Algunos directores de cine han logado a lo largo de los años escapar de las imposiciones del marketing y la estandarización para construir una carrera autoral única marcada por elementos extraordinarios, realizadores realmente dispuestos a correr riesgos y afrontar las consecuencias de sus decisiones artísticas, básicamente asumir la libertad como una necesidad, una condena para todo artista que asume su responsabilidad como tal al enfrentarse con la mediocridad y el sentido común. El realizador canadiense David Cronenberg es un fino exponente de esta clase de artistas que buscan atravesar los límites de lo posible para adentrarse en el magma creador de las pesadillas que nutren el inconsciente colectivo.
En Cronenberg por Cronenberg (Cronenberg on Cronenberg, 2020), el director de documentales y films para televisión, conocido precisamente por su documental sobre la filmación de El Almuerzo Desnudo (Naked Lunch, 1991), Naked Making Lunch (1992), Chris Rodley, ofrece una edición de entrevistas realizadas a David Cronenberg desde 1984 hasta 1996 en ocho capítulos que transitan la carrera del director desde sus inicios hasta Crash (1996), desmenuzando así gran parte de la filmografía más exitosa del realizador de La Mosca (The Fly, 1986), quien repasa su búsqueda cinematográfica, sus obsesiones y sus directrices acerca del cine y el arte a partir de las vicisitudes de la aplicación de sus ideas en cada una de sus filmaciones.
Editado inicialmente en 1992, el libro fue reeditado nuevamente en 1997 incluyendo un nuevo capítulo sobre Crash con una entrevista clásica con preguntas y comentarios de Rodley que abren el diálogo con Cronenberg a diferencia del resto del libro, que tiene largos pasajes de reflexiones de Cronenberg con comentarios de Rodley que ayudan al lector a situar las palabras del realizador en su contexto.
Los inicios de la carrera de Cronenberg como director están marcados por su interés por la ciencia y por la desilusión respecto de los métodos de enseñanza científicos, así como por su vocación de escritor, que canaliza a través de sus sorprendentes guiones que ponen la visceralidad de la carne y lo grotesco del espíritu del mundo en primer plano. Con el cine, Cronenberg logró canalizar su afán disruptivo, sus historias poco convencionales en los intersticios del control social, pequeñas grietas que quiebran el orden abriendo paso al caos que venía gestándose alrededor de la energía reprimida.
A diferencia de muchos directores de su generación, David Cronenberg no es presa de una necesidad de autoafirmarse homenajeando a otros directores, de una cinefilia que se ha extendido en el cine como forma de anclar visiones en los años dorados de la cinematografía. Como si fuera un personaje de una película de terror o de ciencia ficción, Cronenberg se autodefine como un científico loco cuyo laboratorio es el mundo y el cine. Cronenberg se nutre así de la experimentación y la paranoia, la locura y el terror, para crear obras que ahondan en los horrores que anidan reprimidos en el inconsciente.
Si con Stereo (1969) y Crimes of the Future (1970) Cronenberg comienza a plasmar algunas ideas sobre la sexualidad y las instituciones en experimentos universitarios que lo hacen pensar en la posibilidad de dedicarse profesionalmente a la filmación, es con Escalofríos (Shivers, 1972) y Rabia (Rabid, 1977) que Cronenberg logra encontrar su voz cinematográfica alrededor del terror, dos aproximaciones a los extremos más perversos y revulsivos del inconsciente colectivo que abrirán paso a films como Scanners (1981) y Videodrome (1983).
Chris Rodley aporta pasajes introductorios sobre el contexto de cada sección para permitir a Cronenberg explayarse sobre el rol del cine independiente, sus inicios como director, la categorización de muchas películas de Cronenberg como Clase B, como por ejemplo Cromosoma 3 (The Brood, 1979), el rechazo de las productoras y distribuidoras hacia el terror como género menor, cuestión que cambia con el éxito de films como Halloween (1978), el costado autobiográfico de algunos de sus films y principalmente la relación entre la carne y el espíritu, los intentos de ambos por independizarse o controlar al otro, incluida esa incomprensión recíproca.
En sus films Cronenberg claramente ahonda en la posibilidad de una alteración de la esencia de lo que define al ser humano como tal, una transformación que lo alteraría física y psicológicamente. La mutación es así para Cronenberg el eje de esta transfiguración humana y de las pesadillas cronenbergianas. Si en Videodrome esta cuestión es central, en La Mosca la transformación de la carne se convierte en un terror metafísico sobre la convivencia con la enfermedad. En La Mosca Cronenberg adapta a su época el clásico homónimo del terror de 1958 de Kurt Neumann sobre un científico que se funde molecularmente con una mosca en un accidente con una máquina de teletransportación de su invención durante unas pruebas. Cronenberg relaciona la poesía metafísica de John Donne a su visión del terror, una combinación inarmónica de elementos que se encadenan de una forma violenta, creando una alteración corporal que trastoca la percepción y poniendo en duda la esencia misma del ser humano al llevar los temores de la tecnología hasta sus límites.
Pacto de Amor (Dead Ringers, 1988), al igual que cada uno de los films de Cronenberg, da cuenta de que el director sigue el camino de sus obsesiones, de las historias que incomodan, en este caso retomando la noticia del fallecimiento de dos famosos ginecólogos gemelos encontrados muertos en su departamento de Nueva York, una historia sombría de codependencia que Cronenberg transforma en lo que él mismo define como ciencia ficción conceptual, una trama sobre el desconsuelo de la inefable tragedia existencial de unos hermanos gemelos que no pueden vivir el uno sin el otro, arrastrados ambos hacia el abismo y la tragedia.
Tres de los films más complejos que David Cronenberg realizó fueron adaptaciones en las que tuvo que trabajar e incluso luchar por su visión. En estas entrevistas Cronenberg detalla las complicaciones alrededor del éxito de La Zona Muerta (The Dead Zone, 1983), la adaptación de la novela homónima de Stephen King con Dino De Laurentiis como productor, la necesidad de buscar en la biografía de William Burroughs claves ante la imposibilidad de la adaptación literal de El Almuerzo Desnudo y el desafío de la adaptación de la novela más despiadada de James Ballard, Crash (1973), tres obras difíciles en las que Cronenberg eligió respetar el espíritu de los libros más que su contenido, adaptando la historia a sus intereses y obsesiones, demostrando una vez más las dificultades de la traducción del lenguaje literario al cinematográfico, dos dispositivos del arte siempre en un proceso de retroalimentación y rechazo.
Si los imaginarios de David Cronenberg tenían un anclaje directo en la literatura de William Burroughs no es de extrañar que el director haya emprendido la traslación de la novela más icónica y provocadora del autor de Las Tierras Occidentales (The Western Lands, 1987). Cronenberg buscó en su adaptación mantener el estilo y la energía de Burroughs antes que atenerse fielmente a la historia original del libro, decisión que subsanó la mayoría de los problemas argumentales que Cronenberg tenía con el guión, poniendo el énfasis en la peligrosidad de la escritura, su amenaza al statu quo y los riesgos del rol del escritor que se adentra en la búsqueda de su propia verdad hasta las últimas consecuencias. Cronenberg también detalla el proceso de reescritura de parte del guión ante la imposibilidad de filmar en Tánger debido a la Guerra del Golfo, acontecimiento bélico que tuvo como consecuencia cambios inesperados en el desarrollo argumental del film, convirtiendo a la Interzona en un estado más mental que espacial.
En M. Butterfly (1993) Cronenberg se adentra en el teatro para adaptar la puesta de David Henry Hwang ganadora del premio Tony. El realizador narra las dificultades entre las ideas vertidas en el guión de Hwang y las propias del director sobre la relación entre el diplomático francés y el actor de ópera chino, un proceso de transformación cultural y sexual que tendrá consecuencias para ambos. Cronenberg también analiza la recepción que tuvo el film tras el estreno de El Juego de las Lágrimas (The Crying Game, 1992), del director irlandés Neil Jordan, y la relación y las diferencias entre la visión de ambos directores sobre el tema de la transformación sexual y las cuestiones políticas que en la película de Jordan ocupan un lugar preponderante mientras que en el opus de Cronenberg quedan en un segundo plano ante la historia romántica, la transformación de los personajes y el secreto que busca los intersticios para salir a la luz.
En el libro se explica también con detalle las razones del fracaso de la propuesta de Cronenberg para filmar El Vengador del Futuro, la adaptación de un célebre cuento de Philip K. Dick, Podemos Recordarlo Todo por Usted (We Can Remember It for You Wholesale, 1966), que finalmente realizaría Paul Verhoeven, después de largas negociaciones inconducentes de tira y afloje con Dino De Laurentiis, que no quería repetir la experiencia de Duna (Dune, 1982), el film de David Lynch. Después del éxito de la adaptación de La Zona Muerta, tras varias traslaciones fallidas de novelas de Stephen King que no habían convencido, Cronenberg comienza a recibir un sinnúmero de proyectos mainstream que rechaza rotundamente, en parte por su fama de director de bajo presupuesto, entre los que se encuentran Testigo en Peligro (Witness, 1985), que sería finalmente dirigida por Peter Weir, Top Gun (1986), que sería llevada a la pantalla por Tony Scott, y hasta Un Detective Suelto en Hollywood (Beverly Hills Cop, 1984), una época en la que los estudios de Hollywood buscaban canalizar el talento de Cronenberg hacia proyectos netamente comerciales.
En las palabras de Cronenberg se puede encontrar a un director que es capaz de filmar en Cromosoma 3 su versión en clave terrorífica de Kramer vs. Kramer (1979), el galardonado film de Robert Benton, para hablar de su propio proceso de divorcio, y la concepción de las pruebas de audiencia como una forma de pulir los efectos que sus películas pretenden generar en lugar de una herramienta para complacer a los productores y los estudios, así como una crítica de los dogmas en pos de un arte que le arrebate el control al mundo introduciendo el caos artístico en la vida y una crítica de la censura y de los censores como verdaderos enemigos de la expresión artística y de una sociedad libre, idiotas que creen que el arte debería sugerir cómo los seres humanos deberíamos comportarnos.
Cronenberg por Cronenberg, las entrevistas editadas por Chris Rodney al director David Cronenberg, fue publicado por la editorial El Cuenco de Plata en su colección de cine con una excelente y precisa traducción de Javier Mattio. Desde los entretelones de los cambios de último momento en la edición de Scanners, pasando por la gestación de La Mosca, hasta el trasfondo del guión de La Zona Muerta o su relación con William Burroughs, Cronenberg reflexiona aquí sobre el arte, el cine y la necesidad de sus personajes de perder el control para que el horror que proviene del interior del ser humano los lleve inevitablemente desde lo impensable que se vuelve carne hacia la locura que anida en su propia conciencia.
Cronenberg por Cronenberg, de David Cronenberg. Editado por Chris Rodley. El Cuenco de Plata, 2020.