El Beso de la Mujer Araña (Kiss of the Spider Woman)

La banalización hollywoodense

Por Emiliano Fernández

Una de las mejores películas de fines del Siglo XX es El Beso de la Mujer Araña (Kiss of the Spider Woman, 1985), parte de la Trilogía Carcelaria del argentino/ brasileño Héctor Babenco junto con Pixote: La Ley del más Débil (Pixote: A Lei do mais Fraco, 1981) y Carandiru (2003), tres maravillas que desnudaron como pocas realizaciones antes y desde entonces las miserias o entretelones de las penitenciarías. La propuesta estaba basada en la mítica novela experimental de 1976 del argentino Manuel Puig, asimismo transformada en 1982 en una obra de teatro a instancias del propio autor y en 1992 en un musical anglosajón con libreto de Terrence McNally y canciones de John Kander y Fred Ebb, ambos famosos por su asociación con Bob Fosse en la película Cabaret (1972), el especial televisivo Liza con una Z (Liza with a Z, 1972) y el musical de Broadway Chicago (1975). Si bien el texto apuntaba al período de transición del Terrorismo de Estado en la Argentina entre el Tercer Peronismo (1973-1976) y el comienzo de la dictadura cívico militar posterior, el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), el guión de Leonard Schrader, hermano mayor del célebre Paul Schrader, movió el presente narrativo a las postrimerías de la Dictadura Militar en Brasil (1964-1985) para una vez más hacer foco en la relación tras las rejas entre un periodista y preso político, Valentín Arregui (Raúl Julia), y un armador de vidrieras que fue detenido por corrupción de menores, Luis Molina (William Hurt), este último un gay que le relata al anterior una película propagandista nazi, correspondiente a la ocupación de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, y recibe el encargo de espiar a Arregui por parte del alcaide del presidio (José Lewgoy) y un esbirro de la mafia represiva/ contrainsurgente, Pedro (Milton Gonçalves), lote al que se suma una enorme Sônia Braga componiendo a la protagonista del film dentro del film, Leni Lamaison, a la amante burguesa de Valentín, Marta, y al alter ego femenino de un Molina que se enamora de a poco de su compañero, esa Mujer Araña del título. La faena nos presentaba un choque entre la levedad afectada, apolítica y oportunista, de hecho personificada en Molina, y el compromiso con un mundo mejor que siempre implica justicia social y la misión de reventar a los fascistas inmundos del esquema capitalista, una posición en pantalla representada por el heterosexual Arregui.

 

La sensibilidad que duele simbolizaba ese terreno compartido que unía a los dos reos, el militante de izquierda siendo torturado y el marica haciendo todo lo posible para no recibir palizas y ver a su madre enferma, hablamos precisamente de la añoranza de la progenitora del segundo y los dos intereses románticos del primero, la novia de Valentín dentro del movimiento donde milita, Lidia (Ana Maria Braga), y su amante ricachona, la mencionada Marta, planteo que además traía a colación dos horizontes ideológicos diferentes, el amor virtuoso fetichizado y ese sufrimiento que conlleva la resistencia bélica a largo plazo. Lo femenino en el relato aparecía como naif y manipulador a la vez, como si se tratase de una femme fatale tontuela y travestida, y lo masculino por su parte despuntaba como sinónimo de fortaleza pero también de debilidad no reconocida, sin siquiera darse cuenta de ello, la película además funcionaba como un retrato de la soledad, la claustrofobia, la angustia, el acoso político/ militar y la dignidad en las peores circunstancias imaginables, de allí que resultase tan importante para ambos la fuga de una realidad espantosa a través del séptimo arte, por más que sea gracias a la obra caricaturesca y doctrinariamente nefasta que relataba Molina por episodios. Si por un lado nos topábamos con la intimidad en tanto construcción que depende de algunos momentos de alegría y una andanada de instantes vergonzosos que ayudan a crear un ecosistema de a dos desde la cotidianeidad tragicómica, por el otro lado aparecía la imposibilidad del heroísmo en un mundo cruel como el presente, que sólo suele engendrar mártires o por el contrario toneladas de imbéciles apáticos que se aprovechan del trabajo/ la militancia de otros, los valientes en serio que creen en algo y lo defienden. En el convite de Babenco la amabilidad era un arma de doble filo que conlleva la obligación de reciprocidad y podía desembocar en puñaladas en la espalda como la que Luis le preparaba a Valentín, en última instancia optando por renunciar a la traición en nombre del cariño. La extraordinaria película subrayaba que el Terrorismo de Estado es la máxima expresión de la violencia política de los 60, 70 y 80 en términos de la supresión del adversario mediante la captura, los tormentos, el fusilamiento, la desaparición y el robo de los hijos/ la prole de los opositores, asimismo un intento de eliminación de identidad de evidente raigambre cultural.

 

Como no podía ser de otra forma, el mainstream planetario de hoy en día vuelve a pegarse un tiro en el pie con El Beso de la Mujer Araña (Kiss of the Spider Woman, 2025), desastre de Bill Condon que pretende adaptar el musical de 1992 como si aquella joya de Babenco no estuviese grabada en la mente de varias generaciones de cinéfilos ni constituyese el gran punto de referencia junto con la novela de Puig, ahora con la acción saltando a la Argentina de 1983, en las vísperas del regreso de la democracia, y con Diego Luna como Arregui, Tonatiuh Elizarraraz como Molina y Jennifer López en la anatomía de Ingrid Luna, la actriz protagónica de un musical que Luis le narra a Valentín, El Beso de la Mujer Araña, donde la susodicha compone a Aurora, editora de una revista de alta costura que tiene de asistente a Kendall (Elizarraraz de nuevo) y se enamora del fotógrafo Armando (Luna). Mientras que la Mujer Araña (López) aparece en este mejunje a los tumbos, hoy una entidad que protege el pueblo de Aurora de espíritus malignos a cambio del sacrificio del amante de una nativa, lo que implica que Armando sería el próximo en perecer, la realidad carcelaria respeta la aventura de Babenco en consonancia con el envenenamiento de la comida de los cautivos, el percance de la diarrea de Arregui, el banquete a instancias del alcaide, Oscar Ledesma (Bruno Bichir), ese vínculo romántico que se consuma y la eventual liberación de Luis sin haber confesado los secretos de Valentín a la lacra dictatorial, una que lo vigila en el afuera hasta una sala donde se proyecta La Marca de la Pantera (Cat People, 1982), bello film del Schrader de menor edad que ofició de remake del opus de 1942 de Jacques Tourneur. Este es uno de los peores trabajos del errático Condon, autor de bodrios como Detrás del Espejo (Sister, Sister, 1987), Candyman 2 (Candyman: Farewell to the Flesh, 1995) y el díptico La Saga Crepúsculo: Amanecer- Parte 1 (The Twilight Saga: Breaking Dawn- Part 1, 2011) y La Saga Crepúsculo: Amanecer- Parte 2 (The Twilight Saga: Breaking Dawn- Part 2, 2012), gestas mediocres en línea con Soñadoras (Dreamgirls, 2006), El Quinto Poder (The Fifth Estate, 2013) y La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 2017) y films gratos como Dioses y Monstruos (Gods and Monsters, 1998), Kinsey: El Científico del Sexo (Kinsey, 2004), Sr. Holmes (Mr. Holmes, 2015) y aquella El Buen Mentiroso (The Good Liar, 2019).

 

La claustrofobia original, propia de la intimidad grotesca de las prisiones, se diluye en una retahíla de lugares comunes de los dramas de mazmorras como los guardiacárceles siempre amenazantes, los patios o pasillos caóticos y los tormentos de toda índole en primer plano, sin embargo lo más triste es que esta relectura banaliza la dimensión política básica en pos de privilegiar la fantasía modelo Hollywood del cine, aquí no un panfleto propagandístico nazi, ese que servía de contrapunto con respecto al penal fascista de las dictaduras en espejo de Argentina y Brasil e incluso ironizaba sobre la abulia escapista promedio del vulgo, sino un musical berreta norteamericano que vacía de contenido la idea de partir en dos el asunto, ya que la praxis carcelaria queda petrificada y el universo ensoñado se divorcia casi por completo de la realidad a pura estupidez o trivialidad mainstream. Si Luna no tiene la más mínima presencia escénica y parece un alfeñique carilindo símil “latin lover” en versión petisa, Elizarraraz no pasa de la condición de cliché afeminado con patas que no le llega ni a los talones a Hurt al igual que el anterior no es siquiera la sombra de Julia, sin olvidarnos de una López alias J.Lo que resulta demasiado vetusta y de plástico para los roles del afuera que supieron estar en manos de la inconmensurable Braga. Conviene recordar que antes nos enterábamos a la mitad del metraje que Molina era un espía de los energúmenos genocidas, no obstante aquí se nos informa de ello a los 20 minutos de comenzada la odisea -patética ansiedad posmoderna de por medio- y para como los diálogos son tan autoexplicativos que tampoco dejan nada librado a la imaginación ni logran construir metáforas valiosas o algo de suspenso. El surrealismo de la película de 1985 bebía de la ficción de la Segunda Guerra Mundial y del popurrí intertextual/ idiomático/ cultural, léase la prisión brasileña y los personajes argentinos hablando en inglés, ahora en cambio los exteriores del film relatado por Luis se parecen al país coproductor, México, lo único que conocen los yanquis de toda América Latina, al igual que el presidio del horror responde a una representación bananera genérica que no se asemeja a ninguna nación en especial, una jugada que desencadena más impersonalización y deja en claro que Condon no logra burlarse de Hollywood en materia de sus entelequias ni tampoco retratar la mugre y la sangre de las desapariciones masivas.

 

Las canciones y las coreografías, todas correspondientes a las fantasías de anclaje onírico o cinematográfico, son bastante anodinas y en este sentido la decisión de incluir a los dos reos en la película dentro de la película también estropea la parábola original, sustituyendo la distancia analítica de antaño entre ambas dimensiones por un trazo grueso que dispara alter egos endiosados a mansalva y deja atrás la sutileza, inteligencia y valentía retórica de la alegoría previa. El número musical metadiscursivo de Aurora ante Luis alrededor de las torturas, Where You Are, quiere ser un homenaje al Fosse de Cabaret y Liza con una Z, más Sweet Charity (1969) y All That Jazz (1979), y en gran medida es el único que funciona en términos sarcásticos, como sin duda pretende la propuesta en su conjunto en lo que atañe a la pantomima Clase B de esa trama recuperada/ inventada por Molina para Arregui. Otro problema serio se condice con el hecho de que la moraleja es bien burda y se homologa a la progresiva aceptación del intelectual de que el amor no es sólo debilidad ante el resto de los mortales y la propia pareja sino también una suerte de fascinación del orden de la candidez, como pregona con insistencia la criatura de Elizarraraz, un intérprete gay como el mismo Condon. La faena es profundamente rutinaria, aburrida y redundante con respecto a las dos mejores encarnaciones de nuestra fábula, por supuesto el libro y su adaptación de 1985 para la gran pantalla, ahora reemplazando la prisión auténtica utilizada por Babenco con un set hollywoodense que luce tan falso/ artificial como esta epopeya en su totalidad, incapaz de cualquier riqueza discursiva, visual o política verdadera. Las mínimas referencias sexuales, vinculadas al acto de despertar el deseo prohibido, por lo menos abarcan en el final a La Marca de la Pantera, un detalle inesperado e incestuoso dentro de tanto conservadurismo, y si bien en los últimos minutos del metraje, ya con Luis recorriendo en libertad las calles de Buenos Aires, nos topamos con una reconstrucción de época con un par de pinceladas sorprendentes tratándose de un producto de yanquilandia, un patrullero Ford Falcon y un teléfono de la compañía estatal de entonces, ENTel, a decir verdad el desenlace truncado, vía la muerte de Molina y no de ambos como correspondería a la filosofía de un romance con destino funesto, vuelve a empantanarlo todo con más cobardía típica del Siglo XXI…

 

El Beso de la Mujer Araña (Kiss of the Spider Woman, Estados Unidos/ México, 2025)

Dirección y Guión: Bill Condon. Elenco: Jennifer López, Diego Luna, Tonatiuh Elizarraraz, Bruno Bichir, Tony Dovolani, Josefina Scaglione, Aline Mayagoitia, Lucila Gandolfo, Federico Repetto, Lucas Barreiro. Producción: Greg Yolen, Tom Kirdahy y Barry Josephson. Duración: 129 minutos.

Puntaje: 2