La mayoría de las películas de la comarca del film noir clásico de las décadas del 30, 40 y 50 se enmarca en un pesimismo identitario bastante exacerbado por la eclosión del hampa, el crecimiento desproporcionado de las ciudades y sobre todo aquellos coletazos de la Gran Depresión en todo el globo, con la miseria desbordante y la extensión de la corrupción como consecuencias más que evidentes. Ahora bien, en lo que respecta a los antihéroes protagónicos de los relatos en sí éstos caían con celeridad en la perversión y ese adorable fatalismo aunque casi siempre dentro de un ecosistema narrativo que “acolchonaba” la negatividad o delitos de fondo -o hasta los justificaba- primero a través de planteos éticos, muchas veces relacionados con la venganza o algún tipo de equilibrio moral, en segundo lugar mediante un clásico fluir pasional, en este caso vinculado a los caprichos del amor, la familia, los amigos y semejantes, y en tercera instancia vía un pragmatismo que tendía a ser homologado con la supervivencia del más fuerte en la jungla, ese “sálvese quien pueda” en donde casi cualquier cosa es posible bajo la lógica y meta de seguir respirando un día más en las metrópolis modernas, un enjambre de ruido, mugre y hacinamiento poco amigable para con la vida mundana. En este sentido Asesinato por Contrato (Murder by Contract, 1958), dirigida por Irving Lerner, es una de las más interesantes anomalías del campo del policial negro gracias al hecho de que opta por directamente ahorrarnos toda explicitación de causas románticas, accidentales, vocacionales o urgentes y en cambio se lanza de cabeza al viejo móvil de siempre, la codicia del mundo de los negocios, aunque bajo un esquema retórico bien extraño ya que aquí ni las mujeres ni los problemas mafiosos o existenciales funcionan como detonantes del crimen a gran escala sino la simple idea de comprarse una casa, algo imposible si se respeta el andamiaje social promedio de la explotación cotidiana.
El guión de Ben Simcoe, en esta oportunidad entregando su único trabajo conocido, contó con un inestimable aporte no acreditado de parte de Ben Maddow, figura central del film noir histórico que sin embargo atravesó muchos otros géneros y colaboró con gente muy heterogénea como J. Lee Thompson, Richard Wallace, Anthony Mann, Norman Foster, Stanley Kramer, Martin Ritt, Clarence Brown, Fred M. Wilcox, Laslo Benedek, Byron Haskin, Paul Wendkos, Nicholas Ray y el querido John Huston de Mientras la Ciudad Duerme (The Asphalt Jungle, 1950) y Lo que no se Perdona (The Unforgiven, 1960). La trama está centrada en Claude (Vince Edwards), un hombre que se aparece de la nada en el departamento del Señor Moon (Michael Granger) aseverando que viene de parte del Señor Brink y que pretende convertirse en asesino a sueldo porque efectivamente desea comprarse una casita cerca del Río Ohio que vale 28 mil dólares y con su salario actual le llevaría 23 años, así manda a la mierda en conjunto a su ignoto trabajo y a su novia de Cleveland y comienza un derrotero homicida que incluye cortarle la garganta a un tipo en una barbería, suprimir el oxígeno de otro en un hospital y eliminar a cuchillazos al mismo intermediario, Moon. Brink de repente le ordena a Claude viajar a Los Ángeles para un trabajo mucho más difícil que paga cinco mil dólares, diez veces lo que venía recibiendo por cada muerte, y allí sus dos contactos, el histérico Marc (Phillip Pine) y el más ameno George (Herschel Bernardi), le comunican que el objetivo es una fémina llamada Billie Williams (Caprice Toriel), ex pianista de jazz y ex novia de un tal Big Smiley, un “pez gordo” del sindicato criminal de California, que está próxima a declarar contra su otrora pareja porque a su vez está siendo extorsionada por la policía y la fiscalía con meterla presa por fraude fiscal si no colabora en los tribunales mandando al muere a Smiley con un testimonio comprometedor.
Asesinato por Contrato utiliza a la meticulosidad y la sangre fría de su protagonista como los principales leitmotivs del relato, ardid como decíamos muy singular si lo comparamos tanto con la perspectiva estándar de su época, la del sicariato como profesión delictiva de toda la vida y no como insólita opción laboral por parte de un advenedizo ya mayorcito y con tendencias psicópatas, como con la idiosincrasia de nuestro presente, donde también el del asesino por encargo se considera un rubro criminal que se cuece desde la cuna aunque con la diferencia de que en pantalla se lo suele idealizar a lo fantasma misterioso desde la década del 60 y en especial en materia de ese neo film noir o policial posmoderno que surgió luego de Le Samouraï (1967), la obra maestra de Jean-Pierre Melville. Algo de esta autoconciencia futura con respecto a la figura del sicario ya puede perfilarse en el opus de Lerner mediante el choque entre la tendencia de George a idealizar a Claude, sobre todo porque es parco y no le gustan las armas, y el cinismo de un Marc que condena la soberbia del personaje de Edwards e incluso pone en duda su valentía y/ o su capacidad en esta flamante profesión, una muy cercana al suicidio y que necesita evitar todo escrúpulo a la hora de cargarse a la par a machos y hembras. El film, asimismo, utiliza de manera bizarra el motivo de la femme fatale porque Williams se vuelve un blanco difícil no tanto por la custodia policial en su casa sino por su propia condición de mujer, algo que molesta desde el vamos a Claude ya que las féminas son impredecibles desde el punto de vista masculino y no suelen quedarse quietas mucho tiempo, de allí que se acumulen intentos fallidos de homicidio como el del alto voltaje en la televisión, con Billie saliendo con vida gracias a un control remoto, y el del rifle con trípode y mira telescópica y hasta un demencial arco para iniciar un incendio con una flecha, en este caso matando por accidente a una mujer policía.
El mismo Lerner, ahora burlándose de la hipocresía de hacer convivir la profesión militar y la condena por asesinato en la vida civil, fue un sujeto tan excepcional como su película, la mejor de su producción artística junto con otra faena nihilista y también protagonizada por el estupendo Edwards, Ciudad del Miedo (City of Fear, 1959), un cuasi exploitation de El Beso Mortal (Kiss Me Deadly, 1955), joya de Robert Aldrich, debido a que el amigo Irving se paseó a lo largo de toda su trayectoria por los documentales, la televisión, las propuestas audiovisuales académicas, la Clase B hollywoodense que nos ocupa y hasta la edición y/ o el rol de asistente de dirección en Espartaco (Spartacus, 1960), de Stanley Kubrick, Acción Ejecutiva (Executive Action, 1973), opus de David Miller, El Lobo Estepario (Steppenwolf, 1974), de Fred Haines, y New York, New York (1977), de Martin Scorsese, amén de la colorida anécdota de que el hoy realizador ofició de espía ruso durante la Segunda Guerra Mundial y fue atrapado por un oficial de contrainteligencia tratando de fotografiar en 1944 un ciclotrón, aquel acelerador de partículas que formó parte de esas investigaciones yanquis en torno al enriquecimiento de uranio que derivarían en el Proyecto Manhattan y luego en el genocidio atómico de Hiroshima y Nagasaki de 1945. Fue precisamente Scorsese el que más ha elogiado, entre la fauna cinéfila mundial, la economía expresiva de un Lerner que rodó Asesinato por Contrato en apenas siete días y que utilizó de manera magistral esa guitarrita melancólica de Perry Botkin Sr. que recuerda a El Tercer Hombre (The Third Man, 1949), de Carol Reed, por ello chispazos de la sobriedad de la muerte final de Claude en las alcantarillas a instancias de la policía y de las escenas en su departamento, mientras espera la llamada telefónica del Señor Moon a pura doctrina solipsista y ascética, pueden rastrearse en Taxi Driver (1976), otra epopeya de paciencia e impasibilidad psicopática…
Asesinato por Contrato (Murder by Contract, Estados Unidos, 1958)
Dirección: Irving Lerner. Guión: Ben Simcoe. Elenco: Vince Edwards, Phillip Pine, Herschel Bernardi, Caprice Toriel, Michael Granger, Kathie Browne, Joseph Mell, Frances Osborne, Steven Ritch, Janet Brandt. Producción: Leon Chooluck. Duración: 80 minutos.