Soberano (Sovereign)

Justicia social de derecha

Por Emiliano Fernández

A pesar de que en el mundo hispanoparlante se lo desconozca, el denominado Movimiento de Ciudadanos Soberanos es una de las principales fuerzas de choque contra los gobiernos del ecosistema anglosajón, en esencia una colección de creencias y prácticas heterogéneas que abarcan el cristianismo, la conspiranoia, el antiestatismo, la estafa, el militarismo de extrema derecha, la verborragia de la inmunidad y el pseudoderecho en términos macros, siempre aprovechando las lagunas jurídicas y la pérdida de legitimidad de las autoridades privadas y públicas desde las postrimerías del Siglo XX. Estos “ciudadanos soberanos” se declaran independientes de toda administración territorial, interpretando como ilegítimo al Estado y sus aparatos represivo y judicial, y no han dejado de crecer desde la década del 90 en Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y el Reino Unido porque no pagan impuestos, rechazan las licencias de conducir y el registro automotor y suelen desconocer las deudas bancarias y especialmente hipotecarias, todo un flagelo en el Primer Mundo. Amparados en una disociación conceptual entre la identidad de nacimiento y la persona que el Estado crea para tratar con los individuos o regular su vida y comportamiento, nuestra cuasi secta considera que la ley sólo puede aplicarse con el consentimiento del sujeto real y ataca la especulación del sistema financiero con dinero ajeno, cuyos intereses sobrepasan por mucho los préstamos de los usureros a unas personas que pueden gritar “deuda saldada” en cualquier momento sólo por dichos márgenes exorbitantes de ganancia, idea seductora para un lumpenproletariado que viene perdiendo sus casas desde fines de la centuria previa y juzga al gobierno y las empresas como una sola corporación tramposa de los banqueros.

 

Esta fauna de loquitos, desde ya, tiende a ser catalogada de “terrorismo” por parte de las fuerzas del orden, enclave institucional poco amigo a incorporar ideas alternativas, y en nuestros días se cruza con el auge del neopopulismo fascistoide, ese que únicamente ofrece circo porque hasta el pan es caro, y con la exacerbación del neoliberalismo hambreador de siempre, otro culto -pero de las grandes corporaciones y la misma usura- que pide a gritos la supresión de toda autoridad estatal para retrotraernos a la esclavitud o por lo menos a esa ausencia de regulación laboral digna de la Revolución Industrial del Siglo XIX. Con un progresismo inofensivo ya en declive, amante del “gobierno bueno” utópico que debería dejarlos contentos a todos como si la oligarquía mafiosa y caníbal no fuese a privilegiar sus chanchullos, sólo quedan en la sociedad global del nuevo milenio por un lado la izquierda histórica, que prefiere el Estado de Bienestar o el Modelo Socialista Escandinavo antes que la farsa gubernamental endeble de hoy en día que opera para los oligopolios capitalistas psicopáticos, y por el otro lado las versiones caóticas de la derecha como el Movimiento aludido, una amalgama de libre mercado, anarquismo antiinstitucional, fundamentalismo religioso y una semi justicia social entre paradójica, individualista y reaccionaria porque se basa en lecturas del derecho consuetudinario de larga data, anteriores al Estado Moderno. Muchos fueron los enfrentamientos de ciudadanos soberanos con la policía y otros esbirros públicos que pretendieron obligarlos a cumplir la ley, todo un rubro en el que se destaca la Masacre de 2010 de West Memphis, Arkansas, debacle en la que fallecieron dos agentes, otros dos terminaron muy heridos y los dos detonantes, un padre y su hijo, fueron abatidos.

 

Soberano (Sovereign, 2025), la ópera prima del director y guionista Christian Swegal, es precisamente un retrato del Movimiento de Ciudadanos Soberanos y de la Masacre de West Memphis, aquí trastocando algunos detalles pero en general manteniéndose fiel a la praxis histórica para consagrarse a un relativismo adepto a escudriñar los dos lados del mostrador, tanto el aparato de represión estatal como los sectores sociales bajos y medios que vienen padeciendo las consecuencias del capitalismo hambreador y aquella Crisis de las Hipotecas Subprime (2007-2010). Jerry Kane (Nick Offerman), en la realidad un camionero y en pantalla un techista, tiene un hijo adolescente llamado Joe (Jacob Tremblay), al que educa por cuenta propia y deja solo por extensos períodos debido a una recesión económica que lo llevó a improvisar un tour de consultorías y seminarios sobre eliminación de deudas, fraude impositivo/ contable y prevención de ejecuciones hipotecarias, un esquema ideológico que responde en simultáneo al credo de los ciudadanos soberanos y a su experiencia tratando de evitar perder el domicilio de la familia en Ohio, ya con su esposa fallecida de neumonía y transformado en una mini celebridad dentro del Movimiento por sus visitas a programas radiales. Luego de un tiempo de hacerse acompañar en los viajes por su vástago y terminar arrestado en un control de carretera por carecer de licencia, seguro automotor y documentos del vehículo, Jerry pierde de vista a Joe por unos días en los que el joven es entrevistado por un jefe policial, John Bouchart (Dennis Quaid), y va a parar a un albergue del sistema público donde socializa por primera vez con otros chicos de su edad, prólogo para el raudo deterioro de la relación entre padre e hijo en consonancia con la inflexibilidad del primero en lo que respecta a sus creencias, de hecho atesorando el dinero para evitar la ejecución hipotecaria aunque negándose a entregarlo a la entidad financiera, el Banco Sum Mutual. Mientras descubrimos que Joe está enamorado de una vecina negra a la que “espía” en Facebook, Candace Jeffers (Kezia DaCosta), y que el personaje de Quaid es también un instructor de cadetes e incluso posee un vástago en la fuerza, Adam (Thomas Mann), el deterioro mental de Jerry queda en evidencia a medida que su frustración aumenta porque su jerigonza legal no halla eco en los tribunales y suele pelearse con todos a su alrededor por sabotear cualquier transacción comercial. Cada vez con menos asistentes a sus charlas y más encerrado en su círculo íntimo, léase Joe y su novia Lesley Anne (Martha Plimpton), otrora asistente a sus seminarios, el protagonista se vuelca al culto a las armas y llega a proponerle un duelo a su retoño después de la expulsión del dúo del hogar, lo que perciben como un acoso sistemático que provoca hartazgo y debe generar una “respuesta” acorde.

 

Amalgama de drama de parentela en crisis, alegoría política/ testimonial y ese thriller de impronta psicológica estrechamente vinculado a una espiral descendente, el film de Swegal responde al campo del cine indie estadounidense y hace de la paciencia y las excelentes actuaciones del elenco sus pivotes, tanto de parte del trumpista y siempre esquizofrénico Quaid, quien viene de una joya total como La Sustancia (The Substance, 2024), de Coralie Fargeat, y un bodrio insoportable de la talla de Reagan (2024), de Sean McNamara, como del crecidito Tremblay, quien se hiciese conocido gracias a La Habitación (Room, 2015), de Lenny Abrahamson, y Extraordinario (Wonder, 2017), de Stephen Chbosky, y el genial Offerman, un detractor de Donald Trump con la friolera de casi tres décadas acumuladas de roles secundarios en televisión y el séptimo arte, en suma recordado por Fargo (2014-2024) y Devs (2020), series respectivamente de Noah Hawley y Alex Garland, y recientemente visto en Misión Imposible: La Sentencia Final (Mission Impossible: The Final Reckoning, 2025), de Christopher McQuarrie, y Guerra Civil (Civil War, 2024), asimismo de Garland. Si bien Swegal no abre terreno nuevo ya que todos los latiguillos utilizados constituyen el centro neurálgico del acervo independiente en yanquilandia, sobre todo la desesperación mundana, la claustrofobia de la pobreza, los paliativos que nunca funcionan en el corto plazo, el comercialismo/ consumismo nauseabundo de fondo, la locura masoquista, los distintos tipos de injusticia en el capitalismo y el doloroso olvido que padece la white trash y funciona como caldo de cultivo para la violencia, de todos modos se agradecen las ideas de analizar el Movimiento de Ciudadanos Soberanos, como decíamos con anterioridad casi completamente desconocido por fuera de los países anglosajones, y de esquivar en el relato las dos ramas de las que bebió la corriente en sus inicios, hablamos del antisemitismo y la supremacía blanca, a su vez motivos narrativos que Hollywood explotó en demasía en el pasado. La realización, en cambio, apuesta a trazar una comparación humanista y visceral entre los dos vínculos padre/ hijo, el de Jerry con Joe y el de John con Adam, ambos en términos generales cordiales -más detalles conflictivos que se agravan en tiempos de crisis, por supuesto- aunque efectivamente ubicados en extremos opuestos del espectro social, el primero digno de los sectores obreros o populares más derechosos, rubro que “compra” el discurso de cualquier salvador mágico que prometa sacarlos de la miseria, y el segundo correspondiente a la burguesía ególatra de Estados Unidos y más allá, hoy ultra fascistoide en función de sus tareas represivas. Pasando de las pistolas al AK-47 de la matanza final, Soberano señala que las burbujas de engaño o falsa estabilidad están destinadas a estallar…

 

Soberano (Sovereign, Estados Unidos, 2025)

Dirección y Guión: Christian Swegal. Elenco: Nick Offerman, Jacob Tremblay, Dennis Quaid, Thomas Mann, Martha Plimpton, Nancy Travis, Ruby Wolf, Kezia DaCosta, Megan Mullally, Tommy Kramer. Producción: Nick Moceri. Duración: 101 minutos.

Puntaje: 7