Tras el éxito de Christiane F. (Christiane F.- Wir Kinder vom Bahnhof Zoo, 1981), el crudo film convertido en obra de culto basado en las entrevistas realizadas por los periodistas alemanes Kai Hermann y Horst Rieck a la adolescente Christiane Felscherinow y publicadas bajo el título Nosotros los Chicos de la Estación del Zoo (Wir Kinder vom Bahnhof Zoo, 1978), el realizador Uli Edel logró saltar a Hollywood con un film igual de polémico, Última Salida a Brooklyn (Last Exit to Brooklyn, 1989), la adaptación del volumen de relatos homónimo escrito por Hubert Selby Jr. Publicado en 1964 en forma de libro, los seis cuentos que componen la obra consiguieron una aclamación directa por parte de la comunidad beatnik, Allen Ginsberg y William Burroughs y los ámbitos contraculturales y el rechazo de todo el resto de la sociedad conservadora, lo que le valió al autor y su obra un juicio por obscenidad en Inglaterra. Uli Edel condensa en la película los seis relatos en una sola historia entrelazada respetando la estructura narrativa de los cuentos de Selby Jr., básicamente una escalada de violencia en la que la miseria humana aflora en toda su dimensión, organización que el autor emulará en sus posteriores guiones cinematográficos cuando en la década del dos mil pruebe suerte con Réquiem para un Sueño (Requiem for a Dream, 2000), de Darren Aronofsky, y Fear X (2003), de Nicolas Winding Refn.
Ambientada en la década del cincuenta, la película narra las vicisitudes de los habitantes del barrio de Sunset Park en Brooklyn, Nueva York, una zona obrera sacudida por una huelga en una fábrica que es la fuente de trabajo de la mayoría de los varones del barrio y sustento de todo el entramado social. En medio de esta huelga con piquete incluido para que no ingrese ningún camión al predio, los soldados apostados en uno de los cuarteles de la zona que esperan para partir a alguno de los conflictos norteamericanos en el mundo salen de parranda en sus días de descanso para buscar prostitutas y se enfrascan en trifulcas violentas con los lúmpenes desocupados del lugar en una especie de batalla territorial. En este contexto de violencia cotidiana, Tralala (Jennifer Jason Leigh), una joven prostituta, se gana la vida junto a sus amigos proletarios, una banda liderada por Vinnie (Peter Dobson), atrayendo a jóvenes marineros para que los muelan a golpes y los ataquen con la complicidad de la policía, que no hace nada para prevenir ni desincentivar este tipo de comportamiento. Todas estas tropelías pasan ante la atenta mirada de Harry Black (Stephen Lang), el encargado de la sede local del sindicato y responsable del piquete, que observa con cierta diversión y algo de placer perverso cómo los jóvenes delincuentes amigos de él cazan a los inexpertos soldaditos. Esta dinámica se rompe cuando Vinnie y sus amigos no intervienen para robarle a uno de los marineros atraídos por Tralala a un descampado, por lo que la mujer termina realizándole una felatio al soldado, tras lo cual el dinero de la transacción le es arrebatado por sus supuestos amigos, lo que la impulsa a llevar el comercio sexual hacia Manhattan con las siguientes víctimas. Por otra parte, Harry, agobiado por su reciente paternidad y la responsabilidad de aguantar el piquete ante la angustia de los operarios, es invitado por Vinnie y su banda de trogloditas a una fiesta con travestis organizada por Georgette (Alexis Arquette), donde se enamora de Regina (Bernard Zette), una drag queen. Bie Joe (Burt Young), un trabajador de la fábrica de origen humilde y conservador italiano, acaba de enterarse de que su hija está embarazada y el culpable, un joven operario de la fábrica, ni siquiera lo sabe, por lo que intima a Tommy (John Coistelloe), el muchacho en cuestión, a casarse con su hija a la brevedad.
Todas estas historias tienen algo en común, ponen en funcionamiento un mecanismo de destrucción del statu quo que para algunos significará la muerte. Tralala irá de soldado en soldado hasta que inicie una relación con Freddy (James Lorinz), un marino que debe zarpar en un par de días. Tras su partida la mujer se sume en una depresión que la llevará a emborracharse, ofrecer su cuerpo públicamente en un bar y terminar abusada por todos los soldados que estaban en el lugar, violación que cesa cuando Spook (Cameron Johann), el hijo menor de Big Joe, arremete contra los abusadores sexuales. Harry se enamora de Regina y se queda dormido, por lo que no se entera que los dueños de la fábrica han contratado a un grupo de esquiroles para romper el piquete y sacar su producto del recinto, lo que toma desprevenidos a los trabajadores y luego conduce a una noche de violencia y represión con los huelguistas del sindicato atacando a los camiones que intentan salir y la policía reprimiendo, todo en una escena apoteósica que parece más una batalla medieval que una huelga.
Cada uno de estos personajes está atrapado en su miseria, en sus problemas personales, en su dinámica que lo conduce a la autodestrucción. Sin darse cuenta todos se dirigen hacia la tragedia sin poder huir. Abusan del alcohol e intentan evadirse pero la realidad está demasiado cerca, la pueden tocar. Aquí hay a la vez una represión total y una abolición de los tabúes. La sexualidad está liberada, al igual que la violencia, pero esa libertad es en realidad parte del camino de la autodestrucción, una carretera directa hacia la tragedia a la que los personajes se aproximan a toda velocidad. En cada escena hay algo de patético en los personajes, Harry humillándose ante Regina, Spook intentando cortejar a Tralala, Tralala intentando emborrachar a los soldados para robarles, Freddy enamorado de Tralala tras pasar junto a ella un par de días, Boyce (Jerry Orbach) pagándole a Vinnie y su banda para destruir el deposito de camiones de los esquiroles, la reunión en la que se decide mantener la huelga y se acusa a Boyce de izquierdista, etc. El ridículo y la tragedia van aquí de la mano en todo momento.
En este sentido, si bien la película, al igual que la novela de Selby Jr., tiene un altísimo nivel de violencia y sufrimiento, también hay momentos cómicos, como las peleas entre Big Joe y su yerno, Tommy, la actitud altanera de Tralala en los bares anticipando la atracción que genera su presencia, su piel blanca y tersa, sus tetas y su cabellera rubia en los soldados o las escenas en el antro travesti con la primera experiencia homosexual de muchos de ellos. Pero en cada una de estas secuencias lo cómico es un dispositivo para adentrarse en la violencia. En la tertulia con los travestis la banda de Vinnie pretende violar a una menor de edad que oficia de camarera, hay golpes e insultos, las peleas entre Big Joe y Tommy son intensas y en ambas oportunidades casi terminan en una debacle, por dar solo algunos ejemplos.
El mayor acierto de la película es la exitosa combinación de los relatos de Hubert Selby Jr. por parte del guionista Desmond Nakano, entrelazando las historias del fallecido escritor norteamericano de manera que fluyen armoniosamente en crudos retratos de la violencia cotidiana donde los conflictos sociales están a la orden del día. El productor Bernd Eichinger y el director Uli Edel venían intentando adaptar la historia de Selby Jr. al cine desde antes de Christiane F., lo que no hubiera sido posible si Nakano no hubiera logrado encontrar un eje para acoplar todos los cuentos.
Este eje es la humanidad de los personajes, una frescura trágica cargada de violencia que los conduce hacia el desastre, ese intento fallido de escapar del destino que siempre conduce a la tragedia, esa búsqueda infructuosa del amor en el lugar equivocado. Tralala es una joven que intenta salir adelante con lo único que tiene a mano, su cuerpo, por lo que la escena en la que lo entrega a los soldados para que estos hagan lo que quieran es a la vez su liberación de esa prisión y su perdición, la destrucción de ese cuerpo que parece un santuario por parte de una horda. El sueño de Spook de tener una moto y así conseguir la atención de Tralala se convierte en su pesadilla cuando presencia la escena de la violación en manada e interviene para pararla. Georgette, enamorada de Vinnie, parece no darse cuenta de que al joven poco le importa, mientras que Harry queda devastado cuando Regina lo rechaza tras ser despedido por el representante de la seccional del sindicato, Boyce, por quedarse dormido y robar dinero de la caja para el fondo de la huelga para sus gastos personales. La de Harry será la caída más pronunciada, mientras que para Big Joe la sorpresa del embarazo de su hija y la pelea con su futuro yerno son los prolegómenos de un futuro promisorio en familia, la reproducción de un estilo de vida. Vinnie, en cambio, encontrará junto a su banda de lúmpenes su lugar en el sindicato como mano de obra tercerizada, ganando dinero por hacer volar los camiones de la empresa que rompió el piquete, una representación lejos del romanticismo revolucionario del accionar de los grandes sindicatos durante las huelgas.
Al igual que en Christiane F., Uli Edel ofrece aquí imágenes difíciles de olvidar, de una ferocidad enorme, como la de la represión y el ataque frenético de los huelguistas contras los camiones de los esquiroles, la golpiza a Harry por parte de la banda de Vinnie, la agresión sexual de Harry contra su esposa o la violación en manada contra Tralala. En cada una de estas secuencias el conflicto social borra la fina división entre marginales y marginados, convirtiendo a los habitantes de Sunset Park en una sola entidad, las víctimas de una violencia del capital que encauza esa agresión contra su misma comunidad o contra los soldados, que son los invasores del barrio. En este sentido, los soldados son representados como una fuerza de ocupación, los que ostentan un salario en medio de la huelga en la que nadie cobra su jornal, una fuerza que debe ser combatida, enfrentada y expulsada.
El director de fotografía Stefan Czapsky, que se volvería muy conocido por su labor un año más tarde en El Joven Manos de Tijera (Edward Scissorhands, 1990), el film de Tim Burton, crea una atmósfera oscura, gris y ominosa, deprimente, sórdida como la de Taxi Driver (1976), una película con la que Última Salida a Brooklyn tiene algunas similitudes. A diferencia de las anteriores bandas sonoras que Mark Knopfler había creado, en Última Salida a Brooklyn la música orquestada de violines suena muy diferente de las canciones perfectas junto a Dire Straits, logrando una sintonía con la imagen a partir de la contraposición, salvo en la escena de la represión y el piquete contra los camiones que intentan salir de la fábrica, donde la música acompaña a las imágenes de violencia con una orquesta desenfrenada. En la mayoría de las secuencias la música busca una humanidad de la que los personajes parecen carecer y que es la verdadera esencia humana, con un violín apacible y cálido que contrasta con la dureza de las imágenes.
La película tiene actuaciones muy destacadas, especialmente la de Jennifer Jason Leigh, que sobresale como una prostituta arquetípica del término despectivo estadounidense “white trash” (basura blanca), que refiere a los marginados de movilidad descendente, los protagonistas de esta historia. Burt Young tiene una gran labor como Big Joe e incluso hay una escena en un taxi donde aparece el propio escritor, Hubert Selby Jr. Aquí también se dan cita algunos actores muy jóvenes que tenían muy pocas películas en su carrera, como Sam Rockwell y Stephen Baldwin, dos integrantes de la banda de Vinnie, y Stephen Lang o Alexis Arquette, que se convertirán años más tarde en intérpretes de cierto renombre.
Última Salida a Brooklyn, una obra inspirada por los escritos de los beatniks, especialmente William Burroughs, pero también por la obra de los escritores franceses Jean Genet y André Gide, es una historia sobre la relación entre la humanidad y la violencia, la imposibilidad de la humanidad de alejarse de ella, y sobre cómo secretamente el ser humano la anhela creando estos espacios marginales donde se esconden y habitan las capas desposeídas por el capital, alejándose así de su mejor versión para convertirse en la peor basura.
Última Salida a Brooklyn (Last Exit to Brooklyn, Estados Unidos/ Reino Unido/ República Federal de Alemania, 1989)
Dirección: Uli Edel. Guión: Desmond Nakano. Elenco: Jennifer Jason Leigh, Stephen Lang, Burt Young, Peter Dobson, Jerry Orbach, Stephen Baldwin, Sam Rockwell, Maia Danziger, Camille Saviola, Ricki Lake. Producción: Bernd Eichinger. Duración: 103 minutos.