Juan de los Muertos

La lucha contra los disidentes

Por Emiliano Fernández

La uniformización y achatamiento cultural que trajo aparejada la globalización o victoria de Estados Unidos en la Guerra Fría por sobre la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas generó como consecuencias principales primero una universalización del lenguaje de los géneros modelo hollywoodense, léase esa sensación de que ya no importa el origen del film en cuestión porque todo está cortado con la misma exacta tijera del mainstream capitalista más conservador y redundante, y segundo la desaparición asociada de las cinematografías nacionales en tanto entidades productivas artísticas con personalidad propia y ganas de competirle en serio al aparato global estadounidense del rubro, algo que por cierto responde a un desarrollo histórico que va más allá de aquel colapso entre 1989 y 1991 de la Unión Soviética ya que tiene que ver con otros dos factores adicionales, hablamos de los procesos paralelos de sequía creativa progresiva de esas mismas cinematografías locales o regionales -luego de repetir incansablemente las fórmulas costumbristas, melodramáticas y cómicas esperpénticas a lo largo de casi todo el Siglo XX- y precisamente el envalentonamiento de Hollywood de la década del 90 en adelante en esto de eliminar toda competencia marginal haciendo más agresivas y tajantes las estrategias de marketing, publicidad y distribución oligopólica en general, movida que en esencia implicó la desaparición de las productoras independientes de antaño, aquellas que crearon su propio mercado vernáculo con productos que se diferenciaban de los tanques yanquis, y su reemplazo con otras compañías que se dicen autónomas aunque prácticamente sólo trabajan con las filiales de las majors de la industria audiovisual de Los Ángeles. A este panorama hay que sumarle la genuflexión de los distintos organismos tercermundistas dedicados al fomento del cine dentro de una lógica netamente imperialista en la que los sultanes de cada nación postrada se niegan a cualquier cambio que conlleve dejar de producir contenido intercambiable para sus amigos foráneos.

 

El cambio entre una fase y la otra, entre el esquema de la producción folklórica peleando con yanquilandia y su sucedáneo correspondiente a la globalización o emparejamiento de todos los gustos y películas y series según el patrón norteamericano, fue tan pronunciado que no tuvo siquiera un período de transición verdadero dentro de cada país, no obstante este trauma general de las cinematografías nacionales periféricas -tanto las del Tercer Mundo como las del Primer Mundo por fuera de Estados Unidos- se canalizó en algunas excepciones vía lo que podríamos definir como un intento de “propuesta negociada” entre las dos etapas señaladas o modelos de producción, en este sentido una faena como Juan de los Muertos (2011), escrita y dirigida por el argentino/ cubano Alejandro Brugués, funciona como un buen ejemplo de importación algo insólita de los géneros y latiguillos temáticos de Hollywood y a la vez de ensayo grotesco autoparódico a la vieja usanza, sin duda alguna volcado al cinismo de la posmodernidad pero con un corazoncito más o menos probo que en simultáneo no descuida los resortes del andamiaje narrativo elegido y esa idiosincrasia cultural de fondo que durante las décadas del 50, 60, 70 e incluso 80 constituía el “gancho” a la hora de captar al público de cada nación con vistas a diferenciarse de los blockbusters norteamericanos de pretensiones tan planetarias como casi cualquier obra mainstream del Siglo XXI. Más allá de la etiqueta con la que ha sido rotulada desde su estreno, esto de ser la primera película cubana de zombies y sinceramente una de las poquísimas de terror de todo el Caribe, Juan de los Muertos hace un buen uso de la temática ultra quemada de los cadáveres inquietos o caníbales y se abre camino como una propuesta melancólica y semi ochentosa porque resulta atolondrada, homofóbica, farsesca, obsesionada con la amistad y los marginados y centrada en igual medida en chistes verbales y comedia física o slapstick, amén de mucho desarrollo de personajes y una sátira tosca anticapitalista y anticomunista.

 

Juan (Alexis Díaz de Villegas) es un buscavidas cuarentón que reposa en La Habana y se define como un “sobreviviente” porque logró salir ileso del Éxodo del Puerto Mariel de 1980, la participación militar de Cuba en el bando del Movimiento Popular de Liberación de Angola durante la Guerra Civil Angoleña (1975-2002), aquel Período Especial o crisis económica de la década del 90 producto de la desintegración mundial del Bloque del Este y finalmente la lenta apertura democrática de principios del nuevo milenio y el repliegue de Fidel Castro por motivos de salud. Con un círculo cercano que abarca su mejor amigo, el sexópata panzón y masturbador compulsivo Lázaro (Jorge Molina), el hijo de este último, el carilindo y ratero especializado en turistas Vladi California (Andros Perugorría), una hija que tuvo con una mujer española, esa tal Camila (Andrea Duro) que condena el estilo de vida despreocupado y cuasi delictivo de su padre, una amante casada a la que gusta de ver a escondidas, la bella Lucía (Susana Pous), y la pareja criminal de un travesti y un forzudo moreno, La China (Jazz Vilá) y El Primo (Eliecer Ramírez), nuestro protagonista debe enfrentar un repentino apocalipsis zombie y de inmediato saca a relucir su capacidad de adaptación porque monta un negocio de asesinato de infectados con el eslogan “Juan de los Muertos, matamos a sus seres queridos”, sin embargo su hija lo obliga a brindar algunas lecciones de supervivencia a otros sobrevivientes y dos de sus socios, precisamente la parejita homosexual, terminan falleciendo en circunstancias muy cruentas. A posteriori de encontrarse con un clérigo anglosajón que estaba en Cuba en plan de ayuda humanitaria (Antonio Dechent), sujeto que parecía tener una respuesta para detener la hecatombe y que termina reventado accidentalmente por Lázaro con su arma favorita, un arpón, el susodicho, Juan y los tortolitos del relato, Camila y Vladi, optan por abandonar la isla y para ello crean un automóvil flotante y apilan unos cuantos cuerpos de zombies en el malecón cual rampa.

 

La película de Brugués, su único largometraje por fuera de la ignota Efectos Personales (2006) y sus dignas participaciones en tres antologías de horror, léase El ABC de la Muerte 2 (ABCs of Death 2, 2014), Cine de Pesadilla (Nightmare Cinema, 2018) e Hispanos Satánicos (Satanic Hispanics, 2022), no llega a aprovechar del todo su condición de rareza caribeña truculenta debido a su humor un tanto adolescente simplón, una mezcla de sonido pésima que tapa los diálogos y una tendencia a la repetición en su segunda mitad, una vez que ya se establecieron las características de la debacle en La Habana, aunque por suerte el realizador supera los típicos impedimentos de toda “gesta de un sólo chiste” regalándonos secuencias logradas como por ejemplo el prólogo de los falsos balseros, el “no suicidio” de Juan antes de ingresar al departamento de Lucía vía el balcón, las intervenciones de los noticieros televisivos acerca de unos zombies homologados a disidentes financiados por Estados Unidos, la semi investigación en la casa de la veterana Yiya (Elsa Camp) alrededor de vampiros y demonios, aquella estampida que Vladi quiere parar con las banderas yanqui y cubana, el éxodo masivo por agua, el baile con las esposas entre Juan y La China y desde ya la costumbre de Lázaro de ensartar a seres humanos vivos. Semejante a lo que sería una conjunción imposible entre Plaga Zombie (1997), de los argentinos Pablo Parés y Hernán Sáez, y Rec (2007), de los españoles Jaume Balagueró y Paco Plaza, el film se beneficia mucho de sus chispazos de parodia social, política, cultural y económica inteligente, de la cara de piedra de Díaz de Villegas a la hora del humor seco, del buen acompañamiento del resto del elenco y sobre todo de un combo visual pirotécnico que incluye acrobacias, CGIs baratos, tomas rebuscadas y mucho gore de cadencia exploitation, tan cerca de George A. Romero y Dan O’Bannon como de aquellas Muertos de Risa (Shaun of the Dead, 2004), de Edgar Wright, y Tierra de Zombies (Zombieland, 2009), la payasada de Ruben Fleischer…

 

Juan de los Muertos (Cuba/ España, 2011)

Dirección y Guión: Alejandro Brugués. Elenco: Alexis Díaz de Villegas, Jorge Molina, Andros Perugorría, Andrea Duro, Jazz Vilá, Eliecer Ramírez, Susana Pous, Antonio Dechent, Elsa Camp, Blanca Rosa Blanco. Producción: Gervasio Iglesias, Inti Herrera y Claudia Calviño. Duración: 96 minutos.

Puntaje: 7