Un Hombre Diferente (A Different Man)

La bella y la bestia

Por Martín Chiavarino

Con Un Hombre Diferente (A Different Man, 2024) el realizador estadounidense Aaron Schimberg confirma que es una de las voces del cine independientes de su país más prometedoras de la actualidad, que las deformaciones del rostro son un eje central de sus preocupaciones y que tiene una debilidad por el actor inglés con neurofibromatosis Adam Pearson, cuestiones que pesan mucho en su último film, una aproximación psicológica sobre la aceptación de uno mismo y una tesis sobre la belleza y la fealdad como parámetros de las relaciones sociales.

 

Edward Lemuel (Sebastian Stan), el protagonista de Un Hombre Diferente, es un hombre taciturno y retraído con una desfiguración facial extrema que sufre su condición y vive de actuar en videos corporativos que concientizan acerca de la importancia de la inclusión de personas con deformaciones fisonómicas en el ambiente laboral. Acostumbrado a que lo miren con rechazo y asco se ha retraído al máximo, por lo que cuando al departamento contiguo se muda Ingrid (Renate Reinsve), una bella aspirante a dramaturga que no se asusta al verlo y lo trata con candidez, Edward siente una mezcla de incomodidad y atracción que lo confunde y lo expone a sus emociones reprimidas. La relación platónica le genera frustración y tristeza, por lo que acepta someterse a un tratamiento experimental que lo cura completamente, cambiando su vida. Cuando descubre que está curado Edward rompe con su existencia anterior anunciándole al encargado del edificio, al médico que lo va a visitar y a todos los que se encuentra que Edward ha muerto, tomando una nueva identidad bajo el nombre de Guy Moratz y convirtiéndose en un exitoso agente inmobiliario. Viviendo una nueva vida como Guy, Edward descubre por casualidad que Ingrid ha escrito su historia con él y la ha transformado en una obra teatral titulada, precisamente, Edward. Impulsivamente decide presentarse para el papel de Edward con la máscara deformada que le hicieron durante su tratamiento experimental, así consigue el papel e inicia una relación íntima con Ingrid. Pero de la nada aparece Oswald (Pearson), un locuaz y extrovertido aspirante a actor con la misma deformación causada por la neurofibromatosis que él tenía. Oswald considera que el papel es perfecto para él y se entromete en la vida de Guy cada vez más, robándole finalmente el papel de Edward al propio Edward, dejándolo afuera de la obra, conquistando a Ingrid y alterando su vida al conseguir todo lo que Edward anhelaba con una actitud diametralmente opuesta a la de Oswald, demostrándole que a veces las apariencias poco importan y la conducta lo es todo.

 

Si en un comienzo el cambio radical facial de Edward lo impulsa a abandonar todo y rehacer su vida con un nuevo nombre, en un flamante departamento, el reencuentro con Ingrid lo retrotrae a sus temores del pasado. Con su cara desfigurada, él aspira al amor, lo envidia. Pero su nueva cara tampoco consigue amor, solo relaciones sexuales superficiales sin ninguna emoción. Su nuevo vínculo con Ingrid intenta suprimir esta lógica, pero Oswald interviene destruyendo el hechizo, dejando a Edward en un lugar aun más oscuro.

 

El tercer largometraje de Schimberg juega con la impronta del cine independiente siguiendo el método de John Cassavetes en Opening Night (1977) para contraponer dialécticamente la actitud de los dos protagonistas ante la deformidad facial. Edward se ve en Oswald a sí mismo a través de un espejo deformado como un doble al que todo parece salirle bien, al contrario de Edward, que contempla el mundo con temor y prudencia. Oswald en cambio es franco, simpático, abierto a su entorno y a las personas, todo lo que Edward no puede ser.

 

Al igual que Cassavetes, Schimberg juega en el límite entre la realidad y la puesta en escena teatral sobre la historia de Edward, a la vez que también invoca la trama de la primera novela de la escritora estadounidense Toni Morrison, Ojos Azules (The Bluest Eye, 1970), autora admirada por Ingrid. La historia de la película bebe de varias fuentes, la intromisión de lo impensado del cine de Terry Gilliam y Charlie Kaufman, los diálogos locuaces de Woody Allen y hasta la ansiedad ante la posibilidad de que ocurra algo terrible del primer John Carpenter, en una obra que se retrotrae a la Nueva York de la década del setenta para aprovechar la improvisación musical del jazz con el fin de adentrar a los personajes en un territorio desconocido, el de su psicología, el de sus miedos y los deseos más profundos que temen cumplir.

 

Siguiendo la temática de sus film anteriores, Chained for Life (2018) y Go Down Death (2013), Un Hombre Diferente funciona como una nueva iteración de Schimberg en su tesis sobre la fealdad y la belleza, intentando comprender -a la vez que desarticular y rearmar- los parámetros de belleza y fealdad de la sociedad occidental, desafiando aquí más sutilmente que en su opus anterior la máxima de la crítica cinematográfica norteamericana Pauline Kael de que las personas más bellas son las que deben aparecer en la pantalla porque son las que nos hacen sentir bien. Siguiendo esta lógica también se podría argumentar que el cine ha dejado de convocar a las masas y, por lo tanto, la necesidad de imponer parámetros de belleza ya no es prioritaria ante la transformación del séptimo arte en un mercado que no necesariamente representa la cultura masiva sino más bien la de los nichos del mercado en los que busca posicionarse el cine hoy en día para atraer público a las salas o las plataformas. La propia definición de cine independiente le permite a Schimberg retomar la temática que aborda dado que no apunta a un público masivo sino más bien al de los festivales y las plataformas de cine indie, imponiéndose como un apéndice de ese tópico del mandato de la belleza y su contracara, la deformidad, que recientemente trabajó Coralie Fargeat en La Sustancia (The Substance, 2024), una película hermanada con Un Hombre Diferente.

 

Al igual que en La Sustancia, pero sin cruzar nunca el límite del horror, Schimberg propone una trama en la que la fealdad y la belleza se amalgamen en una masa amorfa, en la que no haya simetría ni final feliz, pero a diferencia de la historia de Fargeat Un Hombre Diferente es enrevesada, con giros absurdos y situaciones inesperadas, con reacciones que no tienen correlación alguna con las escenas en cuestión, dejando al espectador muchas veces desconcertado para luego darle un nuevo hilo que seguir que lo conduzca a entender el film como un todo. Lo que la película propone aquí a nivel de la trama Schimberg ya lo había enunciado más explícitamente en Chained for Life, ofreciendo ahora una relación más acabada entre la historia y la temática sin necesidad de expresarlo, tan solo dejando que el relato siga su curso hasta llegar a la síntesis del choque entre la belleza y la fealdad.

 

Tanto Pearson, que había debutado en Under the Skin (2013), el film de Jonathan Glazer, como la actriz noruega Renate Reinsve y el rumano residente en Estados Unidos Sebastian Stan, que acaba de protagonizar una excelente película sobre Donald Trump, El Aprendiz (The Apprentice, 2024), alrededor de la relación del magnate con el abogado norteamericano Roy Cohn, su asesor legal y mentor, realizan una labor extraordinaria en una propuesta en la que la fotografía intimista de Wyatt Garfield es tan importante como la música de contrapunto de Umberto Smerilli.

 

Aaron Schimberg logra en Un Hombre Diferente una suma de todas sus obsesiones, retomando las contradicciones de las campañas corporativas realizadas en Inglaterra por Adam Pearson a favor de la inclusión de personas con desfiguraciones faciales, profundizando su análisis sobre la belleza y la fealdad en la era de los avances médicos y quirúrgicos, y retomando el mandato de la belleza y la relación entre belleza y éxito para proponer que hay una transformación en el paradigma hegemónico que horada lentamente ciertos preceptos que creíamos indiscutibles. Sin lugar a dudas, Un Hombre Diferente es una obra que en todo momento intenta poner en aprietos al espectador a través de pequeñas situaciones como el agujero en el techo del que el protagonista no se preocupa hasta que ha crecido tanto que es más difícil de arreglar, una metáfora de los problemas que dejamos de lado que aquí tiene varias connotaciones. Con esta última película Schimberg parece confirmar que es una rara avis en el cine actual, aferrado a la mejor tradición del cine independiente y con influencias que van nutriendo y perfeccionando su estética, ofreciendo así un film que invita a reflexionar sobre las nociones preestablecidas.

 

Un Hombre Diferente (A Different Man, Estados Unidos, 2024)

Dirección y Guión: Aaron Schimberg. Elenco: Sebastian Stan, Renate Reinsve, Adam Pearson, C. Mason Wells, Owen Kline, Charlie Korsmo, Patrick Wang, Michael Shannon, Marc Geller, Neal Davidson. Producción: Gabriel Mayers, Vanessa McDonnell y Christine Vachon. Duración: 112 minutos.

Puntaje: 9