Quentin Dupieux, conocido en el ambiente musical de la electrónica minimalista como Mr. Oizo, en las últimas dos décadas ha construido una obra única que no se parece a nada en el paupérrimo y redundante séptimo arte del Siglo XXI y su tendencia a inflar la duración de las películas con idioteces innecesarias, hablamos de un parisino que detenta la capacidad de meter en la licuadora el surrealismo de Luis Buñuel y Charlie Kaufmann, el primero sarcástico y el segundo de naturaleza bien melancólica, y las ironías también iconoclastas e inclasificables de compatriotas como Bertrand Blier y Jacques Tati, el primero punzante y demoledor en sus fábulas sobre los márgenes sociales y el segundo un genio en este mismo arte de la miniaturización mordaz que desnuda el quid mismo de cada escena. La carrera del señor es un tanto inabarcable porque dentro de cada propuesta echa mano de múltiples recursos discursivos que quiebran toda lógica banal del espectro mainstream, sin embargo su trabajo puede dividirse a grandes rasgos entre la buddy movie demente de Steak (2007), Wrong Cops (2013), Keep an Eye Out (Au Poste!, 2018) y Mandibles (Mandibules, 2020), el slasher bastante abstracto de Rubber (2010) y Deerskin (Le Daim, 2019), la reflexión metadiscursiva de Nonfilm (2002), Reality (Réalité, 2014), Yannick (2023) y ¡Daaaaaalí! (2023), la fantasía paródica de Incredible But True (Incroyable Mais Vrai, 2022) y Smoking Causes Coughing (Fumer Fait Tousser, 2022) y aquel film noir deforme de Wrong (2012), en esencia un derrotero que comienza en Francia, se traslada temporariamente a Estados Unidos -el ciclo de Rubber, Wrong, Wrong Cops y Reality– y desemboca en un regreso a la “madre patria” a tiempo completo para de a poco incrementar la fecundidad creativa a un ritmo que se condice con el crecimiento del estatus de autor de culto de Dupieux dentro de la comunidad cinéfila global y por supuesto con la disponibilidad de mayores presupuestos y unas estrellas galas de renombre dispuestas a sumarse a cada nuevo desvarío del cineasta.
Nuestro querido Quentin, el imaginativo de verdad y no el cleptómano vacuo de Tarantino que prácticamente se ubica en las antípodas con respecto al sustrato necrofílico o a lo sumo aletargado de su cine desde comienzos del nuevo milenio, no ha tenido problema alguno en aseverar que ha estado esperando este reconocimiento reciente desde hace mucho tiempo no tanto por la legitimidad tardía intra industria del cine de por sí sino más bien debido a que le permite ser más prolífico o mejor dicho comenzar a filmar todos los guiones que se fueron acumulando a lo largo de los años por no encontrar financiamiento alguno dentro del conservadurismo insoportable de hoy en día, por ello el promedio de una película por año desplegado a partir de Keep an Eye Out -con un único “bache” en el 2021- se ha mantenido firme e incluso llegó a dos realizaciones en 2022 y 2023, nos referimos respectivamente a por un lado Incredible But True, faena sobre una insólita casa con un conducto misterioso que rejuvenece a todas las personas tres días, las llena de hormigas en su interior y permite avanzar doce horas en el tiempo, y Smoking Causes Coughing, una gesta sobre la llamada Fuerza Tabaco símil sátira de los escuadrones ridículos a lo Power Rangers (1993-2024) y el tokusatsu en general de superhéroes, y por el otro lado Yannick, análisis bastante adusto acerca de la distancia en recepción/ interpretación del arte y el conformismo cruzado del público, la crítica y la fauna cultural arriba del escenario, y ¡Daaaaaalí!, otro experimento autoreflexivo pero volcado a un formato de moda, las biopics, y con un trasfondo atribulado modelo Nonfilm y Reality. De este grupito de flamantes films destaca en especial Yannick, una joya que parece una ampliación retórica de aquella presencia de los espectadores en buena parte de Rubber y en el recordado desenlace de Keep an Eye Out, maravilla diminuta que sitúa en primer plano el tantas veces esquivado -o dado por sentado y muy bastardeado- involucramiento del público en la narración o el planteo dramático que sella la experiencia.
El contexto principal se condice con una representación en una sala parisina clásica y aquí cuasi vacía, el Théâtre des Bouffes-Parisiens, de una obra correspondiente a la vertiente cómica del teatro popular de bulevar, El Cornudo (Le Cocu), hoy protagonizada por tres actores, Paul Rivière (Pio Marmaï), el engañado en la ficción en cuestión, Sophie Denis (Blanche Gardin), la mujer con dos machos, y William Keller (Sébastien Chassagne), el amante reglamentario en este triángulo limitado a una cocina. Todo se desarrolla con tranquilidad hasta que uno de los miembros del público no aguanta su indignación ante la baja calidad de la puesta y decide interrumpir a viva voz la representación para quejarse, Yannick (el genial Raphaël Quenard), un vigilante nocturno que se pidió el día en el trabajo para concurrir a la función, vive en la lejana Melun, a 40 kilómetros de París, y de hecho tuvo que viajar 45 minutos en tren y caminar otros quince hasta llegar a la sala, por ello se ofende ante una velada que considera destruida por una obra para nada divertida que ni siquiera está siendo controlada por el director/ dramaturgo del caso, en esta jornada ausente cual capitán fugado del barco. A posteriori de un intercambio colérico de palabras con los actores, el obrero iletrado de la seguridad amaga con retirarse pero pronto regresa con un arma cuando escucha desde el lobby que se están burlando impunemente de él, así las cosas pide una laptop para escribir en el momento una obra de reemplazo y probar que hasta un guardia nocturno puede ofrecer algo mucho mejor que El Cornudo. De a poco se gana a los espectadores/ rehenes con su carácter descontracturado y ello despierta los celos de Rivière, el cual eventualmente le quita el revólver y lo humilla exigiéndole que lama el suelo, no obstante un técnico del teatro (Franck Lebreton) presencia el episodio, confunde a Paul con el secuestrador y lo golpea con un matafuegos, permitiendo a Yannick recuperar el control de la situación al punto de comenzar a dirigir la nueva obra desde el costado del escenario.
En Yannick aparece en un glorioso primer plano el choque de idiosincrasias de fondo, la proletaria rimbombante y muy pícara y autoritaria del sereno, cuya existencia sacrificada no le deja margen para la hipocresía o estupideces de los sectores medios y altos, y la burguesa de Rivière, el resto de los actores y casi todo el público, centrada en un pacto de sumisión de tipo comercial simplón en el que la salida siempre está disponible si no resulta agradable lo ofrecido, precisamente un reduccionismo porque la comodidad de algunos frente a la frustración y la proverbial mediocridad de nuestros días poco tiene que ver con la impronta combativa o ultra iracunda de otros bípedos que sí conocen lo que es sufrir a instancias de explotadores cotidianos de mierda. Recurriendo a un buen número de pivotes de su pasado reciente, en sintonía con la brevedad expositiva, la imprevisibilidad, el relato cuasi coral, el humor negro, los consabidos comentarios metadiscursivos, la crítica social y política y el ataque al racionalismo capitalista, y obviando inesperadamente otros recursos recurrentes, como por ejemplo su surrealismo estrafalario marca registrada, los personajes bizarros, el delirio, la fragmentación en viñetas y esa música kitsch o avant-garde, ahora reemplazada por unas hermosas composiciones para piano de la monja etíope Emahoy Tsegué-Maryam Guèbrou, Dupieux aquí no termina de demonizar a ninguna de las criaturas en pantalla y en todo caso se preocupa por humanizarlas con astucia en el final, cuando al trío de actores no le queda otra opción que interpretar la precaria obra de Yannick, una farsa sobre sujetos que despiertan del coma con un beso porque lo que realmente necesitan es amor, en este sentido la buena recepción del texto del guardia de seguridad, con los espectadores riéndose con complicidad, y la comunión entre los otrora enemigos, con Paul y Yannick emocionándose ante lo sucedido, contrasta con la intrusión de una sociedad que como siempre arruina toda la magia, en esta ocasión mediante la policía entrando al teatro para matar al protagonista…
Yannick (Francia, 2023)
Dirección y Guión: Quentin Dupieux. Elenco: Raphaël Quenard, Pio Marmaï, Blanche Gardin, Sébastien Chassagne, Agnès Hurstel, Jean-Paul Solal, Laurent Nicolas, Mustapha Abourachid, Sava Lolov, Franck Lebreton. Producción: Quentin Dupieux, Hugo Sélignac, Mathieu Verhaeghe y Thomas Verhaeghe. Duración: 67 minutos.