Humano (Humane)

La eutanasia como solución ambiental

Por Emiliano Fernández

El hecho de que hayan llegado a lo más alto del poder negadores del cambio climático como el payaso militar Jair Bolsonaro, el payaso especulador Donald Trump y el payaso de la TV y las redes sociales Javier Milei, entre tanta otra lacra semejante que celebran los infradotados, constituye una prueba irrefutable de la idiotez del grueso de la humanidad y de la complicidad apática del resto porque casi siempre tiende a callar o a encerrarse en su burbuja sin levantar la voz ante el asuntito, un desastre en el que todos somos culpables en mayor o menor medida ya que el impacto antropogénico/ la acción del hombre produjo un calentamiento global como nunca se había visto y como muchos pensaban que jamás verían en vida. Los efectos van desde lo visible en las grandes ciudades, léase la reconversión de zonas completas otrora templadas o quizás secas hacia un clima semi tropical con humedad permanente o lluvias torrenciales o tormentas destructoras o sequías constantes durante el verano y mucho más allá, hasta la destrucción de los arrecifes de coral, la desertificación progresiva del mundo, el deshielo ártico, la degradación del permafrost, el retroceso de los glaciares, las extinciones masivas de especies de la flora y la fauna, el aumento del nivel del mar, las inundaciones, la extensión de los ciclones y huracanes, la enorme facilidad para el despliegue de enfermedades que nunca parecen irse del todo, la inseguridad alimentaria, las cada día más habituales modificaciones climáticas abruptas y por supuesto las eventuales migraciones debido a esta colección de consecuencias de la contaminación, la producción industrial, la quema de combustibles fósiles, la agricultura extensiva y la sobrepoblación.

 

Es precisamente este último ítem, el aumento de la población internacional como uno de los detonantes fundamentales del cambio climático y el angustiante calentamiento global, el eje de Humano (Humane, 2024), la ópera prima de Caitlin Cronenberg, hija del querido David, hermana del también talentoso Brandon, otro director y guionista, y en suma una creadora canadiense que anteriormente había dirigido el recordado cortometraje La Muerte de David Cronenberg (The Death of David Cronenberg, 2021) y se había desempeñado como “still photographer”/ foto fija -encargado de sacar fotografías durante el rodaje para el material publicitario y las referencias de puesta en escena- en múltiples películas de su país, amén de haber trabajado de fotógrafa para muchas revistas y haberse encargado de la imagen de tapa del álbum Views (2016), de Drake, donde se puede ver al rapero canadiense sentado en el observatorio de la Torre CN de Toronto, una de las más altas de todo el mundo. Escrita por el asimismo productor Michael Sparaga, un documentalista que suele financiar ficción a través de su pequeña empresa Victory Man Productions, la propuesta es una comedia negra con pinceladas de terror modelo slasher, fábula apocalíptica de impronta ecológica y thriller claustrofóbico donde el entorno cerrado se homologa a una decisión imposible símil porno de torturas o gesta de supervivencia, aquí en un momento en el que el cambio climático se hizo insostenible y por ello todas las naciones del planeta llegaron a un acuerdo en Atenas y decidieron cerrar sus fronteras durante el transcurso de un año para reducir en un veinte por ciento su población de la forma que mejor lo consideren, genocidio pautado de por medio.

 

La debacle ambiental de turno a lo fase previa de una guerra climática, esa que compromete las reservas de comida, agua potable y recursos energéticos, hoy nos deja con el Amazonas quemado, una luz solar muy peligrosa y una serie de efectos en la sociedad humana, como por ejemplo el paradójico ascenso al poder de aquella nueva derecha ridícula que negaba el cambio climático, las protestas populares y la represión reglamentaria, la demonización delirante de los asiáticos como los “culpables” del problema -poniendo el foco en China, Japón y la India- y la costumbre posmoderna hipócrita de usar eufemismos para todo, así la primera etapa voluntaria de la eutanasia masiva en Canadá habla de “enlistarse” para que unos burócratas y/ o cuasi policías maten con inyección letal a la persona en cuestión y sus deudos reciban un cuarto de millón de dólares canadienses, tarea a su vez controlada por un Departamento de Estrategia Ciudadana (Department of Citizen Strategy) que subcontrata a conglomerados privados mafiosos que “recolectan” los cadáveres en los hogares y reciben un pago por cada uno de ellos. El relato es más bien coral y lo protagoniza una familia de la alta burguesía, los York, en sí encabezada por Charles (Peter Gallagher), un viudo y ex presentador televisivo de noticias casado en segundas nupcias con la japonesa Dawn Kim (Uni Park), la dueña de un restaurant que fue quemado por los partidarios tilingos/ racistas/ xenófobos del gobierno y hoy madrastra de los cuatro vástagos de Charles, uno adoptado de linaje latinoamericano, Noah (Sebastián Chacón), y tres biológicos francamente odiosos y de pocas pulgas, Jared (Jay Baruchel), Rachel (Emily Hampshire) y Ashley (Alanna Bale).

 

Cronenberg y Sparaga se entretienen martirizando a los York con sucesivas crisis, primero porque el matrimonio decidió “enlistarse”, después porque la asiática se fuga por miedo a morir, a posteriori por el arribo de los verdugos del Departamento de Estrategia Ciudadana, el líder Bob (Enrico Colantoni), su mano derecha Tony (Martin Roach) y un pelotón de paramilitares ignotos, y finalmente a raíz de la “necesidad” puramente económica de un segundo cuerpo justo luego del asesinato por inyección letal de Charles para que Bob y los suyos reciban el pago correspondiente, por ello los tres hijos biológicos deciden sacarse de encima al adoptado de piel morena, algo así como un personaje híbrido que representa a los sectores sociales marginales porque es en simultáneo un pianista y un drogadicto patético en recuperación que viene de protagonizar un accidente automovilístico en el que mató a una mujer, cuya parentela demandó al responsable y así el patriarca pronto desembolsó tres millones de dólares para frenar el juicio. Ashley es una actriz fracasada que simboliza al gremio artístico, el antropólogo Jared forma parte de la tecnocracia adicta al gobierno y experta en justificarlo, Rachel es una oligarca de la industria farmacéutica que asesinó con sus productos a varias mujeres y Bob es un sádico que adora ver morir a la gente aunque gusta de enmascararlo con su conciencia social u odio hacia los plutócratas inmundos de las cúpulas comunales, en este sentido lo popular o lo excluido, como decíamos antes, no sólo se reduce a Noah sino que también abarca a la hija de Rachel, Mia (Sirena Gulamgaus), una jovencita que padece los manejos espurios de su progenitora y toda su familia en general.

 

Jugando con aquellos noticieros paródicos del Paul Verhoeven modelo RoboCop (1987) e Invasión (Starship Troopers, 1997) y con el encierro sadomasoquista del Roman Polanski de La Piel de Venus (La Vénus à la Fourrure, 2013), Un Dios Salvaje (Carnage, 2011), La Muerte y la Doncella (Death and the Maiden, 1994) y Perversa Luna de Hiel (Bitter Moon, 1992), Humano se burla del canibalismo capitalista de siempre, el narcisismo de las clases ociosas, el nepotismo que las caracteriza e incluso la tendencia de la derecha alternativa del nuevo milenio a usufructuar de la necedad o vagancia del pueblo para embrutecerlo desde el desprecio a lo diferente y desinformarlo con mentiras, arengas baratas y tercerización de culpas símil una posverdad que en cualquier momento genera una típica situación de “perro que se muerde la cola”, efectivamente como ocurre con el testaferro del régimen fascistoide en funciones, ese Jared del caricaturesco Baruchel que pasa de ofrecer en televisión a su propio hijo para la eutanasia social, mocoso al que abandonó por una menor de edad muy promiscua, a pretender matar a su hermano para salvarse de la misma política pública que defendía cuando se aplicaba a otros. La epopeya no es perfecta ni mucho menos porque se nota mucho la inexperiencia de Cronenberg en materia del casting y la dirección de actores, aquí con Chacón y Bale desentonando por su mediocridad, además el ritmo es errático y los diálogos de Sparaga son un tanto previsibles, sin embargo la película evita los sermones de Hollywood y resulta astuta y divertida en especial gracias a lo hecho por el gran Colantoni como Bob, clásico esbirro institucional que esconde su frialdad con sonrisitas sardónicas…

 

Humano (Humane, Canadá, 2024)

Dirección: Caitlin Cronenberg. Guión: Michael Sparaga. Elenco: Enrico Colantoni, Jay Baruchel, Emily Hampshire, Peter Gallagher, Sebastián Chacón, Alanna Bale, Sirena Gulamgaus, Uni Park, Martin Roach, Joel Gagne. Producción: Michael Sparaga. Duración: 94 minutos.

Puntaje: 7