La nueva película de Pixar Animation Studios, Soul (2020), no sólo supera por mucho a la catarata de secuelas y productos entre fallidos y apenas potables de los últimos años, en línea con Onward (2020), Toy Story 4 (2019), Los Increíbles 2 (Incredibles 2, 2018) y Cars 3 (2017), sino que entra tranquila y cómoda entre lo mejor que haya dado el querido estudio de animación norteamericano a lo largo de su historia, hablamos de las geniales Monsters, Inc. (2001), Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003), Ratatouille (2007), WALL·E (2008), Up (2009) e Intensa Mente (Inside Out, 2015). La película que nos ocupa recupera muchas de las abstracciones rimbombantes de Intensa Mente y juega constantemente con aquel contrapunto entre la praxis material correspondiente a la vida cotidiana, por un lado, y las idealizaciones o conceptos vinculados a la existencia supraterrena de las emociones y la idiosincrasia de los sujetos, por el otro lado, algo que no es para nada una casualidad porque ambas fueron dirigidas y escritas por Pete Docter, responsable además de Monsters, Inc. y Up y sin duda uno de los pocos creadores del staff de Pixar que continúa abogando por obras e historias realmente nuevas o frescas en detrimento de la insoportable política de la Disney -dueña de la compañía desde 2006- de producir continuaciones sin cesar u opus más simples, aniñados y espectaculares que el promedio estándar del estudio, lo que lleva a una merma de calidad en favor de lo que los imbéciles de los CEOs, gurúes del marketing y palurdos semejantes consideran una mayor previsibilidad comercial en pos de captar al público más lobotomizado y adepto a dejarse llevar por las campañas de publicidad que el enorme conglomerado de Mickey Mouse suele montar para cada uno de sus lanzamientos.
Aquí en esencia Docter, codirigiendo con el debutante Kemp Powers, retoma y combina dos de las premisas más célebres de los rubros de la fantasía, el drama existencial y la comedia de corte humanista, nos referimos en primera instancia al tópico de los ángeles, espíritus o fantasmas de fallecidos o moribundos que vagan entre los vivos por una suerte de excepción burocrática que les permite regresar a la Tierra, pensemos en films como El Difunto Protesta (Here Comes Mr. Jordan, 1941), de Alexander Hall, ¡Qué Bello es Vivir! (It’s a Wonderful Life, 1946), de Frank Capra, Escalera al Cielo (A Matter of Life and Death, 1946), de Michael Powell y Emeric Pressburger, El Cielo Puede Esperar (Heaven Can Wait, 1978), de Warren Beatty y Buck Henry, y Las Alas del Deseo (Der Himmel über Berlin, 1987), de Wim Wenders, y en segundo lugar al recurso retórico del trastorno identitario fantástico o body swap/ intercambio de mentes, ese que pudo verse en películas como Un Viernes Alocado (Freaky Friday, 1976), de Gary Nelson, De tal Padre tal Hijo (Like Father Like Son, 1987), de Rod Daniel, Quisiera ser Grande (Big, 1988), de Penny Marshall, 18 Otra Vez (18 Again!, 1988), de Paul Flaherty, Viceversa (1988), de Brian Gilbert, Shocker (1989), de Wes Craven, Hechizo de un Beso (Prelude to a Kiss, 1992), de Norman René, Contracara (Face/ Off, 1997), de John Woo, y Si Tuviera 30 (13 Going on 30, 2004), de Gary Winick, entre muchos otros exponentes que optaron por un andamiaje aleccionador relacionado con darle al protagonista quejoso de turno lo que tanto desea, eso de redireccionar su vida hacia otras comarcas a nivel de la identidad y percepción pública, para que luego termine descubriendo que su “yo” previo no estaba tan mal después de todo.
La trama se centra en Joe Gardner (Jamie Foxx), un profesor de escuela secundaria que odia la mediocridad absoluta de su trabajo y anhela transformarse en un músico profesional de jazz, su gran pasión de toda la vida a pesar de las reprimendas de su madre costurera/ modista Libba (Phylicia Rashad), quien siempre quiso para su vástago un puesto fijo y una entrada estable de dinero. Su sueño parece materializarse cuando un ex alumno, Curley (Ahmir Khalib Thompson), baterista en el cuarteto de la legendaria saxofonista Dorothea Williams (Angela Bassett), lo llama para sumarse a la banda de la mujer tocando el piano en una serie de presentaciones en el club de jazz neoyorquino La Media Nota, sin embargo de repente cae accidentalmente en una alcantarilla y termina en coma en un hospital. El alma de Joe va a parar a una escalera hacia el Gran Más Allá, léase la muerte, pero se empeña en volver a la Tierra para poder aprovechar su oportunidad junto a Williams y su fuga lo lleva al otro extremo “administrativo” etéreo, el Gran Antes, donde una legión de consejeros llamados Jerry preparan a las almas de los bebés para el instante del nacimiento prosaico, lugar en el que se hace pasar por mentor y se le asigna un alma descarriada y muy cínica, la 22 (Tina Fey), que lleva milenios sin encontrar esa “chispa” que le permitiría viajar al mundo de los humanos, al que de por sí desprecia sin jamás haber experimentado por su cuenta lo que se siente estar vivo. 22 pretende cederle su sitio a Gardner y reciben la ayuda de un loco lindo símil hippón trasnochado llamado Moonwind (Graham Norton), el cual vive en un lugar denominado La Zona que alberga a los eufóricos, los obsesivos y las almas perdidas en general, señor que -nuevamente por accidente- provoca que Joe termine en el cuerpo de un gato del hospital y 22 en la anatomía del afroamericano Gardner, todo mientras una entidad contable muy maniática, Terry (Rachel House), parte hacia la Tierra para regresarlos a ambos a sus respectivos estratos en este dominio celeste que parece estar habitado y regido por versiones antropomorfizadas de la combinación de todos los campos cuánticos del universo. El encuentro del dúo con Connie (Cora Champommier), una alumna del protagonista que toca el trombón, servirá para enfatizar lo ciclotímicos y enrevesados que son los seres humanos, la visita a la barbería de Dez (Donnell Rawlings) para atesorar el valor de la amistad más sorprendente, y finalmente la reunión con Libba para hacer las paces ya de manera definitiva con la madre del profesor, la cual por fin acepta su vocación.
Justo como sucedía en Intensa Mente, Soul está enmarcada en una animación meticulosa y esplendorosamente surrealista que conjuga en simultáneo las minucias terrenales y sus homólogas de aquel otro plano de la existencia, en esta oportunidad el inmaterial previo y posterior al devenir entre los vivos mediante un envase corporal, planteo narrativo que le permite a Docter desplegar una enorme inventiva en cuanto al diseño retrominimalista de los personajes, la inusitada complejidad de la historia -pensemos que estamos ante un tanque que fue producido para el consumo familiar- y un tono jocoso aunque controlado por un sustrato meditabundo y agridulce que lleva al extremo la melancolía de siempre de Pixar y esa animación/ fotografía/ luminosidad repleta de colores pasteles. La película trabaja muy bien el esperable proceso de descubrimiento del mundo por parte de 22 y el fetiche algo vacuo de Joe con profesionalizarse tocando en La Media Nota con Williams, mientras la versión terrenal de Moonwind pretende asistirlos y el hilarante Terry se dedica a cazarlos por las calles de Nueva York; un esquema en verdad adorable orientado a señalar que esa mentada chispa de la vida, consagrada a acercarnos un poquito más a la felicidad, no es precisamente un propósito o misión o gusto personal adquirido sino la actitud de disfrutar nuestros días sin amargarnos por lo que falta, por los fracasos acumulados o por el rechazo del resto de los mortales, esos que van y vienen en perpetuo cambio imperceptible como nosotros mismos. Más allá de la excelente labor de Foxx, Fey, Norton, House y la veterana Bassett, la música es otro personaje más del prodigioso relato y se divide entre las maravillosas improvisaciones/ zapadas jazzeras de Joe y Dorothea, compuestas por Jon Batiste, y los igualmente exquisitos mantras incidentales cortesía de Trent Reznor y Atticus Ross, suerte de reinterpretación luminosa del dark ambient que Reznor ya ha trabajado largo y tendido en Nine Inch Nails y en los otros soundtracks creados con el inefable Ross, como los de Waves (2019), de Trey Edward Shults, Watchmen (2019), de Damon Lindelof, y Perdida (Gone Girl, 2014), La Chica del Dragón Tatuado (The Girl with the Dragon Tattoo, 2011) y Red Social (The Social Network, 2010), tres faenas dirigidas por David Fincher. Soul es realmente la propuesta de Pixar más orientada al público adulto y la más satisfactoria en mucho tiempo, por momentos tan caótica y confusa como imaginativa y despampanante, un milagro de un cine mainstream contemporáneo casi siempre anodino…
Soul (Estados Unidos, 2020)
Dirección: Pete Docter y Kemp Powers. Guión: Pete Docter, Kemp Powers y Mike Jones. Elenco: Jamie Foxx, Tina Fey, Graham Norton, Rachel House, Phylicia Rashad, Donnell Rawlings, Ahmir Khalib Thompson, Angela Bassett, Cora Champommier, Alice Braga. Producción: Dana Murray. Duración: 100 minutos.