Retorno al Pasado (Out of the Past)

Huracán de traiciones

Por Emiliano Fernández

La carrera de Jacques Tourneur, periplo que nace con el cine sonoro a comienzos de la década del 30 del Siglo XX y alcanza su cumbre cualitativa en la colaboración del francés en yanquilandia con la RKO Pictures, abarca una infinidad de géneros como por ejemplo el romance, la comedia, el thriller, el drama, el misterio, las aventuras, la epopeya bélica, el western, el cine deportivo, el espionaje, la fantasía, las odiseas de época y los convites de acción, no obstante el señor sin lugar a dudas logró brillar a pleno en dos comarcas muy específicas que le ganaron un sitio de privilegio en el Olimpo del cine de género, primero el terror y en segunda instancia el film noir, campos en los que a su vez ofreció trabajos de primera línea y otros tantos más complementarios, amén de cosillas sueltas e interesantes en rubros como la Segunda Guerra Mundial, pensemos en Días de Gloria (Days of Glory, 1944), el cine de capa y espada, ámbito en el que rodó las simpáticas El Halcón y la Flecha (The Flame and the Arrow, 1950) y La Ley del Pirata (Anne of the Indies, 1951), y el ya mencionado western, otro ecosistema fértil para gestas más que dignas en sintonía con Tierra Generosa (Canyon Passage, 1946), Estrellas en mi Corona (Stars in My Crown, 1950) y Wichita (1955). A pesar de que su derrotero en el horror es mucho más popular que su equivalente en el policial negro, basta con pensar en trabajos revolucionarios para su época como la trilogía con el mítico productor Val Lewton, léase La Marca de la Pantera (Cat People, 1942), catalizadora de los jump scares y mega clásico del terror urbano de sustrato salvaje, Yo Caminé con un Zombie (I Walked with a Zombie, 1943), propuesta madre del acervo cinematográfico en torno a los muertos vivientes, y El Hombre Leopardo (The Leopard Man, 1943), algo así como una proto película de asesino en serie, o convites posteriores en línea con la recordada La Noche del Demonio (Night of the Demon, 1957), gloriosa fábula moderna acerca de cultos satanistas, y aquel díptico tardío con Vincent Price de La Comedia de los Terrores (The Comedy of Terrors, 1963) y Dioses Guerreros de lo Profundo (War-Gods of the Deep, 1965), obras ya más decididamente camp/ kitsch o socarronas light que espeluznantes al cien por ciento, lo cierto es que Tourneur en el film noir también entregó joyas muy variopintas como Noche en el Alma (Experiment Perilous, 1944), El Expreso de Berlín (Berlin Express, 1948) y Se Acerca la Noche (Nightfall, 1956).

 

Ahora bien, su verdadera obra maestra en la comarca de las intrigas y el fariseísmo de vieja cepa es Retorno al Pasado (Out of the Past, 1947), maravilla en la que terminó de patentar -nuevamente trabajando para la RKO Pictures, a posteriori del paso del galo por la Metro Goldwyn Mayer y aquella Republic Pictures- su prototípico estilo narrativo sustentado en la utilización del sonido, las sombras y el montaje para despertar aprensión y nerviosismo a través de las sutilezas, la sugestión y una puesta en escena de impronta bien minimalista aunque siempre potente y astuta, hablamos de una propuesta de ampulosidad laberíntica y sorpresas permanentes escrita por Daniel Mainwaring alias Geoffrey Homes, a partir de su propia novela Construye mi Horca Alta (Build My Gallows High, 1946), y con retoques adicionales no acreditados de Frank Fenton y el querido James M. Cain. El relato comienza cuando el matón Joe Stefanos (Paul Valentine) llega a Bridgeport, un pueblito de montaña en California, para comunicarle al dueño de una estación de servicio, el adusto Jeff Bailey (Robert Mitchum), empleador de un muchacho sordomudo sin nombre (Dickie Moore), que debe encontrarse con un capo del juego neoyorquino, Whit Sterling (Kirk Douglas), por ello Jeff le aclara a su novia local, Ann Miller (Virginia Huston), que su apellido real es Markham y que solía desempeñarse como detective privado junto a un tal Jack Fisher (Steve Brodie), sujetos que fueron contratados tres años atrás por Sterling para encontrar a su pareja, Kathie Moffat (Jane Greer), señorita que no se tomó muy bien los maltratos del hombre y en consonancia le disparó y le robó 40 mil dólares. Jeff la localizó en Acapulco pero en vez de llevársela a Whit se enamoró y todo tuvo destino trágico porque huyeron juntos a San Francisco y fueron atrapados por Fisher, el cual terminó asesinado de un tiro por una Moffat que abandonó al protagonista para obligarlo a enterrar el cadáver y regresar con Whit. El ahora propietario de una gasolinera se convierte en víctima de su pasado porque el mafioso le comunica que sabe del affaire con Kathie y así le exige que haga un “trabajito” en su nombre, en esencia que robe unos registros contables del ex abogado corrupto de Sterling, Leonard Eels (Ken Niles), quien lo está chantajeando por evasión de impuestos en un clásico caso de “dos pájaros de un tiro” para el pícaro de Whit, por cierto muy deseoso de asesinar al ave de rapiña legal e incriminar al otrora amante de su mujer.

 

De Retorno al Pasado se suele afirmar que simboliza la idiosincrasia y el quid mismo del policial negro y efectivamente es así porque en la propuesta de Tourneur y Mainwaring, este último una usina de diálogos muy inteligentes que no abusan de la pose distante y un gran profesional que supo colaborar con Mark Robson, Joseph Losey, Anthony Mann, Ida Lupino, George Pal y su socio recurrente Don Siegel, es posible identificar los distintos pivotes por antonomasia del film noir en su variante quizás más pura: primero tenemos una “femme fatale” corruptora, Moffat, que se embarca en una seguidilla de traiciones que no dejan macho sin mancillar en su orgullo o mínima perspicacia, en segundo lugar viene el tahúr altanero, Sterling, representación violenta y explícita del oligarca capitalista promedio dispuesto a nunca olvidar una ofensa y a cosificar a todos como si fueran esclavos bajo su completa jurisdicción, después está el antihéroe seductor que siempre termina seducido, Bailey/ Markham, ya que la sabiduría callejera no inmuniza contra la tentación de la carne y las artimañas femeninas más ancestrales, nos referimos a un buscavidas porfiado que se adapta y se readapta al darwinismo de la jungla de cemento o a la rusticidad de impronta bucólica, en cuarta instancia llega ese entorno mutable que, precisamente, va imponiendo su lógica y aspiraciones como si se tratase de un personaje más en interrelación con el resto y muy gustoso de cortarle las alas a quien pretenda independencia o dejar atrás el yugo en cuestión, y finalmente nos topamos con esas “misiones”, encargos o movidas criminales -en realidad no importa de qué lado de las normas sociales esté la faena de turno- que arrancan prometedoras, siempre acordes con el sueño mentiroso del progreso de la plutocracia, y eventualmente derivan en un fracaso más o menos rotundo, aquí la muerte del trío amoroso/ delictivo/ laboral, porque las compulsiones de los involucrados no pueden evitarse, el azar y el desconcierto suelen ser impiadosos y en especial lo “no previsto” o la franca estupidez asoman su cabeza con vistas a burlarse de la voluntad y los anhelos de los mortales. En el opus que nos compete la ambivalencia moral paradigmática del formato muta en indecisión existencial en función de un Jeff que experimenta una metamorfosis similar a la de Kathie pero más pronunciada ya que nunca sabemos del todo cuál sería su horizonte romántico, si la novia burguesa cristalina o la arpía putona que utiliza al sexo y a la belleza como armas.

 

Esta frontera actitudinal de fondo, entre el ansia de felicidad suburbana por un lado, región de los propios e indelegables intereses, y el sentirse bajo el control de terceros incluso más inescrupulosos por el otro lado, como una Moffat que tiende a procurar caer siempre bien parada a pesar de esa perfidia de puñales en las espaldas del protagonista y la criatura del genial Douglas, hoy en su tercer trabajo para el séptimo arte, abarca tanto las amenazas y las trampas a lo telaraña atávica como la hipocresía y una atracción que insta a los zonzos a tropezarse incansablemente con la misma piedra, en este sentido recordemos que la femme fatale de la encantadora Greer cambia de bandos como de bombacha y a fin de cuentas tampoco queda en claro si prefiere el sadomasoquismo de la relación con el mafioso o la aparente utopía de estabilidad futura con el ex detective privado, amén de la meta conjunta e insistente de procurarse un techo, ajustar cuentas pendientes con los canallas titulares o secundarios, llevarse una moneda por servicios amatorios prestados -a Jeff primero le dice que no tomó esos 40 mil dólares de su pareja, sin embargo el susodicho los encuentra en una libreta bancaria- y/ o tratar de evitar el presidio, su destino más probable a raíz de esa propensión a disparar contra machos exaltados del montón. Tourneur, en gran medida, con el fluir de los años se convertiría en el modelo ineludible del cineasta de raigambre Clase B, un técnico consumado en el difícil arte de mantener elevada la tensión y un autor polirubro que sin grandes discursos se movía a sus anchas en la dialéctica de lo obvio, léase esto de señalar las disyuntivas del canibalismo comunal y los puntos muertos y las zonas grises a escala ética de los rediles a veces interconectados del amor, los negocios, las amistades y los vínculos públicos y privados más heterogéneos. A la mentira como moneda de cambio se suma toda esta elegancia decrépita y la pretensión de “no interferencia social” de los sujetos como si dicho afán fuese un derecho a la memoria o a su contracara, la amnesia, que no tolera imposiciones del exterior, latiguillo retomado en la floja remake de los años 80, El Poder y la Pasión (Against All Odds, 1984), de Taylor Hackford, y en muchas obras por venir de arcanos sórdidos y autopistas hacia una efusividad dormida, como Una Historia de Violencia (A History of Violence, 2005), de David Cronenberg, y Nadie (Nobody, 2021), de Ilya Naishuller, por ello aquí el castillo de naipes de la estación de servicio y la esposa en ciernes del personaje de Mitchum, enorme bestia sagrada de la pantalla cuyos ojos, gestos, semblante sereno y disposición física cuasi felina agazapada están planeados al dedillo, viene a tapar el dolor por la desaparición facilista y cobarde de la femme fatale, suerte de ortopedia emocional de los recuerdos que se desarma cuando alguien reconoce al yo oculto del pasado y a éste no le queda otra opción más que salir de la oscuridad, renunciar a su “segunda oportunidad” hollywoodense marca registrada y retornar al huracán de traiciones, juegos mentales y máscaras de la más variada naturaleza para ya dejar de autoengañarse y aceptar que algunas decisiones de antaño no tienen marcha atrás ni pueden perdonarse…

 

Retorno al Pasado (Out of the Past, Estados Unidos, 1947)

Dirección: Jacques Tourneur. Guión: Daniel Mainwaring. Elenco: Robert Mitchum, Jane Greer, Kirk Douglas, Steve Brodie, Virginia Huston, Paul Valentine, Dickie Moore, Ken Niles, Rhonda Fleming, Richard Webb. Producción: Warren Duff. Duración: 97 minutos.

Puntaje: 10