La Pistola Desnuda (The Naked Gun: From the Files of Police Squad!, 1988), realizada por el equipo creativo norteamericano conocido como ZAZ o Zucker, Abrahams y Zucker, compuesto por Jim Abrahams y los hermanos David y Jerry Zucker, es una de las últimas obras maestras incuestionables que entregó el sistema hollywoodense de estudios en lo que respecta al rubro de las comedias decididamente populares, léase destinadas a las masas sin ningún dejo de elitismo, y puede ser leída desde tres perspectivas cuasi complementarias, a saber: ante nada, como decíamos, la película cierra a toda pompa y sofisticación enajenada el período de oro de las comedias estadounidenses porque hasta la década del 80, incluso con el generoso volumen de pavadas y/ o estudiantinas que se filmaron durante aquellos años, el aparato productivo cinematográfico yanqui supo ofrecer una verdadera catarata de convites orientados a las diversas vertientes del humor colectivo que casi siempre llamaron la atención por su variedad, riqueza y hasta en algunas oportunidades profundidad, una efervescencia creativa que se vendría abajo estrepitosamente desde los 90 en adelante, en segundo lugar, el film terminaría de popularizar en todo el globo el estilo de comedia de ZAZ basado en la combinación de parodias entrecruzadas, slapstick aggiornado, muchos gags visuales, juegos entre el primer plano y lo que ocurre en el fondo, quiebres de la cuarta pared, delirio anarquista y un sustrato absurdo que explora tanto los clichés de los géneros duros como la dimensión sexual y las carnicerías del relato, amalgama que por cierto sería copiada por una infinidad de propuestas semejantes y terminaría saturando por la vieja tentación de siempre de Hollywood de exprimir sin sutileza alguna una fórmula ganadora que requiere presupuestos muy pequeños y puede generar enormes ganancias, y finalmente, en tercera instancia, la realización que nos ocupa establecería un techo tan pero tan elevado en materia de las expectativas de taquilla, en esencia multiplicando por más de 10 lo que costó, que con el tiempo paradójicamente provocaría que el entramado mainstream pierda el interés porque se volvió un estereotipo el hecho de que cualquier nuevo clon satírico que se estrenase de inmediato era destrozado por la crítica, vilipendiado por el público y encima no recaudaba lo esperado, por ello a la larga este Hollywood marketinero patológico del nuevo milenio decidió suprimir de lleno a las comedias ya que cada espectador se ríe de cosas muy distintas y ello implica que el rubro hilarante en general nunca podrá adaptarse al objetivo fetichizado del producto para absolutamente todos los públicos, utopía que el Hollywood contemporáneo rescató de las cúpulas culturales hiper concentradas y delirantes de mediados del Siglo XX, espejo patético de la ceguera y homogeneidad de la actualidad.
ZAZ, un conjunto de amigos de toda la vida, fue un colectivo que empezó trabajando en la redacción de guiones para la segunda película de John Landis luego de la bizarra Schlock (1973), The Kentucky Fried Movie (1977), una apenas simpática comedia de sketchs que les permitió dirigir y escribir en conjunto una andanada de joyas tendientes a patentar sus latiguillos formales y temáticos, hablamos de ¿Y Dónde Está el Piloto? (Airplane!, 1980), la serie televisiva ¡Escuadrón de Policía! (Police Squad!, 1982) y ¡Súper Secreto! (Top Secret!, 1984), amén de la anomalía Por fin me la Saqué de Encima (Ruthless People, 1986), una maravilla mucho más tradicional volcada a la comedia negra criminal y escrita por Dale Launer. Fue esta última propuesta la que generó la separación en buenos términos del trío porque la pelea financiera con las compañías productoras parasitarias, Touchstone Films y Silver Screen Partners, y la distribuidora mundial, Buena Vista, a las que acusaron de no pagarles lo que correspondía, desencadenó que se pusieran de acuerdo en seguir caminos independientes y en redondear un “canto del cisne”, la despedida de su sociedad, precisamente por ello La Pistola Desnuda fue dirigida por David Zucker en soledad aunque escrita por los tres junto a Pat Proft, un guionista veterano conocido por Despedida de Soltero (Bachelor Party, 1984), de Neal Israel, Loca Academia de Conductores (Moving Violations, 1985), también de Israel, Academia de Genios (Real Genius, 1985), de Martha Coolidge, y Cerebro se Busca (Brain Donors, 1992), de Dennis Dugan, y por haber iniciado una de las franquicias más redituables del mainstream con Locademia de Policía (Police Academy, 1984), de Hugh Wilson, a lo que se suma su único trabajo como director, Acusado sin Razón (Wrongfully Accused, 1998), una de las poquísimas películas realmente dignas que supo aprovechar el formato de humor de ZAZ para parodiar los blockbusters de su tiempo, en este caso sobre todo El Fugitivo (The Fugitive, 1993), de Andrew Davis. A pesar del enorme éxito de La Pistola Desnuda y el muy buen nivel de sus secuelas, La Pistola Desnuda 2 1/2: El Aroma del Miedo (The Naked Gun 2½: The Smell of Fear, 1991), también de Zucker, y La Pistola Desnuda 33 1/3: El Insulto Final (Naked Gun 33 1/3: The Final Insult, 1994), dirigida por Peter Segal y escrita por Zucker y Proft, al igual que la anterior, lo cierto es que David a posteriori jamás lograría levantar cabeza y apenas si entregaría una obra pasable, BASEketball (1998), algún que otro bodrio que ejemplifica sus ideas conservadoras, No es Otra Tonta Película de Yankis (An American Carol, 2008), parodia del documentalista Michael Moore, y un par de secuelas para la saga iniciada con Una Película de Miedo (Scary Movie, 2000), aquel célebre opus de Keenen Ivory Wayans.
Que el trío de ZAZ decidiese despedirse mutuamente con una adaptación -con elementos de continuación directa- de ¡Escuadrón de Policía! no es para nada fortuito porque venían del odio hacia Hollywood a raíz de Por fin me la Saqué de Encima y la idea de recuperar la estupenda serie en cuestión, cancelada a pura estupidez después de sólo seis episodios por el presidente de entonces de la ABC, Tony Thomopoulos, se sentía como una revancha que les terminaría dando toda la razón histórica ya que así como ellos tomaron ingredientes del humor caótico previo de Mel Brooks, Carl Reiner, Frank Zappa, el primer Woody Allen, los Hermanos Marx, Blake Edwards, Jerry Lewis, Mike Nichols y Los Tres Chiflados (The Three Stooges), asimismo despertarían la vocación y las ansias cómicas irreverentes de una flamante generación de artistas en línea con Matt Groening, Sacha Baron Cohen, Edgar Wright, Jason Reitman, el equipo de Phil Lord y Christopher Miller, Armando Iannucci, Seth MacFarlane, Quentin Dupieux, Wes Anderson, Jared Hess, los hermanos Peter y Bobby Farrelly y la dupla creativa compuesta por Trey Parker y Matt Stone, entre muchos otros que tomaron alguno de los ítems/ componentes de la fórmula de ZAZ para sus propias interpretaciones de la comedia. Lo que ¿Y Dónde Está el Piloto? hizo con el cine catástrofe y su homólogo bélico y aquello que ¡Súper Secreto! hizo con los musicales y los thrillers de espionaje, ¡Escuadrón de Policía! volcó hacia la sátira del film noir y en especial de las series televisivas de procedimientos policiales, como por ejemplo M Squad (1957-1960), The F.B.I. (1965-1974), Felony Squad (1966-1969), Columbo (1968-2003), The Streets of San Francisco (1972-1977) y Barnaby Jones (1973-1980), así el humor seco contextual del show, condimentado con slapstick sutil y diversas one-liners socarronas, calzaba perfecto con el protagonista elegido, Leslie Nielsen, un actor de TV de muy larga data que ya había participado en ¿Y Dónde Está el Piloto? y que el público a nivel macro identificaba con sus intervenciones en Rescate (Ransom!, 1956), film de Alex Segal, El Planeta Desconocido (Forbidden Planet, 1956), de Fred M. Wilcox, La Aventura del Poseidón (The Poseidon Adventure, 1972), de Ronald Neame, Noche de Graduación (Prom Night, 1980), de Paul Lynch, y Creepshow (1982), de George A. Romero, profesional brillante y porfiado cuya fama de seductor e intérprete serio sería explotada con astucia por ZAZ a través del rol que lo inmortalizaría, nuestro Teniente Frank Drebin, mezcla de bufón, pícaro, demente, galán, antihéroe despistado del cine mudo y hasta un energúmeno soberbio institucional, muy cerca de la impunidad de las fuerzas de represión, que puede pensarse como una versión clasicista y lavada de su equivalente de extrema derecha de ¡Sledge Hammer! (1986-1988).
Para la película, además de Nielsen, regresan Ed Williams en el rol del científico Ted Olson, típico creador de artilugios bizarros y encargado del laboratorio policial, y Ronald “Tiny Ron” Taylor como Al, un oficial muy alto al que sólo vemos del cuello hacia abajo, ya que los otros dos papeles fundamentales, el del Capitán Ed Hocken, superior y amigo de Drebin, y el de Norberg, compañero del susodicho, experimentaron cambios de actores aunque la idiosincrasia es más o menos la misma, en el caso del primero el querido George Kennedy reemplazó a Alan North y en lo que respecta al segundo O.J. Simpson tomó la posta de Peter Lupus, ahora con el rol rebautizado -vía una mínima modificación- como Nordberg. La trama en sí gira alrededor del derrotero de Frank, quien arranca el relato de vacaciones en Beirut y moliendo a golpes -símil cruza de bruceploitation y epopeya de James Bond- a una comitiva de enemigos de la época de Estados Unidos que planeaban un ataque terrorista contra yanquilandia y su orgullo chauvinista banal, un cónclave muy gracioso compuesto por Mijaíl Gorbachov, Muamar el Gadafi, Ruhollah Jomeiní, Yasir Arafat, Idi Amin y Fidel Castro. De regreso a Los Ángeles, Drebin confunde a una comitiva de bienvenida de Alfred Matthew “Weird Al” Yankovic como dirigida a su persona y se entera que Nordberg fue baleado en una operación encubierta mientras trataba de arrestar a unos traficantes de heroína en un muelle propiedad de Vincent Ludwig (el supremo Ricardo Montalbán), un magnate maquiavélico que utiliza de tapadera a una empacadora de carne para sus negocios de drogas e incluso de sicariato, por ello una figura misteriosa que estuvo presente en la reunión en Beirut de aquellos archienemigos del gobierno norteamericano, Pahpshmir (Raye Birk), le encarga por 20 millones de dólares el asesinato de la Reina Isabel II del Reino Unido (Jeannette Charles) durante una visita de la mujer a la metrópoli. Entre intentos de homicidio para con el protagonista y Nordberg por parte de secuaces de Ludwig, Hocken le da 24 horas a Frank para limpiar el nombre de su compañero, en cuya chaqueta se encontraron restos de heroína, para que no se produzca un escándalo que salpique a la policía durante la estadía de la monarca, todo bajo los ojos de la alcaldesa de pocas pulgas Lillian Barkley (Nancy Marchand). Mientras inicia una relación romántica con la bella secretaria del villano, Jane Spencer (Priscilla Presley), el teniente encuentra una nota de Pahpshmir que explicita el plan para el futuro magnicidio pero por accidente inicia un incendio en la oficina de Ludwig y termina siendo echado de la policía cuando se lanza sobre Isabel II en una recepción repleta de periodistas creyendo protegerla. Jane descubre que el asesinato tendrá lugar en un partido de béisbol y así Frank se consagra a detenerlo.
Más allá de alusiones más o menos camufladas a El Satánico Dr. No (Dr. No, 1962), de Terence Young, Adiós, Muñeca (Farewell, My Lovely, 1975), de Dick Richards, El Resplandor (The Shining, 1980), odisea de Stanley Kubrick, Johnny Peligroso (Johnny Dangerously, 1984), de Amy Heckerling, Fletch, el Extraordinario (Fletch, 1985), de Michael Ritchie, y Pelotón (Platoon, 1986), de Oliver Stone, La Pistola Desnuda a decir verdad contradice a su legión de imitadoras subsiguientes porque el peso específico del arsenal humorístico no está volcado en su mayoría hacia las citas ácidas sino a un encanto símil irreverencia visceral que balancea a la perfección el desarrollo de personajes, una historia tan coherente como surrealista y esta retahíla paradigmática de gags, ironías y situaciones descabelladas e incómodas que se burlan de la seudo importancia del aparato estatal represivo, los rituales protocolares, el mundo del trabajo, la fanfarria del corazón y en general las figuras de autoridad tanto del sector público, en sintonía con la alcaldesa, la reina o los propios Hocken y Drebin, como del ámbito privado, por ello un millonario capitalista repugnante como Ludwig es el malvado de turno y un operador/ intermediario/ testaferro en las sombras como Pahpshmir adquiere el estatuto de enlace entre el hampa, la política, el imperialismo y ese poder económico heterogéneo que combina asuntos legales con ilegales a nivel cotidiano. Muchas son las escenas y los recursos memorables aunque se pueden nombrar como principales al prólogo en Beirut, la mítica secuencia de créditos, la arremetida contra Nordberg en el muelle, el arribo a Los Ángeles del teniente, su primera visita al hospital y el encuentro con la esposa del convaleciente (Susan Beaubian), la legendaria escena de la conferencia de prensa de la alcaldesa, los sobornos cruzados con un genial Joe Grifasi, el inefable episodio en el despacho del personaje de Montalbán vía la muerte del pez de 20 mil dólares y la destrucción de la pluma del Emperador Hirohito, toda la presentación a lo femme fatale hiper torpe de la Jane Spencer de la magnífica Presley, la escena de los airbags del automóvil de Frank, la reglamentaria intervención de Olsen en su laboratorio, el intento fallido de homicidio contra Nordberg por parte del Doctor Alfred (Bob Herron) y la persecución en ese coche escuela conducido por Stephanie (Winifred Freedman) y supervisado por un instructor muy apacible (John Houseman), la recordada secuencia romántica entre Jane y el teniente y ese videoclip tácito inmediato con I’m into Something Good (1964), de Herman’s Hermits, de fondo, el desastroso ingreso subrepticio nocturno en la oficina de Ludwig, el tiroteo en la empacadora de carne, la escena de la lujosa recepción de la reina y el desenlace en el partido entre los equipos de Los Ángeles Angels y Seattle Mariners, instante que aglutina muy bien el espíritu ridículo pero cerebral del convite mediante los artilugios tecnológicos fantásticos utilizados tanto por el adalid de la justicia, un Drebin que se sirve de unas mancuernas de Olsen que disparan dardos tranquilizantes, como por el villano, ese Vincent que convierte a cualquier paparulo en un sicario en potencia mediante una especie de sugestión posthipnótica que controla a puro desvarío apretando los botones de un beeper que hace las veces de control remoto/ mando a distancia. La influencia de los Looney Tunes de Chuck Jones, la comedia televisiva de situaciones y su equivalente de enredos identitarios se nota sobre todo en el segmento en el Anaheim Stadium, cuando Frank primero se hace pasar por un tal Enrico Pallazzo (Tony Brafa), tenor a lo Luciano Pavarotti al que aborda diciendo que es su ujier, y luego adopta la identidad de uno de los jueces del encuentro deportivo, lo que le sirve de pretexto para cachear a todos los jugadores, sacar a relucir su clara parcialidad por Los Ángeles Angels, ensayar unos pasos de baile semejantes a la caminata lunar de Michael Jackson y en suma ser objeto de otro videoclip encubierto o montaje sardónico ochentoso -MTV controlaba el apartado juvenil por aquellos años- ahora con I Love L.A. (1983), de Randy Newman. Si bien los integrantes de ZAZ jamás volverían a alcanzar este nivel de calidad, Jerry Zucker y Jim Abrahams sí conseguirían extender su periplo profesional unos cuantos años más con trabajos tan desparejos como disfrutables, el primero reinventándose como “director serio” gracias a Ghost: La Sombra del Amor (Ghost, 1990) y Lancelot, el Primer Caballero (First Knight, 1995) para después regresar a la comedia con Rat Race (2001), remake maquillada de El Mundo Está Loco, Loco, Loco, Loco (It’s a Mad Mad Mad Mad World, 1963), joya de Stanley Kramer, y el segundo combinando propuestas fallidas, como Bienvenida a Casa (Welcome Home, Roxy Carmichael, 1990) y ¡Mafia! (1998), con neoclásicos injustamente olvidados en línea con Sopa de Gemelas (Big Business, 1988) y especialmente el díptico de Locos del Aire (Hot Shots!, 1991) y Locos del Aire 2 (Hot Shots! Part Deux, 1993), en esta oportunidad aplicando el ardid de Nielsen a un Lloyd Bridges que también logró mutar hacia la farsa y transformarse en la tercera edad en núcleo impagable de una serie de chistes acerca del absurdo de las fuerzas institucionales -y su masculinidad siempre tambaleante, porque la frialdad de la violencia de los hombres puede venirse abajo al homologarla a la histeria o comportamientos quisquillosos femeninos- en ocasión de un contexto a lo Top Gun (1986), de Tony Scott. La Pistola Desnuda, título que alude en simultáneo al pene erecto y al gatillo fácil asesino de los uniformados, constituye uno de esos tesoros que en el fondo no se pueden abarcar con palabras debido a que la experiencia anímica que ofrecen es tan primaria y tan cáustica, alejada por completo de la corrección política, la mojigatería o las estupideces castradoras de nuestro presente, que reclama ser apreciada en primera persona y sin preconcepto necio alguno sobre lo que debería ser el arte o hasta la cultura, un esquema anarquista e inconformista en serio prodigiosamente representado en aquella frase de Drebin a Hocken mientras hacen guardia en la puerta del mega edificio de Vincent y comen toneladas de maníes, discusión de por medio acerca de si Frank debería o no meterse en el despacho del bellaco burgués por el peligro involucrado al no tener una orden judicial de cateo, “uno corre riesgo al levantarse de la cama, al cruzar la calle o al meter la cara en el ventilador”, exégesis maravillosa no sólo del sustrato lunático de la propuesta, siempre veloz como trompada de neurótico sarcástico, sino además de esta dinámica lúdica que se mueve entre la artificialidad de los géneros trabajados, los muchos dardos autoreflexivos, el quiebre de lo comunitario aceptado y desde ya las expectativas ante el remate del próximo chascarrillo, casi siempre de una crueldad y una sabiduría payasesca en verdad sublimes…
La Pistola Desnuda (The Naked Gun: From the Files of Police Squad!, Estados Unidos, 1988)
Dirección: David Zucker. Guión: Jerry Zucker, Jim Abrahams, David Zucker y Pat Proft. Elenco: Leslie Nielsen, Priscilla Presley, Ricardo Montalbán, George Kennedy, O.J. Simpson, Susan Beaubian, Nancy Marchand, Raye Birk, Jeannette Charles, Ed Williams. Producción: Robert K. Weiss. Duración: 85 minutos.