Leaving Neverland (2019), el documental de HBO dirigido por el británico Dan Reed que viene levantando polvareda desde su lanzamiento, constituye el análisis más doloroso -y en cierta medida, el definitivo- sobre las eternas denuncias de abuso contra Michael Jackson por una sencilla razón: sinceramente deja muy poco espacio para las dudas porque realiza un recorrido exhaustivo -hablamos de una duración de cuatro horas en total- sobre dos casos específicos de violación infantil por parte del fallecido cantante, los de Wade Robson y James Safechuck, que le permiten al realizador recorrer todo un arco de desarrollo a nivel anímico y en función del paso del tiempo, planteo abarcador y urgente que confiere a ambos testimonios -y a los de las familias involucradas- de una pátina de legitimidad/ humanidad/ veracidad muy importante gracias al hecho de que los susodichos atravesaron todas las contradicciones esperables de cualquier ser humano y más aún de una víctima de un pedófilo/ mega psicópata de esta envergadura, amplificado a la enésima potencia por el poder acumulado, los caprichos sexuales de turno y la estupidización mediática de siempre vía el repugnante culto a la celebridad, hoy otra forma de simplemente decir “impunidad”.
El gran secreto del éxito de la película es ese sustrato meticuloso que nos lleva a sopesar la previa, el devenir concreto y el extenso proceso posterior orientado a intelectualizar/ comprender los crímenes cometidos, un trayecto protagonizado en un cien por ciento por un Robson y un Safechuck que en su niñez relacionaban los abusos con un enamoramiento para con el músico al punto de recién en la adultez terminar de juzgar los sucesos en tanto aberraciones, en consonancia con la propia metamorfosis de ellos en padres y el furioso regreso de las pesadillas de la infancia y la adolescencia en torno al arcano acerca de los intercambios íntimos. Reed sabe que no hace falta recurrir a los engranajes de la denuncia explícita porque los propios testimonios son una bomba, por lo que deja a las víctimas hablar con lujo de detalles sobre la inocencia estallada por la acción del pederasta y apenas si condimenta el asunto desde el montaje con tomas aéreas de los hogares de los jóvenes y del mismo Neverland, el gigantesco rancho de Jackson en el Condado de Santa Barbara, en California, donde el hombre instaló salas de cine, un zoológico y una feria con un carrusel y una rueda de la fortuna/ vuelta al mundo, entre otras atracciones de magnate todopoderoso.
Transcurridos diez años desde la muerte del cantante en 2009, el sentido de oportunidad de la faena en su conjunto también es perfecto debido a que ya quedó atrás el endulzamiento pancista global para con la figura desaparecida e incluso se percibe que es hora de sacar -en toda su potencia retórica- la “carta de los arrepentidos”, ese típico cómplice amenazado/ sufriente/ manipulado de antaño que por fin dispara su verdad ya sin el peso de la culpa injertada por el personaje maquiavélico que supo aprovecharse de la candidez de los pequeños y la patética voracidad de los padres en pos de billetes, regalos y la opulencia que rodeaba al intérprete. De hecho, el director exprime con inteligencia y naturalidad el detalle de que Robson y Safechuck -y sus clanes- hayan defendido en su momento a Jackson tanto en el aparato comunicacional yanqui como en los tribunales frente a las acusaciones de 1993 a cargo de Jordan Neil Chandler de 13 años, esas que el abusador arregló fuera del estrado con 25 millones de dólares, y la segunda tanda del 2004 encabezada por Gavin Arvizo, también de 13 años, lo que terminó con un triste veredicto de inocencia por los testimonios fundamentales de Macaulay Culkin y el propio Robson a favor de Jackson.
Al dejar de lado la perspectiva idiota amarillista de prácticamente cualquier programa televisivo contemporáneo o portal mainstream de noticias de Internet, Leaving Neverland por momentos logra hacernos olvidar que el predador de turno es el otrora buenazo de Michael porque la sistematización del pesar y las frustraciones generaliza el accionar de los pederastas y saca a la luz patrones de comportamiento similares relacionados con la seducción del niño, la construcción de una amistad que no es tal, la estrategia de “comprar” a la familia mostrándose como un adulto ingenuo que gusta de estar con el nene porque lo retrotrae a su infancia, los pedidos de salir en su defensa cuando las papas queman y finalmente las promesas de ayudar a “convertir en realidad” el anhelo o interés que tenga la víctima apoyándose en un padrinazgo fácil de apuntalar cuando el damnificado tiene la credulidad a flor de piel y su familia mira para otro lado por conveniencia (particularmente trágico es el caso de Robson ya que su madre destruyó a la parentela en su totalidad al mudarse desde su Australia natal a Estados Unidos bajo el paraguas del ofrecimiento del cantante de ayudar a Wade con su carrera de bailarín, provocando el suicidio del padre).
El film no anda con aclaraciones redundantes sobre el innegable talento del afroamericano emblanquecido o su desprecio de siempre a las mujeres porque su propia madre Katherine no hizo nada para detener las golpizas del patriarca Joseph y porque sus hermanos vivían teniendo sexo adelante suyo -en la misma habitación de hotel- durante la etapa infantil con The Jackson 5, todos factores que eventualmente cristalizarían en su “costumbre” de acostarse con purretes al igual que su colega Gary Glitter (con los padres a pocos metros, también alojados/ viviendo en Neverland) e ir intercambiándolos para no aburrirse (los trataba como parejas que iban rotando de manera cíclica cual prostitutas no asumidas). En un período que a rasgos generales abarca los álbumes Bad (1987) e HIStory: Past, Present and Future, Book I (1995), Jackson tuvo tantas víctimas masculinas como meses tiene el año: a Safechuck lo conoce como actor infantil de 8 primaveras de edad en el rodaje de un comercial televisivo para Pepsi en la época anterior al lanzamiento de Bad, y a Robson por haber ganado una competencia de baile imitándolo en la previa de Dangerous (1991), con violaciones repetidas a partir de ese instante entre los siete y los catorce años del muchacho.
Se podría afirmar que la muy eficaz Leaving Neverland entrega lo más cerca a la verdad que jamás estaremos en este embrollo de fortunas, inmuebles, hipocresía, corrupción, egos inflados, torpeza, cosificación, aislamiento, regalitos a discreción, mentiras, absurdos y en especial muchos crímenes sin castigo, ejemplos perfectos de la vieja premisa de que en el capitalismo la justicia se mueve sólo a disposición del mejor postor y condenando al ostracismo, la miseria y la exclusión a todo el resto de los mortales. Desde la idealización inicial, pasando por el desarrollo de la cooptación y los abusos contra las víctimas, hasta los correlatos psicológicos/ sociales/ laborales/ sexuales en la adultez, la obra de Reed permite que las propias madres de James y Wade se entierren solas reconociendo cómo vendieron a sus hijos al pedófilo desde la algarabía de las marquesinas y los papelitos de colores, tirando abajo de paso la sonsera comunal de la condición “innata” de la maternidad humana o su supuesta sacralidad bondadosa (la más que necesaria pata misógina del discurso de la película también incluye a las parejas de los hombres, quienes al enterarse de los abusos lo primero que piensan es que repetirán aquella espiral de perversiones con sus propios hijos).
La podredumbre de buena parte de la industria del espectáculo, los mass media, el público infradotado que consume sus payasadas y la misma prensa que se sirve del revoltijo en cuestión pasan al primer plano no sólo mediante el circo que construyó Jackson alrededor suyo sino también a través de la falta de controles -o una mínima red de contención en uno de los países más puntillosos del planeta, Estados Unidos- sobre una persona que se paseaba permanentemente con niños pequeños de la mano, dando a entender por muchos detalles adicionales -la lista sería interminable pero se pueden nombrar a las cirugías estéticas, sus paranoias y su comportamiento errático- que nunca estuvo muy bien de la cabeza. Los alegatos de Robson y Safechuck acerca del antes, el durante y el después de los encuentros con Jackson (pornografía, caricias, masturbación, sexo oral, sodomía y hasta “casamientos” con los niños vía alianzas con joyas incrustadas de por medio), si bien tardíos, permiten evidenciar el accionar estándar de los pedófilos y ponen en ridículo al actual ejército de oligofrénicos que celebran su Síndrome de Peter Pan y una inmadurez psicológica/ política/ social que siempre los deja a merced de loquitos inescrupulosos…
Leaving Neverland (Reino Unido, 2019)
Dirección y Guión: Dan Reed. Elenco: Wade Robson, James Safechuck, Michael Jackson, Chantal Robson, Joy Robson, Shane Robson, Amanda Rodríguez, Stephanie Safechuck, Macaulay Culkin, Lisa Marie Presley. Producción: Dan Reed y Owen Phillips. Duración: 240 minutos.