Desde el Ingenio Azucarero, de Dorothee Elmiger

La dulce dimensión de la explotación

Por Martín Chiavarino

Desde el Ingenio Azucarero (Aus der Zuckerfabrik, 2020), la tercera y última novela de una de las grandes promesas de la literatura experimental suiza, Dorothee Elmiger, es una obra inclasificable dentro de los parámetros y las categorías convencionales de la literatura moderna que se adentra en las tumultuosas aguas del posmodernismo para construir una prosa prismática, que abre bifurcaciones que unen a América, Europa y Oceanía a través de un denominador común, el azúcar, tanto su historia y su producción como su consumo y todo lo que la rodea.

 

De esta manera, la joven escritora propone una inusual combinación a partir de una investigación pormenorizada a modo de diario de pesquisas, compendio de apuntes personales que une tópicos tan disímiles como la vida de un ganador de la lotería suiza y el impacto de la industria azucarera en el desarrollo del capitalismo y la Revolución Haitiana, cuestiones que se mezclan con anécdotas de la vida de la narradora, una reportera o investigadora que le relata a su editor el progreso de su indagación periodística sobre la temática en cuestión en clave de borrador.

 

Elmiger escribe con una prosa experimental que elimina los límites entre pasado y presente como si sus recuerdos se hubieran fundido con un presente que a su vez se diluye en el pasado, como en la realidad misma, construyendo cuidadosas y breves oraciones encadenadas que denotan el avance del proceso de escritura y creación de la obra. Esta exploración literaria conduce al lector por un hilo invisible trazado a través de la experiencia del narrador y sus investigaciones, que llevan al lector hacia territorios inexplorados, notas al pie o comentarios dejados de lado por el canon que siguen las huellas del popular edulcorante que todo lo enhebra, uniendo de una forma única la estación de tren de Versalles-Chantiers con el carruaje con el que Edward Gibbon Wakefield secuestró a una chica de quince años para intentar conseguir la propiedad de sus padres, o los cruceros de Royal Caribean con los diarios del pintor francés Paul Gauguin, conformando distintas representaciones del colonialismo del pasado y del presente que florecen aquí como postales de una investigación tan heterodoxa como fascinante.

 

Elmiger intenta conducir su escritura hacia un proceso que busca crear una nueva forma de relacionar la mirada con la escritura, la percepción con la documentación, para darse cuenta de que ese mismo proceso seguramente transformará aquello escrito en un texto obsoleto producto de la reinterpretación del pasado, que será leído en otra época como una expresión de la imposibilidad de comprender el presente por parte de sus futuros contemporáneos.

 

En este sentido, la escritura de Elmiger es un remolino en el que todo lo que le ocurre mientras escribe irrumpe simultáneamente en el proceso de escritura para fundirse con los recuerdos y los textos que la autora cita y utiliza para apuntalar sus premisas y abrir nuevos cruces que conectan con la fenomenología del filósofo francés Maurice Merleau-Ponty, el cine del realizador galo Eric Rohmer y la realizadora de origen belga Chantal Akerman y hasta con un álbum experimental minimalista de Terry Riley, Persian Surgery Dervishes (1971).

 

Este derrotero lleva a la autora/ protagonista desde Suiza hasta Puerto Príncipe, en Haití, para descubrir la distancia y la cercanía que separan y unen a Europa del continente americano, una grieta que parece separar ambos territorios pero que en realidad los une inextricablemente. En la prosa de Elmiger hay una presencia muy marcada del cuerpo femenino como eje de las relaciones sociales. Citando a Merleau-Ponty a través de Fenomenología de la Percepción (Phénoménologie de la Perception, 1945), su obra magna, la autora discurre sobre esta presencia corporal que se desplaza en el mundo para reflexionar sobre distintos fenómenos alrededor de la ruta que el azúcar recorre, un camino que combina concupiscencia y codicia, que no se ciñe ni al tiempo ni al espacio pero que la narradora intenta asir de alguna manera, como granos de azúcar refinada que se escurren por sus manos.

 

Desde el Ingenio Azucarero es una obra erudita en la que se encuentran citas y lecturas de La Educación Sentimental (L’Éducation Sentimentale, 1869) y Madame Bovary (1856), de Gustave Flaubert, la vida de la mística española y fundadora de la orden religiosa de las Carmelitas Descalzas, Santa Teresa de Ávila, las proezas y la caída en desgracia del General Toussaint Louverture, líder de la revolución haitiana, y los comentarios de Karl Marx en El Capital (Das Kapital, 1867) que se mezclan con frases de La Amante de Lady Chaterley (Lady Chatterley’s Lover, 1928), de D.H. Lawarence, y con las ideas de las fantásticas obras de Ursula K. Le Guin. Pero aquí también aparece la prosa de la última Premio Nobel de Literatura, Annie Ernaux, fragmentos de La Dominación Masculina (La Domination Masculine, 1998), del sociólogo francés Pierre Bourdeau, y de Zama (1956), la novela más reconocida del escritor argentino Antonio Di Benedetto, o menciones a la obra de la historiadora de la filosofía Susan Buck-Morss que a su vez se funden con fragmentos de Thomas Bernhard y James Joyce. Los diarios del bailarín ruso Waslav Nijinsky también encuentran un lugar aquí junto con las notas clínicas del Caso Ellen West del psiquiatra suizo Ludwig Binswanger, pionero de la psicología existencialista e influenciado por las ideas de Martin Heidegger, Edmund Husserl y Martin Buber, cuyo sanatorio, Bellevue, es mencionado por Joseph Roth en La Marcha Radewsky (Radetzkymarsch, 1932).

 

Siguiendo las ideas de Marx, la autora propone que los ejes principales de la relación de Europa con el resto del planeta son la explotación y el colonialismo, señalando que es imposible entender este trazo que une a los continentes sin pensar en esta cuestión que atraviesa los océanos. Así Elmiger crea con su texto un gráfico que recorre el mundo para recabar en un estacionamiento en Estados Unidos o en el Río Swann, en el oeste de Australia, o en una clínica psiquiátrica suiza, lugares que se conectan con las tertulias de Adam Smith y con la migración de Marx a Inglaterra para escapar de la persecución política y la cárcel, espacios y momentos que siempre se cruzan con el azúcar, sus derivados y unas relaciones sociales producto de su explotación que marcan el pulso del relato.

 

Desde el Ingenio Azucarero, de Dorothee Elmiger, fue editado en castellano por la editorial independiente argentina Serapis, con una traducción de Carolina Previderé, para su serie de obras contemporáneas que traen al lector de habla castellana textos de autores poco conocidos. La editorial ya había editado y traducido la primera obra de la autora, Invitación para Temerarios (Einladung an die Waghalsigen, 2010), hace cinco años de la mano de la misma traductora, introduciendo a la escritora a los lectores en lengua castellana. Por ese libro Elmiger ganó el segundo premio del prestigioso concurso literario austríaco Ingeborg Bachmann, el galardón Aspekte-Literaturpreis a la mejor novela debut en alemán, y el Rauris Literature Prize, mientras que por su segunda novela, Sonámbulo (Schlafgänger, 2014), aún no traducida al español, ha ganado los premios Hermann-Hesse-Förderpreis, Erich Fried Prize y el Swiss Literature Award. Esta última novela de Elmiger, Desde el Ingenio Azucarero, la consagra sin dudas como una escritora que se mueve libremente en la narrativa experimental, ofreciendo una visión singular en la que los recuerdos se transforman en vivencias indiscernibles del pasado y el presente.

 

Desde el Ingenio Azucarero, de Dorothee Elmiger, Serapis, 2023.