Golpe Bajo (The Longest Yard)

La dignidad en el campo de juego

Por Emiliano Fernández

En el nuevo milenio ya casi nadie tiene presente a Burt Reynolds y los pocos cinéfilos que lo recuerdan es probable que pretendan recuperar alguna de sus participaciones de diversa envergadura en obras bastante tardías como Sin Censura (Switching Channels, 1988), de Ted Kotcheff, La Prueba del Crimen (Physical Evidence, 1989), de Michael Crichton, Las Reglas del Juego (The Player, 1992), de Robert Altman, Striptease (1996), de Andrew Bergman, Ruth, una Chica Sorprendente (Citizen Ruth, 1996), de Alexander Payne, Bean (1997), de Mel Smith, y la archiconocida Juegos de Placer (Boogie Nights, 1997), de Paul Thomas Anderson, sin embargo el señor fue uno de los actores más famosos de Hollywood entre principios de la década del 70 y mediados de los años 80, cuando después de un largo derrotero en el teatro, la televisión y el mismo séptimo arte consigue saltar desde fiascos como Arma de Dos Filos (Shark!, 1969), de Samuel Fuller, y aquel western marginal de Navajo Joe (1966), de Sergio Corbucci, 100 Rifles (1969), de Tom Gries, y Sam Whiskey (1969), de Arnold Laven, hasta su hoy legendaria intervención como Lewis Medlock en Amarga Pesadilla (Deliverance, 1972), gran joya del cine de aventuras de John Boorman. Mientras entregaba una seguidilla de clásicos tontuelos de las rutas como Los Traficantes (White Lightning, 1973), de Joseph Sargent, El Simpático Farsante (W.W. and the Dixie Dancekings, 1975), de John G. Avildsen, y el memorable tríptico de Dos Pícaros con Suerte (Smokey and the Bandit, 1977), Hooper (1978) y Los Locos del Cannonball (The Cannonball Run, 1981), todas ellas de su amigote Hal Needham, Reynolds construyó una trayectoria errática basada en su figura de sex symbol, su frescura naturalista como actor y aquel humor juvenil marca registrada curiosamente autoparódico y muy sarcástico, así las cosas pronto convivieron anomalías como Shamus, Pasión por el Peligro (Shamus, 1973), de Buzz Kulik, Cuando los Hombres Matan (The Man Who Loved Cat Dancing, 1973), de Richard C. Sarafian, y La Mejor Casita del Placer (The Best Little Whorehouse in Texas, 1982), de Colin Higgins, con desastres de alto perfil como Los Aventureros de Lucky Lady (Lucky Lady, 1975), de Stanley Donen, El Amante Audaz (Semi-Tough, 1977), de Michael Ritchie, y especialmente Ciudad Ardiente (City Heat, 1984), propuesta fallida de Richard Benjamin y coprotagonizada por un Clint Eastwood que hizo despedir a Blake Edwards.

 

A diferencia de lo mejorcito de su producción artística como director y protagonista, léase Gator (1976), El Final (The End, 1978) y La Brigada de Sharky (Sharky’s Machine, 1981), y de aquellas estrafalarias colaboraciones con Woody Allen en Todo lo que Usted Siempre Quiso Saber sobre el Sexo pero Temía Preguntar (Everything You Always Wanted to Know About Sex But Were Afraid to Ask, 1972), Peter Bogdanovich en Al Fin Llegó el Amor (At Long Last Love, 1975) y Nickelodeon (1976), Mel Brooks en Película Muda (Silent Movie, 1976), Alan J. Pakula en Comenzar de Nuevo (Starting Over, 1979), Don Siegel en Ladrón por Excelencia (Rough Cut, 1980), Norman Jewison en Amigos Íntimos (Best Friends, 1982) y el mencionado Edwards en Mis Problemas con las Mujeres (The Man Who Loved Women, 1983), la remake del film de 1977 de François Truffaut, Golpe Bajo (The Longest Yard, 1974), el primero de los dos trabajos de Reynolds con Robert Aldrich, funciona de maravillas porque consigue canalizar el magnetismo/ carisma/ talento/ look de galán de Burt en una trama que se sostiene por peso propio y no está creada alrededor de la estrella o, por el contrario, se burla de su estampa asignándole un cameo o una participación más bien secundaria, de hecho hasta se podría decir que el film que nos ocupa rankea en punta como parte de la “santa trilogía” del intérprete, una que se completa con Amarga Pesadilla y Dos Pícaros con Suerte, obras que dejan muy atrás a la otra faena que unió al actor y el director, Desquite Fatal (Hustle, 1975), opus criminal menor pero ameno en la tradición de Shamus, Pasión por el Peligro y La Brigada de Sharky. El guión de Tracy Keenan Wynn, aquel de La Piscina Mortal (The Drowning Pool, 1975), de Stuart Rosenberg, y El Abismo (The Deep, 1977), de Peter Yates, y la historia original del asimismo productor Albert S. Ruddy, célebre tanto por Los Locos del Cannonball y El Padrino (The Godfather, 1972), de Francis Ford Coppola, como por ser el núcleo de La Oferta (The Offer, 2022), la interesante miniserie de Michael Tolkin para Paramount+ sobre la cocina del film con Marlon Brando y Al Pacino, están inspirados en el Partido de la Muerte del 9 de agosto de 1942, cuando en la Ucrania ocupada por los nazis de la Segunda Guerra Mundial el FC Start o Football Club Start, equipo autóctono con jugadores del Fútbol Club Dinamo de Kiev, le ganó 5-3 a pura osadía suicida al Flakelf, conjunto representativo de la Fuerza Aérea Alemana o Luftwaffe.

 

Paul Crewe (Reynolds) es un mariscal de campo/ quarterback que se dedica de lleno a las borracheras y al hedonismo de nunca acabar porque jamás le interesó demasiado el deporte y además arrastra una muy mala reputación por haber aceptado un soborno para boicotear un match que le generó ser expulsado de la Liga Nacional de Fútbol Americano (National Football League), para colmo recibe una sentencia de 18 meses de cárcel luego de pelearse con su novia adinerada, Melissa (Anitra Ford), robarle un coche, huir de la policía a toda velocidad, arrojar el lindo Citroën SM a las aguas de un muelle y enfrentarse a un par de uniformados en un bar de mala muerte. Trasladado a Citrus, la prisión estatal de Georgia, Crewe es amedrentado por el Capitán Wilhelm Knauer (Ed Lauter), la mano derecha del alcaide/ director fascistoide y sádico del presidio, Rudolph Hazen (Eddie Albert), para que no acepte el puesto de entrenador del equipo de fútbol americano local, uno compuesto por guardias de Citrus, ya que ese lugar actualmente lo ocupa el mismo Knauer, quien encima juega dentro del marco semiprofesional del campeonato estatal. En un inicio rechaza la invitación de Hazen pero eventualmente la acepta por el rigor de los trabajos de los internos en un pantano cercano y los malos tratos de los guardias y los otros prisioneros, quienes se mofan de su otrora fama y le reprochan el hecho de haberse vendido al mejor postor, así pacta con el alcaide un “partido de puesta a punto” antes del comienzo propiamente dicho de la liga con un equipo improvisado de reos, colectivo que construye de la nada y pasa a entrenar junto con tres asistentes, Nate Scarboro (Michael Conrad), otro atleta profesional de antaño, James Farrell (James Hampton), todo un especialista en contrabando, y un tal Pop (John Steadman), recluso veterano que 30 años atrás se peleó con Hazen. Paul no sólo debe soportar la presión de Knauer y Hazen sino también el espionaje de un reo psicópata, Unger (Charles Tyner), que le pasa datos al primero y pretende reemplazar a Farrell, por ello intenta matar a Crewe vía una bombilla con gasolina pero termina asesinando a James, el cual es consumido por las llamas sin que nadie pueda socorrerlo porque el verdugo cierra de inmediato la puerta de la celda. El episodio es utilizado por el director para extorsionar a Crewe durante el partido para que su equipo, bautizado Máquina Malvada (Mean Machine), pierda por una holgada diferencia de 21 puntos, algo que no ocurre contra todo pronóstico.

 

Aldrich, un realizador mítico que entregó obras maestras de la talla de Vera Cruz (1954), El Beso Mortal (Kiss Me Deadly, 1955), Ataque (Attack, 1956), ¿Qué Pasó con Baby Jane? (What Ever Happened to Baby Jane?, 1962), Cálmate, Dulce Carlota (Hush Hush, Sweet Charlotte, 1964), Doce del Patíbulo (The Dirty Dozen, 1967), La Venganza de Ulzana (Ulzana’s Raid, 1972) y El Emperador del Polo Norte (Emperor of the North Pole, 1973), entre otras joyas, aquí ofrece su último convite valioso y su mejor “cuasi comedia” porque su incursión previa en el rubro dejó bastante que desear, 4 por Texas (4 for Texas, 1963), y todas sus obras posteriores, Desquite Fatal más El Día que Estalló el Infierno (Twilight’s Last Gleaming, 1977), Los Muchachos del Coro (The Choirboys, 1977), El Rabino y el Pistolero (The Frisco Kid, 1979) y Las Muñecas de California (All the Marbles, 1981), no estuvieron a la altura de las esplendorosas realizaciones del pasado. En sí Golpe Bajo es demasiado violenta para ser una gesta deportiva, demasiado realista sucia para una comedia pasatista del montón, demasiado contracultural para una propuesta estándar de acción del Hollywood descerebrado y demasiado salvaje, ampulosa y trágica para calificar como un vehículo comercial paradigmático de Reynolds, de allí que el film mantenga aún hoy su encanto deforme y continúe provocando una fascinación irrefrenable entre el público y la crítica que ninguna de las otras exégesis del Partido de la Muerte despierta, pensemos en los otros dos trabajos memorables anglosajones, Los Chicos de la Compañía C (The Boys in Company C, 1978), de Sidney J. Furie, y Escape a la Victoria (Victory, 1981), de John Huston, en el díptico comunista, Match en el Infierno (Két Félidö a Pokolban, 1961), del gran Zoltán Fábri, y El Tercer Tiempo (Tretiy Taym, 1963), de Yevgeni Karelov, y en la friolera de tres remakes del opus de Aldrich, Tiro Penal (Mean Machine, 2001), de Barry Skolnick, Golpe Bajo: El Juego Final (The Longest Yard, 2005), de Peter Segal, y Capitán Masr (Captain Masr, 2015), del egipcio Moataz El Tony. Aquí el cineasta, como siempre retomando la redención de su venerada Carne y Espíritu (Body and Soul, 1947), un clásico boxístico de Robert Rossen en el que ofició de asistente de dirección, se sirve de la picardía de base de un magistral Burt para pensar las paradojas identitarias, humanas y éticas de un quarterback que se mueve entre el facilismo acomodaticio o abúlico del mercado y un hambre de rebeldía que lo lleva a contradecir el mandato del alcaide y a luchar sin más por su propia dignidad en el campo de juego, uno que comparte con un surtido extraordinario de personajes que se suman al cónclave de Máquina Malvada y abarcan a Sonny Tannen (Sonny Shroyer), un retrasado mental forzudo, Indio (Sonny Sixkiller), precisamente un nativo americano que trabaja en los confines de la cárcel, George Granada (Richard Kiel), recluso que levanta pesas y padece gigantismo, Granville (Harry Caesar), un negro entrado en años, y Connie Shokner (Robert Tessier), temible carnicero que además es un karateca. Apelando a pinceladas grotescas, en línea con el cruel asesinato de Farrell y unas coristas travestis afroamericanas, y a recursos vanguardistas de entonces, como la pantalla dividida y una cámara lenta preciosista, la película es una odisea tan adrenalínica y efusiva como graciosa e inteligente que ofrece sabiduría de izquierda y deja en vergüenza al grueso del cine deportivo, subrayando que la masculinidad sublevada y socarrona es la única valedera porque se planta frente a la filosofía del miedo y la violencia del poder necio capitalista…

 

Golpe Bajo (The Longest Yard, Estados Unidos, 1974)

Dirección: Robert Aldrich. Guión: Tracy Keenan Wynn. Elenco: Burt Reynolds, Eddie Albert, Ed Lauter, Michael Conrad, James Hampton, Harry Caesar, John Steadman, Charles Tyner, Anitra Ford, Richard Kiel. Producción: Albert S. Ruddy. Duración: 121 minutos.

Puntaje: 10