Un Buen Ladrón (Roofman)

La clandestinidad en yanquilandia

Por Emiliano Fernández

El director estadounidense Derek Cianfrance tuvo una carrera de lo más frustrante porque luego de una ópera prima sin distribución, Hermano Atado (Brother Tied, 1998), entrega la que sería su mejor película por muchos años, Triste San Valentín (Blue Valentine, 2010), un trabajo hiper cassaveteano acerca del derrotero de una pareja encarnada por Ryan Gosling y Michelle Williams. El asunto a partir de allí fue cuesta abajo porque nada de lo realizado a posteriori conseguiría recuperar aquella magia indie, hablamos tanto de la épica criminal El Lugar Donde Todo Termina (The Place Beyond the Pines, 2012) y el melodrama La Luz entre los Océanos (The Light Between Oceans, 2016) como de una dupla complementaria, La Innegable Verdad (I Know This Much Is True, 2020), miniserie para HBO también de eje trágico, y El Sonido del Metal (Sound of Metal, 2019), odisea fallida que escribió pero fue dirigida por Darius Marder, coguionista en El Lugar Donde Todo Termina. Cuando ya estábamos dispuestos a tirar la toalla en lo que atañe a su producción artística, Cianfrance se aparece con Un Buen Ladrón (Roofman, 2025), no sólo su mejor propuesta desde Triste San Valentín y un volantazo en cuanto al horizonte narrativo, reemplazando su habitual solemnidad por una impronta tragicómica admirable, sino también una gran excusa para que Channing Tatum entregue una de sus actuaciones más interesantes, señor que de todos modos ya había brillado en mayor o menor medida en Foxcatcher (2014), opus de Bennett Miller, ¡Salve, César! (Hail, Caesar!, 2016), de los hermanos Joel y Ethan Coen, La Otra Cara de la Luna (Fly Me to the Moon, 2024), de Greg Berlanti, Parpadea Dos Veces (Blink Twice, 2024), de Zoë Kravitz, y por supuesto colaborando con aquel Steven Soderbergh de La Estafa de los Logan (Logan Lucky, 2017), Efectos Colaterales (Side Effects, 2013) y Magic Mike (2012), más la segunda secuela, Magic Mike: El Último Baile (Magic Mike’s Last Dance, 2023), porque la primera la dirigió Gregory Jacobs, Magic Mike XXL (2015).

 

Ahora el guión fue escrito por Cianfrance y Kirt Gunn, productor ejecutivo en El Sonido del Metal y realizador de Encantadora por Sorpresa (Lovely by Surprise, 2007), suerte de relectura del cine de Charlie Kaufman y Michel Gondry, y está consagrado al derrotero verídico de Jeffrey Manchester (Tatum), veterano de la 82ª División Aerotransportada del Ejército de Estados Unidos que entre 1998 y 2000 robó aproximadamente unos 45 locales de McDonald’s a lo largo de todo el país. Divorciado de su esposa, Talena (Melonie Díaz), y padre de tres hijos, dos gemelos y una nena un poco más grande, Becky (Alissa Marie Pearson), el hombre de hecho es arrestado en el octavo cumpleaños de esta última porque los medios de comunicación lo transformaron en un bandido conocido como El Hombre del Techo, ese “Roofman” del título, ya que solía ingresar a los McDonald’s martillando fuerte la azotea para luego encerrar a los empleados en la cámara frigorífica y llevarse el efectivo de las registradoras y/ o la caja fuerte. Con una sentencia de 45 años de prisión en el Estado de Carolina del Norte y una Talena que se buscó otro macho y le impide ver a sus vástagos, Jeffrey consigue un trabajo en el taller del presidio de turno, Brown Creek, y logra escapar en 2004 a través de una plancha de madera pintada de negro que coloca justo debajo de un camión de reparto para esquivar los controles de la puerta. Como no puede acercarse a sus hijos porque están vigilados, haciendo autostop llega a la ciudad de Charlotte y se esconde en una sucursal de una cadena de jugueterías, Toys “R” Us, donde desactiva las cámaras de seguridad, sobrevive comiendo golosinas e incluso roba videojuegos para revenderlos por algunos dólares. Mientras desarrolla una relación romántica con una empleada del lugar, Leigh Wainscott (Kirsten Dunst), madre soltera de dos hijas adolescentes, Lindsay (Lily Collias) y Dee (Kennedy Moyer), Jeffrey planea exiliarse en Venezuela con documentos falsos que le conseguirá un amigo y también veterano marcial, Steve (LaKeith Stanfield).

 

Pronto queda en primer plano una serie de mecanismos de supervivencia aprovechando la rutinización social, el déficit de atención, un individualismo ridículo, la codicia bobalicona empresaria y la mediocridad en general de la humanidad del Siglo XXI, por ello desde el vamos las habilidades manuales, la tranquilidad mundana y el hecho de esconderse o pasar desapercibido constituyen los pivotes para escapar del castigo desproporcionado/ injusto/ demencial que le imponen al protagonista por robar dinero corporativo a una multinacional de comida chatarra como McDonald’s, compañía que envenena a millones de imbéciles en todo el planeta. En este sentido la basura comercial capitalista para lobotomizados por el mercado, léase la parafernalia de Toys “R” Us, hoy muta en un refugio de un delincuente hecho y derecho, además la película parece burlarse de la corrección política eligiendo a un enano como villano tácito, Mitch (Peter Dinklage), el gerente impiadoso y basureador de la juguetería, y a una madre/ ex pareja como una arpía que priva de sus hijos al progenitor, la mencionada Talena. Cianfrance maneja un naturalismo siempre eficaz que se ubica a mitad de camino entre la comedia criminal sesentosa, el drama testimonial y efectivamente la sátira anticapitalista que adora pegarle al sistema judicial y carcelario, al emporio baladí del consumo masivo e incluso a los beatos dóciles de siempre, en este último caso mediante la iglesia evangélica a la que concurre Wainscott, una encabezada por el pastor Ron Smith (Ben Mendelsohn) que acepta sin cuestionamientos la patraña que Jeffrey le dice a la mujer para no andar dando demasiadas explicaciones sobre su nueva identidad, John Zorn como el célebre saxofonista, eso de ser un “agente encubierto” del gobierno. Como afirmábamos anteriormente, Tatum está perfecto y el film subraya que cuando existe un proyecto valioso el actor puede destacarse en ambos registros, el cómico y el dramático, y en toda la gama de grises intermedios, sin duda la especialidad de una obra ambigua como la que nos ocupa.

 

La personalidad falsa, su condición de espía incapaz de hablar de sus actividades, ridiculiza a la policía y los servicios de inteligencia, por un lado, y a las agencias federales encargadas de aprehenderlo sin demora, por el otro lado, del mismo modo que el rol de cuasi parentela suplente del clan de su novia, Wainscott, humaniza a Manchester junto con la pérdida de la familia original y el mismo acto desesperado de vivir durante unos seis meses oculto en una juguetería, espacio que le permite construir un alter ego como si se tratase de una segunda oportunidad en la vida. Un Buen Ladrón se mantiene bastante cerca de los acontecimientos reales, toda una rareza en un enclave hollywoodense amigo de las fantasías, porque salvo algunos detalles, en línea con el arresto inicial en el cumpleaños de Becky o la presencia del amigo negro, Steve, y su bimbo caucásico reglamentario, Michelle (Juno Temple), el grueso del periplo de Jeffrey en pantalla obedece a la praxis histórica, lote en el que entran su idea de robar el Toys “R” Us y los preparativos del caso, como llevarse un arma de una casa de empeños o incendiar el consultorio de una odontóloga para eliminar los registros debido a una catarata de caries por comer tantos M&M’s, ya quedando fuera de la realidad el gracioso episodio en el que Mitch, cantando de noche Don’t Speak (1995), de No Doubt, se cruza con el fugitivo desnudo en pleno baño, confundiéndolo con un linyera que se coló en las instalaciones. A medida que avanza el metraje va surgiendo una idea que marca a fuego el film, nos referimos a la sustitución de una cárcel por otra especie de mazmorra, la tienda, un edificio en el que Manchester improvisa un hogar, concretamente en un hueco detrás de un expositor de bicicletas, pero que continúa oficiando de calabozo porque nunca puede abandonarlo del todo, por ello la burbuja que Jeffrey crea para no quedarse solo o para compensar el faltante, su clan de antaño, cada día resulta más y más peligrosa ya que se arriesga a que lo reconozcan y/ o eventualmente lo encuentren dentro de la juguetería.

 

Más allá de la evasión de las autoridades en su conjunto, la dignidad mancillada aparece en la película vía el episodio con Mitch y sobre todo la tendencia a denigrarlo de Lindsay, la hija mayor y mierdosa de Leigh que el hombre con el tiempo termina “ganándose” después de comprar un Chrysler Concorde para enseñarle a conducir. La epopeya oficia de retrato tanto de la clandestinidad en yanquilandia y el grotesco mendaz detrás del sueño americano como de la dificultad al momento de formar una nueva parentela cuando la anterior está mayormente suprimida por la discriminación que sufren los varones en el derecho familiar en términos macros, con o sin prontuario. Los techos endebles, la explotación laboral, la pirotecnia musical cristiana y el consumismo navideño más estúpido, contexto para el robo final en el Toys “R” Us, se dan cita como parte de la idiosincrasia de Estados Unidos y de la transferencia de riqueza desde el proletariado y la pequeña burguesía hacia la oligarquía especuladora más concentrada del globo. En el último tramo, asimismo en consonancia con el trasfondo real, se retoma el fetiche del film noir vinculado a las hembras entregadoras a la lacra policial, algo sostenido en esa traición de Wainscott que nos reenvía a la debacle pasiva o activa detrás de lo femenino en La Jungla de Asfalto (The Asphalt Jungle, 1950), de John Huston, y Casta de Malditos (The Killing, 1956), de Stanley Kubrick, en Un Buen Ladrón conectando pasado y presente porque el arresto del desenlace duplica en parte el del comienzo, ambos con un telón de fondo festivo y tragicómico. Este quinto y sorprendente largometraje de Cianfrance como director es un opus diminuto, humanista y con un corazón enorme como aquellos de otras épocas, antes de que la basura mainstream posmoderna todo lo ensuciase con su “entretenimiento” y “contenido” para energúmenos, necios, analfabetos culturales y neofascistas del montón que desconocen toda valoración artística o se la pasan promediando hacia abajo el ámbito intelectual, político e ideológico de nuestra sociedad…

 

Un Buen Ladrón (Roofman, Estados Unidos, 2025)

Dirección: Derek Cianfrance. Guión: Derek Cianfrance y Kirt Gunn. Elenco: Channing Tatum, Kirsten Dunst, Peter Dinklage, Ben Mendelsohn, LaKeith Stanfield, Juno Temple, Melonie Díaz, Lily Collias, Kennedy Moyer, Alissa Marie Pearson. Producción: Duncan Montgomery, Alex Orlovsky, Lynette Howell Taylor, Jamie Patricof y Dylan Sellers. Duración: 126 minutos.

Puntaje: 8