Resistencia (The Creator)

La inteligencia artificial idealizada

Por Emiliano Fernández

A esta altura ya podemos confirmar que Gareth Edwards aparentemente se cree una especie de autor del cine de género de impronta mainstream, un artesano en sintonía con Matt Reeves o Zack Snyder, sin embargo Edwards no alcanza ni siquiera a raspar el volumen de obras entre atractivas y pasables de aquellos y recién hoy consiguió por fin entregar un film interesante, la odisea de ciencia ficción hiper lacrimógena Resistencia (The Creator, 2023), trabajo cien por ciento de su cosecha que supera a sus tres largometrajes anteriores, léase Monstruos (Monsters, 2010), un bodrio indie de aventuras, Godzilla (2014), intento fallido de reiniciar la saga -en su versión estadounidense- sobre la criatura gigantesca más famosa del séptimo arte, y Rogue One: Una Historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story, 2016), semi spin-off y rutinaria precuela de La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977), de George Lucas, que cayó en el ridículo absoluto por sus recreaciones virtuales de Carrie Fisher y el enorme Peter Cushing. Resistencia, en términos concretos, recupera el fetiche de siempre del director y guionista con el drama humano exacerbado de corte melodramático y a su vez lo combina con el derrotero existencial de Monstruos, el sustrato de espectáculo concienzudo spielbergiano de Godzilla y toda la iconografía de la Guerra de Vietnam y la presencia simbólica de un arma equivalente a la Estrella de la Muerte de Rogue One: Una Historia de Star Wars, aquel dispositivo de destrucción masiva que aniquilaba planetas en un santiamén, coctelera que para colmo incluye muchos más ingredientes que así como le restan originalidad al producto final por lo menos llaman la atención en lo que atañe a la ambición del proyecto y su pretensión de singularidad en medio de tantísimas franquicias.

 

Todo transcurre a mediados del Siglo XXI, cuando el gobierno yanqui le encomendó a una ultra avanzada inteligencia artificial o IA el control del armamento nuclear y pronto Los Ángeles fue destruida por una bomba atómica en lo que los norteamericanos interpretaron como una provocación bélica. Luego de prohibir la IA y eliminar a todos los androides que controla, desde robots rústicos clásicos hasta híbridos con los humanos conocidos como “simulantes”, Estados Unidos llevó su guerra hacia un nuevo y colosal país, Nueva Asia, donde la inteligencia artificial no es perseguida y se cree que su guerrilla está comandada por el ingeniero que creó esta acepción consciente de la IA, alguien llamado simplemente El Creador o Nirmata, por ello las fuerzas armadas yanquis envían un espía, el Sargento Joshua Taylor (John David Washington), para que se infiltre entre las huestes de la IA y entre en contacto con la que se cree que es la hija de Nirmata, Maya Fey (Gemma Chan), no obstante el hombre se casa con ella, la deja embarazada y ve con espanto cómo los militares estadounidenses la matan en una operación brutal en busca de El Creador, este líder humano de los autómatas. Tiempo después la Coronel Howell (Allison Janney) y el General Andrews (Ralph Ineson) se presentan ante Taylor afirmando que Fey está viva y solicitándole que los acompañe en una misión en Nueva Asia con la meta de tener acceso a una nueva y todopoderosa arma que creó la milicia de la IA para detener estas agresiones genocidas yanquis, nada menos que una mocosa apodada Alphie (Madeleine Yuna Voyles) que Joshua usa para llegar hasta el escondite de Maya y luego destruir una tenebrosa nave espacial militar estadounidense con capacidad de mapeo y muchísimo armamento, Nomad.

 

Como decíamos anteriormente, Resistencia es un pastiche de elementos varios burdamente extraídos de otras propuestas más o menos lejanas en términos temáticos, pensemos en los espacios abiertos meticulosamente destruidos de Apocalypse Now (1979), de Francis Ford Coppola, aquellos poderes psíquicos de Tetsuo Shima (Nozomu Sasaki) de Akira (1988), de Katsuhiro Otomo, la humanidad a flor de piel de los replicantes de Blade Runner (1982), de Ridley Scott, el accidentado viaje de David (Haley Joel Osment) y Teddy (Jack Angel) de A.I. Inteligencia Artificial (A.I. Artificial Intelligence, 2001), de Steven Spielberg, el trasfondo antiimperialista de Avatar (2009), de James Cameron, la obsesión de un varón con salvar a un representante del sexo femenino de Niños del Hombre (Children of Men, 2006), opus de Alfonso Cuarón, todo aquel budismo tibetano de Kundun (1997), de Martin Scorsese, y Siete Años en el Tíbet (Seven Years in Tibet, 1997), de Jean-Jacques Annaud, la discriminación contra los diferentes y la idiosincrasia cruda de los efectos especiales de Sector 9 (District 9, 2009), de Neill Blomkamp, y por supuesto el trágico conflicto entre la humanidad y las máquinas de Terminator (The Terminator, 1984) y Terminator 2: El Juicio Final (Terminator 2: Judgment Day, 1991), ambas asimismo de Cameron, amén de esa Nomad calcada de la Estrella de la Muerte de La Guerra de las Galaxias de los años 70. Edwards, precisamente, no se anda con vueltas a la hora de explicitar sus influencias al extremo de que la primera mitad está marcada por una tensión galopante modelo Scott y Cameron que de a poco deja paso al bombardeo sensible spielbergiano de antaño mediante una andanada de golpes bajos y una metáfora acerca de lo nuevo que convive con lo viejo.

 

De hecho, es ese último acto el más polémico de todo el lote y si bien el sentimentalismo es patrimonio de Hollywood y del folletín melodramático desde siempre, resulta curioso y hasta risible que todos los latiguillos del rubro se acumulen -literalmente uno después del otro, sin pausas o transiciones verdaderas- en aquellas secuencias del reencuentro con Fey, el falso asesinato de Alphie, su huida en una cápsula de escape con la Nomad en llamas y los momentos finales de la parejita de Joshua y Maya en el invernadero gigantesco de la nave. Como el realizador se ha encargado de repetir una y otra vez, la película parece una gesta de 300 millones de dólares pero su presupuesto total es de 80 millones y esto tiene que ver con el look entre realista, experimental y minimalista que buscó para la faena, en parte recuperando aquellas improvisaciones indie de los años de Monstruos con el objetivo de primero alejarse de la rigidez marketinera y ultra castradora del mainstream de nuestro Siglo XXI y segundo privilegiar las locaciones por sobre el ya insoportable chroma key de pantallas verdes, a lo que incluso se suma un enfoque bastante radical que implicó la no incorporación de música y CGI hasta que la edición estuviese terminada cuando por regla general la pompa sonora y digital entran a jugar desde el comienzo de la producción. A pesar de que hay que sincerarse y decir que Edwards no es un genio en lo suyo ni mucho menos y Resistencia peca de redundante y demasiado larga, como epopeya de acción y obra menor de ciencia ficción funciona bastante bien gracias al buen desempeño del elenco, la ligereza del relato y cierta inocencia que idealiza a la inteligencia artificial como si fuese una fuerza de trabajo de inmigrantes que sufre el acoso de militares y políticos xenófobos…

 

Resistencia (The Creator, Estados Unidos, 2023)

Dirección: Gareth Edwards. Guión: Gareth Edwards y Chris Weitz. Elenco: John David Washington, Madeleine Yuna Voyles, Gemma Chan, Allison Janney, Ken Watanabe, Sturgill Simpson, Amar Chadha-Patel, Marc Menchaca, Robbie Tann, Ralph Ineson. Producción: Gareth Edwards, Arnon Milchan, Kiri Hart, Galileo Mondol, Ace Salvador y Jim Spencer. Duración: 133 minutos.

Puntaje: 7