El Rugido del Ratón (The Mouse that Roared)

Juegos de guerra

Por Martín Chiavarino

Una diminuta nación en medio de los Alpes europeos le declara la guerra a Estados Unidos debido a un altercado comercial e inicia una invasión a Nueva York con el fin de presentar la rendición y recibir un trato preferente para sus vinos. Esta es la trama de El Rugido del Ratón (The Mouse that Roared, 1959), una comedia de Jack Arnold, director de clásicos de la ciencia ficción y el terror como El Monstruo de la Laguna Negra (Creature from the Black Lagoon, 1954) y El Increíble Hombre Menguante (The Incredible Shrinking Man, 1957), sobre los absurdos de la guerra y los peligros de la escalada armamentista durante la Guerra Fría.

 

Aquí Peter Sellers interpreta a tres personajes, la duquesa gobernante, el Primer Ministro y el jefe del ejército en una brillante triple actuación componiendo a tres individuos completamente diferentes que se enfocan en tres instancias del ejercicio del poder en una sátira hilarante sobre la guerra y el peligro nuclear.

 

Un pequeño ducado de habla inglesa en la frontera entre Suiza y Francia decide declararle la guerra a Estados Unidos para rendirse y negociar términos favorables para su exportación de vinos a ese país tras ver mermados sus ingresos por la producción de una imitación más barata y de menor calidad en California. Los ecos del Plan Marshall y la ayuda a las potencias derrotadas durante la Segunda Guerra, especialmente los términos de la paz con Japón, son la inspiración de las acciones de unos gobernantes en aprietos que necesitan del mercado norteamericano para mantener sus precarias finanzas en orden. Los soldados campesinos son enviados a Nueva York desde el puerto de Marsella para la invasión pertrechados con armas y equipamiento de la Edad Media pero al llegar a Estados Unidos descubren que la ciudad está en medio de un simulacro de ataque debido al desarrollo de una nueva bomba que opacará el poder destructivo de la de hidrógeno, que a su vez había aumentado las posibilidades de daño causadas por la bomba atómica.

 

Por supuesto que esta es una historia de enredos políticos y la declaración de guerra se pierde entre varios papeles en el Departamento de Estado, el cual toma al documento por una broma interna. Los invasores europeos son confundidos con sus trajes medievales por extraterrestres e invasores de Marte, un guiño a la paranoia que circuló por Estados Unidos con la transmisión de Orson Welles del radioteatro de La Guerra de los Mundos (The War of the Worlds, 1898), de Herbert George Wells, y a la búsqueda norteamericana constante de un enemigo para la construcción del nacionalismo vernáculo.

 

Debido al simulacro bélico los soldados de Gran Fenwick se pasean libremente por Nueva York y en lugar de rendirse terminan secuestrando al Doctor Alfred Kokintz y a su bella hija Helen, que se enamora de Tully Bascome, el tonto líder del improvisado Ejército del Ducado, que también toma como rehenes a un general y a tres policías y se apodera de la Bomba Q, un dispositivo en forma de pelota de rugby con el poder para destruir un continente y diseñado por el doctor, transformando al Ducado de Gran Fenwick en una potencia mundial, lo que da por tierra los planes del Conde Mountjoy y su aliado en la oposición.

 

Basada en la novela homónima del escritor Leonard Wibberley, publicada originalmente en seis partes en The Saturday Evening Post a fines de 1954 y principios de 1955, el guión escrito por Roger MacDougall y Stanley Mann sitúa la acción en una minúscula monarquía donde la clase gobernante desciende del fundador del Ducado. El colapso de las finanzas debido a la reducción de la exportación de la única fuente de ingresos, el vino Pinot Grand Fenwick, reemplazado por una imitación yanqui, desata primero protestas del pequeño Estado y más tarde, a instancias del Primer Ministro, el Conde Rupert de Mountjoy, la declaración de guerra secundada por la oposición dirigida por Benter (Leo McKern). Así se inicia esta sátira sobre los desquicios de la política y la guerra protagonizada por Peter Sellers, Jean Seberg, William Hartnell, David Kossoff y MacDonald Parke.

 

Con una música compuesta por el compositor británico Edwin Astley que hace hincapié en la épica de los más débiles, el film se diferencia poco de la novela, principalmente en las improvisaciones de Peter Sellers producto de su extraordinaria versatilidad para interpretar personajes completamente distintos que generan risas por igual.

 

El Rugido del Ratón es un film cálido e ilustrativo, incluso infantil, que se toma el trabajo de denunciar la convivencia de los supuestos polos opuestos de la clase política, el desprecio de los gobernantes por los ciudadanos que deberían representar, el peligro de la búsqueda de nuevas armas cada vez más poderosas por parte de las potencias industrializadas con la excusa de la disuasión, y ante todo, la ignorancia lisa y llana de los que se aferran a los miedos, a los dogmas y a su supuesta superioridad de clase para tomar decisiones que ponen en peligro o van en contra de los intereses de los ciudadanos en beneficio propio.

 

El Rugido del Ratón (The Mouse that Roared, Reino Unido, 1959)

Dirección: Jack Arnold. Guión: Roger MacDougall y Stanley Mann. Elenco: Peter Sellers, Jean Seberg, William Hartnell, David Kossoff, Leo McKern, MacDonald Parke, Austin Willis, Timothy Bateson, Monte Landis, Alan Gifford. Producción: Walter Shenson. Duración: 83 minutos.

Puntaje: 10