Wicked (Wicked: Part I)

La maldad naturalizada y justificada

Por Emiliano Fernández

Wicked (Wicked: Part I, 2024), musical de Jon M. Chu que pretende oficiar de precuela de El Mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939), de Victor Fleming, ratifica el hecho de que el Hollywood conservador e imbécil del Siglo XXI ha perdido casi por completo el sentido común, aquí ofreciendo un bodrio para el mercado infantil de 160 minutos en el que las dos primeras horas jamás pasan del relleno melodramático y baladí símil mixtura entre Harry Potter y Carrie (1976), de Brian De Palma, a lo que para colmo se suma la jugada de tratar de compensar con el marketing aquello que falta desde lo artístico que apele al intelecto o el corazón, basta con pensar que la enorme campaña de publicidad del estudio, Universal Pictures, pretendió poner en la misma bolsa a un film mediocre como el presente con un clásico del séptimo arte como El Mago de Oz, delirio absoluto que sólo puede “comprar” el espectador ignorante del mainstream actual y la prensa lameculos, precisamente, de la gran industria cultural. Quizás lo más hilarante del asunto es que el dinero ya ni siquiera evita generar vergüenza ajena, pensemos en las cajas y manuales de los juguetes de Mattel de esta película enviando por error al sitio de un gigante pornográfico, Wicked Pictures, y las quejas ridículas de la estrella titular, Cynthia Erivo, por el retoque inofensivo por parte del público sobre un afiche un tanto patético que el estudio ventiló en la etapa previa al estreno.

 

Muy en sintonía con otros exponentes chatarra del emporio hollywoodense reciente, como los productos de The Walt Disney Company Cruella (2021), de Craig Gillespie, Maléfica (Maleficent, 2014), de Robert Stromberg, y aquella continuación Maléfica: Dueña del Mal (Maleficent: Mistress of Evil, 2019), de Joachim Rønning, Wicked es un típico engendro de una época que trata de naturalizar y justificar a la maldad o el sadismo desde el trauma barato, en esta oportunidad por tener vagina y ser verde, justo como cuando en el colegio o en un trabajo o en la calle o en un gobierno se pretende victimizar al victimario con poder en vez de respetar a la víctima real de la masa popular desde una corrección política cada día más demodé. La faena no posee una trama propiamente dicha pero opta por arrancar con la proverbial llegada a la Tierra de Oz de Dorothy Gale (Judy Garland), cuando con su hogar aterriza sobre la Bruja Malvada del Este y su hermana, la Bruja Malvada del Oeste (Margaret Hamilton), jura venganza aunque sin poder quedarse con las preciadas zapatillas de rubí de la finada, esas que van a parar a los pies de Dorothy por obra y gracia de la Bruja Buena del Norte, Glinda (Billie Burke), sin duda alguna uno de los episodios más famosos del derrotero del séptimo arte que aquí queda implícito y desencadena el racconto de Glinda (Ariana Grande se hace cargo de la criatura de Burke) ante los paisanos de Munchkinland.

 

Ahora la futura Bruja Buena del Norte se llama Galinda Upland y aquella occisa accidental responde al nombre de Elphaba Thropp (Erivo), quienes en su joven adultez comparten un cuarto en una universidad de Oz especializada en hechicería, Shiz, en esencia controlada por la decana Madame Morrible (Michelle Yeoh). Como decíamos con anterioridad, las dos primeras horas del relato se debaten entre la relación de amor/ odio de las dos estudiantes (tanto histeriqueo en pantalla y nada de lesbianismo), una suerte de triángulo amoroso con un tal Fiyero Tigelaar en la piel de Jonathan Bailey (por supuesto, un príncipe del montón), la falsa exclusión que padecen tanto Elphaba como esa hermana parapléjica interpretada por Marissa Bode (la hembra verdosa queda bajo la tutela de nada menos que la decana y la discapacitada, Nessarose, vive sobreprotegida/ malcriada por su padre), una demonización institucional contra los animales parlanchines de Oz y especialmente una cabra que enseña historia en Shiz y se llama Dr. Dillamond (Peter Dinklage aporta la voz del personaje), otro triángulo pero tácito y complementario entre la parapléjica, Upland y un muchacho tontuelo que está enamorado de esta última (Ethan Slater compone al susodicho, Boq Woodsman) y el ascenso en sí de Thropp dentro de la jerarquía de la hechicería (lo que por fin le permite viajar hacia la Ciudad Esmeralda, capital de Oz, para encontrarse con el jerarca, el Mago).

 

Dentro de un contexto en el que por un lado el relativismo moral domina el asunto, a mitad de camino entre la idiotez, el oportunismo y la falta de compromiso político/ ideológico/ ético/ actitudinal del nuevo milenio, y por el otro lado el envase se ubica muy por encima del contenido, fórmula que privilegia una estética de cuento de hadas grasiento y suele ser consumida por la fauna de lobotomizados por Disney, Marvel y Netflix, Wicked no logra destacarse en serio ni en materia de sus dos protagonistas, porque Erivo y Grande carecen de carisma, talento, belleza o una mínima simpatía, ni en el terreno estrictamente musical, todo en función de canciones anodinas e intercambiables que ralentizan una narración que de por sí se siente eterna y redundante, plagada de tiempos muertos, un panorama que a su vez enfatiza la mediocridad e incoherencia suprema del musical homónimo de Broadway de 2003 de Stephen Schwartz y Winnie Holzman, inspirado en una novela revisionista de 1995 de Gregory Maguire que efectivamente licuaba la imaginación de la saga creada por L. Frank Baum en el año 1900, en el libro, el musical y el film terminando tapada bajo un pastiche posmoderno hiper psicologizado que elimina toda naturalidad. Chu continúa sin entregar una propuesta interesante, hablamos del responsable de productos descartables que van desde lo fallido hasta el desastre en sintonía con Step Up 2: The Streets (2008), Step Up 3D (2010), G.I. Joe: El Contraataque (G.I. Joe: Retaliation, 2013), Jem y los Hologramas (Jem and the Holograms, 2015), esa Nada es lo que Parece 2 (Now You See Me 2, 2016), Locamente Millonarios (Crazy Rich Asians, 2018), En el Barrio (In the Heights, 2021) y aquel díptico documental impresentable de Justin Bieber: Never Say Never (2011) y Justin Bieber’s Believe (2013), y honestamente lo único rescatable de Wicked se reduce a la media hora final de la conspiración de Morrible y el Mago, la presencia de Jeff Goldblum en la piel de este último y algunos ingredientes visuales robados a Viaje a la Luna (Le Voyage dans la Lune, 1902), de Georges Méliès, La Historia sin Fin (Die Unendliche Geschichte, 1984), de Wolfgang Petersen, y Hook (1991), film de Steven Spielberg. En última instancia queda claro que la fórmula hipócrita mainstream del diferente discriminado ya no funciona más desde una perspectiva tan banal como la presente, siempre moviéndose entre lo naif, lo impostado y un quid digital ubicuo incapaz de generar algo que no sea tedio o desinterés…

 

Wicked (Wicked: Part I, Estados Unidos/ Canadá/ Islandia, 2024)

Dirección: Jon M. Chu. Guión: Winnie Holzman y Dana Fox. Elenco: Cynthia Erivo, Ariana Grande, Jeff Goldblum, Michelle Yeoh, Jonathan Bailey, Ethan Slater, Marissa Bode, Peter Dinklage, Andy Nyman, Courtney Mae-Briggs. Producción: Marc Platt y David Stone. Duración: 160 minutos.

Puntaje: 3