Disco, Ibiza, Locomía

La artificialidad banal de los 80

Por Emiliano Fernández

En términos históricos muy generales, siempre pensando en el pop prefabricado, se puede aseverar que el período de gloria de los “girl groups”/ grupos de chicas fue durante las décadas del 60 y 70 y el de su contraparte, las “boy bands”/ bandas de chicos, se concentró en las dos décadas posteriores, los años 80 y 90, algo que por cierto no tiene nada que ver con el género sexual y se explica por el paso de la modernidad a la posmodernidad con todo lo que implica a nivel cualitativo, por ello aquella primera efervescencia juvenil de los 60 y 70 privilegió el amor adolescente impulsivo y cierto coqueteo naif con la sensualidad o erotismo y el sustrato grasiento de la música masiva de los 80 y 90, en cambio, jugó todas sus fichas a la apariencia, el marketing y la presencia televisiva por sobre cualquier criterio artístico valioso, de allí que al día de hoy se sostenga tan pero tan bien la producción de The Shangri-Las o de las diferentes ninfas de Phil Spector (The Crystals, The Blossoms, The Ronettes, etc.) y Motown (The Supremes, The Marvelettes, Martha and the Vandellas, The Velvelettes, etc.) y resulte francamente inescuchable la catarata de basura que editaron “grupos productos” que en su momento vendieron millones y millones de discos en todo el planeta, como por ejemplo New Kids on the Block, Boyz II Men, Take That, Backstreet Boys, Boyzone, NSYNC y Westlife, entre muchísimas otras bandas de probeta que fueron diseñadas para conquistar un mercado que en las postrimerías del Siglo XX estaba cada vez más reducido al nicho rosa de corta edad, léase las mocosas y preadolescentes sin ninguna experiencia como consumidoras culturales y con el dinerillo de sus padres en los bolsillos.

 

Desde ya que hubo excepciones de diversa índole porque en los 60 brillaron The Righteous Brothers gracias a Spector, una cuasi boy band legendaria, y en los 90 hicieron lo propio las Spice Girls, aquel girl group británico apestoso que reventó todos los charts, amén del hecho de que dos de las proto boy bands que serían muy influyentes a posteriori dentro de sus respectivas generaciones, The Jackson 5 y New Edition, sí produjeron música genial al nivel de lo mejor de los girl groups de antaño. Todo este desarrollo de la industria cultural anglosajona más comercial y directa tuvo un eco tardío en el mercado en castellano, el cual en los 80 vio la génesis de las dos primeras boy bands locales propiamente dichas, Parchís, de España, y Menudo, de Puerto Rico, unas propuestas insulsas de miembros impersonales/ eternamente cambiantes destinadas al segmento infantil. La siguiente y esperable fase, correspondiente más o menos al segundo lustro de la misma década, pasó por levantar un poco la edad del público a captar, unos púberes grandecitos y jóvenes adultos, mezclando el pop latino, el eurodance, la new wave, la balada romántica y algo de rhythm and blues, en este sentido la aparición de chatarra grotesca como Vilma Palma e Vampiros, de Argentina, y Locomía, originarios de España, significó la intensificación de la estrategia de entonces de las grandes compañías discográficas de situar al look, la puesta en escena, las letras tontas y las bases rítmicas de las canciones por encima de cualquier pretensión melódica o artística o discursiva, en especial aprovechando el ardoroso Destape Cultural por el regreso a la democracia en distintas naciones a lo largo y ancho de América Latina en los 80 y 90.

 

Kike Maíllo, un director y guionista prolijo aunque bastante mediocre como lo atestiguan la epopeya de ciencia ficción Eva (2011) y los thrillers Toro (2016) y Cosmética del Enemigo aka A Perfect Enemy (2020), este último sobre todo de resonancia psicológica y el primero cercano a la acción y con algunos ribetes de neo noir, fue el encargado de la reglamentaria biopic sobre Locomía, Disco, Ibiza, Locomía (2024), un trabajo también anodino que sigue la ya agotada estela de Bohemian Rhapsody (2018), opus de Bryan Singer sobre Queen y Freddie Mercury, y Rocketman (2019), la odisea de Dexter Fletcher acerca de Elton John, aunque sin llegar ni remotamente al nivel de su espejo reciente, Girl You Know It’s True (2023), obra del alemán Simon Verhoeven que exploró otra de las estafas de la época, Milli Vanilli, un dúo de cabellos largos, muchas coreografías y pretensiones andróginas que no cantaba sus propias canciones, como precisamente ocurrió con unos Locomía cuya faceta musical fue creada en estudio por los productores Pedro Vidal y José Luis Gil, éste además el manager, ideólogo principal y raudo reemplazo para la voz del vestuarista y líder en el escenario, Xavier Font. La trama nos pasea por la España del post franquismo de los 80 y especialmente Ibiza, donde el gay Font (Jaime Lorente), un modisto, consigue trabajo bailando en la discoteca Ku, lo que genera el fichaje de parte de Gil y la incorporación al proyecto de su novio, Manuel Arjona Velasco (Iván Pellicer), y su mejor amiga, Lurdes Iribar (Blanca Suárez), otra diseñadora de moda que muta en corista de la banda, esa que vendería poco menos de dos millones de álbumes entre Taiyo (1989) y Loco Vox (1991).

 

Recurriendo a un montón de animaciones, pantallas divididas e imágenes congeladas y saturando el relato de constantes flashbacks y flashforwards a partir de un grado cero de lo más redundante, una audiencia ante una mediadora llamada Nieves Carreras (Eva Llorach) que por supuesto implica la separación de la banda a raíz de la pelea entre Gil y Font por el nombre y destino de la agrupación, Maíllo en esta oportunidad no se decide entre una comedia ochentosa bobalicona sobre el dejo efímero de la fama, una fábula seria alrededor de una “familia ensamblada” de influjo seudo hippón -llegaron a ser 16 personas antes de que Gil profesionalizase en serio a la multitud- o una crítica/ homenaje/ análisis símil Girl You Know It’s True de la artificialidad banal de los 80, aquellos egos inflados y toda esta idea de elegancia circense, en el caso de Locomía sostenida en hombreras enormes, zapatos puntiagudos y los abanicos marca registrada de las coreografías. Casi todas las situaciones resultan muy impostadas, la originalidad real brilla por su ausencia, la sensiblería nubla la narración en varias ocasiones y la simpática celebración de las drogas y el sexo a lo Movida Madrileña de la época no llega a llamar la atención y queda como un episodio inofensivo más del periplo de Font y los suyos, para colmo la enemistad con su hermano no está del todo aprovechada, Luis (Javier Morgade), al igual que la breve aparición de Tina Turner, Julio Iglesias e incluso el propio Mercury (Xavi Melero), señor que efectivamente festejó algún que otro cumpleaños en Ku y hasta llegó a conocer a la troupe de bailarines que más adelante devinieron en estrellas en Hispanoamérica, todo para subrayar sin demasiado contexto histórico que uno de los zapatos barrocos de Font fue a parar al videoclip de I’m Going Slightly Mad, uno de los mejores singles del último trabajo de Queen, Innuendo (1991). Sinceramente el desempeño del elenco en general deja mucho que desear y sólo se destacan las actuaciones de Ammann, Suárez y un Lorente que creció un montón desde que compusiese a Denver en La Casa de Papel (2017-2021), la serie creada por Álex Pina para Netflix, empresa que asimismo se hizo cargo de la distribución global de Disco, Ibiza, Locomía luego de su paso por los cines de España. Si bien se gradece la noción un tanto difusa de fondo de pensar los prejuicios sociales de su época desde un “orgullo maricón” caricaturesco y pueril, en consonancia con el terreno político cómodamente ganado que trae el paso del tiempo y la romantización hueca del nuevo milenio para con basura musical/ estética como Locomía o una militancia gay inexistente, en este sentido recordemos que Gil limitaba el amaneramiento en público de todos los miembros para conquistar a una platea femenina idiota porque con verlos apenas un minuto resultaba evidente que los muchachos eran tremendos homosexuales, el film jamás va más allá del buen nivel técnico promedio de los productos de Maíllo y de su pobreza o falta de ideas a la hora de cerrar la trama, aquí una vez más puesta de manifiesto vía un “final feliz” forzado e hiper televisivo, reencuentro colectivo de por medio, digno de una publicidad de desodorantes o de jabones de tocador…

 

Disco, Ibiza, Locomía (España/ México, 2024)

Dirección: Kike Maíllo. Guión: Kike Maíllo y Marta-Libertad Castillo. Elenco: Jaime Lorente, Alberto Ammann, Blanca Suárez, Javier Morgade, Iván Pellicer, Alejandro Speitzer, Albert Baró, Vito Sanz, Eva Llorach, Xavi Melero. Producción: Kiko Martínez, Christopher Hool y Alberto Aranda. Duración: 105 minutos.

Puntaje: 3