Juzgar a Michael Cimino por los apenas siete largometrajes que pudo redondear a lo largo de cuatro décadas, todos por cierto encapsulados en los primeros 22 años de trayectoria, sinceramente no tiene mucho sentido porque el señor escribió más de 50 guiones y estuvo involucrado en una infinidad de proyectos que se cayeron por cambios de gerencia en los grandes estudios, desacuerdos creativos con los productores, falta de actores de renombre o esas exigencias desproporcionadas por parte del director y guionista que llevarían a inflar el presupuesto o quizás alargar el tiempo de rodaje, sin embargo es lo único que tenemos -una muestra minúscula- para analizar los latiguillos del neoyorquino y tratar de desentrañar el eterno enigma que escondía su persona, un artista esquizofrénico a nivel ideológico que en su etapa de oro, luego de brillar en el gremio de la publicidad, podía pasar de uno de los clásicos del cine de derecha de resonancias racistas y muy paranoicas, El Francotirador (The Deer Hunter, 1978), a uno de los clásicos rotundos del cine de izquierda de influjo marxista, La Puerta del Cielo (Heaven’s Gate, 1980), tantas veces señalada como la gran responsable de la quiebra de United Artists, el estudio de turno, y su posterior fusión con la Metro Goldwyn Mayer. Una película que anticipa muchos de sus fetiches y se suele pasar por alto al hablar de su carrera, ésta después en cuesta abajo por la espiral de Manhattan Sur (Year of the Dragon, 1985), El Siciliano (The Sicilian, 1987) y Horas Desesperadas (Desperate Hours, 1990), ya que su entonación farsesca no se condice con el quid sepulcral de los opus por venir, es su pequeña y maravillosa ópera prima, Especialista en el Crimen (Thunderbolt and Lightfoot, 1974), joya que Cimino diseñó como un vehículo comercial para Clint Eastwood siguiendo consejos de su agente Stan Kamen y de su novia y futura productora Joann Carelli en eso de asegurarse el apoyo de una estrella y trasladar la acción al presente desde el tiempo original de la historia en papel, unos inicios del Siglo XIX que seguían las andanzas de los rebeldes irlandeses de El Patriota (Captain Lightfoot, 1955), film de aventuras de Douglas Sirk con Rock Hudson, su actor preferido, del que recupera la trama en general y el nombre de los antihéroes, Pie Ligero/ Lightfoot y Rayo/ Thunderbolt.
Michael, por aquel entonces, por un lado ya estaba obsesionado con dos proyectos que lo perseguirían incansablemente durante toda su vida sin poder nunca materializarlos a raíz de los vaivenes de la industria cultural norteamericana y su propia fama de maniático, nos referimos a las adaptaciones de Caballo Conquistador (Conquering Horse, 1959), novela de Frederick Manfred sobre una tribu dakota antes de la llegada del “hombre blanco”, y El Manantial (The Fountainhead, 1943), el libro de la teórica delirante del neoliberalismo Ayn Rand y una especie de oda al individualismo capitalista anticomunal, y por el otro lado ya había intervenido en dos proyectos que lograron llegar a buen puerto, Naves Misteriosas (Silent Running, 1972), la obra maestra de ciencia ficción de Douglas Trumbull de talante ecologista visceral, y Magnum 44 (Magnum Force, 1973), muy buena odisea de Ted Post que ofició de primera secuela de Harry, el Sucio (Dirty Harry, 1971), de Don Siegel, y que como aquella fue controlada por Eastwood a través de su empresa, la hoy legendaria The Malpaso Company, fundada en 1967 y más adelante rebautizada simplemente Malpaso Productions. Cimino en Especialista en el Crimen de hecho estaba bajo el mandato del gran protagonista y de su empresa, por ello la única “marca registrada” a futuro que no aparece en el debut del director es su tendencia a extender el rodaje exigiendo toneladas de material fílmico u ordenando la construcción de sets muy ambiciosos y/ o hercúleos, opciones que jamás le interesaron al amigo Clint, un minimalista de pocas tomas muy bien planeadas y una puesta en escena asimismo cerebral que aprendió de sus dos mentores, el mencionado Siegel y Sergio Leone. La historia nos presenta una amistad azarosa entre un ladrón de bancos de incógnito, John Doherty alias Thunderbolt (un Eastwood correcto), buscado por su otrora pandilla porque los facinerosos lo consideran por equivocación un traidor, y un muchacho que robó un automóvil y se topa con el anterior cuando simulaba ser un pastor luterano, Lightfoot (el siempre arrollador Jeff Bridges), así las cosas el joven de a poco se asocia a él y a dos de los verdugos potenciales, el despiadado Red Leary (George Kennedy) y el bonachón Eddie Goody (Geoffrey Lewis), para duplicar un atraco de dos veranos atrás.
Especialista en el Crimen, como aseverábamos con anterioridad, preludia una colección de características que serían cruciales en la obra futura del cineasta, pensemos para el caso en el preciosismo de la fotografía, el marco narrativo nostálgico, los diálogos a la vez breves y filosos, el perfeccionismo técnico, un sustrato inconformista símil contracultura de derecha, los motivos vinculados a lo que los estadounidenses denominan “americana” -parafernalia chauvinista que hace a la cultura del país- y por supuesto su doble tendencia a combinar géneros y perderse en la ciclotimia del relato, con respecto a este último apartado se puede afirmar que la propuesta pasa de la quietud a la intensidad en un santiamén precisamente porque jamás se decide entre la comedia, el cine de acción, el drama de maestro y alumno/ discípulo y el film noir modelo caper movie o película de asaltos, amén de ecos de road movie que sobrevuelan buena parte del metraje no sólo porque Eastwood estaba interesado en protagonizar un exponente del género desde que viese Busco mi Destino (Easy Rider, 1969), la joya de izquierda dirigida por Dennis Hopper y estelarizada por el susodicho más Peter Fonda, Jack Nicholson y Karen Black, sino también porque justo el año anterior se habían acumulado tres de los pivotes del formato retórico aludido, nada más y nada menos que Espantapájaros (Scarecrow, 1973), de Jerry Schatzberg, Luna de Papel (Paper Moon, 1973), de Peter Bogdanovich, y El Último Deber (The Last Detail, 1973), del querido Hal Ashby. La megalomanía en ciernes de Cimino, un señor muy orgulloso y obstinado como lo han descripto todos los que lo conocieron en la intimidad, en gran medida está ausente aunque puede identificarse en pantalla sin demasiadas vueltas en la constante utilización de uno de sus recursos conceptuales favoritos, hablamos de la majestuosidad de los paisajes en oposición a las miserias, los contratiempos y los diversos anhelos de los personajes, aquí un tanto misteriosos ya que sólo sabemos que Thunderbolt es un veterano ajado de la Guerra de Corea, con múltiples cicatrices y una pierna derecha malograda, y Lightfoot un fugitivo del hogar familiar y de la idea de años atrás de sus padres de encerrarlo en un internado con otros mocosos de la burguesía, etapa en la que comenzó a viajar de manera despreocupada.
Utilizando a los insultos y las puteadas como trasfondo permanente de la convivencia entre hombres y echando mano también de actuaciones naturalistas y una introducción dilatada semejante a sus homólogas de El Francotirador y La Puerta del Cielo, típico ademán de un creador que sitúa al desarrollo de personajes por sobre la trama, la película juega con suma comodidad tanto con el nihilismo setentoso que se burla del Hollywood Clásico, pensemos por ejemplo en la desesperación y el fatalismo del último acto, como con una especie de slapstick vintage y cuasi caricaturesco, en este rubro conviene tener presente el segmento intermedio en el que la dupla se convierte en cuarteto y empieza a prepararse para el atraco al Banco de Montana, en síntesis debiendo conseguir trabajos mediocres/ comunes para sobrevivir y “cocinar” el asunto en sintonía con la venta de helados de Goody, las labores de limpieza o maestranza de Leary, la jardinería de Lightfoot y finalmente la herrería de Thunderbolt. Si bien Especialista en el Crimen hace gala de nociones muy sugestivas que siguen los lineamientos sarcásticos y pesimistas del Nuevo Hollywood de la época, sobre todo las ironías del destino, la tendencia a la compulsión en el ser humano y aquel “eterno retorno” nietzscheano que se nos aparece vía la figura bipartida del déjà vu delictivo, en primera instancia, ya que los señores reproducen el asalto de antaño -eje de la discordia interna- esperando sorprender a las autoridades, y de un desenlace asimismo mordaz, en segundo lugar, debido al hecho de que todo sale mal de nuevo pero terminan recuperando el botín del robo previo, medio millón de dólares, lo cierto es que la obra vuelca buena parte de su duración hacia el retrato de la camaradería masculina, apuntalada en el homoerotismo positivo o ameno entre los protagonistas del título en inglés y en su contraparte negativa o tensa entre Lightfoot y Leary, el primero llegando a travestirse y el segundo pateándole la cabeza hasta asesinarlo en diferido, amén de un gremio femenino que se da cita idealizado, inalcanzable o directamente frustrante/ amargo. Cimino intentaría recuperar esta afabilidad varonil en su canto del cisne, la jovial Viaje Violento (The Sunchaser, 1996), sin embargo su ópera prima sería su única incursión exitosa en serio entre las narraciones distendidas…
Especialista en el Crimen (Thunderbolt and Lightfoot, Estados Unidos, 1974)
Dirección y Guión: Michael Cimino. Elenco: Clint Eastwood, Jeff Bridges, Geoffrey Lewis, George Kennedy, Catherine Bach, Gary Busey, Bill McKinney, Dub Taylor, Gregory Walcott, Cliff Emmich. Producción: Robert Daley. Duración: 115 minutos.