, geopolíticas y demás. Porque en realidad cuando hacés eso el lugar del arte termina siendo muy poco claro. “¿Por qué hacés arte y no otra cosa?”. El otro aspecto del contrapelo es la necesidad imperante, el proceso de repensar desde el “afuera del canon” la relación entre cada momento de la crítica y ese objeto.

 

Pierre Bourdieu considera al arte como “Espacio de Lucha”: por más que estemos en el Siglo XXI, ¿esa afirmación aún puede ser real?

 

No solamente el arte. Yo estoy en la Universidad de Warwick que es la cuna de la Birmingham School y los Estudios Culturales. Toda expresión cultural es política incluso cuando la expresión esté manifestando su apoliticidad. Por ejemplo, el paper que ganó el premio en Houston. El Centro Cultural Rojas se planteaba como apolítico. Pero es un grave error pensar que es apolítico. Para los latinoamericanos una de las cosas que yo planteo en el libro es que el arte latinoamericano tiene en este momento el punto de vista de Mari Carmen Ramírez, quien fue la que me dio y me retiró el premio. También puedo nombrar a Andrea Giunta, que también se movilizó contra mi premio. Digamos, ellas son parte de una generación que hizo y entendió únicamente al arte latinoamericano como político y el problema con esto es que presupone y tiene que ver con el modo cómo “El Norte Global” quiere ver a Latinoamérica. O sea, querer hacer creer que Sudamérica es políticamente inestable. Yo contra eso contrapongo lo que sucedió en enero de 2021 cuando los seguidores de Trump invadieron el Capitolio de los Estados Unidos. El arte no necesariamente tiene que ser político en términos enunciativos o en términos de revolución, porque ese es el arte de la década de los 70. Lo que me interesa es que el arte puede ser político de manera acechante. Es decir, haciéndole sentir algo a un espectador que se niega a sentir algo pero que lo siente a pesar de su actitud. O por ejemplo, puede ser un tipo de arte micropolítico, testimonial de la opresión de la experiencia de ser un coya en Berlín. Hay diferentes formas de hacer política. El problema es querer reducirla, porque por un lado tenés a esa Derecha que dice que el arte no es político y del otro lado tenés a esa Izquierda-Progre que dice que lo único sano es buscar el lugar de la Revolución, lo que en realidad circunscribe al arte al espacio de la impotencia. Para mí encontrar ese lugar en el medio es el objetivo.

 

Volviendo al libro, allí mencionás que nuestra historia está plagada de traumas, se puede empezar por la Dictadura de 1976, la Guerra de Malvinas y la Primavera Alfosinista. ¿Creés que aún hay vestigios de todos esos sucesos que resuenan hasta el día de hoy?

 

¡Ni hablar! Diana Taylor habla del “Percepticidio”, es decir, ella analizó ciertas manifestaciones culturales de la Argentina en su transición democrática como fantasías masculinas: Paso de Dos, la obra de 1990 de Eduardo “Tato” Pavlovsky. La gente estaba fascinada con ir al teatro para ver cómo torturaban a una mujer y a nadie se le ocurría reconsiderar esa práctica. Por ejemplo, Alberto Olmedo en No Toca Botón es un ejemplo perfecto para cubrir la violencia hacia la mujer desde el humor. Tenemos por un lado el personaje de Alberto Olmedo en el programa de televisión No Toca Botón. El sketch de la Bebota es pedofilia, el psicólogo que abusa de la paciente. El mayordomo y el sketch con la Negra Romero. Son todas instancias de abuso. Esto es algo que evidentemente responde a un modo de nuestra cultura.

En el blog hace muy poco tuve una charla con Ticio Escobar (Curador de Arte y Ex-Secretario de Cultura de Paraguay). Una de las cosas que yo le critico es la transformación de “Lo Guaraní” en algo primitivo, puro, ateniense. En el caso nuestro, vos sos descendiente de indígenas, entonces nosotros somos el ejemplo de la hibridez, no necesariamente… “El Indio” es ese indio de Claude Lévi-Strauss. “El Indio” está totalmente incorporado en la modernidad con todas las dificultades del caso. Esto, lamentablemente, tiene que ver con lo que dijo Liliana Viola en su nota del suplemento Soy de Página 12. Ella afirma que mis reclamos sobre condición de HIV positivo, o la posición mía siendo hijo de guaraní, son en verdad una apropiación de las luchas de otros, en dónde en verdad lo que tenemos es una mujer blanca instalada en el cenáculo porteño diciéndome a mí, Rodrigo Cañete, cómo tengo que expresar mi disenso político. Ahí está el problema de la Argentina, desde estos traumas de los que estamos hablando hasta llegar a los modos del luto, los modos de procesar la propia pérdida, la exclusión y hasta ser víctima del propio racismo. En el paper que escribí sobre el Centro Cultural Rojas además de todo hubo un serio problema de racismo. Liliana Viola salió al cruce a criticar de manera mal intencionada lo que digo yo, eso es una pelotudez. Entonces si nos quedamos con la versión de lo que cuenta ella, en Argentina supuestamente no habría racismo.

 

¿Esperabas está exposición y este torbellino que se levantó respecto al premio y tu libro?

 

Fue todo una casualidad, el premio se anunció con dos meses de retraso y el libro salió con un año de demora gracias al Covid. Coincidieron, eso fue lo que ocurrió, aunque lo que realmente me sorprendió fue el feedback por parte de cierto grupo que forma parte de instituciones estatales, personas instaladas en el Conicet, gente que se mira el ombligo durante todo el día, que me salieron a cruzar inmediatamente. Claramente en el libro y en el paper premiado hay cosas que en Argentina no se pueden decir.

 

¿Pensás que hay movimientos válidos que eclosionaron a principios de 2001 y 2002?

 

De hecho, ello marca el comienzo de un nuevo canon, el de Belleza y Felicidad o Proyecto Venus. En un contexto de crisis de la convertibilidad, los artistas de esta Belleza y Felicidad no podían publicar libros, porque la Argentina de la convertibilidad se había transformado en una corporación. Y de pronto explotó todo y apareció un corralito. Sale la literatura en un formato muy artesanal. El tema es que siempre esto está ligado a cierto grupo privilegiado del norte de Buenos Aires, aquello que fue una necesidad de pronto se transforma en apropiación cultural de la estética del villero y así llegamos a Villa Crespo. El lugar de la crítica es plantearlo. No sé si es un movimiento, porque eso referencia a la vanguardia histórica de principio de siglo. Hay artistas, y por sobre todas las cosas no hay que olvidarse que el arte es un lugar de negatividad donde uno se refugia de la realidad y por otro lado la cambia.