Y finalmente la buena racha que venía protagonizando Jim Jarmusch luego de la fallida Los Límites del Control (The Limits of Control, 2009), esa que incluía a las maravillosas Sólo los Amantes Sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013) y Paterson (2016), se corta con Los Muertos no Mueren (The Dead Don’t Die, 2019), film que podemos definir como una de las peores experiencias que nos haya regalado el legendario director y guionista de Estados Unidos, figura insoslayable del cine independiente norteamericano: este intento de comedia de zombies no está para nada a la altura del realizador de Extraños en el Paraíso (Stranger Than Paradise, 1984), Bajo el Peso de la Ley (Down by Law, 1986), Mystery Train (1989), Una Noche en la Tierra (Night on Earth, 1991), Dead Man (1995), El Camino del Samurai (Ghost Dog: The Way of the Samurai, 1999), Café y Cigarrillos (Coffee and Cigarettes, 2003) y Flores Rotas (Broken Flowers, 2005), no sólo un señor con un talento inmenso sino también un artista que supo adaptar su idiosincrasia a diferentes coyunturas narrativas.
Jarmusch en esencia siempre hace lo mismo y dependerá por completo del gusto de cada espectador si puede ingresar en su obra y salir con elementos que considere positivos o no lograr disfrutar de la propuesta en su conjunto: cada una de sus faenas hace gala de una melancolía e introspección tragicómica que se condicen con un pulso retórico sosegado que permite que surjan de a poco personajes tendientes a ir en contra del cinismo promedio del mainstream (Hollywood nunca se cansa de apostar por un cancherismo de cartón pintado en busca de captar a los palurdos más banales del público, esos que pretenden identificación automática con la pantalla), ya que optan en cambio por una sinceridad a flor de piel que por un lado los ennoblece y por otro los vuelca hacia lo freak apesadumbrado (detrás de todo esto, por supuesto, está el interés del estadounidense de hallar lo bello en el terreno de lo mundano sutil, extrayendo/ destilando las necesidades afectivas de cada protagonista de entre sus rutinas, palabras, comportamientos, hobbies y contextos habituales de trabajo).
Mientras que en su momento supo “acomodar” lo anterior al enclave de los westerns en ocasión de Dead Man, al film noir para El Camino del Samurai y al terror de vampiros para Sólo los Amantes Sobreviven, sin duda sus tres aventuras más claras en el cine de género a la fecha, en Los Muertos no Mueren las cosas no le salen para nada bien ya que parece perdido en una monotonía soporífera digna de Los Límites del Control o su ópera prima, Vacaciones Permanentes (Permanent Vacation, 1980). La trama, de impronta coral, gira en torno a una avanzada zombie repentina en el pueblito de Centerville, donde tres policías, Cliff Robertson (Bill Murray), Ronnie Peterson (Adam Driver) y Mindy Morrison (Chloë Sevigny), deberán lidiar con la resucitación masiva de cadáveres. El estupendo elenco incluye además a Tom Waits, Tilda Swinton, Steve Buscemi, Iggy Pop, Danny Glover, Carol Kane, Caleb Landry Jones, Rosie Pérez, Selena Gómez y Larry Fessenden; y a decir verdad constituye uno de los focos fundamentales de atención debido a que los diálogos, las situaciones y los diferentes latiguillos del relato no resultan ni cómicos ni interesantes ni movilizadores en ningún sentido hasta que ya es muy pero muy tarde (la película está una dilatadísima hora presentándonos clichés del género e intercambios poco inspirados entre personajes para recién terminar de “explotar” durante los últimos 45 minutos, cuando por fin los furibundos zombies atacan Centerville y la colección de bípedos comienzan a morir sistemáticamente en encuentros que ya se han visto hasta el hartazgo en opus semejantes).
Utilizando referencias a Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922), La Noche de los Muertos Vivos (Night of the Living Dead, 1968), 200 Motels (1971) y hasta La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977), Jarmusch entrega una obra que se mueve en un terreno impreciso entre el típico capricho del cineasta veterano, uno que -suponemos- le habrá parecido gracioso en el papel pero que al trasladarlo a la pantalla reveló su insipidez de base, y cierta excusa para una gran “reunión laboral” liderada por el señor y todos sus actores fetiches del pasado, el presente y el futuro, hoy por hoy demostrando especial cariño hacia los personajes de Waits y Swinton, los cuales se ubican entre lo mejor del film: el primero compone al Ermitaño Bob, un hombre que vive solo en el bosque y lo más parecido a un narrador, al que el diletante de derecha que encarna Buscemi acusa de robarle las gallinas, y la segunda se pone en la piel de Zelda Winston, cabeza de una funeraria local que gusta del maquillaje rimbombante y anda por ahí con una katana cortando las molleras de los muertos vivientes. Los puntos a favor pasan por los mini chistes autorreferenciales de la película, el detalle de los extraterrestres del desenlace, la disposición gore de llevarse puestos a todos y la crítica ácida a lo George A. Romero contra el consumismo y el sustrato lobotomizado de las mayorías en el capitalismo; sin embargo estos elementos no alcanzan para redondear una obra poderosa o perspicaz, condenándonos a uno de los convites menos estimulantes a nivel creativo y humano del -por regla general- extraordinario Jarmusch…
Los Muertos no Mueren (The Dead Don’t Die, Estados Unidos/ Suecia, 2019)
Dirección y Guión: Jim Jarmusch. Elenco: Bill Murray, Adam Driver, Chloë Sevigny, Tom Waits, Tilda Swinton, Steve Buscemi, Iggy Pop, Danny Glover, Carol Kane, Caleb Landry Jones. Producción: Joshua Astrachan y Carter Logan. Distribuidora: UIP. Duración: 105 minutos.