Instinto Maternal (Mothers' Instinct)

Juego de la culpa y el reemplazo

Por Emiliano Fernández

El cine actual ya ni siquiera puede construir una buena película a partir de latiguillos harto trabajados y un contexto asimismo utilizado hasta el cansancio como el de la burguesía seudo perfecta de suburbio de la década del 50 y comienzos de los años 60, precisamente el período endiosado por buena parte del Hollywood Clásico y la etapa en la que transcurre Instinto Maternal (Mothers’ Instinct, 2024), floja remake norteamericana a cargo de Benoît Delhomme, un director de fotografía francés que hoy por hoy debuta como realizador, de una película belga que tampoco era precisamente brillante, Duelos (Duelles, 2018), opus de Olivier Masset-Depasse que como el trabajo anodino que nos ocupa estaba basado en una novela de Barbara Abel, Detrás del Odio (Derrière la Haine, 2012). Ambas propuestas trasladaron la acción desde aquella segunda década del Siglo XXI hacia unos 60 pacíficos o inmaculados que aparentemente todavía no vieron la avanzada de la juventud como fuerza social/ cultural y el movimiento por los derechos civiles y su homólogo de descolonización, planteo que por cierto podría haber constituido un trasfondo efervescente para el cuento de turno sobre fachadas lustrosas que esconden un sustrato inestable e hipócrita de larga data.

 

La historia es simple hasta la médula y se concentra en dos amigas y vecinas -tan bonitas como aburridas- en los alrededores caucásicos/ protestantes/ de clase media alta de una ciudad estadounidense sin especificar, Céline (Anne Hathaway) y Alice (Jessica Chastain), las dos madres de sendos mocosos de casi la misma edad, Max (Baylen D. Bielitz) y Theo (Eamon O’Connell), y con esposos de muy buen pasar económico, Damian (Josh Charles) y Simon (Anders Danielsen Lie), respectivamente. Max muere por accidente al caer desde el balcón del hogar familiar cuando pretendía llegar a una pajarera y Alice atestigua todo el episodio aunque no consigue atravesar la ligustrina que separa las casas ni avisar a tiempo a Céline, que estaba pasando la aspiradora sin poder escuchar nada. En un principio la madre doliente se aleja de su vecina pero después reincide en la relación para tomar posesión de a poco de Theo, amén de sucesos cada vez más lúgubres como la sospechosa muerte de un ataque al corazón de la madre de Simon, la Abuela Jean (Caroline Lagerfelt), y una visita de urgencia a un hospital con Alice y su marido llevando a Theo por haber ingerido unas galletitas con maní en la casa de Céline, lo que puede conducirlo a la muerte por alergia.

 

Sin decidirse entre el melodrama, el neo film noir o el suspenso clasicista y jugando en simultáneo y sin demasiada sutileza con los colores pasteles cincuentosos de Douglas Sirk y de discípulos varios en línea con Rainer Werner Fassbinder, Pedro Almodóvar y el genial Todd Haynes, Delhomme todo el tiempo pareciera querer construir una especie de thriller psicológico en la tradición muy ambiciosa de lo mejor de tanto Alfred Hitchcock y Henri-Georges Clouzot como Claude Chabrol y Brian De Palma, sin embargo la mediocridad y el tono narrativo monocorde no saben muy bien qué hacer con el trasfondo atribulado de ambas protagonistas, Céline no pudiendo tener más hijos luego de un parto complicado y su amiga sufriendo de ansiedad extrema y habiendo pasado un generoso tiempo internada en un neuropsiquiátrico, y con la paranoia in crescendo de Alice, de hecho sospechando que su vecina cambió con un placebo las pastillas para el corazón de Jean y plantó las galletitas con maní en la cocina de su hogar para que Theo cayera en la eterna tentación de probarlas, episodio rarito que evidentemente contradice el fetiche temático de fondo de la película, la obsesión de Céline con sustituir a Max con Theo e incluso matar a su esposo y los vecinos.

 

Honestamente las torpezas narrativas son muchísimas y el director y su guionista también debutante, Sarah Conradt, no consiguen maquillarlas para nada porque la previsibilidad es moneda corriente y además el dúo creativo no logra ni siquiera llegar a los talones de los modelos genéricos y autorales que pretende imitar, algo que también padecía la faena belga de Masset-Depasse. Chastain y Hathaway dignifican a la odisea y ofrecen trabajos muy interesantes aunque al contemplar la obra en su conjunto pareciera que las escenas de verdadero desarrollo de personajes quedaron en algún rincón de la sala de edición porque en pantalla sus criaturas van rutinariamente del punto A al punto B para luego saltar a la mitad del abecedario como ocurre en un típico desenlace apresurado y lelo del Hollywood contemporáneo, aquí a través de un último acto que cambia el foco de atención -de Alice a Céline- para centrarse tardíamente en la villana psicótica y ya dejar de lado a la considerada “loca” o “histérica” a lo Luz de Gas (Gaslight, 1940), de Thorold Dickinson. Este juego de la culpa y el reemplazo, o de la venganza y las ideas fijas como el enroque conceptual para evitar el duelo, viaja directo al olvido de las obras bobaliconas y zafias a más no poder…

 

Instinto Maternal (Mothers’ Instinct, Estados Unidos, 2024)

Dirección: Benoît Delhomme. Guión: Sarah Conradt. Elenco: Jessica Chastain, Anne Hathaway, Josh Charles, Caroline Lagerfelt, Anders Danielsen Lie, Baylen D. Bielitz, Eamon O’Connell, Alexander Blaise, Keeley Miller, Scott Robertson. Producción: Jessica Chastain, Anne Hathaway, Paul Nelson, Kelly Carmichael y Jacques-Henri Bronckart. Duración: 94 minutos.

Puntaje: 4